El PP de Cataluña es actualmente un subgrupo parlamentario. Es decir, una invención reglamentaria que en su día impuso Alfons López Tena, como jefe de filas de Solidaritat Catalana per la Independència, para repartirse los escaños del grupo mixto con Ciutadans. De hecho, es un subgrupo que ocupa del todo el grupo mixto del Parlamento, es decir, el gallinero de la cámara, con mucho menos presupuesto y recursos que el resto de los grupos parlamentarios. Es el precio de tener tres diputados.

Pero esta migración no ha sido tampoco habitual en la historia de la derecha española en Cataluña que ha llevado el adjetivo de «popular». De hecho, ha tenido momentos de gran relevancia política, a pesar de que lejos de tener un apoyo mayoritario de la sociedad catalana. Trituradora de líderes, golpes de volante ideológicos, poco arraigo territorial, dirigismo desde Madrid, participación en la guerra sucia del Estado contra el Proceso, visceralidad contra el catalanismo a los pactos con los nacionalistas de CiU, todo ha estado posible en la historia de una formación política que ha hecho sube y baja continuamente.

Laureà López Rodó, Antoni de Senillosa, Eduard Bueno, los hermanos Jorge y Alberto Fernández Díaz, Alejo Vidal-Quadras, Josep Piqué, Montserrat Nebrera, Alícia Sánchez-Camacho, Daniel Sirera, Enric Millo y Xavier García Albiol han estado nombres que han pasado por los carteles electorales de los populares en las diferentes contiendas electorales en la cámara catalana. Esta vez, de cara las elecciones del 12 de mayo, el PP repite líder con Alejandro Fernández, un tarraconense de verbo grácil y de convicciones liberales, pero profundamente anticatalanista. A la vista de la actual situación, cualquier resultado será bueno porque como dice la canción, «benaventurats els que estan al fons del pou, perquè d’ara endavant només és possible millorar».

Jorge Fernández Díaz i Mariano Rajoy, en una imagen de archivo/EP
Jorge Fernández Díaz i Mariano Rajoy, en una imagen de archivo/EP

Del Lluçanès, al Proceso

El Partido Popular en Cataluña tiene sus raíces en el que se ha convenido a definir como el Encuentro del Lluçanès. Una reunión donde se gestó la creación de una formación de derecha de obediencia española. Una cumbre el 21 de junio de 1972 en la masía Santacreu en Olost del Lluçanès, donde fue Manuel Fraga Iribarne, como principal invitado, y diferentes asistentes, incluso represaliados duramente por el régimen o futuros líderes como Jordi Pujol. La reunión sirvió para marcar la frontera entre el centroderecha catalán y la derecha española en Cataluña. De hecho, Joan B. Culla afirmaba en su libro La derecha española en Cataluña (1975-2008), editado por La Campana el 2009, que aquel encuentro bloquearía cualquier entendimiento de futuras formaciones de centroderecha hasta el 1996, con la aparición del pacto del Majestic.

La historia formal del PP en el Parlamento de Cataluña, empieza con las elecciones de 1984, porque en las del 1980 todavía mandaba Unión de Centro Democràtico-Centristas de Cataluña, que de alguna manera se podría considerar que buena parte de su parroquia pasaría a la futura Alianza Popular. Sea como sea, Alianza Popular (padre del actual PP) concurrió a los comicios del 84 en coalición con el Partido Demócrata Popular y Unión Liberal. Desde entonces han mantenido la representación y, a veces, le ha tocado un papel clave para la gobernabilidad. Hasta los últimos años, que con el nacimiento del Proceso le salió competencia española con la aparición de Ciutadans -bautizados por algunos dirigentes populares como el «PP de Zara»- y Vox, formación ultraderechista impulsada por la parte más dura del PP. La evolución electoral del PP ha sido uno dragon kan en Cataluña.

Manuel Fraga Iribarne

La desigual evolución en votos, marcas y liderazgos

Alianza Popular entró en el Parlamento de Cataluña de la mano del empresario Eduard Bueno y consiguió la tercera plaza del podio. Evidentemente, no tuvo nada a hacer ante la mayoría avasalladora y absolutísima de la Convergència i Unió de Jordi Pujol. Obtuvo 221.601 votos, un 7,7% de los sufragios, que se transformaron en 11 escaños, casi el doble que el PSUC y más del doble que ERC. Cómo sentenció Bueno para describir su etapa como dirigente popular, «nadie sabe del cierto como es de llevar ser un hombre de Alianza Popular en Cataluña».

Las elecciones de 1988 supusieron un cambio de liderazgo y entró en acción una alcurnia que dominaría el partido más de veinte años. Así, con Jorge Fernández Díaz, futuro exministro del Interior procesado por su implicación en las cloacas del Estado, fue la cabeza de lista y redujo los votos de AP a 143.241 y seis escaños, superado ampliamente por Iniciativa por Cataluña. El 1992, y ya como PP por la refundación de Fraga Iribarne, la formación apostó por un catedrático de físicas, llevar y escotadísimo a la derecha, Alejo –entonces se hacía decir Aleix, también– Vidal-Quadras, que reportó pocos votos más, ensartando la cifra hasta los 157.772 votos y 7 escaños. Vidal-Quadras repetiría el 1995, en unas elecciones en que el PP se desbocó, con 421.752 votos y 17 escaños, un tercer lugar con la mitad de escaños de los socialistas. CiU había perdido la mayoría absoluta y el resultado permitió hacer de Joan Raventós presidente del Parlamento.

