Hace veinte años que vuelta por el mundo con un micrófono de Catalunya Ràdio y una libreta y ahora ha rescatado notas y recuerdos en los rincones de su memoria para explicar con más perspectiva trocitos de vidas de territorios sacudidos por la historia, desde Bosnia hasta Cuba, pasando por los estados del sur de los EE. UU., Senegal o Bolivia, entre otros. Historias cortas donde se concentra la esencia del porque de las cosas, la gran obsesión de esta periodista. Cèlia Cernadas (Sant Cugat del Vallès, 1971), recoge experiencias y reflexiones en el libro
Hay quién en Catalunya Ràdio te dice ‘señora contexto’ porque siempre reclamas más tiempo para dar contexto a las noticias que tienes que explicar a los oyentes. ¿Es lo que has querido hacer con ‘Fuera de foco’?
Mi intención con este libro era, por un lado, escoger las coberturas o las experiencias periodísticas que he tenido y que consideraba más significativas aplicadas en el mundo de hoy, aunque sean de hace años. Esto me permitía recuperar historias, momentos, paisajes, no solo personas. Cosas que me habían quedado a la memoria o a los apuntes pero que quizás no había podido explicar con la profundidad que querría. Pero simultáneamente quería que cada capítulo abriera la puerta al lector, sin exhaustividad, hacia un tema que define el mundo de hoy. Que cada relato tuviera la estructura casi de un cuento, de un viaje en movimiento, que te llevara hacia una realidad diferente cada vez, a un país diferente, desde el Senegal en Bolivia o Noruega, del sur de Estados Unidos en Grecia, Libia o Kènia, a un entorno físico y humano diferente, con matices, con detalles. Que cuando tú sientas historias de migración, por ejemplo, no te quedes solo con cifras o titulares descontextualitzats, o sobre todo alarmistas o apocalípticos, que es el que pasa mucho con las migraciones y la crisis climática, sino que puedas entender las causas que hay detrás, los retos que representa, por qué pasan las cosas, en qué espacio geográfico pasan. Creo que en los temas internacionales, el porqué es básico.
¿Más que en otras áreas del periodismo?
Quizás sí. Porque estamos hablando del mundo entero. Es una realidad muy amplia, muy diversa y, sobre todo, muy interdependiente. Después, el contexto es fundamental para combatir percepciones que se basan solo en la emoción, que explota tanto la extrema derecha. El tema de la emergencia climática y el de las migraciones, segundos como los trates generan mucho miedo. En la emergencia climática, si nos quedamos con titulares alarmistas se puede generar tanto miedo que se desmovilice la gente, porque la gente acaba pensando que no puede hacer nada. Por lo tanto, una parte de la responsabilidad que tenemos los periodistas es huir de discursos emocionales y reduccionistas que generan las noticias poco explicadas o mal contextualizadas. Creo mucho en esta ‘misión’, entre comillas, del periodista. Tenemos que hacer entender que muchas de las causas que explican la migración, por ejemplo, tienen sus raíces en comportamientos o políticas de los países de Occidente, porque si no se entiende es cuando genera rechazo.
¿Como se lucha contra este rechazo si las mismas instituciones de la UE, que se supone que son de las más avanzadas y sensibles socialmente, toman medidas como pagar en países sin compromiso con los derechos humanos para que hagan de guardianes de las fronteras e impidan la llegada de inmigrantes?
