Hace trece años, seis amigos con una gran afición por la música dieron vida a La Sra. Tomasa. Un grupo, entonces aún muy joven, que nacía con la voluntad de ocupar un hueco entre el género latin, con una clara influencia de la sonoridad cubana, y la electrónica. En 2014, después de dos años de búsqueda exhaustiva de su propio ADN, se estrenaron con Corazón, bombo y son. Un primer disco que ya les llevó a recorrer escenarios de toda Cataluña, el estado español, e incluso algunos países de Europa. Desde entonces, no han parado de crecer. Su música los ha llevado a cerca de una veintena de países de todo el mundo. Y, de hecho, han hecho del mundo su fuente de inspiración y creación, tal como demuestran con su último disco 1040 (2024), que han estado tres años trabajando mientras viajaban para plasmar la sonoridad de cada país y cada ciudad que pisaban. Largas giras, festivales y también conciertos con formatos menos convencionales, como los Live Session, en los que la banda actuaba sin escenario, rodeada de público.
Trece años después, sin embargo, el viaje se acaba. El pasado 16 de septiembre, el grupo instalado en Barcelona anunció que dejará los escenarios indefinidamente, aunque no cierran la puerta a un posible regreso. Antes, sin embargo, harán dos conciertos de despedida: uno en Madrid, el 4 de diciembre de 2026, y el otro en Barcelona, el 12 de diciembre del mismo año. El Mundo habla con Pau Lobo (Barcelona, 1991) y Marc Soto (Barcelona, 1991), cantante y batería -respectivamente- de La Sra. Tomasa, en una entrevista donde recuerdan sus orígenes, pero también hacen una mirada hacia el futuro de la escena musical catalana y cómo ha cambiado durante todos los años que han estado vinculados a la industria.
Después de trece años sobre los escenarios, os despedís de La Sra. Tomasa. Lo definís como una despedida «bonita». ¿Ya teníais decidido despediros del proyecto?
Pau Lobo: No [ríe]. De repente nos vino la idea a la cabeza, pero yo nunca me había imaginado el final de la Tomasa. Cómo acabaríamos y cuándo acabaríamos. Pero sí que de repente hubo la idea de ‘¿y si paramos?’. Entonces se fue haciendo sólida en mi cabeza, y en la suya, y en la de los demás… Lo acabamos poniendo en común y vimos que quizás era lo mejor.
¿Por qué decidisteis parar?
Marc Soto: Son una serie de cosas conjuntas que hacen que la decisión sea más fácil. Es decir, no hay un solo motivo. Son trece años juntos, haciendo la música que nos llena, pero después de trece años también nos mueven otras cosas. Tenemos ganas de explorar otros caminos individualmente, y sentíamos que habíamos llegado a un punto que nos preguntábamos ‘¿y qué hacemos?’.

¿Estabais estancados, de alguna manera?
P.L.: Yo, artísticamente, personalmente, sí. Hicimos el último disco, que era viajando por todo el mundo… Es el disco que habíamos soñado toda la vida, de ir por muchos lugares del mundo, y en cada lugar grabar, llevarlo a casa. Hicimos el 1040 que era el disco que teníamos de objetivo de toda la vida. Entonces, ahora, de repente, nos tocaría hacer otro disco, y nos planteábamos ‘¿qué tipo de disco tenemos que hacer?’. No teníamos ni idea de hacia dónde teníamos que ir. ¿Hacer otra vez drum and latin? Pues no lo sé; hacer como en 1040, pues tampoco porque tenemos que estar todo el tiempo viajando… Pues lo mejor era parar.
