Felipe VI y el resto de Borbones dejaron de visitar Cataluña en los tiempos más álgidos del Proceso. Esta etapa se ha acabado y, de hecho, esta misma semana ha estado en Barcelona. Pero hay una ciudad donde todavía no puede poner los pies: Girona. A pesar de ser la sede de la Fundación Princesa de Girona (FPdGi), hace años que no se pueden entregar los premios que otorga la entidad. La ceremonia ha llegado a estar desplazada a Barcelona, pero este año la monarquía española y su entorno han intentado empezar la reconquista de Girona. Aun así solo han podido llegar hasta Caldes de Malavella, un pueblo de 8.000 habitantes de la comarca de la Selva –ni siquiera está en el Gironès–, a unos treinta kilómetros de la ciudad. Además, para poder celebrar el acto, protagonistas e invitados se tuvieron que atrincherar en un complejo turístico de lujo, el del polémico campo de golf del municipio, apartado del centro del pueblo. Aun así, no pudieron evitar una manifestación que se acercó tanto como permitió el férreo control de los Mossos d’Esquadra. Una protesta organizada por la Coordinadora Antimonárquica de Girona, que reunió a centenares de personas y que, semanas después, se completó con la aprobación en el Ayuntamiento de Caldes, que está en manos de Junts, una moción impulsada por la misma Coordinadora Antimonárquica y que declaraba que la población rompía todos los vínculos con la monarquía española.
Según explica el portavoz de la Coordinadora a
El nacimiento de la chispa republicana
El movimiento republicano de Caldes nació, como el resto de Cataluña, a partir de lo que se conocían como «centros republicanos». El periodista y escritor especializado en la historia de este pueblo Carles Ribera describe en conversación con
A principios del siglo XX, el movimiento social todavía era muy «prepolítico», sin una especial conciencia colectiva de la fuerza de los pueblos. Pero esta falta de conciencia cambió drásticamente a partir de la dictadura de Miguel Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923 – 30 de enero de 1930). Durante estos años de oscuridad, la pequeña semilla republicana -en aquel momento solo de idea y no de acción- había quedado completamente apagada pero, cuando Primo de Rivera muere y el general Dámaso Berenguer lo sucede, el movimiento vuelve a revivir.

Para Ribera, el detonador que convierte Caldes, del mismo modo que otras muchas localidades, en un pueblo plenamente republicano son las elecciones municipales del año 1931, las cuales permitieron instaurar la Segunda República Española. «Aquellas elecciones demostraron que la república funcionaba en los pueblos y las ciudades», comenta Ribera. Pero, ¿por qué esta cuajó más profundamente en Caldes que en otros pueblos de la zona? Según el historiador, Caldes tenía «todos los movimientos sociales de la ciudad concentrados dentro del pueblo», puesto que, a pesar de ser un pueblo agricultor, tenía una fuerte industria especializada en el embotellamiento de agua, y un gran sector turístico especializado en los balnearios. «Fusionaba la clase obrera propia de la industria de las ciudades, con las segundas residencias y las visitas a los balnearios de la burguesía catalana de la capital», comenta Ribera.
Otra de las peculiaridades que lo convertía en un pueblo especial era el transporte, puesto que el movimiento de los «ricos» hacia Caldes acabó provocando que esta fuera la parada más importante del trayecto de tren entre Barcelona y Girona. Una importancia que también se veía reflejada en más sistemas de transporte porque, tal como explica el historiador, «todos los autobuses que iban hacia Sant Feliu de Guíxols o Palamós» salían de Caldes. Así pues, esta confluencia de movimientos convertía Caldes en un «microclima representativo de todo el que pasaba en Cataluña».
