«¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república?». Esta es la pregunta que 2.286.217 catalanes respondieron en el referéndum del Primero de Octubre del 2017, este martes se cumplirán siete años. Fue el momento álgido de un proceso de independencia que se puso a andar ahora hace quince años con la consulta de Arenys de Munt. El ‘sí’ se impuso con contundencia el 1-O, con un 90% de los votos, por solo el 7,8% en contra, y hubo una participación del 43% del censo. Pero más allá de los resultados, en la memoria de muchos catalanes hay los nervios que vivieron las personas que custodiaban los colegios, gente llevando las urnas a los centros para empezar la votación a primera hora de la mañana, la brutalidad a golpe de porra de los policías españoles contra la ciudadanía para intentar parar el referéndum o la incertidumbre sobre como el Gobierno catalán cumpliría aquel mandato. Fueron algunos de los momentos que marcaron aquel día histórico. El Primero de Octubre, como dice el título de la canción de Ovidi Montllor, será un día que durará años, por todo lo que se vivió en aquella jornada, pero también por todo lo que se produjo después: desde el paro de país hasta el discurso del rey español Felipe VI el 3-O, desde la declaración de independencia en el Parlamento de Cataluña –nunca implementada– hasta la aplicación del 155, la llegada de la prisión y el exilio, los indultos, la represión y la reciente amnistía, con muchos casos, como el del presidente en el exilio, Carles Puigdemont, todavía para aplicar.
¿Cómo pasará a la historia el Primero de Octubre? ¿Cuál es el análisis retrospectivo que se puede hacer ahora que ya han pasado siete años desde entonces? ¿Era imaginable todo lo que ha pasado desde entonces hasta ahora? Siete años no son muchos para tener una perspectiva amplia de aquel hecho histórico, pero es un margen suficiente para hacer un primer análisis con tres historiadores y para analizar los aciertos y los errores de una jornada que a muchos catalanes les ha quedado grabada en la retina.
El escritor e historiador Xavier Diez, licenciado en filosofía y letras por la Universidad Autónoma de Barcelona, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Girona y colaborador d’El Món, deja claro que todavía «es muy difícil valorar el impacto» del referéndum, pero se muestra contrario a verlo «como una derrota o como una victoria», y cree que es un episodio histórico que supuso «un antes y un después en las relaciones de Cataluña y España, pero también incluso de Cataluña con ella misma». En este sentido, dice que para muchos catalanes supuso «una especie de pérdida de la inocencia» porque confiaban en que vivían en una democracia y se encontraron que, en su relación con España, «se enfrentan a un monstruo autoritario». «Hemos perdido pasión, pero se ha estabilizado el divorcio emocional y no hay vuelta atrás», sentencia.
El historiador y expolítico Jaume Sobrequés considera aquel día como el «momento álgido» del independentismo en Cataluña, cuando el movimiento «tuvo más fuerza». Es decir, «el punto más elevado de la posibilidad y de la conciencia colectiva de que la independencia era una opción posible». Cree que a partir de aquel momento esto se ha ido «diluyendo», pero deja claro que «no ha muerto».

«Errores de cálculo» del independentismo en los tres factores clave del movimiento
Joan-Pau Rubiés, historiador y profesor de investigación ICREA Departamento de Humanidades de la UPF, considera que aquel día «fue muy importante y muy positivo» para demostrar que había una sociedad civil que quería votar y un Estado español que, en el momento de la votación, reaccionó con «políticas muy agresivas». Esto último, Rubiés lo atribuye a la formación de un «españolismo agresivo» que quería aprovechar la ocasión para recortar todavía más la autonomía, pero más allá de esto apunta que hay «tres factores clave» en un movimiento independentista: el apoyo interno, la cultura política del Estado y la manera como reacciona y la simpatía internacional que pueda generar el movimiento. Aun así, apunta que la huelga general del 3-O supuso «el momento de máximo éxito» porque, a parecer suyo, «demostró un consenso todavía superior al del Primero de Octubre».
Con la perspectiva que otorgan estos siete años, el historiador de la UPF señala que el liderazgo independentista cometió «errores de cálculo» en los tres factores clave del movimiento. Así, detalla que «no calcularon la capacidad de movilización de la oposición interna de tipo españolista, y crearon la ilusión de que Cataluña eran ellos». «De hecho, estaba claro que mucha gente que no decía nada y que se callaba, cuando se encontraron en una situación de mucha tensión política, se organizó», subraya, y añade que el fenómeno Ciutadans, y su victoria el 23-D, solo se explica cómo una reacción interna del «voto españolista». El segundo error, apunta, fue pensar que podrían «obligar» al Estado español a negociar porque, según remarca, en la historia política de España, el principio de unidad siempre prevalece sobre cualquier otra consideración.
«Ellos estaban dispuestos a destrozar el estado democrático español si hubiera hecho falta para mantener el control de Cataluña», señala Rubiés. Y añade que el independentismo «se equivocó» pensando que el Estado no haría según qué cosas. Sobre el tercer elemento, la simpatía internacional, apunta que la balanza se fue decantando a favor de España después de una «sinergia muy positiva» con el independentismo. A medida que aumentó el conflicto, los recursos de propaganda exterior del Estado español «empezaron a crecer» y Europa pasó de «la neutralidad al apoyo en el Estado español». «Estos tres factores juntos no se tuvieron bastante en cuenta, al principio», resume.
La perspectiva de un momento «irrepetible»
Para Jaume Sobrequés, lo importante de aquel momento fue que no era solo un movimiento de base de la ciudadanía y de las entidades, como la ANC o Òmnium Cultural, sino que también las instituciones y el mismo Gobierno de Cataluña adoptaron un papel líder en la convocatoria del referéndum. «Fue una constatación empírica de la fuerza que tenía el movimiento independentista, arraigado en el Parlamento y el Gobierno», apunta. Y opina que «fue un momento realmente irrepetible, al menos en un horizonte más o menos inmediato». El historiador y expolítico también señala que hace siete años «había una ilusión, una convicción, de que esto era posible y de que el país tenía la fuerza para hacerlo posible», y, en este sentido, subraya que los historiadores deben tener mucho cuidado y «no juzgar o analizar el hecho histórico de un momento determinado teniendo en cuenta las circunstancias del presente».

