La decisión del Gobierno del País Valencià de certificar automáticamente los títulos de valenciano a todos los estudiantes que hayan aprobado la asignatura de valenciano desde el curso 2008-2009 –una medida incluida en la ley de libertad educativa aprobada con la excusa de «promocionar el uso de la lengua» y que, en la práctica, supone regalar titulaciones de valenciano– ha levantado polémica. En total, la norma aprobada por el ejecutivo de Carlos Mazón permitirá certificar alrededor de 337.000 títulos de valenciano para «todos los estudiantes de Secundaria, Bachillerato o Selectividad desde el curso 2008-2009» –168.500 certificados de nivel C1 y casi 169.300 de B2. Esta norma ya intentó aprobarla el Gobierno del Botánico, con algunos matices respecto a lo que se ha aprobado ahora, e incluso contaba con el visto bueno del Consejo Jurídico Consultivo. Pero las elecciones autonómicas de mayo de 2023 truncaron el proceso y lo dejaron en un cajón hasta hace unas semanas.
Mientras tanto, comienzan a alzarse voces que cuestionan también los mecanismos que se aplican en Cataluña para otorgar estos certificados. ¿Cómo se pueden conseguir estos certificados de nivel de catalán? ¿Qué requisitos se piden? ¿Son mejores o peores que los aplicados en el País Valencià?
La Dirección General de Política Lingüística establece una serie de requisitos para conceder los certificados de nivel de catalán. Por ejemplo, para obtener el certificado de B2 es necesario tener el título de EGB, siempre que se haya cursado toda en Cataluña y, además, es necesario haber cursado lengua catalana en la totalidad de los estudios mencionados. Este certificado está disponible para personas nacidas a partir del año 1972, y que comenzaron los estudios básicos a partir del curso 1978-1979. También se puede obtener con el título de técnico/a auxiliar (FP1), si se ha cursado toda la EGB y la FP1 en Cataluña y también la materia de catalán en las mismas condiciones que el caso anteriormente mencionado.
Por otro lado, los requisitos para obtener el C1 de catalán son tener la ESO, pero es necesario haber cursado en Cataluña al menos 3 cursos cualesquiera de primaria y toda la educación secundaria, y también es necesario haber aprobado la materia de lengua catalana en la totalidad de las enseñanzas mínimas. También existe la posibilidad de obtenerlo si se dispone de un título de educación secundaria obtenido en centros y aulas de formación de personas adultas, pero deben haberse cursado en Cataluña al menos 8 cursos cualesquiera entre la primaria y la ESO, y haber aprobado el catalán en los centros y aulas de formación de personas adultas. Con el bachillerato se requiere haber cursado en el país 3 cursos cualesquiera de primaria y 5 cursos cualesquiera entre la ESO y el bachillerato y también es necesario haber cursado la materia de lengua catalana en los estudios mínimos. Con el de BUP, en cambio, se pide que se haya cursado toda la EGB y el BUP en Cataluña y la materia de catalán en todos los estudios requeridos. Un caso similar ocurre con el título de técnico especialista (FP2), donde se pide haber cursado toda la EGB, la FP1 y la FP2 en Cataluña y lengua catalana en todos los cursos. En estos dos últimos casos se pueden pedir a partir del curso 1978-1979.
«En Cataluña ya hace muchos años que lo hacemos mal»
Expertos consultados por El Món consideran que el sistema que aplica la Generalitat para obtener certificados de nivel de catalán no es mucho mejor que el del gobierno de Carlos Mazón en el País Valencià. Según el profesor, lingüista y coordinador de lengua de la Intersindical Gerard Furest, «en Cataluña ya hace muchos años que lo hacemos mal«. De hecho, considera que los requisitos para otorgar el C-1 son más exigentes en el País Valencià, donde se requiere una nota mínima de 7 en lengua catalana en el bachillerato, que en Cataluña, donde se concede el C1 en 4º de ESO.
En este sentido, recuerda que él visita escuelas y destaca que algunos responsables de centros del país le explican que tienen estudiantes que «no tienen competencias en catalán y tienen el C1», una cuestión que atribuye al hecho de que esos estudiantes «no han hecho la enseñanza en catalán». «Aquí todavía lo hacemos peor, y creo que el modelo de Cataluña es muy clasista, porque en las zonas más catalanoparlantes, más rurales, o según qué zonas concertadas, etcétera, sí se alcanza el nivel de catalán, pero en las zonas populares no se alcanza oralmente el nivel de catalán por mucho que te den el C1″, explica, y concluye: «La competencia real no la tienen».