Entre la lucha y la resignación
El año 1936, con el estallido de la Guerra Civil, Caldes se convirtió en un pequeño hagáis republicano. Como la inmensa mayoría de localidades de Cataluña constituyeron su Comité Antifascista, una milicia creada por el presidente Lluís Companys bajo la presión de la CNT y la FAI con el objetivo de combatir el ejército franquista. Durante toda la guerra, Caldes se convirtió en un pueblo de acogida de refugiados, y habilitó todo el espacio de los balnearios del pueblo para hacer hospitales de campaña. Era un pequeño «espacio seguro» dentro del caos de la guerra. A medida que el conflicto avanzaba, el pueblo iba acogiendo cada vez más refugiados, convirtiéndolo en uno de los puntos estratégicos del territorio catalán. «Incluso Companys venía a visitar Caldes durante la guerra. Era una zona clave», comenta Ribera.
El recuerdo en primera persona del escritor Joaquim Carbó, un niño en Caldes durante la guerra
El escritor Joaquim Carbó es una de las personas que vivió la Guerra Civil en primera persona en Caldes. Nacido en 1932, Carbón todavía guarda algún recuerdo de la situación convulsa que se vivió durante todos aquellos años en el pueblo. En conversación con
Pocos días antes de que cayera Girona ante el franquismo (el 4 de febrero de 1939), Caldes perdió su fuerza y muchos de sus líderes tuvieron que elegir si «quedarse y morir, o huir al exilio». Carbón recuerda el día que dos soldados republicanos que huían de la guerra llegaron al pueblo. «Llegaron a casa, en las afueras del pueblo, dos soldados cansados y famélicos. En respuesta a su petición de ayuda, las mujeres de la casa ofrecieron un plato de papilla de maíz muy calientes, ensaladas con un rayo de aceite de
La crueldad de la posguerra
Durante los primeros años de posguerra, la situación en Caldes fue «especialmente dura», según relatan varias voces en este diario. Los franquistas, que habían visto durante la Guerra Civil la capacidad de acogida de refugiados que tenía el pueblo, convirtieron los balnearios en puntos de acogida para soldados italianos y alemanes. «Habían luchado contra el franquismo y ahora cuidaban de sus aliados», explican. Tal como queda recogido en el libro
El escritor explica que, antes de recibir los «refugiados enemigos», Caldes también acogió centenares de heridos franceses, ingleses y canadienses. Estos dejaron rastro de su cultura que hoy en día todavía perduran: «Para hacer deporte, ellos mismos construyeron en un campo abierto la primera pista de baloncesto que hubo en el pueblo», asegura. Las vuelves, pero, se cambiaron rápidamente. Entre los años 40 y 46, además de italianos, los balnearios de Caldes también acogieron varios criminales de guerra de la ejército nazi, 24 en total. «Cómo puede ser, me pregunto ahora, que no me hubiera dado cuenta, ni, sobre todo, que no hubiera sentido hablar durante los años enteros que pasé en el pueblo? Quién me los escondió? Por qué no sentí nunca que alguien hablara, entonces?», se pregunta Carbón.

Renacer de las cenizas
Durante todos los años de dictadura de Franco, los movimientos sociales de Caldes quedaron apagados, pero con la muerte del dictador la voluntad luchadora renació de las cenizas. Una asociación de vecinos que en el pasado había sido una de las impulsoras del republicanismo del pueblo constituyó la primera lista política independiente. La lista que ganó las elecciones municipales del 1979.
Durante 16 años fueron los independientes los que gobernaron el pueblo, hasta que el año 1995 ya decidieron no presentarse más a las elecciones y dejarlas en manos de los partidos. El cambio de contexto social y político también ha convertido Caldes en un pueblo más «independentista» que «republicano», pero con espíritu de lucha. El último gran ejemplo de esto es que se mantienen en pie de guerra por frenar la ampliación del complejo Camiral Golf & Wellness que quieren implementar desde la organización de Ryder Cup y de la Federación Española de golf. Ahora, desde Caldes también luchan para dejar de ser «el pueblo donde venden los reyes a entregar premios» y volverse a convertir en un pueblo única y exclusivamente republicano.