David Ponce rema a contracorriente. Es fisioterapeuta y osteópata. La medicina es en todas partes una ciencia de la salud. La osteopatía, en este país, no pasa de ser una pseudociencia. Ponce lleva treinta y cinco años trabajando en esta rama no aceptada. Ha luchado mucho por romper lo que él considera prejuicios absurdos y no ha terminado de lograrlo. Dice que en Francia y en Estados Unidos se puede estudiar esta disciplina como se estudia la medicina o la fisioterapia. En todo caso, es un fisioterapeuta que ejerce la osteopatía desde hace treinta y cinco años en la clínica de Barcelona que lleva su nombre. Y la reivindica para dar al cuerpo “la oportunidad de autocurarse”. Desglosa los cuatro grandes principios osteopáticos: “tener una buena alimentación, dar ejercicio al cuerpo, tener un buen descanso y, sobre todo en los tiempos que corren ahora, tener una buena salud mental”… Parece, pues, que estos heterodoxos disidentes han inventado la sopa de ajo. O también podría ser que las modas actuales los han copiado. Y que fueron ellos los que la inventaron de verdad. ¡Ah! David Ponce, que también es doctor, es protestante. Y cree en el fin del mundo. Cita a san Mateo, que le da la razón.
Según el diccionario del Institut d’Estudis Catalans, osteopatía es exclusivamente “una enfermedad ósea”.
Etimológicamente tienen razón. “Patología ósea”. Es correcto. Pero también podríamos decir que España es el único país de la Unión Europea que no tiene reconocida la osteopatía como una medicina de primera intención como tienen los demás, con unos estudios reglados, reglamentados.
¿Por qué? ¿Por qué no los reconocen?
Eso habría que preguntárselo a los políticos. Yo he sido bastante activista político en este sentido de defender la osteopatía como una medicina. Incluso he ido al Parlamento para reivindicar sus virtudes.
Sin que lo tenga que hacer el gobierno español, ¿una universidad no podría definir sus estudios como un grado más?
Sería una titulación no oficial. Sería un título propio universitario que no tendría la relevancia que debe tener. Fíjese, a pesar de eso, yo como osteópata me puedo ir a cualquier país de la Unión Europea o a los Estados Unidos a trabajar como tal. No tendría ningún problema.
No se entiende, por tanto, este rechazo oficial…
Ocurre como en tantas otras cosas. Aquí, no hace mucho, ha habido toda una campaña contra la osteopatía cuando en otros países, como Francia, está dentro de la Seguridad Social. Creo que es un problema político que no se acaba de resolver, a pesar de que la osteopatía tiene una evidencia científica de hace muchos años. Desde mi punto de vista, esto es un retraso. Pero estamos atrasados en muchas otras políticas sanitarias. Aunque España sanitariamente tiene un prestigio.
Hay más. La entrada de la Wikipedia dice que la osteopatía es “una pseudociencia desarrollada por Andrew Taylor”. Una “pseudociencia”…
Al final, en los Estados Unidos los osteópatas son médicos. Médicos que han estudiado tres años y que han hecho la especialidad en osteopatía, que entra a Europa a través de Inglaterra. Entra porque una de las hijas de Andrew Taylor Still, que es el padre de la especialidad, se casa con un médico inglés y son los ingleses los que la introducen en el continente. De hecho, yo estuve a punto de ir a los Estados Unidos a estudiarla, pero entonces la facultad de Fisioterapia de la Universidad de Barcelona quiso hacer una joint venture, una titulación conjunta con la Universidad de Gales, que acabó siendo unos estudios de máster después de la carrera. Tenías que ser médico o fisioterapeuta o una profesión sanitaria para ser osteópata, porque, si no, el Estado no te reconoce. En el resto de Europa una persona termina el bachillerato y puede estudiar cinco años de esta especialidad, como hacen los médicos, los enfermeros o los fisioterapeutas.
