Libre, creativo y mayoritariamente en catalán. Así fue el cine amateur de los años 20 y 30 en Cataluña, puerta de entrada y centro neurálgico de esta escuela cinematográfica en el Estado español. Una burguesía que miraba hacia Europa y que tenía inquietudes culturales fue la clave de la eclosión de filmaciones no profesionales a partir del momento en el que empezaron a llegar las cámaras Pathé-Baby, para rodar con película de 9 milímetros y medio, durante la campaña de Navidad del 1923-1924. Así fue como el 27 de febrero de 2024 una familia barcelonesa rodó la que se considera la primera película de la historia del cine amateur catalán y estatal a falta de otra filmación conservada y documentada que pueda desmentirlo.
Este es el punto de partida del centenario del cine amateur que celebra, desde este mes de marzo, la Filmoteca de Cataluña. «En un país con una industria cinematográfica no muy desarrollada, pero que tenía, en cambio, una burguesía potente y muy atraída por las influencias parisienses, cuando llega este aparato fantástico capaz de grabar imágenes [la cámara Pathé-Baby], muchas familias aprovechan sus viajes a París para adquirirlo y empezar a grabar la vida doméstica, la social, los paisajes. E incluso se atreven a hacer películas como las que veían en el cine», explicaba el director de la Filmoteca, Esteve Riambau, en la presentación del programa del centenario.
El porqué del gran fondo amateur de la Filmoteca de Cataluña
Diversas circunstancias hacen que la Filmoteca de Cataluña esté especialmente bien provista de cine amateur, según Mariona Bruzzo, jefa del Centro de Conservación de la institución. De entrada, por la influencia del historiador, activista cultural y político Miquel Porter Moix, jefe del Servicio de Cinematografía de la Generalitat del 1977 al 1986 e impulsor de la creación de la Filmoteca, que nació en 1981 partiendo de cero. Para Portero Moix, «el cine amateur representó una garantía de continuidad para la idea de un futuro cine catalán», según afirmaba en el libro
La etapa dorada del cine amateur catalán, de 1924 a 1940
La etapa en la que los films amateurs están más claramente identificados –a partir de los años 60, por ejemplo, el formato de 16 milímetros se convierte en semiprofesional– es precisamente la primera, la que va de 1924 a 1940, a pesar de que a partir del estallido de la Guerra Civil hay pocas producciones. Es por eso que la principal exposición del centenario,
Una web donde se pueden ver más de ciento films amateurs
Uno de los platos fuertes de la celebración, además de las exposiciones y los ciclos de cine que se podrán ver a lo largo del año, es la web
Franquistas catalanoparlantes
El uso del catalán llega hasta extremos insospechados con
Mucho más que grabaciones domésticas
Uno de los objetivos de la celebración del centenario es descubrir al gran público un patrimonio poco conocido y reivindicar el valor artístico del cine amateur, que van mucho más allá de las grabaciones domésticas de celebraciones de cumpleaños y momentos de las vacaciones. Como prueba de la validez de esta tesis, los comisarios de los actos han querido encabezar uno de los apartados de la web, el que recoge la filmografía, con una cita textual de la prestigiosa revista de la época

Tanto Enrique Fibla, investigador de la UAB experto en manifestaciones culturales de los años 30, como Ignasi Renau, documentalista del Centro de Conservación y Restauración de la Filmoteca, hacen hincapié en la declaración de intenciones que contiene el título que han elegido para la principal exposición del centenario:
Sin que se tengan que comparar las producciones amateurs con las profesionales, Fibla y Renau reivindican «el espíritu libre y creativo que muestran». «Muestran cosas que el cine profesional, que se producía muy poco en los años 30 en Cataluña, no mostraba. Las cámaras amateurs, con su movilidad y facilidad de uso, se metían en lugares que el cine profesional no se metía. Y estas películas nos explican otros años 30″, enfatiza Fibla.
Desde Igualada hasta Japón: la dimensión internacional
Del mismo modo que las filmaciones no se limitaban al ámbito doméstico, una vez montadas las películas de aquel movimiento también salían fuera de casa. «Se veían en cines, en asociaciones culturales, en centros excursionistas y todo tipo de entidades que tenían sección de cine, había voluntad de hacer pedagogía o divulgación. Las películas iban de Igualada a Sabadell, de una ciudad a otra, se intercambiaban y participaban en concursos, organizados por el Centro Excursionista de Cataluña, el CEC, y el Fomento de las Artes Decorativas. Y los que ganaban iban a concursos internacionales», explica Ignasi Renau. Hubo producciones premiadas en la Bienal de Venecia y en el IV Concurso Internacional de Cine Amateur, que el 1935 se hizo en Barcelona. Y en el caso de
Delmiro Caralt y Pilar de Quadras
Capítulo aparte merecen Delmiro Caralt y Pilar de Quadras, matrimonio y dos de los nombres más importantes del cine amateur de antes de la Guerra Civil –después dejaron de rodar–, junto con Domènec Giménez Botey y Eusebi Ferrer Borrell. Caralt es el autor de

Caralt y Quadras hicieron otras filmaciones reconocidas y premiadas, y él fue uno de los fundadores de la Sección de Cine del CEC, en 1932, y de la Unión Internacional de Cine Amateur (Unica) de la que también fue presidente. Además, impulsó de publicaciones como