Un total de 17.871 alumnos que se habían preinscrito en algún grado de formación profesional (FP) no se han matriculado en ningún centro a pesar de tener una plaza asignada. De estos 17.871 alumnos, 7.936 habían solicitado plaza en un grado medio y 9.935 en un grado superior. Según los datos de la consejería, sin embargo, un 92% del alumnado no matriculado con asignación continúa formando parte del sistema educativo público-concertado, generalmente en los estudios de bachillerato.

Ahora bien, a pesar de las cifras del Departamento de Educación, Cataluña sigue teniendo un problema en cuanto al abandono escolar prematuro. De hecho, según los últimos datos de l’Idescat del año 2023, un 10,6% de los estudiantes nacidos en Cataluña abandonan los estudios antes de tiempo, mientras que en el caso de estudiantes nacidos en otros países, fuera de la Unión Europea, pero escolarizados en centros catalanes, el porcentaje se eleva hasta el 36,1%. Se trata de dos cifras muy superiores a las medias de los países de la UE. «En los últimos años, especialmente en la última década, en que se alcanzaron máximos históricos de abandono escolar prematuro, se han hecho grandes mejoras, pero todavía queda mucho camino por recorrer«, alerta el miembro del consejo rector de la FP, Jesús Martín, en conversación con El Món.

Estudiar bachillerato falta de información y mala planificación de la FP

Diversos expertos apuntan que, en el paso de la educación secundaria obligatoria (ESO) a la postobligatoria, el bachillerato actúa como «valor refugio»: «La oferta de bachillerato es más genérica y concisa, mientras que la oferta en la FP es más específica, compleja y, a menudo, alejada del lugar de residencia, lo que empuja a parte de los estudiantes hacia el bachillerato», argumenta el profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Jordi Perales. En esta línea, Jesús Martín asegura que el bachillerato engulle el grueso del alumnado saliente de la ESO por «falta de información», algo que se podría revertir con un mejor «seguimiento» y más «orientación» para los jóvenes y sus familias. De hecho, los últimos datos facilitados por la consejera Esther Niubó indican que un 25,1% de los estudiantes no se han matriculado en ningún grado de formación profesional a pesar de tener una plaza asignada porque se les «pasó el plazo» o ya estaban «fuera». «Es una cifra muy preocupante», exclama el miembro del consejo rector de la FP.

Varios alumnos manifestantes durante una huelga estudiantil convocada por los alumnos de segundo de bachillerato / Europa Press

Trabajar sobre la base de un «por si acaso»

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el centenar de miles de estudiantes que ha participado en el último proceso de preinscripción de la FP no lo ha hecho por un solo centro o una sola familia profesional. De hecho, solo el 20% de los alumnos que se decantaron por un ciclo medio hizo una sola petición en la preinscripción, mientras que los mismos datos de la consejería indican que los alumnos que realizaron más peticiones -entre 8 y 10-, cerca de un 90% han conseguido asignación en una de las plazas solicitadas. Para la psicopedagoga y profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Sylvie Pérez es fundamental «abrir las puertas» a muchas opciones diferentes porque se trabaja sobre la base de un «por si acaso»: «Cuando los alumnos de 4º de ESO se tienen que matricular en la educación postobligatoria [un proceso que comienza durante el mes de mayo] lo tienen que hacer antes de saber cuáles serán sus notas finales. No saben ni cuáles serán los comentarios de sus profesores, como para saber dónde podrán acceder el próximo curso», lamenta la psicopedagoga.

Para Jordi Perales, este es un claro defecto del sistema: «Son jóvenes de 16 años. Tenemos un sistema de orientación que, sobre el papel, funciona muy bien, pero que en la práctica hace aguas», añade el profesor asociado de la UOC. Ante esta realidad, los expertos consideran que el bachillerato se convierte en la tipología de estudio más escogida debido a la «extensa implementación» de este modelo dentro del sistema educativo catalán: «El bachillerato está bien implementado en todo el territorio. Es mucho más sencillo encontrar un instituto donde cursarlo [en las comarcas fuera del área metropolitana de Barcelona] que un centro de FP», argumenta Perales. Una idea con la que coinciden los otros dos expertos, que apuntan que «resolver los problemas de movilidad» y «adecuar la oferta formativa» a los territorios es «clave» para equilibrar la balanza con la formación profesional. En esta línea, Jesús Martín apuesta por «potenciar los estudios semipresenciales»: «Tenemos grandes problemas de movilidad y, mientras no se resuelvan, se necesita más oferta pública semipresencial para que no recaiga toda en la privada», argumenta el miembro del consejo rector de la FP, que considera que se debe «crear un Institut Obert de Catalunya (IOC) exclusivo de formación profesional».

Imagen de la consejera de Educación, Esther Niubó, acompañada de otros cargos socialistas en el Parlamento / Europa Press

Combatir las «bajas expectativas»

El problema de no acceder a unos estudios postobligatorios después de la ESO es que, según Jesús Martín, «es muy complicado acceder al mundo laboral con un trabajo bien remunerado». Es por este motivo, pues, que los alumnos se ven empujados -de manera voluntaria, o no- a continuar estudiando. Ahora bien, los alumnos que no tienen clara su continuidad dentro del sistema educativo, y que no han podido acceder a una formación profesional -ya sea por cuestiones de nota como por otros motivos-, no encaran el camino con las mismas expectativas que los jóvenes que sí quieren continuar estudiando. «Continuar en el bachillerato después de la ESO sin responder a la orientación adecuada puede generar estudiantes descontentos. Quizás ya no quieren hacer más catalán y castellano, pero el sistema los empuja hacia unos estudios que no les interesan [donde aún tienen que cursar estas asignaturas]», argumenta Jordi Perales.

En esta línea, Sylvie Pérez apunta que cuando los alumnos tienen bastante claro que quieren hacer un grado de FP, pero que finalmente acaban repensando su elección y optan por hacer un bachillerato, pueden tener que combatir unas «expectativas más bajas» sobre su rendimiento académico. «Si desde el consejo orientador de 4º de ESO se les ha recomendado hacer algunos estudios superiores en otro centro, pero acaban quedándose en el mismo centro a hacer bachillerato, pueden topar con unas expectativas más bajas sobre su rendimiento por parte del profesorado», asegura la psicopedagoga. Para los expertos, sin embargo, esta situación se puede combatir con una orientación «más eficaz» y con una mejor estructuración de la oferta educativa, especialmente en formación profesional. Así pues, reformular el sistema público de educación postobligatoria y elaborarlo de manera «coordinada» entre universidades, grados medios y superiores de FP de acuerdo con las necesidades del territorio permitiría paliar, ligeramente, las sombras del salto de la ESO a la postobligatoria.

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