Hay muchas historias en la historia de Marina Casanelles. La historia de Stevie, la de Aki, la de Ratatouille… Son –o han sido– sus perros. Los quiere y los respeta. Y, sobre todo, les enseña a hacer algo. A encontrar cocaína, a encontrar marihuana, armas, bombas, chinches o cadáveres. Casanelles adiestra perros para que sean útiles y, sobre todo, para que sean felices. Esto puede sorprender. Sobre todo, en una sociedad muy canina pero poco avanzada como la nuestra. Marina explica su historia. Sus historias. Ha vivido en Estados Unidos –conserva un léxico cargado de anglicismos–, donde esta manera de entender a los animales está muy trabajada. Desde hace décadas. Se volvió porque no le gusta cómo actúa una parte de la sociedad norteamericana, la que admira a Donald Trump. Aquí quisiera continuar trabajando en su oficio y en los oficios de los perros, pero dice que todo son trabas administrativas. Nadie es perfecto…
¿De dónde le viene esta… esta pasión por los perros?
La tengo desde pequeña. Nací en Barcelona y viví allí muchos años, y desde pequeña hemos tenido muchos perros. Quería hacer cosas con ellos. Les ponía obstáculos para que saltaran, para que hicieran cosas. Cuando íbamos a la montaña me escondía para que el perro me encontrara… Siempre tuve esta pasión, desde muy pequeña.
Hay gente que juega con ellos y gente que los quiere enseñar, que quieren que el perro aprenda cosas… No es la misma actitud…
Exacto. ¡Yo quería que el perro hiciera cosas! Que se sentara, que hiciera la croqueta, que aprendiera trucos, que saltara los obstáculos que le pusiera…

Usted tenía espíritu circense. Quería un perro de circo…
Sí. Quería un perro que hiciera cosas. Como yo montaba a caballo, quería que el perro superara obstáculos de salto. Ahora lo llaman agility. Yo ya lo hacía, agility, cuando tenía ocho años con mi perro. Quería que él hiciera algo, porque, si no, pensaba que la vida de un perro tenía que ser muy aburrida solo saliendo a pasear.
Es decir, no lo hacía por el espectáculo, para que la gente los aplaudiera o les tirara confites. Lo hacía por él, por el perro, para que se lo pasara bien.
Es eso. Me daba igual que nos viera alguien. Lo hacía porque me lo pasaba bien con él. Y el perro, lo veía feliz. Aquella relación era excepcional. El perro me respetaba, pero también yo llenaba su vida con actividades.
¿Cuántos perros ha tenido?
¡Uy! Muchos. El primero fue el pastor alemán de mis padres. Mi primer perro fue un cocker inglés. Después he tenido muchos. Aquel cocker, que compré en Estados Unidos cuando tenía 21 años, fue el que me empezó a abrir las puertas al mundo del entrenamiento canino. Allí había escuelas para que pudieras ir con tu perro a hacer agility y obediencia. Aquello me abrió un mundo muy grande. Desde entonces todos los perros que he tenido han hecho un trabajo. No importa cuál, pero tienen que hacer algo.
Antiguamente los perros siempre tenían que tener una función, una utilidad dentro del hogar. Como los hijos. Si esto no era así, el animal sobraba.
Exacto. Pero no soy solo yo, porque los perros quieren hacer cosas. El perro quiere hacer una actividad. Tienes que encontrar qué actividad le gusta hacer. Por ejemplo, a este que llevo, el Ratatouille, le gusta mucho la comida. Le motiva mucho. Yo buscaba un perro que encontrara solo marihuana, porque en Estados Unidos, en el Estado donde vivía en ese momento, que era Washington state, la marihuana era legal. Todos los perros que trabajaban con la policía no podían buscarla, porque era legal. Yo tenía en ese momento un pastor belga que había entrenado para encontrar drogas, pero no para encontrar marihuana. Ese era el problema, porque iba a las escuelas y allí sí que estaba prohibida. Tenía que tener, pues, otro perro que pudiera encontrarla. Y decidí entrenar al Ratatouille.
