La vida de la politóloga, escritora y diputada de Junts per Catalunya en el Parlament, Ennatu Domingo (Wereta, 1996) dio un giro radical cuando, con siete años, aterrizó en Barcelona procedente de la Etiopía rural donde había nacido a raíz de una adopción internacional. Su primer libro, Fusta d’eucaliptus cremada, eran unas memorias que son una indagación en su identidad, pero ahora publica un segundo libro más «maduro», según su editor, Ernest Folch. Con A un costat i a l’altre del mirall (Navona Editoria), que tiene a la venta este Sant Jordi, Domingo realiza un análisis más político sobre la igualdad de género y el racismo. En esta entrevista con El Món, habla sobre cómo confrontar los discursos racistas de la extrema derecha y llega a la conclusión de que con los cordones sanitarios no es suficiente porque la ultraderecha sigue creciendo. «Tiene que haber medidas detrás que fortalezcan nuestro discurso». Entre otras cuestiones, también habla de la llamada que recibió del presidente en el exilio y líder de Junts per Catalunya, Carles Puigdemont, para ir a un lugar destacado en las listas del pasado 12-M, de su entrada al Parlament, una cámara que según ella no representa la sociedad catalana actual, y de las críticas que ha recibido su formación tras el pacto para la delegación de competencias en inmigración. «Ni las extremas izquierdas están haciendo nada por mejorar la situación», sentencia sobre la lucha contra el racismo.
Una vez leído su libro llego a la conclusión de que hay dos pilares fundamentales: la igualdad de género y el racismo.
Sí.
Su primer libro ‘Fusta d’eucaliptus cremada’ es más autobiográfico que este, donde hay más análisis político.
Exacto. El primero es una mezcla entre una autobiografía, mi experiencia de emigrar desde Etiopía a Cataluña a través de una adopción internacional, y un poco de análisis político de los últimos veinte años de Etiopía. Y este segundo, como dice mi editor, es un texto mucho más maduro, y toma un fragmento muy específico del primero, que es el racismo. El racismo, pero también la igualdad de género, que creo que son dos identidades que condicionan la vida de una mujer, sobre todo racializada, con pasaporte europeo y que transita a menudo del continente europeo a África. Por tanto, son dos identidades que he querido utilizar como el ente para intentar entender el mundo.
El libro comienza con su primera entrada como diputada del Parlament.
Sí, comienzo hablando del Parlament porque creo que hay que dar contexto al relato. Comienzo hablando de hoy y luego voy hacia atrás hasta el 2017, que es mi experiencia como voluntaria en un campo de refugiados en Grecia. Comienzo en el Parlament porque creo que hay una pregunta muy importante: ¿qué papel tengo en la sociedad catalana?, pero también en el ámbito europeo. Y, al final, todo el relato es qué papel tienen todos los afroeuropeos en Europa.

Antes de esta etapa actual, usted trabajaba en un think tank en Maastricht, pero quería trasladarse a Bruselas, y en medio de esta situación recibe la llamada del presidente en el exilio, Carles Puigdemont.
Exacto. Yo llevaba casi tres años viviendo en el sur de Holanda, entre Bélgica y Alemania, en un lugar que no pertenece a ningún lado de cómo me siento yo en este mundo. Estaba en un punto de transición, como dices. Estaba pensando, evidentemente, quizás continuar en esta empresa porque realmente me interesan mucho las relaciones políticas entre África y Europa, y aún hay mucha investigación por hacer. Pero, por otro lado, pensaba que quizás ir a ciudades más internacionales, más multiculturales, es el entorno donde yo puedo crecer más, y sobre todo haber aprendido tantas cosas de otros países donde ya había vivido. Pero recibo una llamada totalmente inesperada, porque la intención era continuar formándome. Pero sí, recibí la llamada y quise dar el paso. Un paso importante.
¿La tuvieron que convencer?