Xavier Diez pone de manifiesto que fue un episodio histórico «lleno de luces y sombras» porque, por un lado, se pudo probar que con la movilización «es posible poner contra las cuerdas España» y se demostró una gran capacidad de autoorganización con la «ilusión de construir una nueva sociedad más justa», pero, del otro lado, se evidenció que hay que preparar mejor las estructuras de estado y el día después» y, además, el «miedo paralizador» frenó a la clase política y a algunos activistas sociales. «Es un punto de inflexión en el cual hay un divorcio de la sociedad catalana respecto de España», resume, y también añade que «en la sociedad española se ha normalizado el racismo y el comportamiento colonial contra los catalanes». Ahora, la cuestión es cómo recuperar la ilusión y cómo combatir el miedo», concluye.
Una mayoría a favor del referéndum y una lectura «no correcta» del momento
Por su parte, Joan-Pau Rubiés remarca que el referéndum fue una demostración de que en Cataluña «había el consenso que el referéndum era una manera de solucionar el problema» que se arrastraba desde la época del Estatuto, un consenso que había llegado a tener un 80% de los apoyos incluyendo a personas que «estaban en contra de la independencia». Pero, según él, actualmente este consenso alrededor del referéndum es un tema del pasado y ahora «ya no existe». «Esto se perdió, pero en aquel momento sí que existía», subraya, y lo atribuye a «una lectura no correcta de aquel momento».
El profesor de la UPF considera que «los errores de cálculo del liderazgo independentista condujeron a no reaccionar con suficiente inteligencia en los días posteriores». En este sentido, señala que la proclamación de independencia en vez de convocar nuevas elecciones, que abrió la puerta al 155, «aisló al independentismo dentro de Cataluña». «Pienso que fue un error de lectura del liderazgo independentista» y cree que los «errores de lectura» fueron «no entender España, no ver bien que muchos ciudadanos de Cataluña no son catalanistas ni entienden la cultura catalana, y que, por lo tanto, la mayoría esta no existe, y no entender como funciona Europa y cuáles son sus prioridades». «El liderazgo independentista hizo una lectura equivocada y convirtió un éxito en una derrota. Es decir, el éxito del 1 de octubre se convirtió en una derrota en las semanas, meses y años posterior», concluye.

En cambio, Diez señala que «hubo una gran confusión entre todos los contendientes. Por un lado, los independentistas podrían haber ido a fondo, con riesgo de represión, pero se quedaron a medias y tampoco evitaron la represión». «Si se hubiera abortado el referéndum, y se hubiera sustituido por unas elecciones, esto tampoco habría ahorrado la represión, porque va con la naturaleza consustancial de España». «Mientras Cataluña continúe dentro de España, la relación normal con España es la represión y la opresión, porque las dos van ligadas». Sobrequés también recuerda que el Estado español reaccionó al Primero de Octubre con «una represión salvaje que no se había dado nunca a la historia de este país», pero, a pesar de ser un hecho «absolutamente inadmisible», lo califica de «lógico y normal», teniendo en cuenta las circunstancias de aquel momento, con el gobierno español presidido por Mariano Rajoy y la mayoría española del PP.
La represión del momento y una situación que podría haber sido «mucho peor»
Rubiés cree que lo que ha pasado desde entonces hasta ahora «podía haber sido mucho peor» si el españolismo de derechas hubiera podido «articular una mayoría», y cree que «los errores de la derecha españolista han salvado la situación, para amortiguar una situación muy peligrosa». «Si en las últimas elecciones el PP y Vox hubieran ganado las elecciones, ahora estarían todos en prisión», y, además, «tendríamos otro 155, mucha tensión, mucha fractura social, estaría la situación mucho peor», concluye. Diez, en cambio, opina que esto es «difícil de saber», porque el PSOE es «el gran partido de orden», y cuando gobiernan ellos el Estado español «es estable», pero concluye que «los dos usan la misma música pero con letras diferentes». «Nadie ha sabido hacer una lectura correcta del 1-O, porque los políticos profesionales viven en su burbuja y tienen poco contacto con la realidad», remarca, y señala que con el PP en el gobierno español «habría muchos más conflictos y probablemente podría haber mucha más movilización e inestabilidad».