Agresividad, arrogancia, malabarismo dialéctico y la mentira. Estos serían los componentes de la intensa intervención de la exlíder del PPC Alícia Sánchez-Camacho, que se ha celebrado esta tarde en la comisión de investigación del Congreso sobre la operación Cataluña. Una comparecencia que ha despertado un encendido debate con varios portavoces de los grupos parlamentarios que, hasta ahora, habían mantenido una calma y cortesía bastante extraordinaria a pesar de la gravedad de la conspiración que investigan, y aunque los comparecientes se han mostrado bastante reacios a responder. Las malas formas de Sánchez-Camacho aún se han dimensionado más después de la sesión de la mañana, cuando compareció María Dolores de Cospedal, que también negó cualquier existencia de la operación Cataluña, pero fue más perspicaz, porque no buscó la guerra gratuita con los diputados, un trabajo que dejó en manos de un profesional desacomplejado como es Rafael Hernando, portavoz del PP en la comisión.
Pero el tono y el contenido de la intervención de Camacho ha levantado a diputados que, normalmente, guardan una serenidad encomiable, como Josep Pagès de Junts, Jon Iñarritu, de EH Bildu, Pilar Valluguera, de ERC, o incluso Aina Vidal de Sumar. De hecho, Camacho, que se ha querido descubrir como una convencida seguidora de uno de los grandes filósofos de la izquierda contemporánea, Antoni Gramsci, ha querido jugar a la defensiva, buscando el ataque personal, gritando, interrumpiendo y negando incluso la validez de los audios con el comisario José Manuel Villarejo sobre los preparativos de la operación Cataluña, en los cuales aparece ella. Todo esto en un marco de negación de la existencia de la operación describiéndola como una «estructura ficticia de victimismo independentista».

«¿Pero qué se ha creído?»
En este sentido, se ha esforzado en intentar darle la vuelta a la tortilla, dando gato por liebre al argumentar que la víctima de la operación Cataluña ha sido ella, que según asegura ha tenido que «irse de Cataluña». Pero, como en el fútbol, para hacer cholismo parlamentario hay que saber, tener clase y, sobre todo, saber quién es tu adversario y a quién respondes. Los ataques gratuitos y la negación de las evidencias, incluso acusando al independentismo de haber reprimido al unionismo en Cataluña, han hecho reaccionar a los diputados que, con un estilo seco, no solo le han parado los pies, sino que la han llamado al orden con una frase lapidaria que extrañamente se escucha en una institución como el Congreso, pronunciada por Pagès: «¿Pero qué se ha creído?»
De hecho, Pagès ya venía precalentado de un audaz interrogatorio de Iñarritu. El diputado de Junts recriminó la actitud de Camacho después de que negara por enésima vez haber hecho la lista negra de independentistas que facilitó a Villarejo. Una lista elaborada el seis de noviembre de 2012 en un encuentro en su domicilio con Villarejo que publicó e informó El Món con el audio correspondiente como prueba. Un encuentro que, finalmente, no ha podido negar, aunque ha rechazado haber hecho alguna lista o el contenido del encuentro alegando que ella «conversaba con mucha gente».
«¿A usted qué le parecería que dentro de unos años se investigara a su hijo por ser hijo suyo?», le ha espetado el diputado recordando el caso de Carles Sumarroca, que sufrió prisión provisional tras incluirlo en la lista de miembros soberanistas a investigar, por la relación que su padre tenía con la familia Pujol Ferrusola. Además, le ha criticado con dureza que diga que los unionistas son ciudadanos de segunda en Cataluña porque «¡usted lleva muchos años con cargos públicos!».

¿Un libro de Gramsci o de Goebbels?
Especialmente intenso ha sido el vaivén con la diputada de ERC titular en la comisión, Pilar Valluguera. La portavoz republicana no se ha achicado con unas preguntas duras y pidiendo amparo a la Mesa de la Comisión ante la «vergüenza ajena» que le generaba el trato que había dado a Iñarritu y Pagès. Con esta previa, Valluguera le ha recordado a Camacho que hiciera el favor de entender que quien tiene que responder preguntas en la comisión es la compareciente y no los diputados. La tensión ha ido subiendo y Valluguera ha mantenido el tono firme, pero Camacho ha subido el volumen, mientras atacaba a los diputados alegando que los Mossos d’Esquadra la habían espiado, según los documentos confiscados en la incineradora de Sant Adrià. Un caso que la diputada republicana le ha tenido que recordar que está más que archivado.
En la parte final del debate entre la republicana y la actual diputada en la asamblea de Madrid ha entrado en el terreno personal. Camacho ha apuntado contra la «altura moral» de Valluguera. La portavoz de ERC no se ha escondido y ha pedido la palabra para replicar que su moral es «superior» a la de Camacho. Y aún ha añadido un detalle más. Ante las repetidas menciones a Gramsci, Valluguera, fiel a su estilo y con un punto de irónica sal y pimienta, le ha preguntado si el libro que lee de Gramsci solo tiene la «tapa» del filósofo italiano, y que no sea un libro de Joseph Goebbels, el creador de la propaganda nazi y su principio para convertir una mentira en una verdad socialmente indiscutible. Toda una síntesis.