Me tuvieron que convencer por el hecho de que no tenía planeado entrar en política activa. Es muy diferente la política teórica, porque tienes mucho más margen, mucha distancia; y, de repente, entrar en política activa es una gran responsabilidad. Y sobre todo después de haber sido, evidentemente, una catalana migrante. Al final, llevaba unos ocho años viviendo fuera de Cataluña, y mi perspectiva es muy concreta: joven catalana que se ha formado internacionalmente y, que, además, quizás se ha ido también porque no ha encontrado oportunidades en Cataluña. Y, por tanto, sí, me tuvieron que convencer para hacerme entender que era importante y que podría añadir valor al trabajo que hace todo un equipo.
De su primer día en la cámara destaca algo «me di cuenta de que era una de las pocas personas no blancas y la única mujer negra y africana subsahariana».
En esta legislatura sí era la única, pero también explico que en la anterior han entrado otras mujeres y, por suerte, no ser la primera también tiene una gran ventaja y un privilegio poder aprender de los errores que se hayan podido cometer antes. Pero sí que me impresiona porque estamos hablando de un espacio, el Parlament, que hemos conseguido una igualdad de género casi 50%.
De hecho, hay más mujeres que hombres.
Sí, es un punto muy importante en la historia de la igualdad de género en nuestro país, pero cuando lo miramos desde la parte cultural aún tenemos mucho que mejorar. Y, por tanto, no creo que la identidad de ser racializada sea un elemento importante, o que haya sido el condicionante para entrar en el Parlament, pero encuentro que dice mucho lo poco representadas que están muchas comunidades en nuestro país y que están creciendo cada vez más.
Esto sale en el libro y dice que Cataluña está muy atrasada, que el Parlament no es un reflejo de la sociedad.
No aún. Pero incluso en las últimas elecciones al Parlamento Europeo solo el 4% de los electos era de origen no blanco, refiriéndome a la cultura no blanca. De 720, el 4% es muy poco. Cuando me refiero al hecho de que Cataluña quizás está atrasada es por el hecho de que hoy tenemos debates sobre multiculturalidad e inmigración que ya han tenido los países europeos décadas atrás simplemente por su pasado colonial, y porque ya han tenido una migración bastante grande de sus colonias. Por tanto, creo que en este sentido vamos atrasados, pero estamos haciendo muy buen trabajo. El año 2020 se aprobó la Ley de igualdad de trato para mejorar la inclusión de las comunidades migrantes y evitar que el racismo condicione el ascensor social a un sector importante.
En el Parlament hay formaciones de extrema derecha, ¿hay racismo en la cámara?
Si nos referimos solo al discurso, sí hay racismo. Un racismo muy concreto, muy dirigido a personas individuales. La diputada de Esquerra llevando su hijab es directamente el blanco de la extrema derecha catalana. Por tanto, hay constantemente racismo y discurso de odio, pero ahora la preocupación es cómo conseguimos rectificar esto sin condicionar la libertad de expresión. Y tampoco lo podemos hacer en caliente, ahí mismo, porque estamos viendo que es contraproducente. No genera el resultado que estamos esperando en la sociedad o en el discurso público. Ahora, la Mesa del Parlament está trabajando una forma de analizar los discursos, pero fuera del pleno, que se pueda hacer desde otro mecanismo intenso que tiene el Parlament. Esto está muy bien y da esperanza.
¿Y en la sociedad catalana?
Cuando nuestro origen, o nuestro color de piel, condiciona nuestra posición en la sociedad social y económica, yo diría que sí, que vivimos en un sistema que es racista. Me han preguntado muchas veces si Cataluña es racista, pero encuentro que tenemos que ir mucho más allá. Es racista porque formamos parte de un sistema capitalista que al final genera riqueza en manos de una minoría, y en detrimento de un colectivo, y sobre todo de un sur global. Tenemos que asumir que sí, pero no nos quedemos con el discurso que está tan integrado en nuestro día a día. Quizás pensamos, por ejemplo, en la blanquitud en términos de poder. En Cataluña tenemos un 24% de catalanes que hemos nacido fuera de Cataluña y que nos sentimos de aquí, y podemos ver cuando nos estamos desarrollando en esta sociedad o estamos creando guetos o acumulaciones de precariedad dentro de nuestro país. El sistema en sí genera desigualdades, y lo hace según el origen.