El año 2015, con la entrada de más de un millón de refugiados a Europa en poco tiempo, se evidenció que en la UE no había políticas migratorias. Este es el problema, se tenía que articular un pacto europeo de migración y asilo que reformara las políticas existentes, que eran claramente insuficientes, ineficientes, que creara vías legales o seguras para migrar, que activara la solidaridad entre los esrats miembros. Y aquí estamos. Se han levantado muros físicos, se ha invertido mucho en medidas de control y vigilancia para frenar la migración, y el pacto europeo vigente no acaba de funcionar. Básicamente se ha abierto la puerta a la externalización del control de las fronteras a países que no están sometidos a los estándares de respecto de derechos humanos que se exigen a Europa
Uno de estos es Marruecos, con quien el gobierno español tiene buena relación…
Esto empezó con Turquía y se ha ido extendiendo, por ejemplo en el Marruecos, donde hay pactos europeos, especialmente del gobierno español, que tiene una relación bilateral muy estrecha que incluso ha comportado que Pedro Sánchez reconociera la soberanía del Marruecos sobre la Sáhara Occidental. Y también se ha encargado esta función de gendarme en Libia, que es un estado absolutamente fallido, que ha estado en guerra civil intermitente desde la caída de Gadaffi, que está gobernado por grupos criminales y mafias, y en Túnez, que está viviendo una deriva autoritaria. Está superdocumentat que en Libia

Y que podemos hacer los periodistas para cambiar la opinión de las ciudadanos respeto las migraciones si las instituciones actúan así?
Las instituciones europeas tenemos que pensar que son fruto de la suma de 27 países y 27 gobiernos con su orientación política y los suyos intereses electorales a corto plazo. Tenemos además la
¿Como se evitan los peligros del buenismo?
Yo soy contraria a mantener un discurso buenista y super políticamente correcto que no quiere ni sentir a hablar de explicar los problemas que, efectivamente, puede generar la
¿Qué implica la contradicción entre el hecho que las nuevas tecnologías estén facilitando que la información circule pero, a la vez, sean un elemento que contribuyen a construir una sociedad cada día más abocada a los impactos inmediatos y emocionales y más alejada de la profundidad?
Hay muchos tipos de públicos y el discurso que las redes son un desastre es un poco boomer. Las redes pueden tener efectos muy positivos. Por ejemplo, internet ha facilitado la conexión de movimientos sociales a África y en el norte de África, que han permitido revueltas contra dictaduras, como por ejemplo las primeras árabes, que ahora han caído en el olvido o han fracasado pero que en su momento posibilitaron por primera vez la articulación incipiente de una sociedad civil que no existía en estos países. En este caso, las redes en este caso sirven para enviar eslóganes, consignas, mensajes en blanco y negro, que es el que hace el activismo. Y los periodistas no somos activistas, el que tenemos que hacer es intentar enseñar múltiplos caras de la realidad, pero podemos optar y decidir, eso sí, donde ponemos el foco. El periodista tiene esta responsabilidad, explicar de donde venimos, como estamos y donde vayamos. Y esto las redes no te lo permiten. Por lo tanto, idealmente las redes son un complemento que nos permite llegar a nuevas audiencias.
Señalas las prisas como el principal enemigo del periodismo que espera explicar las múltiplos caras de la realidad. Pero el tiempo es
Yo quiero pensar que sí que interesa. El día que responda que no seguramente lo dejaré, y buscaré otras áreas. Pero las prisas propician la simplificación, y son malas consejeras cuando te acercas a personas que han vivido situaciones duras. Estas personas te abren su corazón, su intimidad, y por respeto y justicia hacia ellas –y también hacia nuestros lectores, oyentes, seguidores– tenemos la responsabilidad de pararnos y explicar estas historias con cuidado.

Tú trabajas en un medio público…
Sí y esto es muy diferente que trabajar en un medio privado. Lo tengo que decir porque como medio público, igual que en TV3, podemos batallar por temas que quizás no son el top de la agenda, ni son el supertitular, y que tendrán un seguimiento que quizás no será masivo, y tenemos los medios para hacerlo.
¿Y se hace poco?
Muchas veces, algunos medios privados de todo el mundo, como que tienen un objetivo comercial en las coberturas internacionales, se quedan con el que es más efectista, como la foto de Aylan, el niño sirio muerto en una playa, una mujer de Ucrania que no tiene piernas…
¿Esto tiene una función de captar la atención para poder explicar el que hay detrás?