¿Cuántos perros ha llegado a tener a la vez en casa?
¿En casa? ¡Cinco!
¿Vive en un piso o en una casa?
En una casa, claro. Con jardín. La casa donde vivíamos en Estados Unidos tenía un jardín bastante grande. Allí tenía cinco. Uno buscaba drogas; otro, marihuana; otro, bombas, y dos más buscaban chinches.
¡Madre mía!
Sí. Siempre los perros que tengo en casa son de trabajo.
Perdone si le parece impertinente, pero eso quiere decir que usted vive de los perros.
Totalmente. Los perros son mi trabajo, sí.
¿Es fácil adiestrarlos para que detecten marihuana, bombas o chinches?
El instinto del perro es buscar. Hay algunos que lo tienen más desarrollado que otros. Su motivación es buscar. Todos los perros tienen que cazar. Lo que tienes que encontrar es que tenga una motivación para hacerlo. Cuando hay una, que puede ser tanto el juego como la comida, el perro puede hacer lo que quieras. Tanto puede encontrarte drogas como puede hacer matemáticas. Este, el Ratatouille, haría lo que fuera por un trozo de jamón. Lo que fuera. Entonces, les tienes que enseñar lo que tú quieres que hagan.
¿Cómo se enseña a un perro a detectar marihuana o heroína?
En primer lugar es eso, la motivación. Hagámoslo con un juguete. Tienes uno, de juguete, y el perro hará lo que sea para encontrarlo. Lo agarras y lo impregnas del olor que quieres que él retenga. Los emparejas: juguete y olor. Por ejemplo, si son pelotas, escondes dentro el producto que tú quieres. Enseñas al perro a encontrar esa pelota. De manera automática, cuando encuentra esa pelota encuentra a la vez el producto que tú has puesto dentro, que puede ser la marihuana. Cada vez que el perro va encontrando esa pelota va encontrando la marihuana. Asocia las dos cosas. Poco a poco separas el juguete de la droga. El perro aprenderá que cuando huela la marihuana tendrá el juguete. El premio es la pelota. O el jamón. Hay perros que trabajan mejor por la comida y hay otros que lo hacen por el juguete. El perro se tiene que pagar. Es como nosotros. Es el paycheck. Nadie hace nada por nada. Los perros son iguales. El premio es la pelota o la comida. Cuando ya ha hecho esta asociación, le tienes que enseñar cómo tiene que indicarte dónde está.
¿Se puede equivocar un perro?
El perro no se equivoca. Cuando tiene que encontrar un olor sabe siempre qué olor es. El problema puede ser… Volvamos atrás. Con las bombas. Un componente de bomba está formado por muchos olores. Treinta y cinco o treinta y siete. El perro tiene que saber detectarlos. Con las drogas solo es esa droga. Eso es fácil. Pero con las bombas tienen que aprender treinta y siete olores diferentes. Cuando el perro me avisa quiere decir que ha encontrado uno de esos olores en esa maleta…
Este puede ser el error. Porque quizá uno de esos treinta y siete componentes aparece en otro objeto.
Exacto. Un fertilizante, algunos medicamentos… No es error del perro. Él te lo indica correctamente, pero tú no puedes decir: “Mi perro ha encontrado una bomba”. No. Yo tengo que decir: “Mi perro ha encontrado uno de los olores que yo le he enseñado a encontrar”. Lo tienes que averiguar.
Todo esto, usted lo aprendió en Estados Unidos.
Sí.
Y se puso al servicio de la policía…
Exacto. En Estados Unidos, no todos, porque cada Estado es diferente, pero muchos trabajan con compañías privadas, como la mía. Yo tenía una compañía allí que se llamaba Cyrus Kinai, que ofrecía perros ya entrenados, entrenarlos o servir de guía. Estas compañías trabajan con los departamentos de policía y les ofrecen toda clase de servicios.