Los médicos aquí no se los acaban de creer, no los miran con buenos ojos…
Yo trabajo con traumatólogos, con médicos del deporte, con profesionales que tienen la mente más abierta y reconocen la osteopatía como una ciencia. Es evidente que ha habido malas prácticas, pero la iatrogenia –la muerte por causa médica– es la tercera causa de muerte en el mundo. Los osteópatas también han producido situaciones que han podido hacer daño, como en otras disciplinas médicas, pero eso es como todo. La osteopatía es una medicina que no tiene más de doscientos años y que ha ido entrando dentro del contexto general de la salud.
De hecho, mi tesis doctoral quiso ser una llamada de atención a los políticos para que despierten, y analiza el gasto sanitario, que es elevadísimo, y los efectos positivos que se derivarían de la introducción de la osteopatía en los hospitales, porque tiene capacidad diagnóstica, capacidad de valoración. No digo que sea mejor que la medicina tradicional, pero sí que tiene una gran capacidad para analizar las patologías que son el gasto número uno en el mundo, como ahora la lumbalgia, que tiene el costo sanitario más alto en cuanto a bajas, medicación y tiempo de duración de la baja.
¿Qué diferencia la osteopatía de las otras especialidades médicas más convencionales?
Nosotros no curamos nada, sino que es el mismo cuerpo quien tiene la capacidad de curarse. Damos al cuerpo la oportunidad de autocurarse. Hay una frase mítica dentro de la especialidad que dice que el movimiento es la vida. Se debe dar movilidad a los tejidos óseos, a los musculares, pero también a las vísceras, etcétera. Otra es intentar buscar la parte más natural de la condición humana. Hay cuatro puntos básicos que trabajamos: tener una buena alimentación, dar ejercicio al cuerpo, tener un buen descanso y, sobre todo en los tiempos que corren ahora, tener una buena salud mental. Yo me he movido mucho en esta cuarta área. Sin ser psicólogo, siempre he tenido uno en mi consulta, porque te das cuenta de que el mundo en el que vivimos, el actual, el moderno, nos ha traído estrés, ansiedad, depresión… No sé si sabe que la primera causa de muerte entre los menores de 18 años es el suicidio. Y esto es una lacra que nos retrata una sociedad enferma. Ya lo decía Jiddu Krishnamurti, un pensador y filósofo, según el cual es imposible estar adaptado a un mundo tan sumamente enfermo.
¿Por qué las sociedades tan avanzadas como la nuestra están tan enfermas?
Piense que, de estas cuatro cosas que he dicho antes, en la carrera de medicina no se estudia ninguna. No se estudian los valores de la alimentación, no se estudia la importancia de un buen descanso, de un buen ejercicio físico, no se estudia la salud mental dentro de la medicina básica, aunque después está la especialidad de la psiquiatría y los psicólogos… En realidad, en medicina solo se estudia el tratamiento de las enfermedades. Y en muchos casos este tratamiento se hace a través de fármacos o de la cirugía. Atención, no quiero que esto se entienda como una crítica generalizada. En medicina osteopática lo que intentamos es que el paciente sea consciente de que debe venir cuando está bien. Los antiguos emperadores chinos mataban al médico que los trataba cuando enfermaban, porque el trabajo del médico era precisamente mantenerlos sanos.
Hace años que se dice que es mucho más importante una medicina preventiva que una curativa.
Correcto.

Tampoco han inventado ustedes, pues, la sopa de ajo.
No, no, no. Absolutamente. Lo que hemos hecho es recuperar lo que se ha perdido de los antiguos médicos. El que venía a mi casa, el doctor Farré, te tocaba, te miraba… Actualmente se hace medicina detrás de un ordenador. El otro día me dijo un paciente que había ido a la privada y que el médico, sin mirarlo a los ojos, porque solo se miró la pantalla y la resonancia, le dijo: “Le tengo que operar la semana que viene”. “Oiga, ¡pero si usted ni lo ha tocado!”. Hay que tocar al paciente, hay que explorarlo… Y eso lo hacemos mucho en osteopatía. Tocar, valorar, explorar y movilizar. Somos especialistas en tocar al paciente y moverlo.