¿Y el sistema genera estereotipos?
Sí. Al final, Sílvia Orriols, por ejemplo, dice ‘exportamos Tercer Mundo, por tanto, tenemos criminalidad del Tercer Mundo’, ¿no? Esto es simple porque la palabra Tercer Mundo ya ni se utiliza en el marco del análisis de las relaciones internacionales. Se simplifica y se generan unos estereotipos y se estigmatiza concretamente a una comunidad, que después les cuesta mucho superar este estigma y vemos desigualdades en muchos ámbitos. Ámbitos de vivienda, ámbitos laborales, por tanto, es grave. Este estereotipo, este paternalismo, es justamente lo que la gente percibe y lo que la gente centra al final se piensan que esto ya está. Yo no soy racista por decir tal, pero en el fondo no, estamos hablando de un sistema y de unas relaciones de poder y ojalá pudiéramos llegar a debatir esto.
¿La lucha contra el racismo la capitalizan las izquierdas?
Ni las extremas izquierdas están haciendo nada por mejorar la situación. Un ejemplo que se ha debatido hace poco: con la delegación de las competencias de inmigración, estamos hablando de herramientas. Son herramientas para la acogida, para integrar en la catalanidad, y de gestión. Todo lo que le pasa a una persona que entra y sale, lo tenemos que controlar desde Cataluña. Es importantísimo para nuestra nación tener esta soberanía en este ámbito, pero la reacción de las izquierdas españolas ha sido decir que estamos descentralizando el racismo. Hemos llegado a una simplificación tan fuerte que ya estamos tergiversando lo que es racismo, y cómo lo podemos resolver. Por tanto, el discurso de las izquierdas tampoco es el correcto porque no acaba de resolver los problemas. El mejor beneficio que se le puede hacer a la comunidad migrante, así en conjunto, si me puedo permitir ponerlos en un conjunto, es realmente centrarnos en los problemas. Y muchos expertos dicen que no vale la pena criminalizar la extrema derecha si no estamos aportando soluciones. Yo creo que mi formación, y diré poco de mi formación, porque creo que libro tampoco hablo mucho; es esta posición central de intentar ir directos a las herramientas, a los recursos y en el sistema, y no tanto centrarnos en la persona. Ha habido muchos ejemplos de criminalizar la comunidad migrante y nosotros siempre hemos desbocado estas estadísticas y hemos puesto la atención en que hay un problema. Pero no es de la gente, es de nuestro sistema y, sobre todo, de la precariedad en que se encuentra todo el sistema, que está falto de recursos.
Se lo pregunto porque no sé si tiene la sensación de que Esquerra y Comuns, además de apuntalar el ejecutivo de Salvador Illa, tiene el objetivo de descorazonarlos lo máximo a la derecha posible?
Y tanto, sí. Este es un objetivo muy mediático. Evidentemente, hay mucha dificultad para explicar nuestro proyecto de inmigración, pero la gente lo escucha y nosotros hacemos mucha pedagogía. Se debería intentar que el ciudadano, en lugar de juzgar por las redes sociales, vaya a leer los programas electorales de los partidos. Estaríamos mejorando el pensamiento crítico y poder decidir si un partido es de derechas o izquierdas. Nosotros somos una fuerza central porque defendemos los intereses de ese 60% de los ciudadanos catalanes que sí están a favor de la migración. Yo no me centraré mucho en decir que hacen los partidos ahora porque mi libro no hablo y va mucho más allá.
Pero en este debate hay discursos que ayudan a avivar las más bajas pasiones de la sociedad.
