La histórica activista independentista Blanca Serra (Barcelona, 1943), se convirtió en la primera víctima en declarar por las torturas policiales en Via Laietana. Fue el pasado 19 de mayo ante la Fiscalía de Memoria Democrática y Derechos Humanos, con el apoyo de Òmnium Cultural e Irídia. Ella se exilió en la Cataluña Norte antes de la muerte de Franco, pero estaba en el punto de mira de la policía española y sufrió cuatro detenciones tras su regreso: en febrero de 1977, julio de 1980, diciembre de 1981 y marzo de 1982, por llevar una pancarta con el lema «Independencia». Todas ellas, después de la muerte del dictador. En esta entrevista con El Món, Serra detalla qué la empujó a irse al exilio y los riesgos que asumió con su regreso y, sin hablar de ningún caso concreto, también relata algunos maltratos y torturas que sufrió durante las detenciones. Asimismo, explica por qué ha decidido ahora judicializar los hechos después de muchos años sin querer hablar de ello, hasta el punto que evitaba pasar por delante de la comisaría de Via Laietana, y cuáles son los objetivos de la denuncia. En una conversación en su casa, en Barcelona, admite que le cuesta hablar de los abusos policiales, pero quiere que las generaciones más jóvenes recuerden qué pasó en aquel edificio de Via Laietana, un lugar que, a su parecer, debería convertirse en un espacio memorial sin presencia de la policía. También habla de su visión sobre el movimiento independentista actual y afirma que «el Primero de Octubre no ha terminado».
¿Qué la empujó a irse en 1975 de Barcelona al exilio, en la Cataluña Norte, durante el franquismo?
Bueno, porque supongo que ya me tenían fichada en ese momento, porque yo había asistido a la fundación de la Asamblea de Cataluña, había estado en el 113, que no era el 113, debía ser el 114, es decir, ya sabían más o menos de qué iba. En aquel momento me habían sacado de la lista de gente que podía trabajar en los institutos y entonces encontré trabajo en la escuela de Sant Felip Neri. Había empezado a trabajar en esta escuela y vino un amigo a decirme que habían venido a buscarme a casa y que no podía continuar en Cataluña. Y entonces me prepararon para irme a la Cataluña Norte, porque los independentistas no vamos a París, ni a Londres, ni a Italia, sino que nos quedamos en nuestro país. Allí estaba la comunidad de Cuixà, que era muy acogedora en aquel momento.
Para esquivar las garras de la brigada político-social franquista.
Porque la idea que tenemos los independentistas, y en general supongo que la gente de la lucha antifascista, es que debemos protegernos y lo último que debemos hacer es que nos atrapen. Y, por lo tanto, si podemos ir a un lugar de protección, pues mucho mejor. Y eso es lo que preparamos. Ya teníamos amigos y conocidos en la Cataluña Norte. Fuimos a pie a través de Sant Daniel y cruzamos la frontera. Franco aún no había muerto.
¿Cuánto tiempo estuvo en el exilio?
A las pocas semanas murió Franco, pero aún esperamos un tiempo para volver. Estuve tal vez un año y medio, como máximo. No me alegré de la muerte de Franco porque, como independentista, pensaba que la cosa continuaría. Regresé con la idea de que en aquel momento comenzaba, evidentemente, una lucha importante. El problema es que los otros también tenían esta idea. Antes de celebrar las primeras elecciones democráticas –15 de junio de 1977–, supongo que revisaron a ver cómo estaba la gente, qué hacía. Y me involucraron, a mí y a mi hermana.

¿Usted regresó siendo consciente de que había un riesgo de ser detenida?
Sí, pero pensaba que la cosa mejoraría, y no fue así.
A partir de su regreso, usted sufre cuatro detenciones. La primera en el año 1977.
Vinieron a buscarnos a mí y a mi hermana. Nos llevaron a las dos. Y aquí tengo un vacío de memoria, porque creo que fuimos primero unas horas a la Via Laietana y después nos llevaron a otro lugar donde había calabozos, pero no recuerdo si era en la calle Mallorca o en otro lugar. Era un momento político muy importante, y había policías muy en contra de gente como nosotros y otros que esperaban a ver qué pasaba después de las elecciones. Esto ocurrió un par de meses antes. Y, de todas maneras, ya comienzas a ver que hay maltratos. Hay dos tipos de maltrato. El maltrato por ser una chica en un momento en que todo eran hombres. Ir al baño, por ejemplo, era un drama, porque te tenían con la puerta abierta y había el policía allí vigilándote, y daba igual que tuvieras la regla. En este sentido, creo que esto es un elemento de tortura importante. Y también había policías que pensaban que quizá tú tendrías un papel importante después de las elecciones, y iban a por todas.
