«¿Por qué no hablar de bondad, humanidad o solidaridad? Son palabras que a algunos les pueden parecer cursis, pero ¿por qué no decirlas?». Esta es, seguramente, la esencia de Qui salva una vida, la novela con la que la periodista y escritora Núria Cadenes ha ganado la séptima edición del Premio Proa. El galardón se entregó este miércoles por la noche en una cena en el Museo Tàpies, un acto en el que la autora catalana establecida en Valencia confesó que era «muy emocionante recibir este premio». «Aunque suene pomposo, es un honor, porque es un premio de prestigio. Y seguro que había otras novelas que lo merecían porque tenemos una literatura de nivel», añadió.
La obra, que saldrá a la venta en las próximas semanas, es «lírica, vibrante y guiada por un impulso ético que la identifica de la primera a la última página», según palabras del glosador que ha hecho el escritor Xavier Pla, portavoz del jurado formado también por los escritores y periodistas Vicenç Villatoro y Anna Sáez, la escritora Mar Bosch y Josep Lluch, editor de los sellos Proa, Empúries y Pòrtic, del Grupo 62.
La acción comienza en 1950 con la paliza a un antiguo miembro de la Gestapo al sacerdote de Organyà, dentro de la iglesia. A partir de este momento, retrocediendo, el narrador se adentra en la historia de mossèn Joan y el resto de miembros de la red de evasión montada en Puigcerdà en los años 40, en la década más dura de la posguerra española y en plena II Guerra Mundial. De hecho, según la misma autora, la novela narra «trozos de vida» de un grupo de «personas normales y corrientes, gente que no esperas que hagan cosas extraordinarias y que las hicieron».

Una novela que convierte en literatura una historia coral de personas reales, en el Puigcerdà de los años 40
Mossèn Joan era un tío abuelo de Núria Cadenes, nacida en Barcelona en 1970 y que tiene familia en la Cerdanya. Y este personaje real sirve como uno de los principales hilos conductores de una novela coral que habla de un «tejido» humano y que a la vez es una malla literaria de historias particulares que construyen una de colectiva hecha con elementos extraídos de la realidad y otros inventados. «Es ficción y no ficción a la vez, hay personajes, como el de Rosita, que parecen inventados y son reales, y otros que pueden parecer reales, como el de Elisabet, y, en cambio, me lo he inventado», resume Cadenes. Rosita era la vendedora de entradas del cine del casino de Puigcerdà. «Olía a bombones y era bajita, guapa y presumida» y que escondía a aviadores y otros fugitivos en el cine hasta que podían huir hacia un destino más seguro. Pero, además del sacerdote y la vendedora de entradas del cine, hay un comunista, un anarquista y una enfermera austríaca –suiza de adopción– que asiste a los recluidos en el campo de concentración de Rivesaltes.
«Personas normales que en momentos difíciles hicieron lo que era correcto»
Todos ellos participan de una manera u otra de una de las rutas de la libertad que se abrieron a través de los Pirineos en los años 40, y que ayudaban a salvar «judíos, aviadores aliados y todo tipo de perseguidos por el fascismo», del nazismo. «Eran personas normales que en los momentos más difíciles hicieron lo que era correcto. Y no es menor, porque ayudan a los demás con actos de sencilla humanidad. No es sencillo lo que hicieron, pero simplemente lo hicieron, sin esperar ningún reconocimiento. La mayoría no han tenido ninguno, se ha perdido el rastro, porque actuaban sin esperar ninguna medalla y sin ir por el mundo diciendo yo, yo, yo”, explica la autora.
Y aquí es donde acaba admitiendo que, quizás, ha hecho una novela sobre la bondad. «Es culpa de Carlos Zanón, porque le escuché decir un día que literariamente era más difícil escribir sobre la bondad que hablar de la maldad si no quieres ser empalagoso. Eso me acabó de decidir a escribir esta historia que siempre he tenido a mi alrededor, porque la bondad también forma parte de la humanidad», reconoce. «No quiero juzgar la bondad o la maldad de las personas, sino que hablo de personas que hacen cosas buenas por los demás», matiza.
De hecho, para Núria Cadenes, que vive en Valencia desde hace décadas, la reacción social y colectiva que hubo en el País Valenciano para responder a la tragedia de la dana de hace un año es la prueba de su tesis. «Cuando ocurrió la dana, yo ya tenía la novela muy avanzada, ya estaba allí, pero encaja. De hecho, demuestra la vigencia de lo que explico», concluye.