Claro, porque los discursos de extrema derecha, como hemos dicho, evidentemente, se centran en el odio, en la incertidumbre, en la frustración del sistema que no funciona. Por tanto, evidentemente que nosotros tenemos que entender esta frustración de la ciudadanía y darle respuestas y soluciones muy concretas. Quiero decir, en ningún momento nos ponemos aquí a cuestionar discursos, a deslegitimar un partido. Simplemente, vamos a hacer política y la política es generar soluciones a los retos. Y hoy los retos son muy grandes. El 47% de la gente extranjera vive en precariedad económica. En cambio, la gente de origen española, o nacionalidad española, son solo el 19%. Por tanto, queda claro que se tienen que hacer políticas para la igualdad y para que todos puedan desarrollar su proyecto en plenitud.
Uno de los factores que ha creado más discusión en el acuerdo con el PSOE es el requisito de aprender catalán, pero la lengua es un elemento integrador.
La lengua es un elemento de inclusión. Nosotros la consideramos como una herramienta de ascensor social en Cataluña, pero lo es en todas partes. Evidentemente, ha generado polémica, pero estamos hablando de una lengua que está en peligro de extinción como muestran las últimas estadísticas sobre el uso social del catalán. Hay crispación por cualquier política que quiera fortalecer nuestra lengua. Pero creemos que cualquier persona que llega a Cataluña tiene que entender que el catalán es la lengua oficial en Cataluña, que es la lengua principal, y que, por tanto, la tiene que aprender. Hemos simplificado tanto lo que significa la inmigración, que por un inmigrante entendemos que es la persona que nos llega en patera, la persona precarizada, pero esta no genera una tensión en el ámbito lingüístico. La que te genera tensión es el 25% de inmigrantes en Cataluña, que los consideran expats, que vienen de economías muy potentes y que, quizás la mayoría, no tiene el interés de integrarse. Tienen otros idiomas que les sirven y, además, priorizan el castellano por encima del catalán. Nosotros queremos evitar esto, y que el catalán sea el idioma principal.
Y también les han tildado de racistas.
Es una reacción errónea. Está en la ley que cualquier persona que llega a España tiene que aprender el español, y también las lenguas de las comunidades autónomas. Está en la ley y nosotros simplemente queremos que se aplique esta ley. Una persona que llega tiene que aprender el idioma del país para integrarse, y también a escala social y económica.
Es una pata más de este ascensor social del que hablábamos antes.
Evidentemente, pero es que Cataluña lleva décadas integrando comunidades que llegan a Cataluña. El catalán es una herramienta, y nosotros creemos que debe ser la herramienta que se utiliza en Cataluña. Pero hay una campaña muy positiva que promovieron Òmnium Cultural y Top Manta para reivindicar que hay unos dos millones de personas susceptibles de aprender el catalán. El gobierno tiene que ofrecer o tiene que crear los espacios para que ellos puedan aprender.

Hacer políticas para impulsar la lengua.
Para impulsar la lengua, simplemente, tienen que aumentar la oferta para poder aprender el catalán. Está claro que hay gente que llega y que quiere aprenderlo. El problema es que es verdad que hay mucho paternalismo y cuando hay iniciativas tan positivas no se las toman en serio, y creo que es un error. Cualquier iniciativa positiva que venga de la comunidad inmigrante debe elevarse, y nosotros estamos completamente alineados en la visión que hay detrás de estas campañas.
Otra cuestión que aparece en el libro, y no solo del Parlament, sino también en la Eurocámara, hace referencia a los cordones sanitarios para aislar a la extrema derecha. ¿Se puede combatir a la extrema derecha solo con cordones sanitarios?
Los expertos dicen que no. Un cordón democrático es lo que hemos ido viendo, creo que en toda Europa se han intentado implementar y no han acabado de funcionar porque la extrema derecha ha ido creciendo en Italia, Austria, Alemania y Francia. Por tanto, hay algo que falla. Aquí, como decía al principio, tenemos preocupaciones sobre seguridad, inmigración y económicas que no se acaban de resolver. No defiendo que nos enfrentemos con la extrema derecha diciéndoles si son más o menos racistas. Tenemos que intentar es encontrar soluciones a estos problemas para ir reduciendo su base, que vive en la incertidumbre. En Cataluña se ha intentado hacer un cordón democrático, pero no acaba de funcionar, y es un problema europeo y que abarca incluso a Estados Unidos. No acaba de funcionar y creo que las fuerzas políticas deberían replanteárselo. No puede haber simplemente un cordón democrático. Tiene que haber medidas detrás que fortalezcan nuestro discurso, el discurso del centroizquierda e izquierda, que vayan acompañadas de soluciones.