La primera detención, cuando entraron aquí, ¿por qué la detuvieron?
Asociación ilegal y propaganda ilegal. Era algo estrictamente ligado al antifranquismo.
¿Y hicieron algún registro?
Entraron aquí [en su casa]. El comedor ya estaba así, como ahora. Se horrorizaron de ver tantos libros. Vaciaron algunas cosas. Fueron a una habitación que tiene un desván muy grande y lo vaciaron todo. Dañaron incluso las conexiones eléctricas que había en el desván, pero después lo dejaron pasar. Creo que no habían visto nunca un lugar con tantos libros.
Ni una tesis doctoral.
Sí. Mi hermana estaba haciendo la tesis doctoral sobre los campesinos del siglo XVII. Tenía una lista de campesinos. Se lo llevaron todo, y mi hermana, con las manos en la cabeza, dijo que aquello no era una lista de activistas.
¿Confundieron una lista de campesinos con una lista de activistas?
Sí, pero después lo recuperó, eso sí.
Y las otras tres detenciones se producen en el año 1980, 1981 y 1982.
En esta segunda, Montserrat Roig, que era amiga de la época de las enciclopedias, nos trajo un pastel, que no vimos, pero con una nota que decía: «No os preocupéis, que esto son las sobras. Y el policía me preguntó qué quería decir sobras. Y le expliqué que es algo que está estropeado, que ya no sirve. De hecho, se refería al franquismo.

¿Las detenciones que usted sufrió fueron detenciones por antifranquista, por independentista, o por ambas cosas?
La primera sí que es por antifranquista. El resto todas son por independentista. Y por relaciones con el movimiento de liberación vasco.
De hecho, la última detención que usted sufre es por exhibir una pancarta con el lema “independencia”.
Sí. Había habido el golpe de estado de Tejero y nosotros éramos partidarias de que se respondiera con alguna fórmula de boicot o un elemento de tipo político que hiciera fracasar aquello. Lo único que conseguimos es que se hiciera una manifestación muy importante, y nosotros llevábamos una pancarta que decía “independencia”. Y, al cabo de unos días, vinieron a buscarnos con la acusación de “ultraje a la Unidad de la Nación Española”.
Y por este caso estuvo dos meses en prisión.
Sí. August Gil Matamala, que era nuestro abogado, pensaba que no pasaría nada y se quedó muy sorprendido de que decretaran prisión. Y entonces entramos en la prisión de mujeres, que era la Trinitat. Fuimos cuatro mujeres y dos hombres los que llevábamos la pancarta. A los hombres los llevaron a la Model.
¿Y los seis terminaron en prisión?
Sí. Y allí nos tenían aisladas. Nos pusieron en las celdas que eran de entrada, que teóricamente solo puedes estar un máximo de 42 horas, pero nosotros estuvimos siempre. Había dos chicas vascas, que después las trasladaron a Carabanchel, y nosotros cuatro.
Sin hablar de ningún caso concreto, ¿cómo era el maltrato?
Bueno, primero estaba la condición de ser mujer, y de sentirte muy presionada, vigilada e insultada por el simple hecho de ser mujer. Después, utilizaban material como la guía telefónica, sobre todo las de Barcelona y las de Madrid, que son muy gruesas. Realmente te hacían mucho daño porque te golpeaban por detrás, sin darte cuenta. Pero la vez que yo diría que fue un maltrato más fuerte, fue la primera vez que nos aplicaron las leyes antiterroristas, con aislamiento de nueve días como máximo, pero sin derecho ni a médico, ni abogado, ni a nada más, y traslado a Madrid.
Eso fue en la detención de 1980.
Esta y la de 1981. Y la primera fue, yo diría, la más dura de todas. Porque nos relacionaban con el movimiento de liberación vasco, pero se equivocaban. Me preguntaron qué hacía delante de la catedral de Bayona, pero me quedé muy tranquila porque iban desencaminados porque yo no había estado nunca en Bayona. Pero bueno, ellos sí pensaban que yo había estado en Bayona. Por lo tanto, eso fue muy, muy duro. Claramente, pensé ‘aquí me puedo quedar’. En esta primera vez que fuimos a Madrid.
¿Y por qué ha decidido ahora, después de tantos años, denunciar los hechos?
