En el estado español, el uso de agentes encubiertos, infiltrados y confidentes para luchar contra la disidencia política y los movimientos independentistas ha sido una técnica habitual. Las infiltraciones en estructuras de lucha política y social en Cataluña descubiertas por La Directa y expuestas hace dos semanas en el programa 30 minuts son el último ejemplo. Pero el uso de estos métodos no es nuevo y llena la historia policial española, como sería el caso Gambín, que actuó contra la CNT en Cataluña. Uno de los otros grandes ejemplos fue el caso de José Luis Espinosa, el infiltrado policial que intentó matar una de las grandes amenazas del Estado español en la incipiente Transición, el líder independentista canario, el abogado Antonio Cubillo.
El trabajo de Espinosa terminó con una conocida condena en el año 1990, ratificada por la sala penal del Tribunal Supremo dos años después, con todos los detalles. De hecho, es la única sentencia que, por ahora, reconoce abiertamente la responsabilidad de los servicios policiales españoles en un intento de asesinato. Espinosa tiene todos los elementos de un personaje superviviente que fue entrenado por quien seguramente ha sido uno de los grandes nombres de las dinastías de policías encubiertos del franquismo, el tardofranquismo y los inicios de la transición democrática, el comisario Roberto Conesa, alias el Orejas, que dominó los servicios de información y la siniestra Brigada Político Social durante años.
Conesa había participado en la desarticulación de las Juventudes Socialistas Unificadas en Cataluña y el movimiento comunista en Lérida que, a principios de los años 40 del siglo pasado, hacía temer por la aplicación de la victoria fascista en Poniente. El Orejas conocía bien Cataluña y sabía enviar a sus secuaces al Principado a hacer de las suyas. Uno de sus mejores hombres era José Luis Espinosa, con quien desde 1964 había podido contar para diversas operaciones encubiertas y atentados de falsa bandera, en Barcelona o Mallorca, por ejemplo, lo que permitía a la casa real española fortalecer su imagen y permitir al Estado apuntar movimientos opositores al régimen una violencia que no existía.

El caso Cubillo, el más extremo
A pesar de la cantidad de operaciones de las que se responsabiliza a Espinosa, si hay una que destaca es la operación Mallorca, es decir, un dispositivo policial dirigido desde la Dirección General de Seguridad y desde la Comisaría General de Información que ya comandaba Conesa, después de haber estado al frente de la Jefatura de Policía en Valencia, donde arruinó los movimientos valencianistas y antifascistas juveniles. Conesa se encuentra en la mesa del despacho el movimiento independentista canario que lidera el abogado Antonio Cubillo, fundador, en 1964, del MPAIAC, el acrónimo del Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario. Una organización basada en el africanismo de las islas para reivindicar su derecho a la independencia.
El independentismo canario comenzó a ganar vuelo cuando en 1968, el Comité para la Liberación Africana de la Organización de los Estados Africanos (OUA), en una reunión en Argel, capital de Argelia, defendió y proclamó el derecho a la autodeterminación canaria y requirió a la ONU abrir un proceso de “descolonización”. Esta primera decisión, sin embargo, se ve aún más peligrosa por parte de España, cuando Argelia, al ver la evacuación española del Sáhara, se queda sin buena parte de su territorio que ganan Marruecos y Mauritania. Es la época en que Argelia da más cobertura a miembros del movimiento de liberación vasco y cobija el independentismo canario. Paralelamente, se registran atentados que se imputan al independentismo canario que en 1976 formaría las Fuerzas Armadas Guanxes.

Conesa se pone en marcha
A Conesa le encargan acabar con el movimiento, teniendo presente el apoyo que el independentismo canario tiene en Argelia. No le preocupa. El comisario contacta con un viejo conocido, Espinosa. De hecho, el policía había vivido en Argel, y había trabajado como carpintero, después de huir con su padre -comisario de policía- cuando terminó la Guerra Civil. De hecho, había colaborado con los servicios de seguridad franceses, y también con los argelinos, para perseguir republicanos exiliados en el país africano. Era el inicio de una carrera fulgurante como infiltrado, que continuaría con caídas de varios grupos anarquistas, preparando falsos atentados de los Grupos de Acción Revolucionaria Ibéricos (GARI), pasando información del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) o en operaciones clandestinas en la UGT y el PSOE.
Finalmente, en el año 1977, Conesa ordena a Espinosa que se infiltre en el MPAIAC y elimine de raíz el independentismo canario organizado. Espinosa recupera su nombre en clave, Ahmed, y a través de un militar argelino entra en contacto con Cubillo, con una persona interpuesta, un miembro de los GRAPO. Espinosa se presenta como Gustavo a Cubillo, y este le pide ayuda para organizar escuadrones del MPAIAC en Madrid. Espinosa regresa a Madrid con un plan que Conesa aplaude con las orejas: formar un falso escuadrón del MPAIAC en Madrid, al cual los GRAPO suministrarán los explosivos. Además, deberá perpetrar atentados que deben servir para enviar fondos a Cubillo. Oro en paño, Conesa conseguía una doble infiltración en dos organizaciones armadas en un solo hombre.