Es decir, combatir el discurso con políticas.
Con política, con soluciones. Sí.
Usted habla en el libro sobre los atentados del 17-A. Estaba en Grecia con sus padres y días después empezó a trabajar en un campo de refugiados en Grecia, y tuvo el presentimiento de que «la vida de los musulmanes sería dura a partir de entonces».
Lo decía porque tenemos muchos precedentes y utilizaba el 11 de septiembre de 2001 porque, a escala de perfilación política, la comunidad musulmana fue la más afectada. No podía ir a ningún lado. Los policías constantemente los detenían en los aeropuertos y en las calles. Por tanto, también puedes hacer una analogía de la realidad que ha acabado ocurriendo en Ripoll, donde el miedo de la comunidad por el atentado hizo que un partido de extrema derecha pudiera capitalizar esta incertidumbre y poder construir su base en Ripoll.
Capitalizar el miedo.
Claro. Utilizarla como herramienta política para poder generar una base de apoyo. De hecho, en 2023 yo diría que el porcentaje de comunidad musulmana en Ripoll era muy bajo.
Lo menciona en el libro.
Sí, porque siempre es lo mismo. Es la exageración de la problemática. Como sabemos que hay problemas de seguridad, como decíamos antes, se elevan aún más por la extrema derecha. Aunque sean pequeños, se tienen que buscar soluciones. Y la curiosidad justamente de esto es que las personas que formaron parte de este ataque eran musulmanes integrados, con el catalán aprendido, totalmente integrados, pero en el momento en que hay el ataque ya se les considera como un fenómeno externo.
Que no forma parte de la sociedad.
Exacto, que no forman parte de la sociedad. Por tanto, creo que lo interesante es ver la opinión que se genera alrededor. Ha habido muchos activistas que han hablado. Y, al final, también hubo mucha solidaridad de la comunidad musulmana y la autóctona. Pues, es posible que se pueda lograr cohesión social.
Y siete años después entra Aliança Catalana en el Parlament. ¿Usted cómo vive los discursos de la señora Sílvia Orriols?
Al principio del libro hablo un poco porque explico que son discursos muy agresivos. Generalizan constantemente a la comunidad migrante, los estigmatizan. Es como si no existieran ni en el Parlament ni en la sociedad, como si no tuvieran voz. Es un discurso muy agresivo, que no está basado en datos reales. Es un discurso inaceptable. Lo que pasa es que tampoco puedes reaccionar. Lo que ellos quieren es que tú reacciones, que generes conflicto, y tampoco puedes caer en esas trampas. Creo que cuanto menos caes en ellas, cuanto menos caso les haces, y continúas trabajando… Han entrado muchas propuestas para erradicar el racismo. Por ejemplo, hemos hablado mucho sobre derechos civiles, derechos sociales y, por tanto, hay que insistir en esto porque creo que es el camino correcto. Pero sí, los discursos dentro del Parlament son muy preocupantes. A escala europea los parlamentos están hablando y colaborando para ver cuáles son las soluciones para no retroceder con los valores y los derechos conseguidos.

¿Y esos mensajes agresivos de los que habla se magnifican en las redes sociales?
Exacto. Es un altavoz, y hace un efecto de distracción porque al final estás tan centrado en qué vocabulario ha utilizado, todos saben que es un vocabulario racista, es un vocabulario criminalizador de la comunidad migrante; pero nos distrae completamente de la realidad social de Cataluña. Por ejemplo, hay mucha gente que hace años que vive en Cataluña y que no puede conseguir un contrato laboral porque ha llegado a través del sistema de asilo y quizás por la burocracia, o cualquier otra causa, lleva demasiado tiempo esperando y ya no puede entrar en el sistema económico.