M.S.: Hay este punto adrenalínico que tiene la industria y estar dentro de la rueda que hace que valores poco el tiempo creativo, en qué punto está tu proyecto, qué te apetece hacer, qué te permitirás hacer dentro de tu proyecto musical y creativamente. A veces estamos en una rueda en la que es muy difícil discernir lo que te apetece hacer, lo que tienes que hacer y lo que necesitas hacer para que el grupo siga adelante, por mucho que no quieras. Tomarnos este tiempo también formaba parte del aprendizaje. Y está bien parar. Está bien saber que necesitas tiempo para regenerar ideas, creatividad, vivir diferentes experiencias que te harán hacer una nueva música. Por eso tampoco dejamos la puerta cerrada del todo, pero ahora es momento de pensar en que tenemos dos conciertos finales, y que se tienen que vender muchas entradas para que este último año sea un año feliz.
Durante estos trece años habéis tenido la oportunidad de tocar en muchos escenarios y países diferentes. ¿Cómo recordáis los inicios?
P.L.: Yo los recuerdo muy bonitos
M.S.: Yo también, nos fue todo muy rodado.
P.L.: Creo que hasta el cuarto año, cada vez que hacíamos la valoración del año, veíamos que habíamos subido un escalón. Y a partir del cuarto año, quizás sí que no fue tan exponencial el crecimiento, pero sí que fuimos haciendo nuestros pinitos. Hace muchos años [ríe]. Con veinte, veintiún años nos veíamos comiéndonos el mundo [ríe]. Y, nos recuerdo sobre todo muy convencidos del espacio musical que había que llenar. Recuerdo el día que en el local, Marc, Santi y yo dijimos ‘es que hay un hueco aquí, entre el latin y la electrónica’. No hay nadie que esté haciendo esto con banda’. Aunque nos ha costado mucho encontrar el producto final, digamos, saber qué es la Tomasa, yo lo recuerdo todo muy alentador. Nos animábamos mucho todo el tiempo, le dedicábamos un montón de horas.
M.S.: Y también mucha experiencia.
Ahora, entiendo que no lo haríais igual.
P.L.: ¡En absoluto!
M.S.: Pero entonces no sería lo que pasó, no seríamos la Tomasa. Tiene este punto de tomar decisiones que más adelante no habrías hecho, pero que te han acabado llevando hacia otro lugar. Y eso también te permite vivir otras experiencias.
¿Os arrepentís de algo de estos trece años, como grupo?
M.S.: Sí, la verdad es que sí. Yo me arrepiento de ciertos procesos que hemos hecho, de ciertos discos. Errores que luego nos han costado dinero, energía, que nos han generado algún tipo de ansiedad… Tomar ciertas decisiones impulsivas, quizás porque no habías recorrido tanto, o porque no sabías ciertas cosas.
P.L.: Cosas que nos han hecho más mal que bien.
M.S.: Pero bueno, ha sido el camino que ha sido, y yo estoy muy contento de cómo lo hemos encarado.

Musicalmente hablando, a lo largo de vuestra carrera, habéis tocado muchos estilos diferentes, explorando constantemente. ¿Creéis que esa es la clave para haberos mantenido tantos años dentro de la escena?
P.L.: Creo que la clave no es haber hecho muchos estilos diferentes, sino nuestra inquietud de querer hacer música de calidad, fresca. De hecho, en la última Live Session, la gente ya compró las entradas antes de que anunciáramos qué colaboraciones vendrían. La gente sabía que si iba a ver un bolo de la Tomasa sabía que vería una cosa en concreto, sin saber qué vería. Si vas a ver un bolo de reggae, por más mítico que sea, será un bolo de reggae. Y lo mismo con el punk. Pues la Tomasa tenía esta cosa de ‘no sé bien qué veré, pero sé que me gustará y será de calidad’. Creo que ese ha sido nuestro punto fuerte, más que tocar muchos estilos diferentes.
Pero sí que os habéis ido reinventando.
P.L.: Bueno, porque somos músicos, y nos gusta jugar a hacer de músicos. Cuando tenemos un tema ya publicado, también le acabamos dando otra vuelta. Somos expertos en cargarnos nuestros temas.
