Laure Vega (Laura Fernández Vega, Sant Boi de Llobregat,1991), la actual portavoz del secretariado nacional de la CUP y que fue la candidata revelación de la campaña de las elecciones estatales a raíz de un discurso viral, se ha presentado esta semana como nueva diputada del Parlamento, en sustitución de Dolors Sabater, con un discurso centrado en sus raíces familiares y también contra la oligarquía porque, según denuncia, «hay unas dinastías en Cataluña y en el Estado español que han estado dominando el país durante muchísimos años». Vega –que no utiliza el apellido Fernández porque en clase eran cuatro niñas con el mismo nombre y apellido y hacía falta alguna manera de evitar equívocos– acumula trayectoria dentro del tejido social de Sant Boi, sobre todo en los ámbitos cultural y feminista, y deja muy claro que en Cataluña «no es el mismo decirte Pujol o Ferrusola que Fernández». En esta entrevista, donde también aborda otras cuestiones de actualidad, habla de la refundación de la formación anticapitalista y el futuro del independentismo, que, según ella, tiene que dejar atrás el «resentimiento» y la «nostalgia».
Usted fue la candidata revelación de la campaña de las elecciones españolas a raíz de un discurso contra el establishment que se viralizó…
Me asusté un poco porque estaba haciendo un acto a Santo Boi, que es casa, y estaba yendo muy bien y no pensaba tampoco que tuviera ningún tipo de impacto. Pero creo que políticamente fue interesante, como los debates que se despliegan sobre los barrios, sobre las composiciones de los barrios, de poder hablar sobro que dentro de la misma ciudad de Barcelona hay diferencias importantes en la media de vida entre Nueve Barrios y Pedralbes u otros barrios. Creo que fue
No entró en el Congreso pero ¿le habría gustado?
Sí. Creo que cuando estamos militando en la CUP, donde no entras con un rol, asumes que la no profesionalización de la política quiere decir que en algún momento te puede tocar otro lugar que no sería tu lugar natural. Pero creo que es potente que podamos ir a espacios que han sido creados para estar y no nos quieren, en el caso del Congreso por razón de nación y el eje izquierda-derecha, y que los podamos ocupar.
¿No entrar fue un revés para la CUP?
Sí. Creo que sería poco sincero decir que no nos importan los resultados electorales. No es lo más importante porque hay otras cuestiones, como la de poder batallar ciertas cosas o los ámbitos sindicales, pero cuando la gente no confía en tí… Quiero decir, un voto es una persona que ha hecho un ejercicio de confianza en un proyecto político y, si no lo consigues, quiere decir que algunas cosas están fallando y las tienes que cambiar. Por lo tanto, sí que fue un revés.
Y ahora toma el relevo de Dolors Sabater en el Parlamento…
Creo que se tiene que desmitificar la idea del pobre cargo público, la heroicidad y toda esta cosa que se le pone alrededor porque, bien, para mí será un año bastante más tranquilo que si estuviera teniendo que buscar trabajo o como toda la situación que tiene la gran mayoría del país. Lo que pasa es que esto no quiere decir que no te impresione un espacio de este tipo donde tampoco has estado llamado esencialmente para estar.

Pero usted iba de once… ¿Cómo se ha gestionado que usted fuera la escogida para sustituirla?
Yo iba de once por Barcelona, no tendría que haber entrado y no lo tenía previsto. Del mismo modo que en los otros relevos… En los momentos que haces las listas muchas veces hay una disponibilidad de la gente que se pone, pero después la vida sigue y ya hace tres años. Otros compañeros no lo podían asumir y en mi caso sí porque ya formaba parte de la nacional. No tuvo mucho más misterio.
Esta semana se ha estrenado en el Parlamento con un discurso marcado por la familia, recordando de donde viene, y contra la oligarquía…
Para mí es importante que no se piense que todo el mundo está en un lugar de neutralidad. No es lo mismo llamarte Pujol o Ferrusola que Fernàndez, que ni siquiera utilizo porque éramos cuatro a clase con el mismo nombre y apellido. Hay unas dinastías en Cataluña y en el Estado español que han estado dominando el país durante muchísimos años y para mí era importante situar que no todos somos exactamente el mismo. Y pienso que el problema que tenemos como país son estas oligarquías, que no es tan fácil a veces que lo podamos ver. Pero hemos visto como había emprendidas que siempre han estado, una empresa catalana como Codorniu, que en un momento determinado como el 1 de octubre se va del país, y creo que esto es importante situarlo. Creo que teníamos que entrar en el Parlamento dejando claro que a veces parece que el Govern se vea atrapado en segundos qué cuestiones y crea que su enemigo pueden ser colectivos como los sanitarios o los maestros, porque están reclamando una serie de cosas. Pero pienso que un gobierno de izquierdas nunca tendría que pensar que su enemigo es su población que le reclama mejoras. Su enemigo tendría que ser esta oligarquía, y creo que esto lo tendríamos que poder compartir con Esquerra Republicana.
