Lluís Puig, (Terrassa, 1959), el conseller de Cultura en el exilio y diputado de Junts en el Parlamento, atiende a El Món en Perpiñán. La conversación es sobre el caso de Sijena, por el que será juzgado por desobediencia este jueves, 20 de febrero, en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). Su posición quedó clara en la primera parte de esta entrevista, que este diario publicó el sábado, en la que Puig subrayaba que la manera como el gobierno español se llevó las obras, con la Guardia Civil confiscándolas de madrugada, fue para «visualizar el 155». En esta segunda parte nos explica el exilio, cómo ejerce de diputado y, sobre todo, su relación con Toni Comín, ya que apoyó a su principal rival en las elecciones al Consell de la República.
Quiero recordar que usted abre la puerta del exilio.
La puerta del exilio sigue estando. Ahora lo tenemos pendiente. El presidente Carles Puigdemont, Toni Comín y yo sabemos que el 10 de marzo el Tribunal Supremo debe resolver nuestro recurso de apelación por la no aplicación de la amnistía. No esperamos ninguna novedad. No creemos que la sala de apelaciones corrija a Pablo Llarena. No tengo ninguna ilusión, ni optimismo, ni esperanza. Lo único evidente es que a partir de esta resolución, que han retrasado creo que más de medio año, es que se nos abre la puerta para presentar un recurso de amparo al Tribunal Constitucional, por vulneración de derechos.
Ya han comenzado a admitir los recursos, ahora los de Oriol Junqueras, Dolors Bassa y Raül Romeva.
No sé si los irá resolviendo uno a uno, estos recursos, o esperará a que lleguen los nuestros para resolverlos juntos. No sabemos ni qué hará, ni cómo, ni cuándo, pero en todo caso la esperanza o la ilusión es que levanten las medidas cautelares de detención. Aunque el recurso tarde, el regreso sería inmediato.
En caso de que se cumpla esta ilusión, ¿dejaría la política activa?
No quiero ni pensarlo porque siempre que he hecho planes, siempre que he hecho futuribles… nunca los he acertado. En estos siete años, al final nos hemos acostumbrado a ir tomando decisiones día a día, partido a partido. No me planteo ahora la política más allá del trabajo que estoy haciendo como diputado, porque en el ámbito de partido, de estructura, soy un militante más.

¿Cómo se ejerce de diputado en el exilio?
Esto es algo que mucha gente me pregunta. ¡Todo el día colgado del teléfono y dominando todas las plataformas de videoconferencias! También es verdad que cuando quedo ahora con gente aquí, en la Cataluña Norte, sobre todo con la gente que viene de Girona o de Figueres, o de Vic, veo que prefieren venir aquí que entrar a Barcelona. Con videoconferencias también tengo que decir que cuelgas de una reunión y al minuto ya estás linkado y conectado a la siguiente reunión. Esto significa que el ahorro de tiempo, de desplazamientos y de horas muertas es importante y además las videoconferencias nos han aumentado la virtud que ya tenían los catalanes de ser puntuales porque en una videoconferencia si entras dos minutos tarde ya te lo has perdido.
Pero claro, no es lo mismo que poder estar en la cámara.
Básicamente para reuniones presenciales y para los plenos, que con la reforma del reglamento de esta legislatura solo puedo delegar el voto en las comisiones en las que participo. Cuando me toca hablar, el presidente de la mesa me da la palabra y me pasa a pantalla. Hay veces que los de Vox se levantan y se van enfadados.
Esos siempre están enfadados.
Parece que les provoca algún tipo de alergia. Pero cuando son las votaciones voto a mano alzada como todos los miembros de la comisión. En las comisiones es fácil contar las manos alzadas cuando es a favor o en contra o abstención. Como diputado, claro que mi ilusión sería volver al salón de plenos del Parlamento y entrar como diputado y sentarme en la silla. Pero veremos… porque si me inhabilitan por el caso Sijena y aún no he regresado, ya no regresaré como diputado.

Mientras todo esto dura, hay un exilio de siete años y cuatro meses y la situación es un poco difícil. Hemos visto las elecciones a Consell de la República con poca participación y un castigo brutal a Toni Comín. Por cierto, usted apoyó a Jordi Domingo. ¿Cómo es eso?
Bueno, apoyé a Domingo porque me parece un señor sensato y un señor que era capaz de, al día siguiente, cuando se le proclamara oficialmente, poder trabajar con todo y todos. Con todo y todos. Ahora con las salidas de tono que están saliendo no sé si tendrán posibilidades de trabajar con todo y todos. Me han extrañado las reacciones después de los resultados, básicamente porque es un reglamento, tanto del proceso electoral como del recuento, con el que siempre se habían hecho las elecciones al Consell de la República. O sea, no es que se haya hecho un procedimiento nuevo ni diferente. Por lo tanto, quiere decir que, si este procedimiento no es bueno, es como invalidar todos los procesos anteriores, incluso el que sirvió para elegir al presidente Puigdemont. Creo que es descabellado. Pienso que no es lo que conviene al Consell. Personalmente, cada uno sabrá qué le conviene. Pero yo sí que tengo ganas de que haya un Consell y salir de este foco mediático por problemitas que parecen problemas de criatura. Seguro que son muy serios para la gente que los hace, pero no benefician en nada al Consell. No benefician que haya más participación electoral ni llevan a ser más fuertes ni benefician para poder trabajar con calma.
Por lo tanto, usted dice que el señor Domingo es una persona sensata y que sabrá trabajar transversalmente. ¿Eso significa que el señor Comín no es ni sensato ni sabría trabajar transversalmente? ¿Cree que debería haberse retirado?
Ahora no creo que se retire nunca. En todo caso, él hacía una bandera del exilio y yo sabía que, posicionándome, estaba diciendo que había otro exilio que no piensa como él. Pero con nuestros acuerdos y desacuerdos durante siete años, ha habido de todos los colores. Bueno, él tiene su estilo y su forma de entender las cosas, diferentes de las mías, claro. Tampoco pienso implicarme en el nuevo equipo. Apoyé a Domingo porque me parecía que valía la pena dar la cara. Nadie me ha criticado por haber dado el paso y más bien la gente me ha agradecido que me posicionara.