La gente, en general, se siente poco querida, poco atendida. Lo que necesita es alguien que la atienda, que le preste atención, que la toque, sí…
[Ríe]. No digo que no. Eso forma parte de nuestro trabajo. Si vamos a los ancestros, a nuestros orígenes, el doctor Still era propenso a amar. Su padre era pastor protestante. Él era también protestante. El legado que él tenía era amar al prójimo como a él mismo…
Usted también es protestante.
Soy protestante, sí.
¿Esto tiene algo que ver con la especialidad que ha elegido?
[Ríe]. En principio, no. Da la casualidad de que yo nací en una familia que ya era protestante, algo raro aquí en Barcelona. Mi padre y mi madre eran medio perseguidos. El pastor de nuestra iglesia, que murió no hace mucho, había estado con Jordi Pujol en la cárcel, por repartir biblias protestantes en Barcelona, que estaba prohibido.
Sí, yo creo que Dios me dio una misión, que fue ayudar a los demás. Soy un ferviente seguidor de Jesucristo. Creo que él me trajo al mundo para poder ayudar a la gente. Y eso me ha ayudado mucho a mí, y me sigue ayudando. Es la misión que tengo. Y por esta razón, esta coincidencia o no, yo soy protestante, igual que el padre de la osteopatía.
Cuando usted habla de los cuatro pilares que sostienen la osteopatía –ejercicio, descanso, alimentación y salud mental–, ya debe saber que todo esto desde hace bastantes años se valora muchísimo. Y que también lo valora la medicina tradicional…
Sí, de acuerdo, últimamente… Porque eso sucede desde hace relativamente pocos años. Pero nosotros también decimos otras cosas. Por ejemplo, que la estructura gobierna la función. ¿Y eso qué quiere decir? Que nosotros damos mucha importancia al esqueleto, a la estructura ósea del cuerpo. Y que esta estructura alberga el sistema nervioso. El sistema nervioso da vida a cualquier cosa que pasa en nuestro organismo. Para que un párpado se mueva necesita un estímulo, que va desde la columna hasta el mismo párpado. Para que mi hígado sintetice necesito una neurona en el cerebro que le envíe esa orden. Dentro de este contexto es del todo necesario que el sistema nervioso trabaje de manera eficaz.
Hay mucha gente que piensa que nosotros solo hacemos manipulaciones de la columna… Catacrac, catacrac, catacrac… No, no. Nuestro trabajo es mucho más profundo. A menudo trabajamos esta relación que hay entre las vértebras y las vísceras. Por ejemplo, al corazón le llega la corriente nerviosa a través de la vértebra d1, d2, d3, d4 y d5. Dorsal 1, 2, 3, 4 y 5 dan vida al corazón. Y hoy se sabe que el corazón, que pensábamos que era un músculo que latía, contiene más de 30.000 hormonas, que pueden producir cambios incluso del pensamiento y del estado de ánimo. Esta relación que existe entre los órganos, no solo es física, sino que también es mental. Cada célula de nuestro cuerpo es producto de lo que somos, pensamos y hacemos.
Eso en Oriente ha sido la piedra angular de la medicina tradicional.
Muy interesante esta pregunta. Hasta hace poco se decía que la acupuntura era una pseudociencia sin ningún fundamento científico. Los estudios más avanzados han demostrado que aquellas agujas puestas a distancia están conectadas a través de las fascias, que son tejidos. Lo hemos visto en las carnicerías. Son aquellos velos blancos que unen tejidos entre ellos y que en medicina se llaman epiplones. Aquello que decíamos el dos de hígado, que está entre el dedo gordo y el segundo del pie, se conecta por la fascia con el hígado realmente.
La medicina china, sí, es de las más antiguas, pero no hay que olvidar que la primera fue la india, la medicina ayurvédica. Y si miramos sus principios, habla exactamente de los mismos conceptos.
