Alérgicas al Polen es uno de los grupos de música de la nueva generación de la escena musical catalana que ha ganado más fuerza en los últimos años. Formado por seis jóvenes nacidas en el Vila de Gràcia, es una de las pocas bandas formadas solo por mujeres. Hace poco más de cuatro años que emprendieron esta aventura musical como sexteto, pero desde que subieron a los escenarios no han parado. En solo cuatro años han publicado cuatro discos. El último, Al·larma (Niu & Montebello, 2024). El trabajo de estudio que inició el proyecto, nacido durante la pandemia de la Covid, es De Cero, un primer disco completamente autoeditado. Desde entonces, a medida que han ido creciendo, Alérgicas ha ido consolidándose, tanto internamente como dentro de la misma escena catalana. Con el último disco, sin embargo, el grupo se ha catapultado definitivamente y se ha consagrado como una de las girlbands más frescas del país. Durante su breve, pero intensa, carrera musical han colaborado con artistas como Figa Flawas, Oques Grasses, Ariox, Maria Jaume o el emblemático Joan Manel Serrat, con quien reversionaron el clásico de los clásicos Paraules d’amor. El Món habla con la segunda voz y guitarrista, Joana Subirats (Barcelona, 2001) y la guitarrista Emma Dotres (Barcelona, 2000), en una entrevista en la que se remontan a los orígenes de la banda y se adentran en el backstage de la industria musical.
Alérgicas nace en época de pandemia. ¿Qué recordáis de los inicios?
Emma Dotres: El grupo nace poco antes del año 2020, completamente prepandémico. En octubre-noviembre de 2019 hicimos la primera reunión todas, con el objetivo de encontrarnos.
Joana Subirats: Estábamos todas muy interrelacionadas durante la infancia y la adolescencia. Nos habíamos ido encontrando en diferentes lugares. Por ejemplo, Emma y yo íbamos juntas al instituto con Marina Rico [la voz principal del grupo], yo en un curso menos. Yo también había coincidido en la escuela de música con Ona Salabert [la bajista de la banda], y Ona y Rico iban juntas al esplai. Berta también había hecho un protogrup con nosotras. Con Maria Riba [la teclista] éramos muy amigas también…
Entonces decidisteis encontraros.
J.S.: Nosotras ya teníamos un proyecto en el que hacíamos canciones Riba, Rico y yo que se llamaba Flowers and the Band, y desde el principio ya teníamos una idea de hacer una banda formada solo por chicas. Entonces, en octubre-noviembre de 2019 decidimos que era el momento de hacerlo, y ya lo teníamos bastante apalabrado. Es decir, no nos poníamos a buscar a gente desde cero, sino que algunas de ellas, como Emma, ya habían venido a algún ensayo con el protogrup. Ona también tenía un pie dentro porque ya lo habíamos hablado mucho… Entonces decidimos quedar e iniciar el proyecto, pero sin ningún tipo de compromiso. De hecho, es una de las bromas internas que tenemos. Cero compromiso [ríe].

En el momento de sentaros y plantear, ¿os marcasteis el objetivo de llegar hasta el punto que habéis alcanzado?
J.S.: Para nada. Creo que, a diferencia de muchos grupos que nacen ahora, con la edad que tenemos, nosotras no teníamos ni idea ni de la concepción de lo que es la industria musical, ni de cómo se preparaban y sacaban los discos, ni que se hacían giras… [ironizan].
E.D.: Bueno, no sabíamos nada, pero a la vez sí que sabíamos cosas porque nos movíamos en un entorno donde había mucha gente que ya hacía música, pero era más desde el ámbito de barrio, como Tupica. No se dedicaban activamente a la música, pero formaban parte del circuito de ciudad, de las fiestas de barrio. Había mucha gente que era PD [pincha-discos]… Yo misma había sido PD. Había un pequeño mundo, conectado, que tocaba desde la música hasta el asociacionismo. El mundo del cau, el esplai. Nosotras venimos de ahí, es una evidencia.
J.S.: La clave del inicio fue, realmente, que, muy poco después de empezar ya pudimos cerrar muchos bolos en Barcelona por el boca a boca. Porque, simplemente, habíamos hecho un grupo. Pero, al principio, todo era a escala de barrios. No eran grandes festivales, sino que la gente de los caus y los esplais que organizaban sus fiestas de barrio nos invitaban a tocar.
¿Cuál fue el primer concierto?
J.S. y E.D.: Fue en La Guineueta, justo después del confinamiento, todos iban con mascarilla, hubo un caso de covid entre el público [ríen].
¿Cómo vivisteis hacer conciertos en aquella época?