Menos vehemente que Furest es el filósofo y sociolingüista Jordi Martí Monllau, pero equipara la situación del País Valencià a la de Cataluña porque «se otorgan títulos con una obsequiosidad que es impropia». Considera que los requisitos que se piden no son suficientes para acreditar el conocimiento del catalán. Sobre la normativa catalana, Martí Monllau califica de «muy grave» que se pueda obtener el C1 en la ESO porque, según señala, haber aprobado lengua catalana en la educación secundaria obligatoria «es muy fácil» porque los decretos de evaluación hacen «muy difícil» suspender a un alumno y, por tanto, «lo lógico es que tengas la asignatura aprobada aunque tengas un nivel muy bajo de lengua». «Y si el alumno no aprueba, muchas veces llega a la junta de evaluación y obtiene un aprobado administrativo». En este escenario, el sociolingüista lamenta que se reconozca un título de «nivel alto» como es el C1 a gente que «no dice una palabra en catalán, que tiene dominio pasivo del catalán porque lo entiende perfectamente y tiene un dominio activo en la escritura, pero que es incapaz de expresarse oralmente con fluidez y corrección».
¿Cuál sería el modelo adecuado para evaluar el conocimiento de catalán?
Tanto Furest como Martí creen que un buen modelo sería que fuese un tribunal externo a la escuela el que evaluara el nivel de catalán de los alumnos al final de la ESO y/o bachillerato. Gerard Furest lamenta que el modelo del País Valencià «está yendo» hacia el modelo de Cataluña en vez de hacerse al revés, porque considera que «antes se hacía bien» en el País Valencià, ya que la Junta Calificadora de Conocimientos de Valenciano, que «tenía fama de exigente», realizaba pruebas externas de valenciano. «Exigente quiere decir que tú debías tener los niveles requeridos en función del marco europeo», destaca. El coordinador de lengua de la Intersindical cree que «una buena manera» de actuar sería «hacer el nivel real de B2 y C1 con todas las competencias» en los centros educativos o realizar una prueba externa de comprensión lectora, producción escrita y producción oral de catalán en 4º de ESO y dar la acreditación de B1, B2 o C1 «según el nivel» que acredite el alumno, ya que el «catalán es la única materia de la ESO que va vinculada a un certificado». «Lo que no se puede hacer es regalar títulos», sentencia, y califica el sistema actual de «pura distopía».

Monllau comparte la propuesta de Gerard Furest y defiende que se debería endurecer un poco más la normativa con, por ejemplo, «una entidad externa», como era la Junta Permanente de Catalán, que ya no existe, o como la Junta Calificadora de Conocimientos de Valenciano en el caso del sur, fuese la encargada de realizar los exámenes, como cuando los alumnos se presentan a exámenes para obtener certificados de nivel de inglés o francés cuando los otorgan entidades británicas y entidades francesas. «Al final de la ESO y al final del bachillerato se debería organizar de manera sistemática que gente de una entidad externa convocara estos exámenes» de competencias y el alumno se presentara para demostrar un nivel de B1, B2 o C1. «No puedes equiparar sistemáticamente la lengua que se sabe al salir de la ESO o el bachillerato con las competencias que se piden en el marco europeo común de referencia para las lenguas. Por tanto, debería venir alguien de fuera», concluye el filósofo.
Un ejemplo de la otra cara de las disfunciones del modelo actual
Las disfunciones del modelo actual tienen dos caras y, al mismo tiempo que da certificados a estudiantes que no tienen suficiente nivel, se los niega a profesionales cualificados que todo indica que lo tienen. Sería el caso de Clara Blat, que denunció su situación en el programa El Món de RAC 1. En conversación posterior con este diario, explica que ella nació en Mallorca, pero se trasladó a Cataluña con su familia cuando tenía 10 años y se escolarizó a partir de 5º de primaria. Antes, había estudiado en el Liceo Francés de Mallorca, donde no cursó catalán. Después de cursar con normalidad los dos cursos finales de primaria, haciendo refuerzo en lengua catalana, la ESO y el bachillerato, se graduó en la carrera de Medicina y realizó una especialización en pediatría. Ahora, a pesar de haber aprobado las oposiciones, no puede acceder a la plaza que quería porque la normativa vigente no le reconoce el C1 de catalán porque le falta acreditar un curso de primaria, ya que necesitaría tres y solo tiene dos. A pesar de que tiene la ESO y el bachillerato. Clara, que se expresa perfectamente y con corrección absoluta en catalán, considera «injusta» la normativa, aunque entiende que no cumple los requisitos vigentes. «Es una incongruencia, porque me he sacado un bachillerato y una selectividad en catalán y no sirve para nada», resume, y explica que siempre escribe en catalán, incluso cuando tiene que tomar apuntes de una clase en castellano. «Un conocido me dice que él tiene el C1 y habla peor que yo el catalán», concluye.