O sea, que ustedes no es que hayan avanzado mucho…
No [Ríe]. Hemos puesto nombre a una especialidad que hace mucho énfasis en la terapia manual, en la integridad del cuerpo y en dar al cuerpo la oportunidad de la circulación. Este es otro de nuestros principios. Una de las cosas que decía el doctor Still, haciendo una analogía mecánico-agrícola, era que, si tú tienes un campo de patatas y hay dos piedras en medio, todas las patatas que no se pueden regar no crecerán como las otras. Dentro de esta terapia manual, esta movilización que hacemos de los tejidos, de las vértebras, incluso de los huesos del cráneo, ayuda a que los tejidos –en este caso, la sangre– rieguen bien y den vida y nutrientes al resto del cuerpo. Muchas veces nos estancamos. La gravedad nos bloquea. El estrés nos bloquea. Las preguntas punzantes nos pueden bloquear…
No estará bloqueándose ahora usted…
[Ríe]. No.
Quizás no son lo suficientemente punzantes… Pero todo esto no cura el cáncer…
No, pero puede ayudar a prevenirlo. ¿Sabe qué pasa? El cáncer hoy día –y no lo digo yo, sino autores como Mario Alonso Puig, un cirujano reconocidísimo, o el doctor Sanz– depende de alteraciones psicoemocionales, que pueden acabar produciendo cambios en la célula que pueden desembocar en un cáncer. Al final, el cáncer no es ni más ni menos que las células se vuelven en contra nuestra dentro de nuestro propio cuerpo.
Pero el cáncer lo corta la quimioterapia…
O no. O mata. Como protocolo tiene…
Cuide lo que dice, porque le reprocharán afirmaciones como la que está haciendo ahora…
No, no, no… Yo si tuviera un cáncer…
¿Cómo se lo curaría?
Depende del tipo de cáncer, pero seguramente, si tuviera que ir a quimioterapia, no tendría ningún problema en hacerlo. Eh, yo no estoy en contra, pero sí que es cierto que se han producido y se han visto curaciones a lo largo del tiempo sin quimioterapia. Recientemente me decía una paciente que le habían hecho una mastectomía y le dijeron que tenía que hacerse quimioterapia porque, si no, se moriría. No se la hizo. Cuando se lo dijeron tenía 50 años y ahora tiene 80. Y esta señora no se ha muerto. Es decir, que la quimioterapia y sus protocolos muchas veces se hacen por sistema y ahora se están haciendo estudios para personalizarla.
Generalizamos dentro de un contexto de protocolos con un tipo de cáncer que tiene nombre y apellidos. Mi cáncer tiene mi apellido, el apellido de cómo soy yo y qué hago. Hay las enfermedades transgeneracionales. Lo que padecía mi abuelo, lo padecía mi padre y lo padeceré yo. Pero, al final, esto no solo es genética. También es epigenético. Mi salud está condicionada en un 25 por ciento por mi genética. El otro 75 por ciento depende de mí. De lo que haga, de mis comportamientos y mis hábitos.
De acuerdo. Pero al final ustedes pueden acabar pidiendo a la gente que haga una vida espartana. Todo virtudes y buenos hábitos, ningún exceso… ¡Que no tengan problemas, que todo sea paz y armonía!
Eso es imposible. De problemas, tendremos todos a lo largo de la vida, pero tendremos que intentar afrontarlos de la mejor manera posible.
Se refiere usted a las emociones en su primer libro… ¿Cómo puede alguien controlar las propias emociones a lo largo de la vida?
En mi último libro explico los miedos que me han llegado a pasar a mí a lo largo de mi vida. Mi esposa sufrió un cáncer muy agresivo, mi hija tuvo un accidente de tráfico muy grave, mi hermano, que va todavía en silla de ruedas… Son cosas que no solo me pasan a mí. La idea es cómo afrontamos estas situaciones. ¿Todo eso me hizo sufrir? Sí. ¿Me hizo sufrir miedo? También.
