La escritora Laia Fàbregas (Barcelona, 1973) empezó a considerarse como tal con la publicación de su primera novela, La niña de los nueve dedos, en Holanda. Desde entonces ha escrito cuatro más, todas a partir de una frase o una idea que le rondaba por la cabeza desde la novela anterior. Asegura que no sigue ningún tipo de planificación a la hora de escribir, lo que añade mérito al hecho de que con su última novela, El silenci dels astronautes, haya ganado el Premio Joanot Martorell. En esta entrevista con El Món, habla de los aspectos de su vida personal que se cuelan en las novelas y que, en esta última, tienen un peso muy importante.

En El silenci dels astronautes consigue retratar dos vidas aparentemente diferentes, pero en realidad con muchas similitudes. ¿Ha sido fácil jugar con varias voces?

Nunca me propongo desde un principio unir dos elementos, pero voy tirando un hilo y ha acabado saliendo esto. Me he encontrado más que construido. En este libro primero me inventé Rita a raíz de un documental de una niña que vi hace veinte años. Al principio simplemente Rita no hablaba, pero un día se me ocurrió que ella se inventara que estaba dentro de una burbuja. Entonces, de repente, pensé en el niño de la burbuja, porque conocía su historia desde hacía tiempo. Me di cuenta de que había tantos paralelismos entre como quería yo que fuera la historia de Rita y como era la de David que era inevitable unirlos y que hablaran. El hecho de ponerlos a hablar el uno con el otro fue repentino, un ¿“a ver qué pasa si hablan”? Y el que pasó fue que empezó a surgir un diálogo que no acababa. Tuve la sensación que podía funcionar como obra de teatro porque solo me salía diálogo. Yo escribo de una forma muy intuitiva.

¿Todas sus historias nacen sin una planificación?

No tengo ningún tipo de planificación. Empecé con Rita porque me interesaba la niña que no hablaba. Después hice hablar a la madre. Una primera idea era la madre, Rita y una maestra. Tenía la sensación de que tenían que ser tres. Rita y la madre tenían que hablar las dos, esto lo tenía claro. Mientras hablaba de la madre empezaron a salir cosas mías como la pérdida gestacional, una cosa muy personal que no tiene nada que ver con la historia de Rita, pero que salió. Después, cuando veía que la maestra no funcionaba, apareció David. No planifico, yo iba tirando con estos tres personajes y no sabía donde tenía que acabar la historia. Había pensado en un final en el que Rita hablara, eso sí, porque la mayoría de estos niños acaban hablando, pero en general no sé nunca cómo acabaré las novelas. Incluso se da la casualidad de que mientras yo hacía esta novela vi un llamamiento en Twitter de la dramaturga Carla Rovira que pedía experiencias con pérdidas gestacionales o embarazos complicados. Hablé con ella e hizo una exposición en la Feria de Tàrrega donde puso una cita mía. Recuerdo que hablaba con mi agencia, me preguntaban si tenía acabada la novela, y yo solo les decía que me tenía que ir a Tàrrega y después sabría cómo acababa. Soy así de desordenada.

¿En todos los libros aparece algo suyo muy personal?

Siempre salen cosas propias, pero hay historias mucho más personales que otras. Esta es la más personal que he escrito nunca. Esto de la pérdida gestacional me pasó en el 2015, cuando estaba escribiendo No escribiré tu historia. Mientras lo escribía pensaba que igual acabaría saliendo en aquella historia, pero no cabía, a pesar de que hay muchos tipos de maternidades en la novela. Cuando empecé esta de Rita tampoco sabía qué saldría, pero me metí en la cabeza de Anna y decidí que lo tenía que explicar.

En la novela, madre e hija no consiguen conectar y están aisladas. ¿La complejidad de la maternidad es lo que a veces crea estas interferencias?

Sí, porque hay una parte que es toda sentimiento y una que es totalmente logística. Esta es la que te quema. Pongo a Anna llegando a casa estresada y teniendo que atender a la niña porque esto es lo que hay en la realidad. Cuando tienes niños pequeños esta es tu vida y esto dificulta la comunicación con los hijos.

¿Hay una intención de denunciar de alguna forma lo difícil que es conciliar?

La verdad es que no. Nunca tengo una intención manifiesta, pero todo se cuela por ahí. Sí que se refleja que las madres vamos con la cabeza concentrada en las cosas que tenemos que hacer en casa, las cosas del colegio de los niños… Pero yo simplemente reflejo lo que pasa. Después los lectores deciden de qué estoy hablando.

