ERC afrontaba la campaña electoral del 12-M aparentemente a contrapié, en un escenario precipitado por el no inesperado de los Comuns a las cuentas del gobierno Aragonès. A contrapié, pero con una idea bastante nítida, llevar a las urnas un doble check del Gobierno republicano. Uno, en clave interna, luciendo la acción del equipo del presidente tras la salida precipitada de Junts per Catalunya en octubre de 2022 –el CEO dice que un 54% de catalanes aprueba la gestión de la Generalitat–, y el otro, sometiendo al veredicto ciudadano los frutos del independentismo pragmático: en cada mitin, los oradores republicanos recuerdan que los indultos, la supresión del delito de sedición y la amnistía son goles que tienen que subir al marcador de ERC, y que solo los republicanos arrastrarán al PSOE al referéndum validado internacionalmente.

Esta era la hoja de ruta, pero la españolitzación de la campaña con la jugada de Pedro Sánchez para capitalizar el voto de izquierdas contra la extrema derecha ya obligó a todos los partidos a recalcular el camino hacia el 12-M. Durante tres días, tanto ERC como Junts pusieron el foco en el hecho de que el PSOE, y, por tanto, el PSC, también había sido cómplice de la represión independentista con el lawfare que denunciaba veladamente el presidente español. Pero más allá de los discursos, el factor Pedro Sánchez consolidó aquello que ya apuntaban algunas encuestas antes de arrancar la campaña. El PSC salía como ganador a priori, y el candidato de Junts+, el presidente en el exilio, Carles Puigdemont, se situaba en segunda posición. La polarización del 12-M que habían planteado tanto Puigdemont como Illa tomaba forma, con una ERC que ha intentado romper esta polarización situando al partido de Gobierno en la centralidad, entre un «candidato personalista que tiene como proyecto para el país su retorno, y un candidato sucursalista al servicio de la Moncloa».

La llave de la gobernabilidad, como Carod-Rovira

Polarización que marcan todas las encuestas, y que Salvador Illa ha intentado agudizar lanzando el dardo del tripartito como «fórmula posible». El socialista ha sabido hurgar en la herida que más cuece entre los independentistas y desplazar parte de la campaña a especular sobre si ERC lo haría o no presidente de la Generalitat. Y, también a contrapié, el presidente de la Generalitat y candidato ha esquivado como ha podido el ofrecimiento, pero sin cerrar la puerta definitivamente. Porque, justamente, las encuestas no dan la presidencia a ERC, pero sí la llave de la gobernabilidad del país desde el momento en el que las aritméticas de los sondeos ratifican el plebiscito entre Salvador Illa y Carles Puigdemont.

El presidente de la Generalitat, y candidato de ERC en el Parlamento, Pere Aragonès, durante un acto electoral / Kike Rincón - Europa Press
El presidente de la Generalitat, y candidato de ERC en el Parlamento, Pere Aragonès, durante un acto electoral / Kike Rincón – Europa Press

El momento de ERC en este sentido, recuerda, salvando las distancias, cuando en 2003 el jefe de cartel de entonces, Josep-Lluís Caord-Rovira, exhibió con sus 23 escaños la llave de la gobernabilidad del país. ERC era tercera fuerza en el Parlamento y en sus manos estaba elegir el eje nacional o el social. O Artur Mas o Pasqual Maragall. El primero tenía 46 escaños, que con los republicanos llegaba a los 69, y el segundo, 42, pero con los republicanos y los 9 de ICV sumaba de lejos la mayoría absoluta. Hace dos décadas, ERC tenía esta llave que las encuestas parecen dar también a Pere Aragonès. Pero la diferencia sustancial es que Carod anhelaba tener aquella llave y Aragonès en absoluto. Tener que elegir entre PSC y Junts, si es que el independentismo tiene mayoría y la tiene también el tripartito, como pasó en 2003, no es plato de buen grado para un partido que ha gobernado el país y que sabe que, elija la opción que elija, si Pere Aragonès no es presidente también habrá que pensar en su futuro político. De entrada, ha asegurado en una entrevista en TV3, después de reiteradas preguntas, que no estará en un Gobierno si no es como presidente, descartando ser consejero de Salvador Illa o de Carles Puigdemont. Pero sí que ha abierto la puerta a encabezar la oposición a una ‘sociovergencia’.

