Confesión inédita –o muy poco frecuente– en la sala de juicios del Palacio de Justicia de Barcelona. El preso de Brians 2 juzgado por matar a otro a puñaladas en 2020 ha explicado este viernes con pelos y señales lo que hizo y por qué. «No tenía nada a perder», ha dicho como argumento para justificar por qué aceptó el asesinato por encargo que alguien –no ha aclarado quién– le pidió como «favor».

Cuando se produjeron los hechos, el 13 de octubre de 2020, el hombre que ha hecho esta confesión ya cumplía una condena de 18 años por otro asesinato, en aquel caso con arma de fuego, según informa la Agencia Catalana de Noticias (ACN). La sentencia por este crimen anterior era firme desde 2014, pero el recluso ya tenía currículum antes, y había estado en la prisión repetidamente desde 2003. Una vez condenado por el primer asesinato, en 2016 apuñaló a otro preso y, días antes del homicidio de 2020, había clavado un puñetazo a otro compañero de Brians.

Con toda esta mochila, según ha explicado este viernes –en una sesión del juicio en que solo ha querido responder a las preguntas de su abogada–, decidió hacer lo que alguien le había pedido, puesto que llegó a la conclusión que, fuera como fuera, moriría en prisión. Por eso dice que «no tenía nada a perder».

Centro penitenciario de Brians 2 donde murió John Mcafee/Quico Sallés
Centro penitenciario de Brians 2, donde se produjo el crimen juzgado /Quico Sallés

Un cuchillo que ha asegurado que hacía dos años que tenía en la prisión

Él mismo ha relatado que tenía escondido un cuchillo con una hoja de 20 centímetros desde el otoño de 2018, un detalle que si se pudiera comprobar dejaría en muy mal lugar a los funcionarios de la prisión, que deberían haber descubierto el arma en un momento u otro. Sea cierto o no que hacía dos años que tenía el cuchillo –está diagnosticado de un trastorno de personalidad–, lo cierto es que aquel funesto 13 de octubre del 2020 lo tenía y lo usó. Alrededor de las siete de la tarde, se acercó a un interno en el patio y lo cosió a cuchilladas: los forenses contaron 11 heridas incisivas y 12 penetrantes, que le tocaron el corazón, el pulmón, el hígado y la arteria carótida.

«Si lo veo justo, lo hago», ha argumentado para explicar por qué aceptó el supuesto encargo contra un hombre que estaba condenado por prostitución de menores. Para acabar de redondear su justificación, ha apuntado que su hija y su sobrina habían sido violadas, según ha asegurado, años atrás. Ha asegurado que nunca ha hecho daño a «inocentes».

A cambio de su confesión –que ratifica la que ya hizo desde un primer momento, a pesar de que hacía poca falta porque el crimen se produjo ante el resto de presos del módulo que estaban en el patio y varios funcionarios–, solo pide que se lo traslade a una prisión de alta seguridad fuera de Cataluña, donde nadie lo conozca. Quiere ir a una prisión de Madrid o la de Puerto de Santa María, en Cádiz, a un módulo para condenados por terrorismo, sin presos comunes.

La Fiscalía pide una condena de 28 años de prisión

Con planteamientos más técnicos, su abogada reclama que lo absuelvan porque actuó «ofuscado» contra la víctima, condenada por prostitución de menores, confesó enseguida y sufre un trastorno de la personalidad. En cambio, la Fiscalía pide que lo condenen a 28 años de prisión por asesinato con alevosía, y atentado a la autoridad –amenazó los funcionarios que le querían quitar el cuchillo– con la agravante de reincidencia. La acusación particular, en nombre de la familia de la víctima, ha recordado que el cuchillo que usó había sido introducido en el centro de alguna manera –no era de la cocina de la prisión–, cosa que pose en dificultades las autoridades penitenciarias. De hecho, la familia ha renunciado a la indemnización en la condena porque la Generalitat ya ha avanzado la compensación económica por el caso.

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