Una maestra sale al pasillo a buscar a los alumnos tardones para hacerles volver a clase después de la pausa de la comida. En el pasillo se encuentra con Nieves, que le hace una señal con la mano, un movimiento como si diera la vuelta a una llave para abrir una puerta. «Ah, sí, ahora os abro», dice la maestra, que ya sabe de qué va. Enseguida vuelve a salir y abre la puerta del aula de al lado, luminosa, con grandes ventanales, con dibujos y letreros en las paredes que indican que es el aula de acogida del centro.
Es la sala donde se dan clases adicionales a alumnos recién llegados en el periodo de adaptación a la lengua. Pero esta tarde, al menos durante una hora, serán algunos de sus padres –para ser exactos, normalmente serán las madres– los que ocuparán la sala. Es una de las sesiones que se organizan cada semana dentro de Vínculos, uno de los programas de Òmnium Cultural –en colaboración con otras entidades– para difundir y activar la lengua. Neus Cofrè forma parte de los voluntarios, los
Mataró, kilómetro cero del programa Vínculos
Estamos en la escuela Cirera de Mataró a primera hora de la tarde. Es un miércoles de Cuaresma y Nieves ha llegado con una bolsa con buñuelos, tabletas de chocolate –hay negra y con leche– y zumos de fruta. La gastronomía es cultura y una manera de comunicarse infalible. Y la capital del Maresme es el kilómetro cero del programa Vínculos. Aquí se empezó a gestar en plena pandemia y el primer año se hizo telemáticamente. Este es el tercer curso, y ahora ya se ven las caras y comparten buñuelos. El proyecto, que es colaborativo, se titula

Hoy vienen a la sesión Youzra y Selima. Otros días hay más cuórum. Pueden llegar a ser diez. Las obligaciones familiares condicionan mucho la asistencia, pero Nieves no desfallece nunca. «Yo, con que solo haya una persona, salgo adelante. No me ha pasado nunca que no venga nadie, e intento mantener el contacto con el grupo de Whatsapp que tenemos», explica. Como los niveles de los asistentes a los encuentros son variables, envía los mensajes siempre de dos maneras, por escrito y con nota de voz. «Así los que todavía no lo entienden por escrito no quedan descolgados, a pesar de que hay algunos que lo que hacen es coger el texto y pasarlo por un traductor», concreta.
Neus Cofrè, de las primeras voluntarias
Esta funcionaria jubilada –que «como todos los jubilados» no tiene «tiempo de nada», por eso ha comprado los buñuelos en lugar de hacerlos ella misma, alega– fue jefe de personal docente de los servicios territoriales de Educación en el Maresme y el Vallès Oriental. «Muchos de los voluntarios son maestros jubilados. Yo no, no había dado nunca clases, pero ya te hacen una formación y te proporcionan herramientas pedagógicas», puntualiza.
Se jubiló a principios del 2020 y se encontró confinada por la pandemia del coronavirus. Pocos meses después, todavía con muchas restricciones, recibió un correo de Òmnium en el que se decía a los socios que buscaban voluntarios para estas sesiones de conversación. Y no se lo pensó dos veces: «Ya había hecho cosas de voluntariado, y pensé que ahora me podía implicar más».
El lugar para perder el miedo ante una nueva lengua
Además de los buñuelos –que se guardarán para el final–, Nieves lleva en otra bolsa pósteres que esparce sobre la mesa para empezar a hablar con lYouzra, que tiene a su hija de dos años durmiendo en el cochecito y a otra hija en una de las aulas de la escuela Cirera. Le cuesta soltarse, pero Nieves, despacio, y sin usar ninguna lengua que no sea el catalán –y un poco de mímica–, le hace repasar los nombres de las partes del cuerpo y el vocabulario básico de urbanismo: calle, plaza, casa, pisos…
Se trata de empezar un largo ascenso y de hacer que pierdan el miedo. «Cuando llegan aquí –a propuesta de la escuela y del MEM, que hacen los llamamientos– estas madres y padres están convencidos de que el catalán es una lengua muy difícil y que no lo aprenderán nunca. Cuando salen, han perdido el miedo y muchos se apuntan entonces a clases del Consorcio de Normalización Lingüística, este es el camino que queremos abrir», concluye Nieves.
Asma Aouttah, impulsora y figura clave
Mientras Nieves habla con Youzra y Selima, llega Asma Aouttah, una de las impulsoras del proyecto. Es marroquí –como la mayoría de asistentes de este año a las sesiones de Vínculos del grupo de Nieves– y llegó a Cataluña el 2003. Habla catalán perfectamente y es socia de Òmnium. Aunque cuando llegó creía que aquí solo encontraría el castellano como lengua a aprender. Rápidamente, saltó todas las barreras. Tomó » conciencia» de la lengua y se apuntó a clases de catalán. Y el 2004 ya participaba en proyectos para mujeres recién llegadas.

Es una mujer, llegó a Cataluña de joven, habla catalán y castellano y es amazic. De forma que no solo habla árabe, sino también la otra lengua oficial en su país de origen, la de muchos catalanes originarios de Marruecos. Por su perfil, Asma es un eslabón muy valioso en la cadena. Cuando llega a la escuela Cirera, habla un momento con Selima en árabe para explicarle qué hace ahí la prensa. Enseguida ve, por su acento, que Selima es amazic, y cambia de idioma. Inmediatamente, el lenguaje corporal de Selima cambia. Se relaja.

Están los buñuelos –buenísimos– sobre la mesa y todo el mundo va venciendo la timidez. En Marruecos y otros países de África también se hacen buñuelos, explican Asma y Selima. Nieves aprovecha el momento de distensión para barrer hacia casa: «Tienes que venir más y pronto hablarás más catalán», le suelta con una sonrisa. «Sí, si puedo traer a la niña vendré más. Pero un día por semana es poco», alega.
Nieves y Asma entoman las observaciones de Selima. De hecho, ya se está trabajando en ambas cosas, en la idea de tener un servicio de guardería para los hijos de las participantes –a pesar de que Nieves subraya que no hay problema en que lleven a los niños a las sesiones– y la ampliación de la red de voluntarios. En tres años, en Mataró se ha llegado a los 19 grupos, en 15 escuelas, y ahora Òmnium ha firmado un convenio con la AFFAC (Asociaciones Federadas de Familias de Alumnas de Cataluña) para que sean las mismas AFAs las que hagan los llamamientos, y paralelamente se están movilizando más voluntarios.
Un total de 70 grupos de aprendizaje distribuidos por toda Cataluña
De momento, las cifras no son nada negligibles: 70 grupos distribuidos en unos veinte municipios del país, con Mataró, con sus 19 grupos, al frente. Hay contabilizados 300 aprendices y 50 acompañantes –como Nieves– y en las próximas semanas esperan llegar a entre 70 y 80. Cada semana se activan entre uno y dos grupos nuevos.
La lista de poblaciones donde se encuentran, o bien donde están a punto de abrirse grupos, es larga. Además de Mataró, está Barcelona (Gracia, Sarriá-Sant Gervasi, Ciutat Vella, Nueve Barrios), Cervera, l’Espluga de Francolí, Calella, Sant Fruitós de Bages, Sant Adrià, Tarragona, Tortosa, Gandesa, Salt, Girona, Sant Boi, el Prat, Blanes, Terrassa, Rubí, Lleida, Granollers, Cardedeu y Olot. Todos funcionan con el que Òmnium denomina activistas por la lengua.