Gambas y alemanes
Los atentados se produjeron, pero fueron de baja intensidad. De hecho, los explosivos suministrados al falso escuadrón por parte de los GRAPO pasaban antes por la unidad de artificieros de la policía, que les rebajaba la intensidad. Desde el refugio argelino, Cubillo se quejaba por la poca relevancia de los atentados. Pero, las acciones armadas que se registraban en Canarias -diferentes de las de Madrid- ya comenzaban a inquietar el turismo y los servicios de inteligencia de los estados que enviaban a sus ciudadanos a pasar las vacaciones en las islas, como la República Federal de Alemania.
España quiere acabar con Cubillo e intenta secuestrarlo, con un operativo que debe preparar Espinosa. En un principio, intentan engañar a Cubillo con una operación un poco surrealista. En concreto, con la compra de un barco para pescar gambas en las costas argelinas y financiar el movimiento, además de con atracos, con la pesca de mariscos. El barco, sin embargo, en realidad debía servir para secuestrarlo en aguas internacionales, porque Cubillo, en tierra, tenía la protección de las autoridades argelinas. De hecho, era una especie de rehén para forzar un referéndum del Sáhara. La idea no prosperó.

Un accidente de aviación acelera las cosas
El 27 de marzo de 1977, hay un accidente de aviación en el aeropuerto de Los Rodeos, Tenerife. Mueren 582 personas. Todo debido a una amenaza de bomba en el aeropuerto de Las Palmas que obligó a desviar los vuelos a un aeropuerto más pequeño, poco preparado para grandes aviones de compañías internacionales. El MPAIAC reivindicó la bomba colocada en Las Palmas, a través de una agente cubana que tenía una relación sentimental con un canario que también tenía nacionalidad venezolana. Los escuadrones del MPAIAC en Canarias se descontrolan por parte de la policía -con atentados en comisarías de las islas-. Adolfo Suárez quiere acabar con los ataques y, de paso con el movimiento, y pide ayuda al PSOE de Felipe González, con contactos en Argelia, para que retiren el apoyo a Cubillo. Argelia no entra en la negociación. El entonces director general de Seguridad, Mariano Nicolás, recibe la orden de acabar con Cubillo, y se la encarga a Conesa, y este, a Espinosa.
El plan será buscar un asesino que provenga de la extrema izquierda española. Espinosa elige a José Luis González, simpatizante del FRAP. El acercamiento según la sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Nacional de 14 de junio de 1990, se argumenta con un engaño. Espinosa informa a González que tiene la misión de resucitar el FRAP, pero que primero hay que liquidar a Cubillo, por sus supuestos contactos con la CIA. González, a su vez, pide un socio, que será José Luis Cortés.
Espinosa les da 250.000 pesetas y dos pasaportes falsos, a nombre de Luis Muñoz y José Antonio Sandoval. Para entrar en Argelia se hacen pasar por unos técnicos de una constructora española que levanta una central eléctrica en Tindouf. Espinosa les entrega incluso unas cartas (falsas) de presentación. La misión se realiza rápidamente, el cinco de abril de 1977 ambos esperan a Cubillo en su domicilio del número 14 de la avenida Pekín de Argel. Sube al ascensor, y de repente, entran Cortés y González, que le dirigen unas palabras y lo apuñalan con ensañamiento en el vientre y la espalda con un cuchillo de pesca submarina que han comprado en Alicante, antes de partir hacia Argelia.

No lo consiguen
Ahora bien, Cubillo sobrevivió, aunque quedó hemipléjico de por vida. Los autores del atentado fueron detenidos y condenados por la justicia argelina, pero, aunque en el proceso argelino quedaba clara la participación de Espinosa, no entró en prisión porque se encontraba en Yugoslavia, haciéndose pasar por mecánico y rebautizado como Alberto Torremocha, después de haber recibido un millón y medio de las antiguas pesetas. Espinosa, sin embargo, fue juzgado después por la Audiencia Nacional por este atentado y condenado a 20 años de prisión de los cuales solo cumplió 6, con una resolución que consideraba probada la participación de los “servicios policiales españoles”.
A Conesa todavía se le espera porque entonces era jefe de seguridad de una cadena hotelera en Santo Domingo. En el año 2001, la sala contenciosa administrativa de la Audiencia Nacional obligó al Estado a indemnizar a Cubillo con 150.253,03 euros como víctima de terrorismo de estado. El 13 de marzo de 1982 Espinosa se jactaba de haber participado en el atentado de Estado en una inquietante entrevista en el diario La Verdad de Murcia. Murió, y con él muchos de sus secretos, el 19 de noviembre de 2016.