Tarde de conmemoración en la Universitat Catalana d’Estiu (UCE) con cambio de escenario incluido. Este martes, el grueso del rectorado y del alumnado se ha trasladado en un bus colegial de Prada, en el Conflent, a Prats de Molló, al Vallespir, población conocida como la villa de “la memoria y la solidaridad”. Su ubicación en el norte del Coll de Ares la convirtió en el gran refugio de los exiliados catalanes de la Guerra Civil española. Pero, el exilio no era la temática del acto central del día en la UCE, sino uno de los episodios más sonados del independentismo del siglo XX. En concreto, el levantamiento militar contra la dictadura de Primo de Rivera y para la proclamación de la República Catalana, que se ha bautizado con la fórmula muy catalana de “hechos de Prats de Molló”, como se ha utilizado en otros episodios disimulados de la secuencia histórica catalana como “los hechos de octubre del 34” o “los hechos de mayo del 37”.
El Fogar Rural del municipio se ha llenado para oír las explicaciones sobre el contenido, la historia y los detalles del levantamiento liderado por el presidente Francesc Macià en 1926. Un acto de “base insurreccional” propio de la época que entronizó a Macià no solo como un símbolo separatista sino como “el único líder opositor” a la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Los encargados de detallar la historia de aquella insurrección frustrada gracias a la infiltración de los servicios secretos italianos han sido tres historiadores con oficio: Fermí Rubiralta, Jordi Casassas y Agustí Colomines, que, además, en su listado de tareas acumula la de diputado de Junts per Catalunya, con la función de ser el ideólogo del “frente patriótico” que quiere articular la formación que lidera Carles Puigdemont. Un acto que ha acabado con una visita guiada en la Casa Macià del municipio con un cicerone de prestigio como es el consejero de Cultura en el exilio y diputado de Junts Lluís Puig.

“Un eslabón de un proceso mucho más largo”
Colomines no ha evitado la ironía al comparar los inicios del movimiento independentista contemporáneo y su talante convulso con la actualidad de la biosfera soberanista. En todo caso, tanto Rubiralta como Colomines y Casassas han contextualizado como una maniobra propia de la época -como el caso de Irlanda-, el movimiento de Macià de querer entrar a Cataluña, hasta Olot, con pelotones armados y declarar la República con la connivencia de una huelga general revolucionaria de la CNT y el levantamiento de algunas guarniciones militares dirigidas por oficiales masones y republicanos. De hecho, Colomines ha recordado que Macià solo tenía presente tirar “adelante un proyecto de autogobierno” y, para este objetivo, es “evidente que utilizó todo tipo de apuestas”. Así, lo ha definido como un ”eslabón más de un largo proceso” de creación del independentismo moderno.
En el mismo sentido, Rubiralta ha insistido que Macià no era uno de los hombres más radicales, en comparación a la acción que propugnaba Daniel Cardona, líder de Nosaltres Sols y muy crítico con las alianzas que el líder de Estat Català podía tener con fuerzas españolas. Como anécdota, Rubiralta ha recordado que los grupos y los pelotones d’Estat Català que estaban acostumbrados a vivir en la clandestinidad se adaptaron “muy bien” a la dictadura. Así hicieron un paso más allá de “apalear algún vicario que decía las misas en castellano o echar bombas fétidas” para llegar al Complot del Garraf, un atentado fallido contra Alfonso XIII. Sea como sea, el movimiento de Macià fue “simbólico” y sirvió para organizar la dispersión del incipiente movimiento independentista. De hecho, Rubiralta ha destacado los elementos en común que esta insurrección podía tener con las “carlinadas” o con las “tácticas garibaldinas” -propias de la unificación italiana- en su actuación.

En todo caso, Rubiralta ha subrayado, con el apoyo de Casassas y Colomines, que Macià fue bastante hábil para utilizar la desarticulación del movimiento para internacionalizar la causa catalana. El grupo insurrecto fue pillado