O el acceso a la vivienda.
Hay presión. El tema de Salt, por ejemplo, que se debatió hace nada. Nos hemos centrado en la violencia. No podemos aceptar la violencia para conseguir objetivos políticos ni sociales, pero detrás hay un grave problema de inclusión social y no se habla de ello. Por eso es un efecto de distracción, y tenemos que intentar no quedarnos enganchados en esta lucha discursiva con la extrema derecha porque no es útil.
Que es un discurso estereotipado y estigmatizador.
Sí, y tanto.
¿Usted ha sufrido este tipo de discursos?
Directamente en el pleno del Parlament no los he sufrido.
¿Y fuera del Parlament?
Yo creo que sí. El discurso paternalista lo tenemos muy integrado en nuestro día. El racismo discursivo, el racismo social, está en nuestro ADN. Como mujer racializada lo he sufrido, y lo he aprendido a reconocer. Y eso es también otra de las problemáticas, que no tenemos suficiente documentación o estudios sobre el racismo y cómo afecta el día a día de las personas racializadas. En mi caso, por ejemplo, en mi día a día yo no aprendería el catalán. No lo aprendería nunca, porque la gente me habla en castellano. Soy extranjera ante su mirada. Tú puedes justificar o explicar esto, pero no lo puedes hacer por toda tu vida porque hay toda una comunidad que tiene el mismo reto. En mi entorno tengo amigas que son detenidas constantemente por policías que les piden su carnet de identidad cuando son de aquí.
De hecho, en su libro se explica el caso de una amiga que quiere renovar el carnet de identidad.
Sí. A una amiga mía le piden su pasaporte etíope, y si no lo tiene no le renuevan su DNI español. Era la incongruencia de decir es española y, por tanto, se lo tienes que renovar. Son situaciones muy ambiguas que sí que tensan la situación. Hay muchas anécdotas que explico en el libro de cómo el paternalismo, el racismo se manifiesta en tu día a día. Cuando viajas con personas blancas se dan cuenta de que hay algo que no es lo mismo. Sí que las mujeres racializadas o los hombres sufren una violencia constante, sistémica, que nosotros, como blancos, no lo vemos en el día a día. Doy muchos ejemplos porque quiero que cuestionemos nuestro privilegio. Que cuestionemos que muchos de nosotros tengamos que ir con una persona blanca a nuestro lado porque si no las puertas no se abren, o no se defienden nuestros intereses.
Aparte de política, porque en el libro se habla mucho de política, también habla de sus padres. ¿Qué tan importante es la figura de Anna Soler-Pont, madre y agente literaria?
Creo que es muy importante por el hecho de que hay muchas cosas que nos conectan o que yo he heredado sin ni siquiera saberlo. Una de ellas es la pasión por quizás la literatura africana y la voluntad de querer dar espacio también a las personas de origen africano y asiático en Europa. A mi madre la entrevistaron muy joven en el programa de TV3 Avisa’ns quan arribi el 2000 porque traía libros escritos por autores del sur global para poder traducirlos al castellano. Son cosas que yo no sabía hasta hace poco, y de repente te das cuenta de que hay todo un legado de querer mejorar la inclusión social, la igualdad de género, sobre todo. Mis padres han viajado mucho y yo cada dos años viajaba con ellos y llegué a conocer muchos países antes de ser mayor de edad. Esto, de alguna manera, me ha influido mucho en esta curiosidad por saber y sobre todo por vivir, pero con conciencia. Este libro es sobre eso. El hecho de estar trabajando en una empresa europea me ha dado la oportunidad de viajar y yo he querido intentar entender cómo es que yo puedo acceder a todos estos países africanos sin dificultades por el hecho de tener un pasaporte europeo. Por ser cualificada he podido viajar en muchos países sin retos y, en cambio, mis compañeros, que se han formado en las mismas universidades, pero vienen de orígenes diferentes, lo tienen más difícil, tienen muchos más retos. Creo que es eso, revisar nuestro privilegio constantemente.