Durante muchos años decidí borrarlo del mapa, digamos. No hablaba de ello con nadie. Hice muchos esfuerzos para olvidarme de ello y para no pasar por delante de Via Laietana. Pero llega un momento en que se monta Via Laietana 43. Yo era partidaria de derribar el edificio, pero después veo que es importante el tema de comunicar, de hacerlo saber a la gente más joven. Dediqué tantos esfuerzos a olvidarme de ello como tantos esfuerzos después he hecho para recordarlo y para explicarlo. Porque, de hecho, yo no hablaba de este tema.

¿Qué es lo que le hizo cambiar de chip después de tantos años?
Ver que los jóvenes no sabían nada y que valía la pena explicar qué había pasado durante el franquismo. Es una cuestión de memoria y una cuestión de conexión con la gente joven. Como yo era profesora de gente de 14, 15 y 16 años, pensé que era importante que hubiera un testimonio de gente que había vivido esta situación.
¿La gente joven tiene memoria histórica?
No mucho, pero pensar que los jóvenes son todos de derechas es un error, no es verdad. Lo que pasa es que unos hacen mucho ruido y los otros no. Pero, en general, la gente es muy normal.
¿Cuál es el objetivo de su denuncia?
El objetivo de la denuncia es ver qué hace la Fiscalía de Derechos Humanos. Eso, por un lado. Por otro lado, ayudar a recordar y explicar lo que ha pasado y, sobre todo, que se abran los archivos policiales. No los judiciales, porque a mí no me han hecho ningún juicio, sino los de la policía. Y esto dudo mucho que funcione, pero, en principio, la fiscal debe intentar que se abran. El tercer objetivo es explicar que realmente las mujeres recibían unos tratos especiales, y que hay una manera de actuar con las mujeres que no se produce con los hombres. Y el tema es que la policía solo eran hombres en aquel momento. Quiero decir que el torturador era un hombre. Y el cuarto objetivo es que Via Laietana se transforme en un lugar de memoria.
¿Un lugar de memoria con presencia policial o sin ella?
No, sin ninguna presencia policial. Además, es que ahora esto ya es una cuestión de ver quién puede más, porque la auténtica policía hoy en día está en la sede de la Verneda. Via Laietana es algo muy simbólico. Pero simbólico por la vía de hacértelo tragar. Yo espero verlos marchar, pero, como la situación política es tan inestable en estos momentos, no sé qué puede pasar.
¿Convertir Via Laietana en un espacio de memoria ayudaría a no olvidar?
Exacto. Y a llevar allí a la gente. Un poco como pasó en los primeros tiempos del Born, que iba mucha gente a conocer el 1714. Pues aquí habría que explicar cómo funciona una dictadura, cómo la Gestapo hizo un grupo que aleccionaba a los de aquí, o sea que hay una relación con el fascismo muy clara. Y ver que todo el tema policial tiene que cambiar mucho.
¿Ha cambiado la policía?
Yo supongo que sí. No lo sé, pero, en general, los que golpean no son muy buena gente. Hay de todo, supongo.
Hablaba antes de un trato diferente entre mujeres y hombres. ¿Qué diferencias había?
Era muy claro. De insultos por ser mujer, de fijarse en tu cuerpo, de hacerte desnudarte, de vigilarte en los baños… Era un trato totalmente vejatorio. Después de pensarlo mucho, considero que es una forma de tortura muy clara.
Y, personalmente, ¿cómo vive tener que recordar aquellos episodios?
No me hace mucha gracia. Creo que es muy morboso. Hay gente que está haciendo un libro relacionado con la tortura y me enviaron unos dibujos que quieren argumentar. [Se levanta un momento de la mesa para coger los dibujos]. Yo no sabía que existía esta tortura [lo dice mientras muestra una imagen de una persona que está de rodillas con la cabeza entre las piernas del policía]. Hay el policía aquí, con las piernas abiertas, te hacen arrodillarte y te agarran los brazos. Y sobre todo después te golpean las plantas de los pies, que es algo muy, muy doloroso. Esto es muy humillante. Es ganas de hacerte daño.

¿Durante este tiempo ha tenido que escuchar comentarios de que estaba exagerando por el hecho de hablar de torturas?
No. No lo sé. Yo intenté olvidarlo y continuar porque el independentismo no tiene una… Si quieres la independencia, hasta que no la tengamos, no sabes cómo irá la cosa. Pero están obsesionados con este tema. En Madrid, sobre todo. Los policías me hacían repetir ‘soy española, Cataluña es España’… ¿Qué sentido tenía ir diciendo esto si tú no lo crees? Es una rabia que tenían que no es fácil de cambiar.
Usted, de hecho, aún se manifiesta delante de Via Laietana. ¿Qué siente cuando se planta allí delante?