¿Tuvo algún tipo de problema con estos servicios? Lo digo por el tipo de perros que usted lleva, que no son los pastores alemanes con los que trabaja la policía…
He tenido muchos. Un caso de los más claros pasó con un perro que tenía, un cocker inglés. Lo adiestré para buscar restos humanos. Nos llamó la policía a raíz de un accidente de coche en el que habían muerto tres personas y una cuarta había desaparecido. Habían pasado 24 horas y no sabían dónde estaba el conductor. Aquella carretera estaba en medio del bosque y pensaron que podría estar por el medio de la montaña. Nos llamó también una compañía civil. Fui yo y cuando llegué a la zona de búsqueda abrí el coche. Yo tenía un pastor alemán que hacía rastreo y encontraba drogas, pero no hacía nada de lo que necesitábamos. Cuando agarré al perro cocker, peludito, muy divertido, como un payasito, vino un agente y me dijo: “A ver, por favor, que esto es una situación muy seria. Agarre a ese perro, guárdelo y saque al perro que tiene que trabajar, el pastor alemán”.
Clasista de perros, ese agente…
Y más aún, porque vino hacia mí, que era una señora y con un acento extranjero. Fue aquello de: “Esta no sabe lo que hace”. Me callé, le puse el arnés al perro, agarré mi equipo, nos dijeron por dónde empezar y allí se acabó la desconfianza confesada.
¿Encontraron el cadáver?
No.
¡Oooooh!
Bueno, sí y no. Lo buscaron durante algunas horas. Con mi equipo –porque siempre te haces acompañar de alguien– encontramos una carretera que, si la cruzabas, llegabas a unos edificios con restaurantes y tiendas. Avisamos a la policía y les dijimos que el rastro se acababa allí, pero que el perro quería cruzar. Entonces nos pidieron que no cruzáramos, porque era peligroso, que ya irían ellos. Llegaron a un restaurante y allí les dijeron que una persona muy malherida había usado su teléfono.
Es decir, que lo encontraron.
Sí. Entonces, al volver, el policía se disculpó. Cuando le dije que ese perro, además, era ciego, no se lo creía: “¡Ostras! Lo dices de broma”. –“No. Este perro es ciego. Y confía en mí. Y es muy valiente. Y tenemos una comunicación muy buena”. Se disculpó. Pero eso sí que pasa. Y cuando vas con el Ratatouille, igual.
Claro, cuando lo ven llegar esa ratita…
Hasta que les haces una demostración. Entonces quedan alucinados.
¿Por qué volvió de Estados Unidos?
Porque estoy cansada. Yo estoy casada con un americano, que todavía está allí. Pero ya dijimos que cuando nos jubiláramos o cuando nos hiciéramos más mayores vendríamos a vivir aquí. No queríamos volver tan pronto y yo todavía trabajaba allí, pero ahora que ha salido Donald Trump, no puedo. Las cosas han cambiado mucho.
¿Cambian las excentricidades y las barbaridades del presidente o cambia también la gente?
Cambia la sociedad. Recuerda que quien ha votado a este presidente es la mitad del país. La mitad del país es como él y le presta apoyo.
Pero una parte de esa mitad puede sentirse contrariada o defraudada con las cosas que hace.
Te lo diré muy tristemente. Esa gente es muy ignorante y continúan creyéndole. Se piensan que el país va bien, y el país no va bien. Los precios están altos. Él va diciendo que están bajos y ellos se lo creen. El dólar ha bajado mucho, pero la gente sigue creyendo que Trump es el salvador del país. Y hasta te dicen: “Si se hace dictador, tanto da, porque es el nuestro”. Al revés, piensan que él, como dictador, no solo solucionaría los problemas del país, sino también los del mundo. Yo no puedo con eso.

¿El cambio del carácter de la gente ha sido rápido?