¿Tenía en mente la historia de Rita ya cuando escribía su última novela?

Tenía la idea de una niña que no habla y que algún día saldría en una novela. Mientras escribía la otra tenía el miedo de que me saliera la historia de la pérdida y que lo tuviera que gestionar. Cuando acabo una novela tengo la primera frase, la primera chispa, para la siguiente, pero todavía no sé de qué irá. En este caso, más que una frase era una idea, pero con la primera y la segunda sí que fue una frase.

La escritora Laia Fàbregas / Sunsi Albets
La escritora Laia Fàbregas / Sunsi Albets

¿Cuánto tiempo pasa desde que tiene la chispa o la idea hasta que da una novela por acabada?

Mi disciplina tiene limitaciones de tiempos. En los últimos años, sobre todo he trabajado en verano o en fines de semana, porque mientras tanto he estado haciendo de madre o dirigiendo la escuela de escritura. La disciplina que tengo es que cuando encuentro el tiempo cada día tengo que escribir como mínimo dos mil palabras o estar ocho horas haciendo cosas relacionadas con el libro, que también puede ser investigación. Soy disciplinada en este sentido, no en el de tenerlo todo ordenado antes de empezar.

En diversas de sus novelas explora las complejidades dentro de la familia. ¿Tiene predilección por este tipo de relaciones?

Quizás sí, pero no es la intención. Las relaciones familiares o de amistad y la comunicación entre personas son lo que acaba saliendo en mis historias.

Hay la creencia de que tenemos que querer a los miembros de la familia solo porque lo son. ¿Qué piensa?

En la última novela una de las ideas era una madre que una vez ha tenido el hijo se da cuenta de que no lo quiere. Esto para mí era muy extraño, acababa de ser madre y no lo podía ni imaginar. No creo que sea una obligación querer a la familia, en mi caso es una cosa que no puedo evitar. También puedo entender que haya gente que tiene malas relaciones familiares y no quiere ver a estas personas.

¿Qué se siente al ganar un premio como Joanot Martorell?

Mucha felicidad y vértigo. Cuando te ponen el sello de premio parece que el libro tiene que ser muy bueno y da miedo qué dirán los críticos. Tengo la sensación de que, cuando te dan un galardón, el libro pide más de ti. Lo que me gusta sobre todo es saber de gente que lo ha leído, que no tiene por qué decirme que le gusta, y que me lo haga saber. Esto me interesa más que el premio. Obviamente, el premio es increíble, porque quiere decir que el libro tendrá más difusión y por la remuneración económica. Todo esto ayuda, pero lo más importante es que a la gente le guste. Este libro hace llorar a mucha gente, sobre todo en el capítulo que explica lo que yo pasé con la pérdida gestacional, y esto emociona.

Cuando escribió su primera novela, ¿esperaba poder dedicarse realmente a la escritura?

Primero estaba expectante por ver qué pasaría. Cuando empecé a ver que a la gente le gustaba y que tenía más ideas para siguientes novelas, pensé que quizás sí que podría probar esto de ser escritora. Pero claro, de aquí a ganarse la vida con la escritura… Una cosa es ser escritora y que las editoriales te quieran publicar y otra poderse ganar la vida así. Es muy difícil, sobre todo cuando te limitas al catalán. La primera la escribí en Holanda y salió, obviamente, en neerlandés. La segunda y la tercera también salieron en esta lengua, pero la cuarta ya no porque no tengo suficiente contacto con el neerlandés para escribir suficientemente bien literariamente y he perdido una parte del mercado. Con la primera pensé «soy escritora», pero también supe que tenía que buscarme la vida por otros lugares para poder seguir siendo escritora.

¿Que la crítica hable de usted como una voz importante de la literatura contemporánea en catalán da vértigo o satisfacción?

Las dos. Da satisfacción si se me considera eso, sobre todo porque estuve siete años sin sacar libro y dudaba sobre si seguiría teniendo la etiqueta de escritora. Una consideración general es más fácil de digerir que no que te digan que es el mejor libro, porque hay muchísimos.

¿Tiene ya la frase por su próxima novela?

Sí, vuelve a ser una idea más que una frase. En la última novela era una pregunta: ¿Quién recoge los animales muertos de la carretera? En esta ha sido un documental y en la próxima es una noticia que vi hace tiempo y que me ha quedado en la cabeza. Es una extrapolación a partir de un hecho real, pero solo tengo diez o quince páginas.

¿Está esperando el verano?

Sí, todavía no es verano. (Se rie)

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