El experimento Elon Musk en la administración estadounidense ha llegado a su punto final. El magnate de Pretoria ha abandonado su cargo como secretario del pseudodepartamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) entre vítores en el Despacho Oval. Haciendo caso a las redes de la Casa Blanca, los escasos cuatro meses del hombre más rico del mundo sentado a la derecha del presidente Donald Trump han sido más que exitosos: la cuenta oficial del gobierno federal -convertida en un perfil de memes desde el inicio del curso- publicó el pasado sábado un tuit alabando al empresario. «THE DOGEFATHER«, leía la publicación, con una imagen del propio Musk en la rueda de prensa de su despedida. En paralelo, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, reconocía al billonario su rol en «recortar el gasto sin sentido, el fraude y el abuso financiero» del sector público. «Sabíamos que desmantelar el estado administrativo no sería sencillo, ¡pero DOGE no se va a ninguna parte!», prometía Lutnick, tomando el testigo. Sin embargo, el balance material de la carrera del sudafricano es pobre. Según los datos oficiales del Departamento del Tesoro, el gasto de la administración de EE. UU. en 2025 va camino de ser el más alto de los últimos años.
La cifra de aumento del gasto público en los meses de Musk en la administración es equivalente a la más conservadora de sus promesas al electorado estadounidense. Cabe recordar que, en un primer momento, el exsecretario del DOGE aseguraba que sería capaz de eliminar «fraude y gasto innecesario» por valor de dos billones de dólares. Apenas puso un pie en la Casa Blanca, redujo las expectativas en un 50%, hasta un billón de dólares; para, finalmente, reconocer que no podría ir más allá de los 150.000 millones. A su salida del Departamento, ha estado a punto de alcanzar esta cifra, pero puesta de cabeza: según los datos oficiales del Departamento del Tesoro, al cierre del mes de mayo, la factura estadounidense se eleva hasta los 2,94 billones de dólares, unos 140.000 millones más que un año antes. A escala, en los últimos meses de la administración Biden, el gobierno federal había reducido el cargo sobre las finanzas públicas en cerca de 80.000 millones de dólares respecto al año anterior. La motosierra de Musk, con la que hizo campaña de la mano del presidente argentino Javier Milei, ha hecho -cumpliendo la mayoría de pronósticos- crecer los árboles.
Meses accidentados en los recortes
Los primeros movimientos de Musk al frente del DOGE recordaron a sus primeras semanas como CEO de Twitter. Entre los primeros objetivos, destacó la FDA, la estructura pública dedicada a la vigilancia y la seguridad de los mercados alimentario y farmacéutico. Los expertos de Musk planeaban despedir a 3.500 trabajadores, con cadenas de correos masivas dirigidas a los empleados públicos. Como en el caso de la red social, muchos de los despedidos tuvieron que ser recontratados en cuestión de días para recuperar tareas esenciales que el Departamento de Eficiencia no había valorado correctamente. Finalmente, la cifra de despidos fue masiva, unas 1.900 personas. Para alcanzar sus objetivos, la FDA tuvo que dejar ir a otras 1.200 personas con prejubilaciones o pagos íntegros de su contrato, elevando aún más el gasto dedicado a personal.

Similar ha sido el caso de la EPA, la agencia pública de protección ambiental; o la de Investigación y Desarrollo, que ha tenido que abandonar algunas iniciativas para limpiar aguas contaminadas en zonas residenciales. Los recortes de personal han sido la marca de la casa de Musk, pero otras partidas de gasto público se han mantenido intactas, cuando no se han disparado en los últimos meses. Sin ir más lejos, el presupuesto del Pentágono para 2025 ha aumentado en 150.000 millones de dólares.
«Decepcionado» con Trump
La ejecución de Musk al frente del departamento de recortes ha tenido sus obstáculos. Sin ir más lejos, el pasado miércoles un tribunal federal resolvió que el magnate y su equipo estaban «ejerciendo su poder sobre el gobierno federal ilegalmente». A pesar de que la administración Trump defendía que DOGE operaba, a todos los efectos, como una consultoría externa, la jueza Tanya Chutkan, nombrada durante el segundo mandato de Barack Obama, encontró evidencias para demostrar que el billonario tenía «tanto poder como un alto cargo designado por el Senado». Eso sí, sin la vigilancia pública ni ningún mandato democrático para ejercerlo. «Estamos orgullosos de ayudar a llevar el reino del terror de Musk a su fin», declaraba, sarcástico, el fiscal general de Nuevo México, Raúl Torrez, tras la sentencia.
El revés contra su hoja de ruta llegó en medio de turbulencias privadas dentro de la Casa Blanca. Hacía tiempo que el magnate reculaba en su apoyo a parte del programa económico del presidente. Sin ir más lejos, su batalla con el consultor económico especial de Trump, Peter Navarro, ha sido más que pública. Navarro, un economista marginado que se inventaba las citas de sus libros sobre protección comercial, es el gran defensor de la política arancelaria dentro de la administración. Una política que Musk ha sufrido en su bolsillo, con una importante erosión del capital de Tesla -ha perdido cerca de un 9% de su cotización desde el nombramiento del pasado 20 de enero-. En un post en sus redes sociales, Musk respondió a un vídeo del economista de referencia de Trump asegurando que es «un verdadero imbécil». De hecho, ha llegado a referirse a él como Peter Retarrdo.
La luna de miel con el trumpismo, sin embargo, ha terminado de morir bajo el peso de la Big Beautiful Bill, una especie de ómnibus con el cual Trump busca aplicar recortes fiscales a las rentas más altas por valor de varios billones de dólares y, entre otras cuestiones, disparar el gasto en defensa -ya en máximos-. «Me decepcionó ver el decreto de gasto masivo, sinceramente», declaró Musk en una entrevista con el programa CBS Sunday Morning. Según el multimillonario, el proyecto trumpista «erosiona el trabajo que ha hecho DOGE», y «eleva el déficit presupuestario» del gobierno federal. «Creo que una norma puede ser grande o puede ser bonita, pero no puede ser las dos cosas», criticaba Musk, un gran proponente de una administración cada vez más pequeña. Trump, cabe decir, ha esquivado todas las preguntas al respecto, y no se ha vuelto a referir a su exaliado hasta la despedida oficial.