Al ganar Trump, sí, todo ha ido muy rápido. Mira ahora la policía, cómo cogen a los inmigrantes… No hay respeto por el ser humano. Están llegando a unos niveles muy muy bajos. Y no solo hay eso. Tienes que sumar el seguro médico… Allí te pones enfermo y ya la has cagado.
Pero eso no es nuevo y usted ya debía saberlo.
Sí. Pero llega un momento en que te cansas, porque se multiplican los amigos que tienen problemas. Ves cómo ese amigo tiene que usar todo el dinero que había ahorrado para la jubilación para atender a su esposa, que se está muriendo. La esposa se morirá y él se quedará sin nada. Y eso es cada día. Yo adiestraba un perro para una chica que es diabética. Pues, el seguro no le cubría la insulina que necesitaba. Ella estaba cada día peor y los padres sacaron el dinero que tenían ahorrado para pagarle la insulina. Llegó un momento en que pensé que ya tenía suficiente.
Ha hablado ahora de un perro que ayudaba a una persona diabética. Esta es otra especialidad…
No. Sí y no. La constante es la detección. El perro detecta. Pueden detectar una subida o una bajada de azúcar. Los adiestramos a través de la saliva. Cuando el enfermo sufre el cambio químico se detecta por la saliva. Tomamos una muestra cuando esa persona tiene la insulina muy alta y cuando la tiene muy baja. El perro identifica esas dos situaciones y lo adiestramos también para que avise a la persona en cuestión.
Pero hoy en día hay indicadores que ya te avisan…
Volvemos a Estados Unidos. No todos los seguros te lo cubren y muchas personas no se lo pueden permitir. Hablo de un país donde la gente no tiene esos recursos, porque el seguro no se lo paga o porque sale muy caro.
Usted me ha comentado antes que sufría migrañas y que hay un perro que la ayuda…
También. Los cambios químicos que te produce el cuerpo forman un aura. El perro detecta los cambios de aura. Por migrañas o por ataques epilépticos, por ejemplo. El perro puede detectar el cambio antes de que suceda. El ataque epiléptico cambia el cuerpo y, con el cuerpo, su olor. Yo pido a esas personas que me den una prenda de ropa que llevaran en uno de esos ataques. Le enseño al perro a que indique cuando detecta ese olor…
¿Quiere dedicarse a todo esto ahora también en Barcelona?
Acabo de llegar. Hace dos o tres meses que estoy aquí. No quiero dedicarme tanto como lo hacía en Estados Unidos, porque el mundo aquí es diferente, no es tan intenso como allí. Aquí estamos muy estancados y allí son muy rápidos en todo. El mundo canino está muy avanzado en Estados Unidos y aquí voy viendo que no. No hay, por ejemplo, empresas que puedan trabajar directamente con la policía o con los bomberos. No nos ha llegado todo esto. Otra cosa: en Estados Unidos hay muchas armas y muchas bombas. Allí hay necesidad de detectarlas.
Aquí los podrían empezar a adiestrar para encontrar armas blancas, que ahora se han multiplicado…
También. El perro se puede usar para muchas cosas. En las escuelas, por ejemplo. Allí hay muchas escuelas que los contratan para que vayan cada semana y hagan la ronda. Se revisan las taquillas, las mochilas… Y eso hace que el niño sepa que no lo tiene fácil. En las escuelas nosotros buscamos armas y drogas. Evitas que los alumnos las lleven.
Podría acabar pasando que usted, que se ha ido de allí cansada por el cambio de la gente, ahora aquí se canse también porque no estamos lo suficientemente evolucionados…
La suerte que yo tengo es que quiero seguir haciéndolo porque es lo que me gusta, mi pasión. No puedo quedarme en casa diciendo: “No hago nada”. Me gustaría seguir en este mundo de la detección.
Ha explicado aquel caso de la persona herida. ¿Hay algún otro del que se sienta especialmente orgullosa?