¿Qué espera de este año que tiene delante, en el Parlamento?
Yo estaré sobre todo haciendo Trabajo y más adelante Economía y Cultura, que son las dos cuestiones que llevaba la Dolors. Y lo que esperaría es que Esquerra aproveche este año para hacer el giro que necesitemos. Nosotros pactamos una serie de cosas a la investidura, como por ejemplo la renta básica universal, la farmacéutica pública o la energética pública, que eran cuestiones capitales y que hemos ido viendo que no cumplen. Esquerra no tenía el Govern desde los años treinta y que haya vuelto a pasar por aquí y no haya ningún proyecto que se haya desarrollado me sabe mal como país. Por lo tanto, esperaría un cambio en este sentido.
Ustedes se abrieron a negociar los presupuestos de Aragonés. ¿Cómo van los contactos?
Ya ha habido un segundo encuentro y estamos pendientes de la tercera. Nosotros escuchábamos reiteradamente en los plenos que nos alargaban la mano y esto no se acababa de concretar en nada, entonces hemos cogido esta mano y hemos puesto una serie de cuestiones sobre la mesa, que no son nuestro programa. Con la CUP siempre hay este juego entre aquello que consideraríamos que se tendría que hacer realmente y el que pedimos a quién gobierna, que es bastante de mínimos y asumible. Si Esquerra tira por aquí, pues querrá decir que el año se encara diferente, podemos hacer unos presupuestos conjuntos que son para mayorías. Si apuesta por pactarlo con el PSC y decantarse por un Cuarto Cinturón, por el Hard Rock y la ampliación del aeropuerto, es obvio que no es nuestro programa y no es el que necesita el país.

Si se pactan estas medidas con el PSC, ¿no entrarán?
No es una cuestión de medidas sino de cuál es el modelo. Si, en un momento de sequía, se opta para hacer cosas como el Hard Rock es obvio que el modelo no es el que hace falta y que directamente todo el que se nos diga que pasará, no pasará. Es muy difícil, desde aquí, confiar en un partido político.
¿Impulsar vivienda pública, hacer frente a los desahucios, acabar con los cortes de luz, cambiar el modelo económico y medidas para hacer frente a la sequía que sufre Cataluña, entre otros, son medidas asumibles por el Govern?
Son perfectamente asumibles para un gobierno de izquierdas. No estamos diciendo ‘acabar con la propiedad privada a la vivienda’ y que toda la vivienda sea público. Y, además, parece que no sea factible y después tenemos ejemplos como el de Viena, donde la mayor parte del parque de viviendas es público. Impulsar la vivienda pública es asumible y es de urgencia porque hay un desahucio cada hora.
Aragonès advirtió que poner «muchas líneas rojas» puede imposibilitar un acuerdo…
Para mí es problemático que Esquerra Republicana, con el nombre que tienen, crean que esto son líneas rojas. Son una serie de propuestas que, si todos fuéramos bien, ya serían suyas porque es del que estaremos hablando después en campaña. Estamos en un año, más o menos, de una campaña y la harán con medidas que ahora mismo dicen que son líneas rojas. No creo que la CUP esté poniendo líneas rojas, está hablando de unas propuestas de mínimos para el momento. Si esto fuera bien, podríamos hablar de más cosas.
Por otro lado, como formación, ¿es un año que la CUP tiene que aprovechar para refundarse de cara a las elecciones?
No nos refundamos de cara a las elecciones. En realidad ha sido una coincidencia, porque vivimos en un país donde todo el rato hay elecciones. Sí que es el año de esta refundación y que la CUP pueda volver a pensar cómo se convierte en el espacio de referencia de las trabajadoras de Cataluña y en un partido independentista y de izquierdas, donde la mayoría de la gente apueste y se lo crea.
Usted advirtió en el Congreso Nacional Abierto, que sirvió como pistoletazo de salida del Proceso Garbí, de la necesidad de ser más. La CUP, como el resto de formaciones independentistas, ha ido perdiendo apoyos. ¿A que lo atribuye?