¿Esta angustia tiene repercusión en su salud?
Absolutamente. Pero no en mi caso, en cualquier otro.
¿Y entonces cómo pretende usted controlar estos sentimientos?
Es inevitable, como humanos que somos, que tengamos miedo. Ahora, este miedo debemos saber canalizarlo de la mejor manera.

¿El miedo causa enfermedades?
Sí. Y puede causar cáncer. Yo, a través de mis emociones y mis sentimientos, puedo generar un cambio fisiológico en mis células que me pueda llegar a producir desde una lumbalgia, un infarto, una reacción cutánea, hasta una úlcera de estómago.
Eso se ha dicho toda la vida. No sé por qué. Que una úlcera en el estómago podía venir de los nervios o del abuso de la aspirina.
Sí, pero usted, los nervios, no solo los tiene en la barriga. Los tiene en el hígado. Y en el intestino. De hecho, el 80 por ciento de los cánceres, según los estudios de evidencia científica, se originan en el intestino grueso. Esto subraya la importancia de la alimentación. Cuando usted antes me decía que pedimos a la gente que viva en el control total, pues, no es eso. A veces me preguntan: “Doctor, usted no debe tomar alcohol, ¿verdad?”. Yo les contesto: “La vida sin alcohol no tiene sentido”. Entonces me dicen: “¡Hombre, no diga eso!”.
Ahora que dice eso, si un médico prohíbe el alcohol a un paciente…
Yo no se lo prohibiré…
Quiero decir, si un médico lo hace, puede acabar provocándole una ansiedad que lo lleve directamente hacia consecuencias horribles.
Sobre esto hay un chiste muy conocido. Un médico prohíbe a un paciente el tabaco, el alcohol, todos los excesos… Y el paciente se lo encuentra haciendo exactamente todo lo contrario. Y le dice: “Pero oiga, usted…”. “Ah, es que voy a otro médico”. Mire, mi manera de trabajar no es prohibir. Yo no prohíbo, yo doy consejos. Y después estará la virtud o el defecto de querer cumplirlos o no. Pero, claro, si me viene una persona que le duele un pie y pesa ciento veinte kilos, le tengo que decir que parte de ese dolor está condicionado por su peso.
¿Y si le provoca una angustia intentando adelgazar?
Las personas que padecen sobrepeso saben perfectamente que eso no es saludable ni para el metabolismo, ni para las articulaciones, ni para el corazón…
¿Por qué todo el mundo padece de la columna?
La columna vertebral es lo que nos sostiene y lo que da vida a todo el cuerpo. El 90 por ciento de la población del mundo en algún momento de la vida padecerá de la espalda: cervical, dorsal o lumbar. Por cierto, le explicaré un dato interesante. En los últimos años se ha invertido la lumbalgia en la cervicalgia. Y eso es por culpa de los móviles. Pasamos muchas horas con la cabeza hacia adelante. Esta posición condiciona la cantidad de peso que soportan mis cervicales. Solo pasar de estar en una posición normal a tener una flexión entre 60 y 70 grados aumenta en 27 kilos la presión en esta zona. Esto a lo largo del tiempo acabará provocando discopatías.
¿Y la cama y la almohada?
Son muy importantes. Es muy importante que no nos hagan estar en demasiada flexión. No se debe leer en la cama, ni mirar el móvil, ni la televisión. Y si lo haces, debes tener la televisión alta, pero no lo aconsejo.
Eso no son consejos…
[Ríe]. Sí. Son consejos, yo no prohíbo nada…
Antes se ha referido a las emociones, a las angustias… ¿Por qué los jóvenes de ahora están tan diagnosticados, por qué padecen tantas patologías mentales? ¿Porque ahora hay más atención psicológica o porque hemos generado una sociedad de la abundancia donde ya no hace falta sobrevivir?