Tengo otro que protagonizó un pastor alemán que se llamaba Aki. Era un perro que buscaba drogas, hacía protección y rastreo. Yo formaba parte de un equipo y llevaba la parte canina. Entonces vivía en una isla y nos encontramos con el caso de una chica que no había bajado de un ferry. ¿Dónde estaba esa chica? Podía haber saltado, podía haber tenido un accidente, haberse suicidado… Nos pidieron que determináramos si había bajado del barco o no. Esto te quitaba dudas. Habían pasado dos días y querían usar a los perros. Solo teníamos un perro certificado. De esto, quiero hablar. Esos perros allí tienen que pasar anualmente una certificación para poder seguir trabajando. Nos dieron una prenda de ropa de esa mujer y empezamos el rastreo. Aki siguió el rastro hasta llegar a la villa. Allí igual. Llegamos a un lugar donde ella había tomado un vehículo. El rastro se acababa allí. A través de las cámaras de televisión, pudimos ver que ella había subido al coche y había partido.
Hace muchos años que los americanos nos cuentan estas historias desde las series de televisión. Cuando yo era pequeño había Lassie, Rin Tin Tin… ¡Eran mejores que Sherlock Holmes!
[Sonríe]. Tienen una tradición televisiva en este sentido. Todo esto constata que allí los perros se usan mucho más que aquí. Volvamos, por ejemplo, con la asistencia médica. En Estados Unidos hay muchos perros que ayudan a la gente. No hace falta tener una enfermedad. Quizá eres cojo o medio ciego, quizá tienes un problema de movilidad… Todos esos perros se entrenan para que te ayuden a levantarte, para que te recojan cosas del suelo…
Aquí desde hace muchos años tenemos los perros guía…
Sí, eso sí. Y ahora está llegando el perro de asistencia. Pero, lo siento mucho, la Generalitat pone muchas trabas. A mí me gustaría seguir entrenando perros de asistencia, pero con todos los trámites que tengo que superar para llegar allí, todos los que la Generalitat me pide, dices: “Hooooombre”.
Los trámites nos comen. Las administraciones lo complican todo…
Pero entonces piensas: “Esta es una actividad con la que ayudas a los demás”. No lo hago para cobrar, sino para ayudar a la sociedad. Yo no cobro por los perros de asistencia médica. Lo hago porque es mi manera de ayudar a la sociedad. E incluso en eso me ponen problemas. Y en Estados Unidos, no. Yo evalúo a tu perro. Esto lo podemos hacer con tu perro. Y digo sí o no. O vamos a la perrera y buscamos uno. Allí el proceso es mucho más fácil.
¿Hay perros o razas más espabilados?
Como todo. Sí, los hay. Hay razas que están más desarrolladas y son más inteligentes. El border collie, por ejemplo, es un perro muy inteligente. Después, claro, cuenta también la crianza. Puedes tener una raza muy inteligente, pero, si solo crías a ese animal para la belleza y ya no piensas en la inteligencia, ese perro será bonito, pero se va volviendo tonto. Lo vas criando para que sea tonto. Es el caso de los perros que entrenan solo para las competiciones de belleza. Los perros de trabajo son diferentes. Tú eliges un perro de trabajo por cómo trabaja y la inteligencia que tiene… Pero sí que hay más inteligentes.

¿Y entre perros y perras? ¿Hay diferencias de género?
Hay diferencias. Si tengo que elegir, prefiero una hembra. Te lo diré fácil. No es que sea más inteligente, es que no tiene la necesidad de reproducirse. Tienes un macho, estás trabajando con él y, si pasa una perra en celo, se acabó el trabajo. El instinto de reproducirse es mucho más fuerte que el de trabajar. La perra dice: “¿Ese macho? ¡Que lo jodan!”. Y sigue trabajando. Por eso a mí me gustan más las hembras. Pero después el Aki o el Ratatouille son machos… Al final, cuando busco un cachorro, miro el carácter, no el sexo. Pero si es hembra, digo: “¡Iujuuuu!”.