M.S.: O sea, nos cuesta mucho más hacer un tema desde cero, que cargarnos uno de los nuestros, y reharmonizarlo e interpretarlo. A mí me gusta mucho entender los diferentes proyectos en tres imágenes, y creo que el grueso del público también identifica mucho con tres imágenes lo que es un proyecto. Nosotros, sin embargo, hemos jugado, a veces, a dispersar, a crear diez imágenes, porque simplemente hemos sentido la llamada de hacerlo así. Y, sí, es cierto, es posible que hayamos dispersado un poco estilísticamente. Pero eso también da cosas muy buenas, como decía Pau, como que la gente apueste por nosotros y tenga la confianza. La gente viene a ver algo de la Tomasa, no sabe bien qué, pero sabe que respondemos con una música de calidad. Con colaboraciones que no responden a más visitas, sino que responden a un talento y un punto artístico que es más importante.
¿Consideráis que cada vez hay menos música de calidad?
P.L.: Sí, sobre todo aquí. No que se haga menos, sino que no se le da espacio. Hay pocos espacios para la música de calidad, y los espacios que hay son espacios pequeños, que no venden muchas entradas. Creo que lo que es la escena, y la industria de Cataluña, se ha centrado mucho en mirar los números y la gente que mueves, más allá si tienes un mensaje positivo o molas tocando. Da igual la música, da igual el mensaje. Si llevas a mucha gente y tienes seguidores, adelante.
¿No desvirtúa, de alguna manera, la misma industria?
P.L.: Sí, pero se están forrando todos [ríe]
M.S.: Los grupos están, las propuestas musicales están, y, en cierta manera, también está el espacio, pero lo que se programa se encara desde una perspectiva más económica para rentabilizar lo que estás programando y ganar dinero, que no para tener una cultura musical más amplia.
P.L.: También, de alguna manera, el público se ha aturdido cultural y musicalmente. El público se come lo que le pongan delante, y si le ponen música de fastfood y barata, pues se comerá eso. A nosotros nos ha pasado que hay festivales que nos han dado el espacio para tocar, pero luego vemos que el público no nos quería allí, que prefería que hubiera cualquier otro grupo. También nos hemos acabado llevando sorpresas eh, pero hay espacios donde hemos podido tocar, que luego veíamos que, quizás, no era el nuestro.

¿Esta sensación la habéis tenido en Cataluña o también en los otros países donde habéis tocado?
M.S.: Yo creo que en todo el mundo hay propuestas musicales amplias y variadas, hay zonas y espacios donde se programa de calidad. Creo que es más una cuestión que, aquí Cataluña, desde hace unos años, tendemos a seguir una línea más económica. A pensar en no perder dinero, contratar el grupo sabiendo si venderá muchas entradas. Y creo que nos tenemos que desacostumbrar un poco a eso. Nosotros hemos ido a tocar a salas por Europa donde no nos conocía nadie, pero nos programaban. Es cierto que las salas se acostumbran a programar de una cierta manera, el público confía en la sala, y la administración también confía. Es un círculo que funciona.
P.L.: Recuerdo la gira que hicimos en Holanda por salas en 2016 o 2017, que vendimos unas doscientas entradas en cada lugar, y no nos conocían. Recuerdo pensar: ‘¿y estas 200 personas, quiénes son?’ [ríe]. Pues era gente del barrio que veía que tocaba un grupo de Barcelona, y decidía pagar sus doce euros solo por el hecho de que veníamos de Barcelona. Aquí en Cataluña, o en España, es impensable. Yo no iré a ver un grupo escocés en la Sala Apolo solo por el hecho de que sean de Escocia. Eso no pasará, pero porque no me han enseñado así. ¡Ojalá! ¡Ojalá ver una propuesta que mola y vas a la sala a descubrirla, y quizás descubres un grupazo o te llevas una decepción, pero la intención es descubrir música. Ahora bien, creo que aquí, culturalmente, estamos muy lejos de eso.
¿Consideráis, entonces, que se debería repensar la forma de entender la cultura?