Le mencionaba a su madre porque es una figura feminista y antirracista en los años 90.
Sí. Feminista y antirracista en los años 90 era revolucionario. Mi madre hacía de voluntaria para enseñar el catalán a madres migrantes marroquíes que recién llegaban a Cataluña en los años 90. Era bastante pionera en este sentido, en el proceso de integración acogida. Pero también el hecho de que ella misma tiene una empresa, y siempre ha insistido en el hecho de que las voces de las mujeres estén representadas haciendo acciones muy concretas. Es decir, 70% mujeres, 30% hombres. Todo esto lo tiene muy claro. Y el papel de tener una madre feminista que intenta equilibrar su papel en la sociedad con su papel en casa, con la familia. He visto esto como alguien muy cercano, y después esto me ha ayudado a que luego en las empresas en las que he trabajado pudieran reconocer los retos que las mujeres jóvenes sufren. Solo el 8% de las empresas son dirigidas por mujeres, y cuando a mí me dicen eso entiendo perfectamente cuáles son los retos. Es todo un privilegio.

De hecho, su madre se iba de viaje por trabajo y ustedes se quedaban con su padre en casa.
Exacto. Es eso. Hay muchos analistas que dicen que si no hay un hombre que te da el apoyo, no consigues que haya esos equilibrios que estamos demandando. Es decir, equidad salarial, equidad de género dentro de las empresas. En mi caso, mi madre viajaba casi cada mes por trabajo y todas esas veces me quedaba con mi padre, que tenía que tomar el relevo que ella dejaba. Creo que, en el fondo, su papel es muy importante. Tener hombres conscientes, feministas, y de eso hablo mucho, que en nuestra sociedad el papel social de las mujeres ha cambiado mucho. En cambio, para los hombres quizás no ha cambiado tanto como lo esperaríamos. De alguna manera también hago este homenaje a mi padre, porque él también estaba trabajando, y no renunció a nada, pero sí que se quedaba en casa y si tenía que adoptar el papel que hacía la madre, lo hacía igual. Yo veía este equilibrio que mi madre viaja, no sé a dónde viaja cada mes, pero las cosas continúan igual.
Viajaba a la India, ¿no?
Sí. Siempre estaba en la India. (Sonríe)
¿Se estigmatiza a la persona adoptada?
Sí, se estigmatiza mucho. Yo creo que en asociarle a traumas que no tiene o el hecho de haber sido salvado de la pobreza de un sistema menos educado, menos civilizado. Pero también creo que los adoptados jugamos un papel muy importante. Creo que somos un conector entre esta idea de la comunidad autóctona y el emigrante, que aquí desafortunadamente la tenemos cada vez más separada, y podemos dar mucha información de estos dos mundos.
Ser un nexo de unión.
Sí. Ser un nexo de unión. Al final, dependemos de las comunidades migrantes para poder mantener nuestra cultura de origen, nuestros idiomas y, por tanto, pienso que hacen un conector muy importante. Y por lo que he ido observando en los análisis de la migración, racismo, la comunidad adoptada es la que menos se considera, porque son quizás los menos blancos y los menos negros a escala cultural. Pero creo que es importante esta posición para poder entender cuáles son los retos de poderte integrar, y una adopción internacional te da muchos códigos.
Su vida en Cataluña ha estado a caballo de Castellterçol y Barcelona, sobre todo en Gràcia, y veranos en el Empordà, donde se bañó en el mar por primera vez con siete años. ¿Qué es para usted Cataluña?
He llegado a la conclusión de que es hogar. Y esto es muy importante, porque justamente las personas migrantes siempre se nos ha considerado como personas de ningún lugar, personas en movimiento, y que no se nos ha dado el derecho de pertenecer a un lugar. Incluso hoy, aún cuando tenemos debates en Cataluña se da a entender que no somos de aquí. Por más abierto y progresista que seas, aún no se ha considerado que somos de aquí, que podemos echar raíces. Cataluña son mis raíces, mi hogar.