Bueno, me ha costado mucho volver allí, porque no pasaba nunca por delante. Y ahora, bueno, se hace una concentración y se lee una lista de gente torturadora, pero siempre hay una barrera allí delante. No sé qué deben pensar esa gente [en referencia a los policías]. Es una lucha que depende mucho del gobierno en este momento. Y en este caso, Fernando Grande-Marlaska no quiere y los sindicatos policiales más fachas son muy fuertes. Es una lucha. En cualquier momento puede cambiar, evidentemente. Pero es una sorpresa esto de la fiscalía. Por primera vez cogen a una gente, como mi caso, que está fuera de la amnistía del 77. Y eso es lo importante.
Ha hecho mención del independentismo. ¿Cómo ve el movimiento actualmente?
El Primero de Octubre no ha terminado, evidentemente, pero la gente está muy dolida de cómo funcionó todo. No estábamos preparados, ni teníamos idea de la fuerza que tiene el enemigo, para entendernos. Pero esto no ha terminado, ya ha pasado en muchos otros lugares. La revolución soviética vivió un episodio en 1905, y al cabo de unos años resurgió con más fuerza. Esto puede pasar tranquilamente. El estado español figura que es muy fuerte y no lo es, seguro que no. Se matan entre ellos, que es lo que debería pasar, y los independentistas deberíamos ir marchando. Deberíamos decir, mira, aquí os quedáis.
¿Pero en 2017 se perdió una oportunidad?
Sí, se perdió una oportunidad, pero aún no hemos aclarado a fondo qué es lo que no funcionó. No estábamos preparados, no teníamos la idea de que nosotros teníamos tanta fuerza, que los otros también la tenían y los estados europeos pasaron bastante. Deberíamos buscar aliados, y el Consell de la República tiene sentido. Tiene sentido porque el Estado español tiene representación exterior y el gobierno de la isla ha ido cambiando, poco a poco, los delegados que tenía la Generalitat. Si el Consell de la República tiene sus propios delegados, como mínimo, confrontamos diferentes relatos. Y eso es lo que en este momento se está organizando.
¿Y los partidos independentistas?
Los partidos independentistas han quemado una generación, y ahora se tienen que renovar. No pienso que sea necesario hacer un borrón y cuenta nueva total, porque necesitamos también la experiencia. Puede ser un relevo generacional de edades o puede ser un relevo de tipo de gente. Hay mucha gente independentista que no está organizada, pero existe.
Pero muchos independentistas han dejado de votar.
El ministerio del miedo ha funcionado perfectamente, eso seguro. Ya lo decía George Orwell, que habría un ministerio del miedo. Creo que habrá alguna situación que provocará la ruptura de esta idea del consenso. No creo que funcione. En estos momentos se están matando en Madrid y el independentismo debe estar preparado para aprovechar el momento. Y nosotros no somos los únicos, hay muchos pueblos europeos que preferirían otro tipo de relación entre ellos, de más confederación.
¿Con la Cataluña actual esto lo ve cerca o lo ve lejos?
Veo que en poco tiempo puede cristalizar una situación diferente de la actual. En estos momentos es muy inestable, comparable con el momento entre la dictadura de Primo de Rivera y la dictadura de Franco. Y entremedio hay una república, que tiene muchos problemas.

¿Ese entremedio sería 2017?
Ese entremedio comenzó en 2017 hasta ahora, porque no ha terminado. Y, entonces, el problema es que mientras tanto necesitamos incorporar a toda la gente nueva que ha llegado, que es muchísima. Algunos son muy proespañoles, pero otros son indiferentes y dependerá de lo que les ofrezcamos nosotros para que formen parte de este nuevo país.
¿Y para acoger a toda esta gente, la lengua es una parte muy importante?
Sí, es un elemento importante. Como mínimo que no la vean como algo contrario a ellos, sino que lo vean como algo a lo que se pueden unir porque cuantas más lenguas sepas mejor, claro. Y el catalán es una lengua milenaria. Pero para atraerlos necesitamos, evidentemente, una cantidad de poder mayor de la que tiene la autonomía.
¿Con el Pacto Nacional por la Lengua se puede atraer a toda esta gente?
En parte, pero el problema es que las leyes que hay actualmente favorables a la lengua, como la del comercio, por ejemplo, no se aplican. Ni se aplican, ni hay sanciones. El catalán no tiene que ser simpático, tiene que ser necesario y hacer ver que si lo aprendes tendrás más posibilidades de encontrar un trabajo, de ascender de categoría, etc. Pero cuesta mucho crear conciencia lingüística, y, en este momento, ni los mismos catalanes la tenemos. De momento, no nos hemos rendido, que ya es mucho.