M.S.: Se debería repensar todo [ríe]. El público debería comprar más entradas. Estamos demasiado acostumbrados a tener fiestas mayores, fiestas gratuitas, que programan siempre lo mismo: grupos de versiones y tributos. Y eso revienta el mercado. Tiene una parte de responsabilidad el consumidor, una parte de responsabilidad la tiene la administración, otra los programadores, los managers… Todo debería abrirse más para que haya más cabida de todo tipo de proyectos. No es un cambio que se pueda hacer inmediatamente, pero sí que con el paso del tiempo se debería abrir el prisma musical que tenemos en Cataluña.
A lo largo de vuestra carrera, siempre habéis sido grandes defensores de la música en directo. ¿Creéis que está cambiando un poco esta tendencia?
M.S.: Por un lado, sí, pero por otro no. Sí que es verdad que cada vez hay menos músicos en directo, pero también es algo que depende mucho del tipo de proyecto, de cómo utilices las secuencias, de qué tipo de show tengas…
P.L.: Creo que una cosa que está muy bien es que las nuevas generaciones que comenzaron a salir a partir de 2020, que para mí fue un momento muy grande de cambio generacional en la escena, empezaron actuando solo con un DJ, pero en cuanto han podido tener un caché y llenar espacios grandes, han apostado por llevar banda. Y es algo que no me esperaba. Es decir, si estás cobrando miles de euros y sois dos, pues perfecto, más pasta [ríe]. Pero cuando en esta oferta decides ganar menos dinero, pero ofrecer algo mejor y llevar una banda de músicos, que son gente que se lo trabaja, a mí me ha sorprendido muy positivamente. Creo que algunos se están dando cuenta de que es mucho más guay con banda, que puedes ofrecer muchas más cosas. Creo que se están dando cuenta, pero también ha hecho falta ver que, de repente, ibas a un festival y solo había una banda, porque todo lo demás era pantalla y flow. Cuando los grupos de pantalla y flow se dan cuenta y llevan banda, para mí hay un punto ganado.
La música en directo, entonces, sigue siendo esencial.
M.S.: Sí, sin duda. Que se haga música en directo y que los conciertos sean ir a escuchar música. Nosotros, por norma general, siempre apostaremos por la música en directo. Eso no quiere decir que no nos guste ir de fiesta a escuchar a un tío que cante y una tía que pinche, o con formatos diferentes. De hecho, es que los formatos diferentes se deben explotar, pero que siempre haya un punto musical. Que no sea un karaoke.

Hablabais de explorar formatos diferentes. Es un poco el camino que están siguiendo algunos artistas como Ralphie Choo o Rusowsky, con propuestas en directo que combinan la música más convencional con elementos experimentales. También con su estética. ¿Hay un cambio de tendencia en los proyectos musicales?
P.L.: Más que un cambio de tendencia, es una reacción a las redes sociales. Es decir, tú para publicar algo y que te escuchen tienes que destacar al máximo. Tienes que ofrecer algo que no ofrezca nadie. Entonces, creo que, más que un cambio de tendencia, es resiliencia a las redes. Intentar hacer el máximo de cosas posibles para ver cuál funciona. Antes hacías un disco, lo enviabas a la radio, y ya está. Ahora ya no funciona eso, tienes que destacar de otra manera.
M.S.: Por una parte es cierto. Hay tantos artistas, tantos formatos, tantas canciones diferentes, que tienes que acabar encontrando un rasgo distintivo con tu proyecto. Y, muchas veces, eso se ha encontrado con la formación. Por ejemplo, ahora que comentabas ejemplos como Ralphie Choo o Rusowsky, la diferencia se ha encontrado con llevar un cello y un multiinstrumentista, pero todo parte de un DJ Set, pero también se toca el piano en algún momento. Son gente que son productores muy potentes que explotan la música en directo y explotan los formatos diferentes. Y eso es muy positivo.
¿Hacia dónde evoluciona la escena musical de Cataluña?
