La historia contemporánea de Cataluña ha demostrado una nueva tesis política. En concreto, que los partidos, como las lavadoras, tienen obsolescencia programada. Lo demuestra el caso de Ciutadans, una formación política pensada y creada en Cataluña, pero para toda España y anticatalanista –un elemento distintivo de los partidos que tradicionalmente han nacido en Cataluña con vocación de influencia en todo el Estado. Una formación que nació a cobijo del gobierno de izquierdas y catalanista que lideró y configuró el presidente Pasqual Maragall, con PSC, ERC e iCV-EUiA, y remachó el presidente José Montilla.

La supuesta deriva catalanista de lo que se ha convenido a bautizar como tripartito espoleó la creación de una formación que de buen inicio parecía presuntamente ubicada en la izquierda ideológica. Pregonaba un nacionalismo español no centralista y era especialmente beligerante contra consensos sociales catalanes como el sistema de inmersión lingüística. Una opción de partido que recogía los votantes socialistas enfadados por el flirteo de socialistas y poscomunistas con los independentistas en el tripartito y por el largo e intenso proceso de reforma del Estatuto. Por otro lado, también tiraba la caña a los votantes del PP incómodos con los posicionamientos de la era post José María Aznar, y se autodefinía como un partido «socialmente progresista», tal como recoge un denso e interesante ensayo de los politólogos de la Universidad de València Àstrid Barrio y Juan Rodríguez.

Una trayectoria parlamentaria que empezó con tres diputados les llevó en 2017 a ser el primer partido del Parlamento y, después, a las últimas derrotas electorales, que han abocado a la formación españolista a verse devorada por el retorno de sus votantes al PP, al PSOE y a Vox. De hecho, uno de los portavoces en el Congreso de Diputados de Ciutadans y escudero de Albert Rivera, Juan Carlos Girauta, será el número tres de Vox en las elecciones al Parlamento Europeo del mes de junio. Su talante derechista lo demuestra, por ejemplo, que el portavoz de Ciutadans en el Parlamento, Nacho Martín Blanco, dejara la formación y se diera de alta al PP para ir a las elecciones españolas de julio.

Las perspectivas de un certificado de defunción en las elecciones avanzadas del 12 de mayo al Parlamento de Cataluña ha obligado su actual candidato, Carlos Carrizosa, a confiar la campaña al eurodiputado Jordi Cañas, uno de los perfiles más queridos por las escasas bases de Ciutadans y que ha puesto en marcha una campaña osada con el eslogan Detenlos. Una conjugación verbal que define su estilo de hacer política, entremedias de una fiscalía a la sombra y la cizaña institucional y parlamentaria. La revolución naranja se hinchó hasta que ha estallado dejando un rastro de cadáveres políticos.

El presidente de Cs, Albert Rivera, con José Manuel Villegas, Fernando de Páramo y Lorena Roldán en el Parlamento el 1 de octubre de 2019 /Rafa Garrido
El presidente de Cs, Albert Rivera, con José Manuel Villegas, Fernando de Páramo y Lorena Roldán en el Parlamento el 1 de octubre de 2019 /Rafa Garrido

Del Foro Babel a Ciutadans

Como todos los partidos políticos de nueva hornada, la cuna de Cs fue una plataforma cívica que se presentó en sociedad el 7 de junio de 2005. El instrumento, un manifiesto titulado Por un nuevo partido político. Lo firmaban Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain, Carlos Trías, Ivan Tubau y Horacio Vázquez. Algunos de los firmantes más destacados habían estado miembros del Foro Babel, una entidad nacida en 1996 para potenciar el uso del castellano en Cataluña. Todo quedaba a casa.

Ciutadans se constituyó como formación con bases ideológicas contra la inmersión con el argumento de que apoyaban al bilingüismo y la dicotomía de considerar que defendían «derechos de los ciudadanos por delante de los derechos de los territorios». Además, negaban la condición de nación a Cataluña y, como no podía ser de otro modo, cualquier tipo de soberanía, porque esta residía en el «conjunto de la nación española». Con el no por bandera en el referéndum sobre el Estatuto, Ciutadans hizo la precampaña de las elecciones que convocaría el presidente Maragall. La prueba de fuego fueron las elecciones del 1 de noviembre de 2006.

El cartel electoral de Albert Rivera que lo llevó en el Parlamento/Ciutadans
El cartel electoral de Albert Rivera que lo llevó en el Parlamento/Ciutadans

El éxito de 2006 que acabó como el rosario de la aurora

La nueva formación presentó en 2006 como cabeza de lista a Albert Rivera -un ex militante de Nuevas Generaciones, las juventudes del PP, que se exponía en un cartel electoral en el que iba desnudo– y, de número dos, Antonio Robles, entonces secretario general de la formación. El resultado fue la sorpresa de la noche electoral, con 89.840 votos y tres diputados. De hecho, aquella noche los simpatizantes de la formación saltaron a la fama porque en la conexión en directo del programa de la noche electoral en TV3 –uno de los fantasmas de Ciutadans– empezaron a gritar «¡Toma tres, TV3!». El tercer diputado era José Domingo, un abogado de la Seguridad Social que coordina Impulso Ciudadano, la entidad que provocó, por ejemplo, la inhabilitación del presidente Quim Torra y que lanza las demandas para conseguir el 25% de castellano al sistema de educación primaria.