J.S.: Yo lo veo muy lejano, era muy al principio. Era extraño porque habíamos publicado el primer disco durante la pandemia, cuando ya se estaba aligerando el confinamiento, y la manera de comunicarnos con el público fue mucho desde Instagram. Aunque una cosa que siempre hemos tenido muy clara, y que nos define mucho, es hacer conciertos, al principio todo era más extraño. Pero lo recuerdo muy lejano. También es cierto que eran las primeras veces que tocábamos juntas delante de gente, conociéndonos arriba del escenario, que es muy diferente que hacerlo en un local de ensayo.
Al·larma es vuestro cuarto disco en solo cuatro años. ¿Cada uno de los trabajos de estudio refleja, de alguna manera, las diferentes etapas vitales que habéis vivido?
E.D.: Sí, quizás no te diría que son las diferentes etapas vitales de cada una de nosotras individualmente, pero sí que son, un poco, las etapas del proyecto. Creo que cada disco refleja la sonoridad representativa del proyecto en cada momento.
J.S.: Ahora estoy viendo muchos proyectos nacer con gente que ya tiene nuestra edad, o que es un poco mayor, y lo hacen de una manera muy diferente a la que vivimos nosotras. No hay punto de comparación entre cómo empezamos nosotras a cómo empiezan los grupos de ahora.

¿En qué sentido?
J.S.: Nosotras empezamos con 17-18 años. Creo que, en aquel momento, no había una concepción de la industria y de la música tan clara. Creo que era más complicado de entender, o de conocer, también porque éramos más pequeñas. Empezamos a aprender a hacer música -es decir, hacer discos, componer, etc.- con el proyecto.
E.D.: Si yo ahora hiciera un proyecto desde cero hay muchas cosas que las haría diferente. Nosotras tenemos un aprendizaje muy fuerte en cada disco que hemos hecho.
J.S.: Hemos sido un poco de hacer y escupir un poco. Es decir, de pensar que las canciones que hemos ido haciendo las sacaríamos. Y a la gente, le gustará o no, pero forma parte del proceso. Si no hubiéramos hecho los tres discos anteriores, seguro que ahora no habríamos hecho este cuarto disco.
¿Os arrepentís de algo de estos cuatro años?
E.D.: ¡No! Bueno, seguro que de alguna cosa en concreto quizás sí, pero creo que si lo miramos a la larga ha sido un proceso muy sincero. Mucho de crecimiento personal, musical, profesional, en todos los ámbitos. Evidentemente que si volviéramos a hacerlo desde cero haríamos alguna cosa diferente, pero las hemos hecho de la manera que nos ha nacido hacerlas. De una manera muy sincera. Somos así, y este es nuestro proyecto.
J.S.: Somos un proyecto que, desde el inicio, nunca hemos escondido nuestras posturas. No nos hemos querido maquillar mucho. Y quizás, de alguna manera, la gente ha conectado con nosotras por este motivo. Es mejor ser como eres por mucho que haya imperfecciones en lugar de perder la personalidad.
Y Alérgicas tiene una personalidad muy marcada en una escena donde a veces parece complicado diferenciar los grupos entre sí.
J.S.: La personalidad es un factor muy importante en un grupo. Tú puedes hacer rock de muchas maneras. Puedes conseguir el sonido de un grupo que te encanta, pero si tienes una personalidad marcada a la gente no le importará. No se trata de imitar para llegar a hacer lo mismo que alguien, sino buscar tu propia manera de hacerlo. Nosotras, como no hemos tenido tantos referentes, quizás tampoco hemos podido copiar tanto…

La industria musical es un mundo bastante masculino con pocos referentes, generalmente, femeninos…
J.S.: No es que sea un mundo muy masculino, sino cómo se estructura el sistema. No es que haya muchas mujeres o pocas, sino la representatividad que se les da. Y todo el sistema de valores que hay detrás de la industria, la música. Que, al final, es un sistema de valores muy masculino, muy patriarcal…
E.D.: Fascista, homófobo…
J.S.: Es como la sociedad. Se nos hará mucho más fácil consumir música hecha por un grupo de hombres blancos de Barcelona, por ejemplo, que la de uno de mujeres. De la misma manera que a nosotras también se nos hace mucho más caso que si fuéramos de otro colectivo, que estaríamos más al margen.
E.D.: Siempre dices que [en apelación a Joana Subirats] se debe tener en cuenta la escala de los privilegios. Nosotras tenemos muchos, y nos faltan otros. Intentamos asomar la cabeza cuando podemos y esconderla cuando no nos toca, porque también hay muchos momentos que tenemos que dar un paso atrás.