De confirmarse las encuestas, que ERC se niega a comentar por considerar que no son fiables, esta llave de la gobernabilidad pondría ante el espejo a las dos almas de ERC, que también han aparecido en esta campaña tan polarizada entre el PSC y Junts-Puigdemont. El alma de ERC que querría, si no hay presidencia, un tripartito de izquierdas porque ven en Puigdemont un rival y en ningún caso un aliado, y quienes apuestan por la unidad independentista y creen que el presidente en el exilio sería un mal mucho menor ante Salvador Illa. Y este reparto de roles también se ha visto en los mítines de campaña, confrontando con las dos fuerzas a partes casi iguales a través de diferentes candidatos. Curiosamente, y a pesar de que ERC quería evitar el sándwich, caer en la red de Illa y Puigdemont, han sido PSC y Junts los dos únicos partidos que han casi monopolizado la diana de ERC. De la CUP y de los Comuns, aliados naturales por la izquierda de los republicanos, en los actos políticos ni se ha hablado, salvo una recriminación puntual al partido lila por haberles tumbado los presupuestos.

El presidente y candidato, Pere Aragonès, en un acto político en Pineda de Mar ACN
El presidente y candidato, Pere Aragonès, en un acto político en Pineda de Mar ACN

Dando por hecho que la fórmula de un gobierno monocolor es irrepetible, ERC también ha evitado durante la campaña referirse a la unidad independentista para el día siguiente al 12-M, si bien ha dejado claro -y finalmente también Junts- que en ningún caso los republicanos participarían en una aritmética con la extrema derecha de Aliança Catalana, aunque esto suponga perder la mayoría independentista y, por lo tanto, la presidencia de la Generalitat para uno de los dos grandes partidos. Tampoco ERC ha querido mojarse sobre un escenario en el cual no haya mayoría independentista y sí un tripartito, si irían a la repetición electoral o no. «No comentamos encuestas ni escenarios futuribles por respecto a los ciudadanos, que tienen que votar el día 12″, dicen los republicanos cuando los periodistas les piden por la estrategia de pactos.

Orden interno en el bloque independentista y llave del Gobierno

Ahora bien, ERC confía en la gran bolsa de indecisos para hacer realidad la remontada. Y aquí sí que se aferra a los sondeos. El CEO dice que casi cuatro catalanes de cada manantial no saben a quién votarán y, entre los que expresan dudas entre dos partidos, el 60% tienen ERC como una de las dos opciones. Es, de hecho, la sigla que se disputa más votantes con más candidaturas rivales, tanto en el eje nacional como el social. Una arma de doble corte para Pere Aragonès, que tiene que medir mucho sus intervenciones para no tener escapes inesperados y a la vez garantizarse la entrada de nuevos votantes. Y, más allá de los indecisos, hay 700.000 abstencionistas independentistas que se movilizaron en 2017 pero no en 2021. Entre este colectivo, ERC ha jugado la carta de la esperanza del referéndum acordado y validado internacionalmente para removilizarlos, consciente de que entre los electores de esta gran bolsa la glosa de la gestión de Gobierno no tendrá grandes efectos.

Sea como fuere, todo apunta a que la noche del 12-M ERC tendrá la llave de la gobernabilidad del país. Y la tendrá que administrar tanto internamente como dentro del movimiento independentista. Y naturalmente, el escenario será muy diferente si Pere Aragonès gana el plebiscito interno a Carles Puigdemont, como en 2021, o si Junts hace el sorpasso.

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