Antes ha hablado de un perro ciego, el Stevie. ¿Todavía está vivo?
No. Me llegó a mí porque nadie lo quería. Era un perro lleno de energía, no tenía miedo a nada y era difícil de controlar. La asociación con la que yo trabajaba, que es de rescate de perros, se puso en contacto conmigo. Intenté que alguien lo adoptara. Nadie lo quería. Entonces de repente empezó a detectarme las migrañas, decidí que me lo quedaba y empecé a ver su potencial. No solo podía ser un perro de asistencia que me ayudara, que me detectara las migrañas, sino que podía ir a pedir ayuda, podía traerme la medicación… Había muchas más cosas que podía hacer y lo entrené, también, para encontrar restos humanos para los grupos de rescate. Como te he comentado antes, en Estados Unidos tienes que pasar una certificación. Todos los perros que trabajan la tienen que pasar. El Stevie o el Aki tenían que pasar la misma certificación que pasan los perros del departamento de policía. Allí son muy estrictos, y eso me gusta. Quiere decir que tu perro sigue sabiendo hacer el trabajo y que mantiene ese nivel de trabajo necesario. No son unas certificaciones fáciles. Tienes que saber entender y leer a tu perro.
Continuemos con el Stevie.
Continuó siendo un perro para servicios médicos, pero pasó también el curso y la certificación para encontrar restos humanos. Era un perro que nadie quería y llegó a hacer dos trabajos. Llegó a lo más alto. En las certificaciones conseguía los puntos y las evaluaciones más altas.
Y murió…
Trabajé mucho con él. Pero finalmente empezó a tener demencia y a perder el oído. Cuando lo perdió fue muy duro, porque él se guiaba mucho por el oído. Olfato y oído. Entonces ya no me oía cuando yo daba palmas, cuando yo caminaba… Se me pegaba y lo veías que sufría, que siempre estaba muy nervioso. El veterinario nos dijo que la mejor solución –porque sufría, ya no era un perro feliz, se quedaba en su sitio temblando…– era sacrificarlo.
Esta decisión de sacrificar a un perro es muy dura. Nosotros no la tomamos así con los humanos…
Ahora pareceré yo… No, es cierto. Pero creo que el ser humano debería tener unos derechos en este sentido que todavía no tenemos. Una persona debería poder decidir cuándo ha terminado.
De acuerdo, pero eres tú quien decide por el perro y una persona decide por ella misma antes…
Es así, sí. Ellos no pueden hacerlo. Además, siempre está el campesino que le pega un tiro cuando decide que se ha acabado. Allí y aquí. Pero los veterinarios, antes de hacerlo, tienen mucho criterio. Si tú dices que ya no lo quieres cuidar, te dicen: “Espera. Hay grupos que se encargan. ¿Está enfermo y tú no le puedes pagar la medicación? Un momento, hay asociaciones que se dedican a encontrar casas donde perros como estos pueden vivir muchos años, aunque estén enfermos”.
Usted ha escrito un libro sobre el Stevie y no encuentra ninguna editorial que quiera hacerse cargo. Me resulta extraño, porque es una historia muy interesante…
Lo he enviado a muchas editoriales, sí, y no me han contestado. Algunas me dicen que tienen mucho trabajo y ni siquiera tienen tiempo de leérselo. No, no. Como si no existiéramos. Si no eres conocido, si no sales en la radio o en la televisión, es imposible. Al final, he encontrado Edita.cat, que me están ayudando, que publican el libro gracias al dinero que ceden las personas interesadas antes. He llegado al 35 % del presupuesto, porque aunque lo envíes a mucha gente, la gente no reacciona. Y lo entiendo, ¿eh? No critico a la gente. A mí también me gusta ver el libro físico, impreso. Pero, en fin, esta editorial nos ayuda a los que no podemos publicar de otra manera.
¿Recuerda la película Sempre al teu costat, Hachiko? Al final podría ser un gran éxito.