La legislatura acabó con los tres diputados a palos. Los tres acabaron como diputados no adscritos y haciendo ruedas de prensa por separado. Domingo intentó descarnar las finanzas y las nóminas del Parlamento. Robles, en una batalla durísima contra la inmersión, acabó de portavoz de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), una formación nacionalista española que fundó Rosa Díez, y volvió a su tarea de docente. Rivera supo mantener el tipo para repetir la candidatura electoral, gracias a su telegenia y oratoria. «Se podría decir que ni España los mantuvo unidos», comenta un veteranísimo diputado de la cámara catalana. El éxito electoral acabó con burofaxes reclamando las actas de diputados a Robles y Domingo, que finalmente abandonaron la formación en 2009.

Albert Rivera, Inés Arrimadas i Lorena Roldán en un miting en la plaza de San Jaime rodeados de banderas el 20 de octubre del 2019/Marta Sierra-ACN
Albert Rivera, Inés Arrimadas i Lorena Roldán en un miting en la plaza de San Jaume rodeados de banderas el 20 de octubre del 2019/Marta Sierra-ACN

Prórroga en 2010 y consolidación

Rivera no las tenía todas de poder volver a obtener una acta de diputado en 2010, pero la garantía de ser una fuerza parlamentaria le daba espacios informativos y publicitarios que supo aprovechar. Lograron 106.154 votos y 3 diputados. Un resultado que no los permitía configurar grupo propio, pero el hábil Alfons López Tena, que lideraba con Joan Laporta Solidaritat Catalana por la Independencia, que había entrado en la cámara con 4 diputados, consiguió reformar el Reglamento para crear el subgrupo parlamentario. Una figura que requería solo tres diputados y permitía flexibilizar las duras condiciones del grupo mixto. Y Cs también se benefició de ello. En aquella ocasión, los escogidos fueron Rivera, Jordi Cañas -que provenía de la federación de Barcelona del PSC- y la abogada Carmen de Rivera, una diputada entregada que cantaba Els Segadors y que hacía veinte años que escribía en ek consultorio jurídico de la revista Pronto.

La legislatura fue un festival para Ciutadans, que se puso las botas con el debate del concierto económico que defendía el presidente Artur Mas, investido gracias a la abstención del PSC, y por el adelanto electoral ante la presión independentista que Solidaridad hacía en el Parlamento de Cataluña. El adelanto electoral del2012, con la vista puesta a una consulta soberanista ante la negativa del gobierno de Mariano Rajoy a negociar mejoras de financiación o autogobierno, espoleó la formación de Rivera. Así pues, las elecciones de 2012 les permitieron más que duplicar los resultados y obtener 275.007 votos y 9 diputados, entre los que se contaba la futura líder de la formación, Inés Arrimadas.

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el presidente de C's, Albert Rivera, al inicio de su reunión, el 15 de abril de 2016/Rafa Garrido
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el presidente de C’s, Albert Rivera, al inicio de su reunión, el 15 de abril de 2016/Rafa Garrido

De estar a un palmo de la gloria a dos metros bajo tierra

El Procés soberanista fue Pharmaton para la formación de Rivera, que ya preparaba el cambio de ponencia política para renunciar a la socialdemocracia y definirse ideológicamente como «liberales». Ciutadans era una formación de moda que obtenía buenos resultados en las europeas. En Cataluña, consigue la segunda posición en las elecciones supuestamente plebiscitarias del 27 de septiembre de 2015, donde competía con Junts pel Sí. Ciutadans consiguió 736.364 votos y 25 diputados. Era el primer partido de la oposición, con Inés Arrimadas de líder indiscutible y Carlos Carrizosa como portavoz. Fue la eclosión de la formación que también se consolidó como tercera fuerza en el Congreso de Diputados.

El referéndum del Primero de Octubre fue la punta política que excitó la masa de votantes que hicieron de Ciutadans, con Arrimadas al frente, el partido más votado en las elecciones de 21 de diciembre de 2017, convocadas por la aplicación del 155. En aquellos comicios sumaron un espectacular 1.109.732 de votos, que se transformaron en 36 diputados. Pero la alegría duró poquísimo, porque no había bastantes diputados unionistas para formar gobierno y echar el independentismo de la Casa de los Canonges. Las elecciones de 2021 enviaron la formación al rincón de pensar con seis diputados y 158.606 votos. Un fiasco que los ha llevado a la irrelevancia, a perder la representación municipal en Barcelona, a desaparecer del Congreso de Diputados y a quedar borrados de la Junta de Andalucía y de la Comunidad de Madrid. La desbandada de cargos hacia el PP ha sido generosa y rápida, con casos destacados como el de Lorena Roldán y el de Nacho Martín Blanco. Las encuestas pronostican para el 12-M el certificado de defunción de un partido que ha muerto de éxito, aunque el éxito haya sido qué no se hayan logrado los objetivos del Procés.

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