Esta es una pregunta muy amplia. Pienso que también el mundo del marketing de las farmacéuticas nos ha llevado a medicalizarnos y a poner nombre a enfermedades que antes no lo tenían. Un niño puede tener cierta presión en la escuela –y no seré yo quien diga que el bullying no existe, porque lo ha habido siempre y es malo–, puede haber igualmente diagnosticados de hiperactividad y de trastornos de déficit de atención, también de hipermedicalizados… Al final, a las farmacéuticas les da igual. No tienen escrúpulos ante el hecho de que a algunos de estos niños les recetan anfetaminas y serán unos futuros adictos. La famosa fibromialgia es una enfermedad que no tiene un diagnóstico claro. Hay once puntos de mi cuerpo que son dolorosos y me la diagnostican… No es que no crea que a estas personas no les duelan estos once puntos, pero se creó un medicamento que era un antidepresivo con un relajante muscular para combatirla…
No sé si le contesto la pregunta, pero sí que digo que estamos hiperdiagnosticados y hipermedicalizados. España, concretamente, me parece que es el país número uno del mundo en el consumo de ansiolíticos y antidepresivos. Cada vez vemos más trastornos del sueño en jóvenes. Por el uso de las pantallas, pero también por motivos de ansiedad y angustia.
Quizás porque somos una sociedad post todo. Como no tenemos que luchar por sobrevivir cada día, nos dedicamos a mirarnos y a tratarnos.
Mis hijas me dicen que eso es un comentario boomer, pero no seré yo quien diga que no. Mi padre no tenía que gritar ni levantar la mano. Solo daba una mirada y tú ya sabías que aquello no se debía hacer.
Porque vivíamos cagados de miedo. Eso también provocaba ansiedad…
[Ríe]. Pues, mire, yo de momento no he tenido. Hemos ido de un extremo al otro. A mí no me pasó, pero en aquella época a golpe de cinturón o de bofetada también se funcionaba. Eso no era bueno, obviamente, pero hemos pasado de eso a decir al niño que debe reflexionar o pensar. Esto puede provocar un poco de debate, pero ahora se ven muchos niños que… Un estudio muy interesante con niños con TDAH que se hizo en los Estados Unidos demostraba que los tratamientos osteopáticos reducían la medicación y mejoraban la condición del niño, porque estaba más relajado. Volvemos a los principios básicos de la osteopatía: la estructura gobierna la función. Si yo soy capaz de distensionar la musculatura y las articulaciones de un niño que tenga mucha tensión, seguro que eso será un beneficio indirecto.
Se ha referido a las farmacéuticas… ¿Son tan terribles como las pintan?
Gracias a los medicamentos hemos salvado muchas vidas. Desde la penicilina hasta todo lo que ha venido después. Pero, solo mirando a los Estados Unidos, también es cierto lo que ha pasado con el fentanilo, con los opiáceos… Estos medicamentos han creado auténticos adictos y enfermos. La sociedad en este sentido está enferma. A un costo altísimo. Si soy una farmacéutica, me pueden multar con mil millones, pero como he ganado diez mil, sigo haciendo… Esto es muy triste.
Gracias a las farmacéuticas tenemos muchos medicamentos que nos ayudan, sí. La misma quimioterapia nos puede ayudar a salvar vidas, de acuerdo. Pero también está el uso indiscriminado de medicamentos. No hace mucho leía en un diario médico que el 80 por ciento de los antibióticos recetados en los CAPs están mal recetados. Hoy día no hay nadie que quiera investigar y fabricar antibióticos de nuevo espectro porque eso vale millones y millones y las cepas cambian constantemente. El ibuprofeno, que no es una marca sino un principio activo, es uno de los medicamentos más utilizados en Barcelona. En mi segundo libro –Más amor y menos ibuprofeno– trato esta cuestión. El amor cura, el amor aquieta las enfermedades, y el ibuprofeno tapa el problema, pero no lo cura.
¿Y usted no se ha tomado nunca uno?