Al principio de la entrevista comentabais que, antes de iniciar el proyecto, desconocíais el funcionamiento de la industria musical. Ahora que formáis parte de ella, ¿qué pensáis?
E.D.: Creo que la industria responde a la misma lógica capitalista que responden todas las industrias y todos los sectores, sean los que sean. Y más, cuando es una industria popular [la de la música], ya que la industria hace lo que quiere la gente, pero también las empresas. Es una especie de rueda. Responde a un funcionamiento entre capitalista y popular.
J.S.: Yo me he dado cuenta de que no es solo una sola industria, sino que hay muchas diferentes. Hay diferentes circuitos, diferentes entornos. El problema es que tú no eliges en qué entorno estás, porque van en función de la música que haces, pero sí que puedes, mínimamente, reconducir, o elegir, en qué espacios quieres estar y en cuáles no. Sobre todo cuando tienes un poco de poder.
E.D.: En el momento en que el público te da la legitimidad para decidirlo, es un factor muy importante. Nosotras nos hemos encontrado también muchas veces que, por mucho que el público te legitime y que hiciéramos un Apolo y estuviera a rebosar y no cupiera ni un alma en pena más, ¿por qué después no estamos en los carteles más importantes del panorama actual? Creo que, más allá de la legitimidad que dé el público, también influye la mirada. El público decide, sí, pero el último movimiento de la partida es el programador [y lo repite para enfatizar] quien lo acaba marcando.

¿Os sentís cómodas formando parte de la industria?
J.S.: Creo que nos sentimos mucho más cómodas ahora que hace un tiempo, sobre todo cuando vamos a lugares, porque nos hacemos mayores y ganamos seguridad como personas, y a la vez también tenemos más conexiones con otros artistas, pero también creo que la industria no deja de ser un espacio incómodo. Hostil.
E.D.: Y es muy competitiva. Bueno, quizás es más comparativa que competitiva. Y esto, al final, es una mierda, porque compararse hace que compitas. Dentro de una misma sala, si nos pusiéramos todos y a todas, al final acabaríamos comparándonos, y a la larga compitiendo. Y hay muy buen rollo, y personalmente también puedes tener amistades, pero igualmente también puedes sentir envidia. Creo que falta una red sincera y real entre las personas que compartimos profesión. Una profesión que, si la piensas en la práctica, no es buena. Y más cuando diriges un proyecto como nosotras. Te encuentras con mil problemas, como los que tiene todo el mundo… Con sueldos muy precarios y vidas muy precarias, porque tienes que llegar a todas partes y, a menudo, no llegas a nada. Trabajas de noche, llegas a casa muchas veces pasadas las cuatro de la mañana y al día siguiente no eres una persona normal… Y esto no se pone en diálogo. No hay ningún espacio concreto para hablarlo.
J.S.: Yo, últimamente, desde esta manera de ver las cosas, he intentado hablar de estos problemas con otra gente del sector. Y aquí también es cuando ves que todo el mundo está pasando por lo mismo. Esta es un poco la parte más mala, pero dedicarse a la música también tiene muchas cosas buenas. También he visto que, a veces, cuando las cosas te van muy bien, empiezas a no fijarte lo suficiente en lo que te está pasando y enfadarte por lo que no. Esto nos ha pasado, y todavía nos pasa a veces. Y tenemos que luchar en contra de eso. Al principio, evidentemente no nos preocupaban las cosas que no nos estaban pasando porque no sabíamos ni que nos podían pasar. Y cuando tienes un año de puta madre es cuando te enfadas por las cosas que no te pasan. Es muy tentador enfadarse por lo que no pasa, en lugar de valorar lo que sí que te está pasando.
Cuatro años después de comenzar el proyecto, ¿os dedicáis exclusivamente a la música?
J.S.: Yo sí, pero todavía vivo en casa de mis padres [ríe], por lo tanto, para mí no cuenta. Si viviera independizada y me dedicara solo a Alérgicas diría que sí.
E.D.: Yo tengo otro trabajo, y todas las otras también tienen otros trabajos de jornada completa además de Alérgicas.
¿Cómo lo compagináis?
E.D.: Como buenamente podemos. Haciendo malabares. Y a veces nos pasa que no llegamos a todo. Pasa muchas veces que, si tienes dos bolos el fin de semana, o solo que tengas uno, si tienes una jornada de toda la semana, haces el concierto de viernes por la noche, el de sábado por la noche, llegas domingo que ya no sabes ni cómo te llamas, pero el lunes tienes que volver a trabajar.