P.L.: Pues no tengo ni idea [ríe]. Yo creo que hay una cosa que no cambiará nunca, porque los catalanes somos muy catalanes, y somos muy mediterráneos. Nos gusta la música mediterránea, que nos haga no pensar en las cosas malas. Creo que es muy de nuestra esencia. Teniendo en cuenta eso, no sé si habrá un cambio muy grande en la música de nuestro país porque va muy ligada a cómo somos.
M.S.: Lo que funcione irá por tendencia. Lo que más se escuche representará el grueso de conciertos. Pero, yo creo que seguirá habiendo una pluralidad musical, y de cómo hacemos música. Sobre todo gracias al acceso a todas las herramientas que tenemos ahora mismo para hacer música, que ya se explotó años atrás y se van creando nuevas maneras de hacer música por gente que nunca había hecho música antes. Eso seguirá explotándose.
P.L.: Aquí hay una parte buena y una de mala [ríe]. La buena, que cualquiera puede hacer música y se puede expresar; y la mala es que cualquiera puede hacer música y se puede expresar [ríe]. Y entonces salen cosas malas, o salen cosas muy guapas porque no tienen ni idea de música y crean algo muy especial. Gente que no sabe mucho que empieza a tocar y crea algo especial, porque sale de la norma.
M.S.: O quizás lo fuerte del proyecto no es la música en sí. No es que cante, sino que tenga un mensaje superpotente. Gente del extrarradio, gente queer… Y también que no. Se abren más las puertas. Lo que hace que sea potencial no es que cantes bien, por decirlo de alguna manera, sino qué tipo de proyecto es. Influyen muchos factores.

Volviendo a la Tomasa, encarais la despedida con dos fechas señaladas: el concierto de Madrid y el de Barcelona. ¿Qué podemos esperar de estos conciertos?
P.L.: La verdad es que todavía no nos hemos planteado mucho cómo serán los últimos bolos. Lo que sí que hemos decidido es que habrá canciones de toda la historia. De hecho, hemos decidido que cada uno de nosotros pueda elegir algún momento de cualquier directo de toda la vida y lo haremos. Y eso creo que puede molar. Y colabos, seguro que sí, porque es nuestro ADN y nos gusta mucho cuando viene una voz nueva y suma. No sé cuál, pero seguro que alguna colabo haremos.
M.S.: Intentaremos hacer algo que reúna estos trece años y lo que han representado para nosotros, y para el público. Nosotros toda la vida hemos llevado colabos y ha sido lo que más nos ha gustado.
P.L.: Será un bolo emotivo, será largo. Se llorará y será precioso [ríe].
Comentabais que será un tipo de concierto retrospectivo. ¿Con qué momento os quedáis de toda vuestra trayectoria como grupo?
M.S.: Para mí, un clarísimo, es la primera Live Session. Fue un momento en el que internamente estaban pasando bastantes cosas y no era muy buen momento, pero lo que pasó externamente fue increíble. Nosotros estábamos muy unidos, nos salió un proyecto muy bonito, la gente lo disfrutó.
P.L.: Hasta que no acabamos los cuatro conciertos del fin de semana no fuimos conscientes de todo lo que acababa de pasar. Fue muy fuerte. Mientras tocábamos veía que había magia en la sala, pero no lo veía con la inmensidad que la gente lo recibió. Y al año siguiente volvimos [ríe]. Otro gran momento creo que fue cuando fuimos a México por primera vez. Ver una sala llena con gente que nos decía «llevo ocho años esperando que llegue la Tomasa a México». Yo estaba emocionadísimo. Después del bolo nos regalaron de todo. Nos cubrieron de oro prácticamente [ríe]. Y flipábamos mucho de ver tanta gente que es «familia tomasera» que está a 10.000 kilómetros de casa. Recuerdo flipar mucho.
M.S.: Y en Vietnam también fue precioso. Yo recuerdo que estaba muy emocionado por poder tocar a miles de kilómetros de casa. Para mí fue un regalo.