La legislatura fue convulsa y CiU necesitaba el apoyo externo para mantener la estabilidad del Gobierno, hasta llegar el septiembre de 1996, cuando Pujol para sellar la alianza con el PP de José María Aznar y pidió el jefe de Vidal-Quadras. Llegó el relevo y el PP puso como jefe de filas Alberto Fernández Díaz, que rebajó los votos conseguidos por Vidal-Quadras a 297.265 y 12 escaños. La presión de los populares se hizo notar con intervenciones en castellano en la cámara, pero sin poner en riesgo la gobernabilidad en Cataluña. Mientras tanto, PSC, ERC e iCV-Verds se dejaban estimar y formaban lo primero tripartido en el Ayuntamiento de Barcelona. Una opción que se miraba de lejos CiU mientras pactaba con el PP, todo y la mayoría absoluta de los populares a Madrid que convirtieron la relación de las dos derechas en un «frontón», tal como aseveraba Xavier Trias, entonces portavoz a Madrid.

Josep Piqué ha muerto a los 68 años en un hospital madrileño / Europa Press

«Un giro catalanista»

El sacrificio de Vidal-Quadras hizo emerger una nueva figura dentro del PPC. En esta ocasión, fue Josep Piqué, que, de la mano de Xavier Vendrell, ocuparon la dirección del partido y ofreció presuntamente un «giro catalanista». «Le hacía falta», decía Vendrell. Para hacerlo, en las elecciones de 2003, Piqué contó con Dolors Nadal para formar ticket electoral y recuperó votos: consiguió con 393.499, que le proporcionaron y 15 escaños. Piqué hizo un esfuerzo ingente para intentar mostrar una cara apacible y responsable del PP. Una estrategia con el tripartito articulado y asedio en CiU. De hecho, el pacto del Tinell que formalizaba el Gobierno catalanista y de izquierdas con el presidente Pasqual Maragall al frente, dejaba claro que no se haría ningún acuerdo con los populares. Una condición que dejaba vía libre a los de Piqué, que tuvo un papel doble con el Estatuto. De hecho, Piqué tuvo que dar explicaciones para dar entender que estaba de acuerdo con la financiación que preveía el texto estatutario y por haber brindado con cava cuando se acordó en el Parlamento el texto que se tenía que enviar a Madrid.

El tripartito convocó elecciones después del referéndum del Estatuto, el 2006. Piqué ya contó con un ticket electoral suficiente mediático, la académica Montserrat Nebrera. La historia no acabó bien. La formación obtuvo 316.222 votos y 14 diputados, pero no sacaron ningún rédito. La reedición del tripartito con José Montilla al frente los escoró a la derecha y dejó el partido en manos de Daniel Sirera. Se abrió una profunda crisis entre los populares que acabó con un estrafalario congreso entre los partidarios de Nebrera y los de Alícia Sánchez-Camacho. El cónclave acabó con la victoria de Camacho con un 56% de los votos y Nebrera, que consiguió la victoria entre los delegados de Lleida, salió con un grupo de militantes que la cargaba a los hombros y gritaban «torera, torera!».

Alícia Sánchez Camacho, Alberto Fernández Diaz, Manuel Reyes i Antonio Gallego, en la manifestación del 12 de octubre de 2012 en la plaza Cataluña/Aleix Moldes
Alícia Sánchez Camacho, Alberto Fernández Diaz, Manuel Reyes i Antonio Gallego, en la manifestación del 12 de octubre de 2012 en la plaza Cataluña/Aleix Moldes

Camacho, del éxito al desastre

Con Camacho al frente y con Millo como mano derecha, el PPC consiguió 387.066 votos y 18 escaños en 2010, que supusieron los primeros presupuestos de Artur Mas, un pacto que CiU negaba que se pudiera leer como «un segundo pacto del Majestic». Con el adelanto electoral de 2012, Camacho logró los 20 escaños, con 471.681 votos. Una bastante parlamentaria que sirvió para empezar a presionar sobre el Proceso que Mas quería conducir desde el Gobierno con el apoyo de ERC, ICV-Verds y parte del PSC. Justo antes de estas elecciones, Camacho se reunió con el comisario José Manuel Villarejo para perfilar la primera lista negra contra el independentismo.

El caso del restaurante Camarga hundió Camacho, que se exilió en Madrid. Y la fuerza del Proceso obligó a un cambio de liderazgos. Fue en los comicios de 2015 cuando lideró la candidatura el actual alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, que se quedó con 11 diputados y 349.193 votos. Albiol, irrelevante en el Parlamento, repitió el 2017, en las elecciones convocadas con el 155, con los peores resultados del PP hasta aquel momento: 185.670 y 4 diputados. Dimitió, cedió el espacio a Alejandro Fernández y el protagonismo unionista a Inés Arrimadas, de Ciudadanos. Fernández puso la cara a las elecciones de 2021, fichó de número dos a Lorena Roldán, ex ciudadana, y fracasó: solo obtuvo, y rozando el palo, tres diputados, con 109.067 votos. Las encuestas, pero, apuntan que ahora podría multiplicar por cinco los resultados de hace tres años y medio. Sería difícil, en la aritmética demoscópica, que pudiera determinar mayorías y gobiernos. Pero estamos en Cataluña, el país que tiene un gorila blanco y una Virgen María negra. Es decir, que puede pasar de todo.

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