Tercer año de Oriol Junqueras como profesor en la Universidad Catalana de Verano, que se celebra esta semana en Prada, en el Conflent. De hecho, este lunes ha sido el ponente principal del curso de historia de la UCE que dirige Àngel Casals, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona. Junqueras ha aprovechado la ocasión para hacer una de sus actividades preferidas y que profesionalmente domina más, la de divulgador. Todo ello en un marco en el que la inhabilitación a raíz de la sentencia del Proceso y la inaplicación obstinada de la amnistía por parte del Tribunal Supremo no le permite volver a la plaza de profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona.

En todo caso, la UCE le ha permitido explayarse con una charla titulada El impacto de la guerra de Sucesión y los Decretos de Nueva Planta. Una explicación de un curso académico descrito como las Crisis institucionales en los Países Catalanes. Junqueras, sin embargo, no ha estado solo. El final de la clase ha contado con Casals, con quien se ha repartido la explicación de las conclusiones sobre lo que supuso la derrota de 1714 y la aplicación en todo los Países Catalanes del Decreto de Nueva Planta, es decir, la nueva legalidad en Cataluña dirigida desde Castilla. La conclusión ha sido contundente y comprensible. Según los dos historiadores, la represión y el cambio de sistema institucional que supuso la caída de Barcelona y la retirada de la Alianza que luchaba contra la corona borbónica implicó que «los catalanes dejaron de hacer política y se dedicaron a hacer otras cosas».

Oriol Junqueras, antes de su charla en la UCE/Josep Maria Montaner/UCE
Oriol Junqueras, antes de su charla en la UCE/Josep Maria Montaner/UCE

Una derrota transcendental

El coloquio entre los dos historiadores ha sido precedido por la clase de Junqueras que, sin ningún papel, y con un relato claro y bastante pedagógico, ha expuesto el contexto internacional que facilitó, o más bien provocó, la guerra de Sucesión. Una larga batalla que supuso el final del régimen político y legal de Cataluña basado en las constituciones propias. Una derrota que se convirtió en la desaparición de un sistema institucional. En cambio, si hubiera ganado la alianza anglo-holandesa que defendían los catalanes, «no sería del todo extraño que el sistema parlamentarista catalán hubiera evolucionado como lo hizo en Inglaterra u Holanda, a quienes reconocemos la paternidad del sistema democrático».

«La derrota catalana en la guerra es la derrota del sistema parlamentarista, de cortes y constituciones, de equilibrio de poderes internos», ha especificado Junqueras. En este sentido, ha recordado que este sistema impedía que la política monetaria y fiscal fuera una arbitrariedad del soberano o que los vecinos catalanes no pudieran ir a la guerra fuera de su ámbito territorial. Es decir, era un sistema que más allá del juego legalista tenía consecuencias en la vida diaria de la gente, como por ejemplo, la exención del pago del impuesto de la sal. De hecho, los catalanes fueron el precio que la Alianza anglo-holandesa hizo pagar a la monarquía hispánica y la francesa, pero que pagó más la corona castellana, con la cesión de Menorca, Gibraltar, el «bajel de permisión» o «el asiento de negros» -sistemas de monopolio de las rutas comerciales con las colonias. Unos detalles que muestran cómo no fue Francia quien perdió los monopolios comerciales o territorios especialmente sensibles como Gibraltar o Menorca.

Àngel Casals, en un momento de su conferencia con Junqueras/Josep Maria Muntaner-UCE
Àngel Casals, en un momento de su conferencia con Junqueras/Josep Maria Muntaner-UCE

Seis consecuencias del 1714

Después de una extensa contextualización de la llegada de la guerra de Sucesión, tanto Junqueras como Casals han analizado las consecuencias del decreto de Nueva Planta. La primera fue lo que definen como la «desaparición del Estado catalán», es decir, «la destrucción de buena parte de los elementos de las instituciones catalanas que suponía no priorizar un elemento aristocrático. Como segunda consecuencia, razonan que supuso «un intento de borrar la memoria», más allá «de una represión personal fortísima» que supone la tercera consecuencia. Como ejemplos ha recordado el lucimiento del pendón de Santa Eulalia para exhibirlo en la catedral de Atocha en Madrid, fundir la campana del Sometent o cambiar los nombres de todos los municipios del País Valenciano.

Como cuarto efecto, han coincidido en la «toma del control del orden público a los catalanes», prohibiendo el Sometent, desarmando a los catalanes e incorporando un nuevo cuerpo como los Mossos d’Esquadra, controlado por la Real Audiencia Pública. Pero la quinta consecuencia es posiblemente la que tiene una lectura más polémica en un contexto político como el que ha vivido el país los últimos años. «Los catalanes dejaron de hacer política y se dedicaron a hacer otras cosas», han concluido. Un hecho que explicaría el crecimiento económico y cultural del país, aunque fuera en castellano, y «una sociedad civil muy potente que suple lo que el estado borbónico no hace». Y una sexta consecuencia llegará a la «segunda mitad del siglo XVIII cuando los intelectuales se obligaron a sí mismos a repensar España, el país y el estado».

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