Yo creo que sí.
[Sonrío]. Ya se arrepentirán, ya…
Evidentemente, lo digo yo porque es mi libro. Lo escribí porque todos los que conocían la historia del Stevie me lo pedían. Todos los que lo han leído se quedan maravillados. Explico cómo lo entrené. Un perro ciego no se puede adiestrar de la misma manera que los demás. No ve y yo le tengo que enseñar cómo tiene que encontrar las cosas. Explico, en el libro, por ejemplo, cómo lo adiestré para diferenciar la sangre humana de la de gallina…
¿Por qué han aumentado tanto en nuestro país los animales de compañía? ¿Es una muestra de afecto por los animales o de desafecto por las personas?
Si realmente la gente quisiera a los perros, no harían lo que hacen. Algunos perros pueden vivir en pisos. Los hay que sí, razas que pueden vivir perfectamente en pisos o en ciudades, pero hay muchas que no. Hay muchos perros que no son felices en las ciudades. Yo diría que el 80 %. Si ahora ves pasear por aquí a un perro y piensas que es feliz, prueba a sacarlo a un lugar, a la playa o a la montaña, y verás cómo cambia totalmente. Los ves el cambio. La gente es egoísta. Si quieres tener un perro en un piso, coge uno de una raza que pueda vivir realmente feliz y contenta en la ciudad. Por ejemplo, el bulldog francés, que se ha puesto muy de moda. Este es perfecto. Es un perro perfecto para la ciudad. Son tranquilos, perezosos, no les gusta hacer nada, no necesitan hacer ejercicio… Hay razas que sí. Incluso un perro grande. Un mastín. Al mastín no le gusta moverse. Piénsalo antes de coger al animal. Ahora se ha puesto de moda el border collie. Yo, cuando veo un border collie en la ciudad, pienso: “¡Pobre bestia!”. Son perros que necesitan estar fuera, correr y trabajar. Hacer algo.
¿Debemos tratar a un perro como a una persona?
¡No! El perro es un perro. Ahora, yo quiero mucho a los míos. Y los respeto. Pero no. Hay gente que llega a un nivel de tratar mejor a los perros que a los humanos… Eso de vestirlos, que vayan a juego con el dueño, llevarlos dentro de un carrito… ¡Hombre! ¡No! El problema es que después en casa también los tratan como si fueran niños. Aquí vienen los problemas del perro, cuando los perros empiezan a dar problemas en casa. El perro es un perro. No puedes tratarlo como a un niño. Por ejemplo, un caso muy típico que yo explico a mis clientes: imaginemos que un perro tiene miedo a algo. Si fuera un niño, le intentaríamos explicar, le diríamos que esté tranquilo…
Igual que hace mucha gente con el perro…
Pues no. Lo que tienes que hacer es demostrar que ese ruido…
Los petardos.
No. Los petardos son otra historia. Por ejemplo, pasa alguien con un paraguas y el perro se altera y empieza a ladrar. Le tienes que demostrar que eso no es nada. Tranquilo. Tu actitud tiene que ser concisa: “Yo estoy tranquila y me siento segura, pero tú también tienes que sentirte así”. Si le decimos: “¡Pobrecito, pobrecito, no te asustes!”, le estamos diciendo que se asuste cada vez que vea un paraguas. El trueno es diferente. Es una energía. Mi border collie les tiene mucho miedo y los siente desde lejos. Pero no voy a buscarlo al lugar donde se ha escondido para acariciarlo. No. Lo dejo tranquilo allí y sigo haciendo mi vida.
¿Debemos enterrarlos como a los humanos?
Yo me quedo con las cenizas, las entierro en un jardín y planto un árbol o una planta. Cuando no tenía jardín no las conservaba. Prefiero grabar en arcilla, en cerámica, la huella del perro antes de que muera. Eso es un recuerdo que me gusta mucho más. Y tengo muchas, de huellas… Y ya está.
