Cinco años después del primer caso de covid-19 detectado en Cataluña, el virus SARS-CoV-2 sigue desconcertando a los expertos. Aunque ya no representa una amenaza grave para la salud pública, la covid-19 se ha instalado en Cataluña como parte del menú de enfermedades respiratorias que cada año llenan las urgencias catalanas. El problema es que el SARS-CoV-2 es “impredictible” y no responde a ningún patrón de comportamiento definido, según explica a la Agencia Catalana de Noticias (ACN) la investigadora del Biocomsc de la UPC Clara Prats, que formó parte del comité de expertos del Gobierno durante la pandemia. Durante las primeras etapas de la covid-19, varios estudios predijeron que el virus se comportaría como la gripe, con un aumento de casos pronunciado en los meses de invierno por el impacto del frío. Pero la realidad ha demostrado que los expertos se equivocaron. El último gran pico fue el verano pasado —la última ola también fue en verano, pero de 2022— y este invierno casi no ha tenido incidencia.

Uno de los estudios que afirmaba que la covid-19 era una enfermedad estacional se publicó en octubre de 2021 por ‘Nature Computational Science’ y liderado por ISGlobal. Se aseguraba que la expansión del SARS-CoV-2 estaba relacionada con el frío y la humedad baja, igual que la gripe estacional. El artículo defendía la considerable transmisión por aerosoles y la necesidad de adoptar medidas para mejorar la “higiene del aire”. Más de tres años después, Prats reconoce que “aún no se puede saber” si el virus es estacional como la gripe o el virus sincitial respiratorio (VRS). La investigadora asegura que cinco años son un “tiempo corto” para determinar sus patrones y que es difícil determinar si seguirá un patrón de un pico por año o tendrá comportamientos más irregulares. Tampoco queda claro si se pueden definir las condiciones meteorológicas más favorables para el virus y ve “complicado” establecer una correlación entre temperatura, humedad u otros parámetros con los que el virus «se puede transmitir mejor”.

Un sanitario habla con un paciente de Covid / Europa Press

El factor humano añade impredictibilidad

Un ejemplo es la primera desescalada después de la primera ola, durante la primavera de 2020, cuando se esperaba que el verano ayudaría a reducir la propagación del virus y, en cambio, los casos se dispararon. Aun así, la investigadora del Biocomsc avisa que el factor humano siempre se debe tener en cuenta. En invierno, cuando hace más frío, se tiende a pasar más horas en el interior, con menos ventilación, y esto favorece la transmisión de virus. Pero en el caso de la segunda ola, las restricciones de movilidad y el confinamiento tuvieron un efecto rebote que dispararon la socialización durante los meses posteriores a la cuarentena y los mensajes de las administraciones hicieron bajar la guardia en un momento en el que las cepas activas tenían una gran transmisibilidad.

La gripe, la reina del invierno

Desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020, en Cataluña la covid tuvo una incidencia más alta que la gripe hasta finales de 2022. Durante aquellos dos años, los casos de gripe en invierno fueron irrisorios comparados con otros años porque el SARS-CoV-2 estaba desatado. Siete olas pandémicas después, los dos virus han seguido caminos diferentes. Los últimos tres inviernos la gripe ha sido la reina de los virus respiratorios, mientras que la covid se ha impuesto durante el resto del año. Una vez pasada la peor parte de la pandemia, la incidencia de la covid ha sido mucho más baja. Sólo una vez, en noviembre de 2022, se superó una incidencia de más de 100 casos por cada 100.000 habitantes.

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