Evidentemente. Lo confieso [sonríe], pero lo que pasa es que hoy día hay gente que te viene a la consulta y te dice: “Mira, yo me tomo uno por si acaso me duele”. No debemos olvidar que es un antiinflamatorio no esteroidal (AINE). Conozco gente a la que le diagnosticaron uno cada ocho horas, no volvió al médico, continuó así durante años y sufrió un colapso renal, porque los medicamentos tienen consecuencias. Los AINEs pueden provocar una alteración renal grave.
El amor también puede provocar graves disfunciones…
Depende del tipo [sonríe]. Hay el amor eros, el philia y el agape…
Eso decían los griegos. Y usted ahora debe creer que yo pienso en el eros. Y no, yo no pienso en nada…
[Ríe mucho]. ¡Todo eso se lo dice usted! Yo le he dicho los tres tipos y usted es quien se ha decantado. Es muy importante el amor eros. Dios nos dio…
El amor son problemas.
Noooooo. El amor al prójimo no es ningún problema.
¡Madredediosseñor!
Yo siempre he dicho que a mí lo que da más satisfacción es dar a los demás. Por egoísmo, sí. Pero ama a tu prójimo como a ti mismo. Si yo sé amarme, podré amar a los demás. Si no me amo a mí mismo, es imposible que ame a los demás.
Ya. En primer lugar, uno se ama mucho, mucho, mucho, y después…
No. Yo me amo, pero el ego se debe vigilar. Porque es el gran problema de la humanidad. Mire a los políticos ahora mismo. Es todo ego. Absolutamente.
Todo es ego…
Todo, todo, no. Hay mucha gente que hace cosas por los demás. Teresa de Calcuta, por ejemplo, lo hacía…
Para sentirse a gusto y para que se lo reconozcan.
Para sentirse a gusto… Sí, ¿por qué no? No digo que no, pero eso no es malo.
Condición humana… ¿Usted cree que el ser humano tiene posibilidades de redención, de poder mejorar? ¿Podemos llegar a hacer una sociedad menos bestia?
No.
De acuerdo.
Yo creo que todo va a peor y que llegará el fin del mundo. Aconsejo a todos los que lo quieran leer o escuchar que se miren Mateo 24. Y cuando lo lean, porque no diré de qué va, se darán cuenta de qué está pasando hoy. El mundo tiene un final. Y el final está escrito. Pero hay esperanza. Fíjese usted que hoy día la gente tiene miedo de lo que pueda pasar en el mundo, porque estamos en manos de políticos egoístas, egocéntricos, y que solo miran hacia su interés.
¿Cada día estamos peor?
Yo creo que hacemos peor la sociedad. Y especialmente, las redes sociales nos han vuelto a todos más idiotas, con perdón de la expresión.
No hace falta perdonar nada. ¿Qué se puede hacer contra todo esto?
Deberíamos hacer una autocrítica, un autoconocimiento, leer más, ver menos pantallas…
Definitivamente, usted es un boomer…
¡Y tanto! Pero lo que pasa es que hay muchas maneras de leer. Se puede leer también en una pantalla, pero el problema es que cuando vemos tantas redes sociales que nos condicionan el pensamiento, debemos pensar que están hechas para que nosotros creamos aquello que nos dicen, que están hechas a nuestra medida. De hecho, hemos pasado de consumidores a productos. Al final, nos convertimos en el producto que la sociedad quiere para poder vendernos más cosas. Compramos aquello que no necesitamos con el dinero que no tenemos para impresionar a aquellos que no les importa. Todo eso no nos hace felices. No nos hace felices tener más.
¿Qué es la felicidad?
La felicidad no existe como tal. La felicidad puede ser una entrevista como la que hacemos ahora, un café con un amigo, pequeños momentos de la vida. La felicidad como tal es la ausencia de miedo.
Siempre tenemos. Somos mamíferos y no conozco ninguno que no tenga.
