El taco en castellano -«joder»- que soltó la portavoz del Gobierno, Patrícia Plaja, en una de sus últimas comparecencias no sería nada importante si no fuera porque muestra precisamente la mala salud del catalán. De hecho, ella misma podría haber utilizado la expresión ‘hostia santa’, todavía viva en las comarcas gerundenses de dónde es originaria. La interferencia del castellano ha llegado hasta el punto de que los principales tacos e insultos que se oyen por la calle son en esta lengua y los insultos en catalán –carallot, txitxarel·lo, malparit, entre otros- son considerados ridículos o demasiado blandos para tomarlos en serio. Esto también se ha podido ver recientemente con la polémica de Andrea Gumes a raíz del pódcast de Radio Primavera Sound, en el cual dijo que el catalán de Irene Solà era “de payés”.
Esta es la conclusión a la cual han llegado los lingüistas consultados por El Món, entre los cuales está Gerard Furest, coordinador de lengua a La Intersindical. Furest asegura que esta pérdida del lenguaje coloquial en catalán es fruto de la interferencia lingüística de la lengua hegemónica, en este caso el castellano, especialmente en las grandes zonas urbanas.
“En estas zonas el catalán genuino se hace extraño”, lamenta el lingüista, a pesar de que apunta que la lengua se conserva bien en la parte del interior, en las zonas menos pobladas. “La gente de las zonas urbanas dice ‘gilipollas’ y ya está, pero a las zonas menos urbanas todavía está muy vivo decir ‘malparit’ en Cataluña, ‘cap de fava‘ en las Islas Baleares y ‘moniato’ en el País Valenciano”, añade Furest.

Una lengua de segunda que no sirve para insultar
El maestro de primaria, filólogo y miembro de la ejecutiva de la Plataforma por la Lengua Eloi Planas coincide que el “supremacismo” del castellano incrustado en la sociedad y la carencia de referentes para los jóvenes están detrás de esta pérdida de patrimonio lingüístico. “Durante décadas se nos ha ido repitiendo que hay una lengua de primera y otras de segunda. Nos han ido enviando el mensaje de que hay idiomas que son de andar por casa, ridículos, que son de campesino o de pueblo y que no sirven para nada”, denuncia. A base de ir repitiendo este discurso, explica, gran parte de la población ha aceptado que hay cosas para las cuales el catalán no sirve.
“La idea de que el castellano es mucho más contundente y mucho más duro tiene que ver con este mensaje que ha causado la pérdida del catalán coloquial”, explica el experto. Considera que mucha gente tiene “cierto autoodio” en cuanto al lenguaje vulgar en catalán. “Han interiorizado la idea de que el catalán no queda bien y es ridículo. Incluso hay catalanoparlantes habituales que creen que no sonará bastante contundente si reniegan o insultan en catalán”, insiste.
En este sentido, Planas advierte que la tendencia “costará mucho de romper” porque es una cuestión que la gente tiene interiorizada y que no se produce únicamente con los insultos. “Recurrentemente, en las redes sociales sale alguien bromeando y riéndose del sexo en catalán. La parte vulgar se ha ido castellanizando a base de referentes solo en castellano”, explica antes de concluir que esto ha provocado la asociación del castellano a una lengua potente y el catalán a una lengua pequeña y pobre.
Un fenómeno colectivo sin una solución “a la catalana”
El lingüista Pau Vidal, por su parte, destaca que este fenómeno en torno al lenguaje coloquial en catalán no es único de nuestra lengua. “No son fenómenos aislados, pasa en todas las lenguas de la tercera escala”, insiste. Lo denomina «efecto Tik Tok», una manera de decir que es una consecuencia de las redes sociales entendidas como plataformas de comunicación global. “Una de las consecuencias de la globalización es que las dimensiones macro tienden a imponerse sobre las micro, y esto también vale para la lengua. Todo el mundo espera entenderse con un código común y en nuestro caso el castellano se va comiendo cualquier otra forma de expresión”, explica.
La sustitución del argot juvenil es una de las manifestaciones de este fenómeno mundial. “Del mismo modo que los nanos catalanes se sienten inferiores si reniegan en catalán porque esto los hace campesinos, lo mismo los pasa a los que hablan bretón o napolitano. Es un fenómeno que compartimos con las otras lenguas minorizadas”, apunta. Por lo tanto, cualquier posible solución -que el lingüista cree que no existe- sería una solución colectiva.
Vidal está convencido que no hay solución si no se modifican las actuales dinámicas globales: “Si el turbocapitalisme continúa vivo, esto continuará adelante y no habrá freno posible”. De hecho, lo ejemplifica de una forma muy clara: “Es como la Costa Brava, desde los 80 sabemos que se está echando a perder, pero, como que las dinámicas macroeconómicas siguen, hemos continuado construyendo y echándola a perder”.
La importancia de tener referentes que renieguen en catalán
Por su parte, Planas y Furest coinciden que parte de la solución podría ser ofrecer referentes a los jóvenes que pongan fin al mensaje que el catalán no sirve para determinadas cosas. “Actualmente, los tacos e insultos los vemos en la televisión, en el cine y a las series, y son en castellano. Los adolescentes hace años que están en un desierto de referentes y hay que enseñarlos que un castanyot o un mastegot hacen el mismo mal que ‘un guantazo’”, señala Planas.
Furest añade que los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad, porque no han trabajado bastante un modelo de catalán coloquial. “El catanyol nació con el programa por la noche de Andreu Buenafuente y es el modelo típico de toda su productora y de la de Toni Soler”, apunta. Considera que estos programas “promueven insultos en castellano porque consideran que en catalán son extraños”. “Son productores diglòssics que, además, crean diglosia a la gente. Esto hace que aparezcan
Furest se pregunta si esto quiere decir que durante 900 años sin interferencia del castellano los catalanes no utilizaban insultos. “Claro que utilizaban, pero ahora ha habido una sustitución lingüística y la percepción de Malbert y de tanta otra gente está sesgada y culturalmente y mediáticamente construida por los medios de comunicación”, resuelve.
Promover “insultos cojonudos”, como por ejemplo ‘malparit’
“Esto es el pez que se muerde la cola: si no usas insultos en catalán viables, a la gente le sonarán extraños y nunca se normalizarán. Hay palabras que hace cincuenta años eran extrañas y ahora son totalmente normales y aceptadas. Con los insultos algún día alguien tendrá que hacer el mismo”, apunta. “Un insulto muy cojonudo que tenemos en catalán es