El político, escritor y académico Alfred Bosch (Barcelona, 1961) llega a Sant Jordi con el estreno de su último libro Obriu Pas! (Columna), una «epopeya de los que salvaron el catalán a pesar de ellos mismos». El ex consejero de Acción Exterior, Relaciones Institucionales y Transparencia durante el gobierno de Quim Torra, ha conquistado las librerías catalanas con obras como La Trilogía 1714, Los siete aromas del mundo, que le valió el premio Ramon Llull de novela del año 2004, o Inquisitio, galardonado con el premio Prudenci Bertrana del año 2006, entre otros. En esta conversación con El Món, el escritor barcelonés indaga en los prohombres que convirtieron el catalán en un idioma de «primera división» y reflexiona sobre los pasos a seguir, haciendo una mirada al pasado, para extender la lengua entre la sociedad.

‘Obriu Pas!’ es una epopeya de los que salvaron el catalán. ¿El catalán vuelve morirse?

El catalán es un idioma que si no hacemos nada, se irá deshaciendo despacio. Esto ya pasaba a principios del siglo XIX, y también pasará en la actualidad. Es evidente que si alguien ya le está bien el que está pasando, pues que no haga nada, pero quien se estime la lengua catalana y quiera contribuir tiene que saber que es obligado moverse. Ya lo hicieron en su momento con la Renaixença y consiguieron un milagro. Es decir, que no estamos condenados, pero nos tenemos que mover para hacerlo. En aquella época, el catalán no se enseñaba en la escuela ni en las universidades, no estaba representado en los juzgados ni en ninguna administración, no era un idioma oficial, público. No tenía presencia como un idioma de primera división, y consiguieron hacerlo subir a primera división con solo un zapato y una alpargata. 

¿Cómo podemos salvarlo, pues?

El que no podemos hacer es ser derrotistas y creernos el discurso de que no hay nada a hacer, porque mirando el pasado vemos que sí que es posible. No nos podemos limitar a llorar por la lengua, porque entonces tampoco llegaremos a buen puerto. Nos tenemos que menear. Y, una de las lecciones que podemos extraer de aquella época es no confiar en la oficialidad. Es decir, no confiar solo en las administraciones y el ámbito oficial, porque a golpe de decreto ni se salvan ni se hunden los idiomas. Ya lo vimos durante el franquismo que intentaron tumbar el catalán, pero no se salieron.

¿Confiamos demasiado en la administración?

Ahora considero que estamos en un momento que hemos tendido a pensar que teníamos que delegar la lucha por el catalán a las instituciones y hacer leyes, pero con esto no hay bastante. Salvar un idioma depende de la gente. Tenemos que hablarlo y tenemos que ayudar a todo el mundo que lo hable, sin discriminar y presuponer que alguien por su apariencia no habla el catalán. Tenemos muchas organizaciones como lo Mantengo el Catalán, Plataforma por la Lengua, Òmnium Cultural… No nos faltan organizaciones de defensa del catalán, nos falta grosor. Tenemos que tener claro que la lucha del catalán está en la calle.

Alfred Bosch, escritor y político. Barcelona 15.04.2024 / Mireia Comas
Alfred Bosch, escritor y político. Barcelona 15.04.2024 / Mireia Comas

¿Cómo se puede extender el catalán en la calle?

No tengo ninguna solución, ni soy ningún experto en la materia, soy un simple narrador. Yo puedo mirar el ayer y ver como lo hicieron en el pasado. En aquel momento, durante la Renaixença, empezaron a extender en catalán con los Jocs Florals. Exigieron al Ayuntamiento de Barcelona que acogieran esta fiesta. Por lo tanto, sí que tenemos que utilizar a las instituciones, pero tenemos que tener un empujón de narices y tenemos que subir a caballo de la modernidad. En aquel momento se hizo con mucha pasión romántica, y ahora tendríamos que hacer el mismo con las herramientas de la modernor.

Es decir, hace falta una segunda Renaixença adaptada al contexto actual.

Hace falta una segunda Renaixença que cabalgue con las redes, porque es la mejor herramienta para extender el catalán. La música aquí juega un papel muy importante porque es fácil de difundir y va estrechamente ligada a la lengua, tenemos que potenciar mucho las plataformas que existen y continúan creándose, y el catalán hay de tener una presencia muy activa. Las leyes tienen que continuar existiendo y se tienen que hacer cumplir, pero si delegamos toda la lucha por la lengua a la política y nos refiamos del golpe de decreto, no nos saldremos.

En la precampaña electoral del 12-M, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha puesto sobre la mesa la posibilidad de crear una consellería sobre el catalán para defender la lengua. ¿Es una medida útil?

Creo que, más allá de la consellería que plantea, es positivo que se ponga la lengua en el centro y que se hable. Todavía sería más positivo, pero, que todos juntos fuéramos conscientes que no basta con esto. Cada cual de nosotros somos los responsables del catalán, de los que podemos hablarlo y de los que podemos aprender. Las mayorías sociales serán quienes decida si el catalán continúa siendo un idioma de primera división.

Los referentes que aparecen en la obra lo llevaron hasta aquí cuando estaba perdida a la tercera división regional de los dialectos, estaba condenado a ser un dialecto como el occitano, como el siciliano, el bretón o el galés. Estaba minorizado. Y, a pesar de que costó muchos años y muchas peleas internas fruto de las pasiones de cada uno de los defensores de la lengua, consiguieron llevarlo a primera división y hoy, a alguien con dos dedos de frente no se le acut tildar el catalán de dialecto y a denegarle la oficialidad o defender que no se tendría que enseñar en la escuela y en la universidad. Durante la Renaixença hicieron muy buen trabajo, y la hicieron de la calle hacia las instituciones, porque el catalán tenía presencia a la base, pero no a la administración.

