En la frontera entre el Moianès y el Vallès Oriental, entre el Parque Natural del Montseny y el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, bañado por el río Tenes y bajo la atenta mirada del Cim d’Àligues, Sant Feliu de Codines se alza con 6.661 habitantes. Desde Barcelona solo se puede acceder en autobús o en coche, siguiendo en ambos casos la C-59, una carretera que recorre el territorio catalán desde la capital hacia el eje transversal, la C-25. El Món visita Sant Feliu de Codines el martes 4 de marzo y, a pesar de las previsiones de frío, el sol calienta las calles. No es un día cualquiera, sino que se vive la fiesta de l’Escudella de Carnestoltes y la plaza Josep Umbert Ventura -donde está el Ayuntamiento- destila vida. Jóvenes y mayores se sienten atraídos por el bullicio, por el calor del pueblo y, en definitiva, por la tradición.
Pero Sant Feliu de Codines está en el centro de la actualidad por otra cuestión: es el único municipio de Cataluña que pidió a la Agencia Catalana del Agua (ACA) entrar en emergencia por sequía. Este hecho hizo que el pueblo comenzara a ser conocido como «el municipio que entró voluntariamente en emergencia por sequía». Algo que el alcalde de la población, Pol Cabutí, desmiente contundentemente: «De voluntario no tiene nada. Ojalá no hubiera tenido que entrar nunca en emergencia por sequía», explica desde su despacho en el consistorio codinense. El alcalde muestra una botella de agua que tiene en el despacho, de color blanco, donde se lee un lema que muestra muy bien la situación del municipio y de Cataluña en los últimos años: ‘El agua es un bien escaso’.
En conversación con El Món, Cabutí explica por qué se pidió a la ACA que declarara el estado de emergencia por sequía. «Solicitamos a la Agencia Catalana del Agua que declarara la emergencia por sequía en Sant Feliu de Codines porque era el estado que representaba mejor la realidad que vivíamos en el municipio», señala. Y añade que «desde el momento en que no tenemos suficientes recursos propios y tenemos que traer agua con camiones cisterna, la realidad es estar en emergencia». El alcalde codinense lamenta, con fuerza, que su municipio no esté conectado al Ente de Abastecimiento de Agua Ter-Llobregat, ya que el agua de Sant Feliu solo proviene de recursos propios, cuatro pozos y una mina.
Una gran respuesta ante una gran crisis
La sequía es una amenaza totalmente invisible para los ciudadanos de Cataluña. La falta de lluvia y el consumo de las reservas de los embalses no se ve a simple vista. Si abres el grifo, sale agua. En enero de 2024, después de meses llevando agua con camiones cisterna, el Ayuntamiento de Sant Feliu de Codines pidió a la ACA declarar la emergencia por sequía. El decreto llegó al mismo tiempo que al conjunto de la población catalana, pero desde entonces Sant Feliu no ha abandonado este estado.
El alcalde saca pecho de la respuesta que sus conciudadanos han mostrado ante esta crisis, y asegura que «los camiones cisterna pasan por el medio del pueblo y la gente los ve. Y mientras ven pasar camiones es muy fácil que entiendan que deben cerrar el grifo, que la ducha debe durar poco, que no pueden llenar una piscina, que no tiene sentido regar un césped cuando lo que nos estamos jugando es tener agua en la red o no tenerla».

En la plaza Doctor Robert, uno de los puntos neurálgicos por la proximidad del Ayuntamiento y de la parada de autobús, cuatro vecinos disfrutan de un café al sol y destacan que la afectación por las restricciones no les supuso un gran cambio. Néstor, uno de estos vecinos, destaca que fueron haciendo lo que el Ayuntamiento les decía, que era «gastar menos agua». «Dejamos de hacer una serie de cosas que normalmente haces, como fregar de más la terraza, el suelo. Y empezamos a hacer un consumo más moderado de agua, cuando te duchas pones un cubo para aprovechar el agua que sobra, etcétera», señala este vecino. «Nos portamos bien», añade Antoni, uno de los otros vecinos.
Paseando por la calle Travessia baja una pareja, Glòria y Joan. Glòria señala que sí, que lo notaron. «Tuvimos que reducir, no regar las plantas, no hacer todas las cosas que más o menos hacíamos». Su acompañante añade que pusieron en práctica «la medida de aprovechar y llenar el cubo mientras el agua no sale caliente», pero que «en la vida diaria» no tuvieron problemas. Por su parte, Xènia, profesora del Instituto Manuel Carrasco i Formiguera, explica que en el centro educativo «se hizo una charla para concienciar al alumnado sobre la situación con el agua».

Las empresas, la concienciación
La sequía es uno de esos actores que condicionan no solo la vida de la ciudadanía sino también la subsistencia de las empresas. En Sant Feliu de Codines, sin embargo, como explica su alcalde, las empresas del polígono industrial –las que se supone que pueden consumir más– solo representan el 20% del consumo de agua del pueblo. Enric Vallejo, delegado territorial de Pimec en el Vallès Oriental, señala que no tiene constancia de que ninguna empresa haya tenido que cerrar por culpa de la falta de agua. Vallejo, sin embargo, explica que sí hubo «problemas» cuando el Ayuntamiento tuvo que transportar el agua con camiones cisterna. «Las dificultades de las empresas fueron, sobre todo, que en una carretera de un sentido no caben dos camiones, entonces el problema fue más de tráfico que de falta de agua», señala el delegado de Pimec.

Pol Cabutí, alcalde de la localidad, destaca el buen papel de las empresas, que asegura que «se han espabilado», y desde el Ayuntamiento no se tuvo «que abrir ningún expediente sancionador para ninguna empresa». Vallejo destaca la buena relación que se ha mantenido con el consistorio local a la hora de gestionar la crisis y asegura que «problemas no ha habido» y que «la comunicación con el Ayuntamiento ha sido fluida». Vallejo, además, explica que la naturaleza económica del pueblo hace que no haya ninguna megainfraestructura, sino que hay «un polígono industrial donde hay unas 20 empresas industriales, más las que hay alrededor del municipio y más las empresas de comercio y servicios».