Sí, pero fíjese que la cebra, a diferencia de los humanos, segrega adrenalina y cortisona cuando el león la persigue. La adrenalina hace que el corazón bombee más rápido, hace que envíe sangre a la musculatura y poder correr más, poder huir. El hombre es el único animal sobre la tierra que segrega adrenalina y cortisona sin ver al león. Y eso es lo que nos hace enfermar.
Porque nos lo imaginamos. Porque somos el único animal que tiene imaginación.
Somos racionales, sí.
Las cebras no tienen mucha imaginación…
Por eso no tienen úlceras.

¿Los abrazos curan?
Mucho. Los abrazos son terapéuticos y se ha demostrado científicamente que cuando tú haces un abrazo que dura más de diez segundos genera endorfinas.
Pues, todos deberíamos estar mucho mejor, porque ahora se ha puesto de moda dar abrazos y todo el mundo va dándolos por las calles…
Me encanta. Yo a mis amigos, cuando los veo, los abrazo y les doy un beso. En la cara, ¿eh?
¿Y esos abrazos de palmadas fuertes en la espalda?
No es sincero, ese. No.
Usted lleva treinta y cinco años con la consulta. La gente que le llega ahora está mejor o peor que al comienzo?
Hay gente que piensa que la osteopatía puede ser mágica. “Aquello que me dolía ya no me duele”. Yo siempre he dicho que la medicina que hacemos nosotros no es ni mejor ni peor que las otras. Yo aquí tengo traumatólogos y cuando hay que ir al quirófano se debe ir al quirófano. Tengo médicos del deporte que recomiendan una intervención cuando es necesario. Tengo una doctora que se encarga de todo lo que hace referencia a la alimentación. No renuncio a la medicina. Al contrario. Nosotros somos un buen complemento. Pero también digo que para que una persona entienda el concepto de medicina osteopática y se sienta a gusto deben pasar entre tres y cuatro años. Se necesitan estos años para que tenga un cambio de hábitos y una mejor salud. Ir al osteópata es como ir al dentista o al ginecólogo. Es hacer prevención. Con tres o cuatro veces al año es suficiente. Hay gente que se hace adicta, y no les dejo que lo hagan.
Pero no me ha contestado. ¿En qué ha cambiado la gente que ahora viene a consulta comparada con la que venía hace veinte años?
Han cambiado para mejor. Tienen más conciencia, más información. Pero, volviendo a las redes, también es verdad que la gente ahora cree cosas de señores que no tienen ningún tipo de titulación, que son gurús que se han inventado una falsa realidad propia y que dicen cosas que pueden ser contradictorias con el mundo científico.
Hoy en día el mundo científico se basa en la evidencia, y la evidencia científica está bien, pero después está la experiencia de 35 años trabajando, que es la mía. He hecho estudios de evidencia científica, pero también hay otras realidades que son muy palpables.
Creo que ahora la gente viene más enferma desde el punto de vista emocional y por eso he escrito tres libros. Te das cuenta de que las carencias emocionales se trasladan a la parte física. Pienso que hoy en día tenemos más problemas en la salud mental que en la salud física. Una afecta a la otra. Mi hija es psicóloga. He tenido trabajando en mi consulta porque necesito este complemento, para que la persona entienda que lo que le pasa sobrepasa la línea de lo físico.
¿Y si dice que la gente tiene más conciencia, por qué afirma que el mundo va a la catástrofe y cita la gran tribulación de Mateo 24?
Cuando cito Mateo 24 y hablo de la gran catástrofe me refiero a la humanidad en global. Se acaba el mundo, sí. Pero ¿cuándo será eso? Doy una pista. Los apóstoles preguntaban a Jesús: “Maestro, ¿cuándo será el fin del mundo?”. Y él respondía: “Solo el Padre, que está en el Cielo, lo sabe, pero habrá unas señales que marcarán este tiempo”.
¿Y esas señales lo marcan ahora mismo?
Lea Mateo. [Ríe].