Pero estuvo unos años fuera del país estudiando en universidades europeas, trabajando en campos de concentración, viviendo el drama del Mediterráneo en primera persona, y también trabajando en instituciones europeas. Ha viajado mucho. ¿Qué visión le ha aportado todo este bagaje?
Me ha dado mucha perspectiva de cómo funciona nuestro sistema a diferentes niveles. En cuanto a movimiento, por decirlo así, yo creo que el privilegio de haber podido estudiar fuera, de haber podido migrar para poder conseguir mis primeros trabajos. Todo esto me da a entender que hay ciertos movimientos que son más fáciles para un sector de nuestra sociedad, y que para otros son complicados, y que hay elementos que se tienen que revisar. Todo este bagaje me ha ayudado a relativizar y entender mejor y a preguntarme por qué las cosas funcionan de una forma concreta.
Este espíritu nómada que inició con los estudios ahora se ha interrumpido. ¿Ha vuelto a Cataluña para quedarse?
He vuelto para anclarme. Creo que ahora tengo un proyecto muy grande, mucho más grande que yo. Es un gran reto y he vuelto para poder no echar raíces, porque al final un lugar es nuestro hogar, y quizás de aquí a unos años deja de serlo. Justamente esta incertidumbre también a mí me ayuda mucho, y nos da a entender que las personas nos movemos por necesidad, o por lo que sea. Hoy mi responsabilidad es estar en Cataluña, aportar el máximo posible con mi trabajo, entender nuestra sociedad, porque creo que hay que tener una visión muy amplia de Cataluña y de los diferentes retos para poder generar soluciones y políticas que respondan a las diferentes realidades del país. Creo que Cataluña, y el reto social es cada vez más complejo, y lo encuentro muy interesante y ambicioso. De momento, estamos arraigados y anclados aquí.
El reto de la Cataluña de los ocho millones.
El reto de los ocho millones. Hacer políticas para ocho millones es el objetivo de mi formación, y mi objetivo es intentar contribuir a que haya inclusión social. De hecho, cuanto más gente dejemos atrás, más contraproducente es para una sociedad que quiere progresar y que quiere desarrollarse. Esto lo he mamado en mi análisis y trabajo teórico, y creo que ahora es intentar ayudar a que todo un equipo lo pueda aplicar. Estoy contenta de poder hacerlo, de poder llevar y aprender.

Y termino. ¿Todavía siente olor a madera de eucalipto quemada?
El olor del eucalipto quemado todavía se siente porque desafortunadamente aún hay muchas mujeres en Etiopía que viven en el campo, en una situación más precaria que las ciudades. Sobre todo después de la guerra entre el gobierno central y el Tigray aún se puede sentir el olor de eucalipto, pero también tengo mucha esperanza de que las cosas están cambiando. El primer libro me ayudó mucho a entender cómo vemos los países africanos, cómo vemos los europeos de origen africano aquí, y tengo mucha esperanza de que hay una grieta para mejorar las cosas y contribuir y cambiar la situación económica de las mujeres en Etiopía, y sobre todo en todas partes.
¿Y tezeta (nostalgia en etíope)?
Tezeta siempre, porque tezeta es la nostalgia, y creo que la nostalgia fue lo que me generó esta curiosidad por saber sobre mi país de origen. Vivimos sociedades que lo que quieren es que tú te asimiles, porque creen que solo te puedes integrar asimilándote y olvidando una parte tuya. Y yo estoy totalmente en contra de eso, es contraproducente. Y si no encontramos una solución a eso, nos explotará en la cara como les está pasando a los franceses, o a muchos países europeos. No es un modelo que tengamos que seguir en Cataluña. Nosotros tenemos que buscar un modelo que las personas que llegan aquí deben entender que la cultura catalana, la identidad catalana, la lengua catalana son importantes. Evidentemente, que se sientan de aquí pero que deben mantener su origen. Y que si se necesitan herramientas, también debe haber herramientas.