Creo que esta cuestión es multifactorial. Como que no solo es la CUP y está pasando al conjunto del independentismo, creo que haría falta una reflexión profunda porque la independencia no solo era una cuestión de sí o no, también llevaba aparejada un modelo de país. Y por eso crece de manera vertiginosa desde los 80 y 90 hasta llegar además de un apoyo del 50%. No es solo una cuestión que se nace independentista, sino que la gente lo construye desde una vertiente social porque cuando pensabas en la República Catalana las posibilidades eran inmensas y el país, de alguna manera, estaba tensado hacia la izquierda. Junts incluidos, digamos, que aprobó una ley de regulación de los alquileres. Ahora es otro momento, pero en aquel momento se crecía así. Entonces, ¿qué pasa cuando tú tienes estos partidos en un gobierno, que no es nuestro caso pero sí el de ERC y de Junts, y no estás viendo que algunas de estas cosas estén pasando? Te la puedes jugar contra un Estado y puedes poner el cuerpo, como se hizo el 1 de octubre y el 3, porque te mueve una emoción y una posibilidad, pero si después esta gente está en el Gobierno y tiene la posibilidad de hacerlo y no lo hace, hay esta sensación de que te han engañado.
Y creo que lo que ha marcado los años posteriores del 2017 hasta ahora es este resentimiento, porque no se nos dijo que es lo que tenía que pasar después del 1-O. No están pasando las cosas que tenían que pasar, la vida cada vez es más difícil y, por lo tanto, hay una separación muy grande entre la política institucional y la gente. Y aquí la CUP tiene que hacer autocrítica porque, a pesar de que no hemos estado en el Gobierno catalán, hemos formado parte del que ha estado el que ha pasado desde el 2017 hasta ahora. Hay que hacerse cargo de que hay este resentimiento y superarlo. El resentimiento es un lugar desde donde no te puedes mover. Hay que superarlo y poder reafirmarte como un partido que tiene un programa y que tiene unas expectativas serias de poder dirigir este país hacia algún lugar y, a partir de aquí, ver si hay esta confianza.

En la asamblea de Girona también hizo un llamamiento a construir «una cosa enorme sin resentimiento ni nostalgia». ¿Hay resentimiento en la CUP?
Creo que la CUP es también una expresión de la sociedad y esto está bien. Que no tengamos un tipo de militancia como otros partidos de izquierda que son ultramilitants, que han leído Marx, Lenin… La CUP no es esto, también es la pescadera, porque el formado asamblea y el municipalismo permite esto y cuando pasa una cosa en la sociedad también pasa dentro de la CUP. Pensar que por el hecho que estés en un partido estás tocado por una varilla mágica y ya no eres machista, sería absurdo. Igual que creo que la sociedad catalana está en un momento de resentimiento y que esto tiene que superarse, creo que parte de la CUP también nos hemos visto así, con esta cosa del sentimiento que te han engañado y que no puedes avanzar.
?Y nostalgia?
El ejercicio de democracia directa que fue el 1-O es una cosa que creo que marca todo el mundo. Creo que es necesario que esto se supere, porque de alguna manera ya hemos pasado el luto, y hay que tener una línea de país porque, si no, solo viviremos del que hicimos bien o mal en aquel momento y viviremos del pasado. Creo que la nostalgia es una muy mala herramienta para el hecho político y para la vida en general.
¿La CUP tiene asegurada la supervivencia en el futuro?
Ningún partido tendría que dar por hecho que sobrevivirá en el futuro. Soy grande, pero también soy joven, y he visto cosas que no esperaba como un partido, Podemos, hacerse enorme por el impacto puesto 15-M y que ahora no es el mismo. No creo que nadie esté exento de esto y me gusta encararlo con la sinceridad interna de decir ‘es que si la gente no confiara en tú que es capaz de afirmarse a sí mismo de alguna manera, pues, no serás nada’. En última instancia, un partido que se presenta a las elecciones y no tiene apoyo electoral desaparece y se convierte en otra cosa, como una revista de pensamiento o uno
Ahora mismo, el alcalde de Girona, Lluc Salellas, es el cargo institucional más importante de la CUP. ¿Puede ser un liderazgo para hacer un proyecto a largo plazo?
Admiro muchísimo el trabajo que ha hecho el Lluc en Guanyem porque creo que entendió perfectamente la ciudad de Girona, las alianzas que se tenían que hacer, como abrir y plasmar la unidad popular, que es la estrategia de la CUP, contra esta oligarquía. Y se ha notado. LLuc ha tenido esta mano, con un equipo más grande, y ha sido alguien con mucha inteligencia política en este sentido. Creo que no son modelos que puedas calcar, porque Guanyem Figueres tendrá unas composiciones y alianzas diferentes, pero sí que creo que es la línea. La construcción de la unidad popular de una manera amplia fuera de las siglas y fuera de si tienes carné o no, y a la vez se tiene que pensar cómo se hace esto en un país que es muy diverso. Santo Boi y el Hospitalet son muy diferentes a Girona, Salt es muy diferente a Girona, pero después tienes el Masnou o el Pirineo… Cada uno de estos lugares tiene que tener una fórmula que tenga esta estrategia, pero que se plasme de manera diferente. Espero que Lluc, que también estuvo conmigo cerrando el congreso de Girona, sea de la gente que esté diseñando esta nueva etapa de la CUP.