Aquella imagen fue muy poderosa, es obvio, y quizás concienció la gente. El problema es que esto tiene una vida muy corta y que hay cierta explotación de los niños, de las historias trágicas, que muchas veces no busca movilizar sino que solo es sensacionalismo. Es el que pasa cuando se emiten estas imágenes dramáticas en bucle sin ninguna explicación del que hay detrás. Porque las guerras matan gente, pero tienen otras muchas impactos. Las guerras también matan el futuro de muchas personas que sobreviven a la guerra. Destrozan la economía de un país y dejan generaciones enteras sin futuro y arrastrando traumas enormes, como se ve, por ejemplo, en Bosnia, otro de los relatos del libro.
¿Tenemos que asumir que gran parte del que pasa en el sur global es responsabilidad del primer mundo?
Sí, en parte sí, hemos de analizar el legado de la colonización, por ejemplo. Y sobre todo también tenemos que combatir la sensación que en el sur global todo es un desastre, que todo el mundo es pobre, que todo es corrupción y que no hay nada a hacer. Hay muchos problemas, pero también hay muchas iniciativas de la sociedad civil para mejorar esto, mucho dinamismo económico y cultural, en América Latina, en África. Se van creando redes de activismo para pedir a los gobernantes que rindan cuentas. La población se va empoderando e independizando de tutelas internas y externas. Lo que pasa es que hay realidades que, por su geografía, como por ejemplo el Sahel, son complicadísimas. Y a pesar de la resiliencia de estos pueblos, que ya me gustaría vernos a nosotros allá, llega un momento que hay gente que marcha. Ahora, que quede claro que el 80% de los movimientos migratorios de la África se quedan en la África, no van a Europa. La mayoría de la gente no quiere subir a un barco y regalar su vida en el mar. No tenemos todo el continente africano esperando asaltar las fronteras para invadirnos.
Antes hablábamos de los cómo reacciona el primer mundo a la información internacional. ¿Nos enganchamos de manera fácil a procesos espectacularitzats que después abandonamos y ya no sabemos qué se ha hecho?
Como seres humanos, cuando estamos ante un proceso histórico sin precedentes, nos genera mucha atención y de una manera no cínica, porque queremos creer que la gente puede cambiar las cosas. Yo creo que la gente tiene mucha capacidad de cambiar las cosas. A veces, como ha pasado con las primaveras árabes, hubo un empujón muy fuerte que propició unos cambios impensables en toda una serie de autocracies y dictaduras. Y es verdad que, en la mayoría de los casos, esto ha acabado cayendo. Pero las cosas no pasan porque sí, ni desaparecen. El proceso que ha vivido Túnez, por ejemplo, ha dejado una semilla que puede hacer que en otro momento pueda volver a surgir con resultados más duraderos porque igual la sociedad civil ha ido creciente o porque los jóvenes ahora están más formados.
Otro de los aspectos que tocas en varios capítulos del libro es el papel de los gobiernos occidentales al resto del mundo. En un caso hablas de la “pretensión mesiánica de exportar la democracia a los países árabes”. ¿Entonces, qué tiene que hacer Occidente?
En todo caso, podría acompañar y ayudar económicamente, pero en ningún caso imponer. Y tenemos que romper con la idea que el que no es Occidente necesita nuestra tutela. Cada sociedad tiene que evolucionar con a su ritmo. Aquello de la “pretensión mesiánica” era en relación en la guerra de Irak de 2003. Cómo podemos imponer un régimen político estrictamente ajeno en aquel país y, además, imponerlo por las armas? Está claro, el resultado ha sido nefasto.
¿Por qué has escogido poner, como primera historia, la de una conductora de autobús afroamericana de Alabama que te preguntó si realmente te pagaban para hacer el que es tu trabajo, tratándote de privilegiada sin paliativos?
Podría no haberlo hecho por no dejarme evidencia. Pero he intentado, en aquel libro, ser honesta y esto incluye analizar nuestros privilegios. Llego a Alabama, que forma parte del