Alfred Bosch, escritor y político. Barcelona 15.04.2024 / Mireia Comas
Alfred Bosch, escritor y político. Barcelona 15.04.2024 / Mireia Comas

Hoy en día, la situación es a la inversa.

Exacto, tenemos todos los diccionarios habidos y por haber, tenemos escuelas, manuales, gramáticas, leyes… pero estamos perdiendo la calle y el patio de escuela. Necesitamos una segunda Renaixença en sentido inverso.

En la obra se ven las peleas internas entre los impulsores de la lengua. ¿Es necesario la contraposición de ideas para enriquecer el catalán?

No sé si es necesario la pelea en si, pero sí que creo que es necesario el trasfondo que se esconde en los rifirrafes, que es la gran pasión por el idioma y la convicción que hay que contribuir para mejorarlo. Una pasión que se veía claramente el Bofarull, Balaguer, Milà y Fontanals, Rubió y Ors, los prohombres que, contra todo pronóstico, incluso el suyo, instauraron los Jocs Florals de Barcelona. A pesar de que todos ellos escribían en castellano, en un momento dado deciden que este gran concurso de poesía seria únicamente en catalán. Fue la chispa que lo hizo estallar todo, hasta que 50 años más tarde Pompeu Fabra puso orden en toda esta pasión desenfrenada. Necesitamos que vuelva a haber una energía desenfrenada por la lengua, pero quizás no nos hacen falta guerras por la ‘ç’ o por si los plurales en femenino tienen que acabar en ‘se’ o ‘as [como existieron]. Esto no es necesario.

Pompeu Fabra estableció un marco normativo del catalán, pero últimamente se ha instaurado entre las nuevas generaciones un argot que flexibiliza su diccionario. 

El mismo Pompeu Fabra rechazó muchos de sus postulados. Él estaba en contra de la ‘ç’, pero la admitió, tampoco defendía la ‘l·l’, pero la incluyó a la normativa, quería erradicar las ‘h’, pero no lo hizo. Fabra entendió que había guerras secundarias y cuestiones primordiales, y que valía más la pena rechazar a algunas de sus creencias para establecer un catalán estándar. No es tan importante si una palabra se escribe o se pronuncia de una manera, sino que todos estemos de acuerdo que se tiene que escribir del mismo modo. Crear un código común. Ahora tampoco quemaremos la reforma ortográfica de Fabra, pero sí alguien quiere ser un poco pecaminoso con la lengua, no creo que nos tengamos que quitar el sueño. Creo que nadie tiene ganas de abrir la caja de pandora de rehacer el catalán fijado, sino que tenemos la voluntad que el idioma continúe avanzando y se expanda. No nos hace falta un segundo Fabra.

Alfred Bosch, escritor y político. Barcelona 15.04.2024 / Mireia Comas
Alfred Bosch, escritor y político. Barcelona 15.04.2024 / Mireia Comas

¿Y que nos hace falta?

Creo que, en este sentido, tenemos que hacer el que muy pocos idiomas han hecho: la revolución lingüística como la que se hizo con el hebreo. Es un idioma que ha desaparecido prácticamente hasta que el lingüista Elizer Ben-Yehuda resucitó el habla a pesar de que no tenían sido. Creo que es un buen precedente a observar para aprender. Igual que con los adelantos del euskera, que a pesar de ser un idioma muy complejo y diferente al castellano continúa sin retroceder. No digo que tengamos que seguir sus pasos al pie de la letra, pero sí observarlos y hacernos nuestras los mecanismos que necesitamos para extender el habla en la calle. Creo que nos toca volver a hacer el que hicieron durante la Renaixença, confabular para catapultar la lengua, y tuvo una gran acogida social.

¿Ahora tendría la misma acogida una segunda Renaixença?

Si ellos no tenían ninguna administración ni ninguna ley que moviera un dedo por la lengua y consiguieron extender el catalán a golpe de verso, nosotros también lo podemos volver a hacer. Pusieron la lengua en el centro combinándolo con una idea muy fuerte de país, porque no hay lengua sin país, ni hay país sin lengua. Un binomio que creo que todavía es vigente. Podemos no tener un estado independiente, que sería muy útil, pero te puedes al salir. Pero no nos podamos al salir sin una conciencia nacional. Y creo que es evidente que la conciencia de nación siempre ha ido estrechamente ligada a una conciencia lingüística, y mucha gente la exprés así. De hecho, considero que es una conciencia más amplia, puesto que hay una parte de la población que no ve clara la independencia, pero sí que tiene claro que quiere seguir viviendo en catalán.

Una idea que se ve muy reflejada durando Sant Jordi.

Exacto, pero creo que tendría que ir más allá. Me gustaría que en la Barcelona antigua, que era el ombligo cultural de la ciudad, cada día fuera San Jorge, porque un día el año no es suficiente. Me gustaría consensuar un proyecto para transformar la Barcelona histórica en un San Jorge permanente, en que los libros, la cultura sean los grandes protagonistas. Una Barcelona que ponga el amor propio por el idioma en el centro.

Comparte

Icona de pantalla completa