El fenómeno que se conoce socialmente como
“Si hemos podido disfrutar de unas vacaciones donde hemos desconectado del trabajo y nos hemos relajado, es coherente que la vuelta cueste, porque implica hacer un cambio de rutina”, insiste antes de asegurar que cualquier cambio requiere un proceso de adaptación. Se puede experimentar desazón, estrés y otras emociones, pero hay que tener claro que son sentimientos transitorios por el cambio de rutina de las vacaciones de verano a la cotidianidad de todo el año. “Desaparece en el ninguno de unos días, cuando el individuo ya ha superado este periodo de adaptación y, por lo tanto, no tiene ningún sentido fiero patológico un fenómeno tan normal”, explica la experta.
Gordovil considera que el término

Categorizar todo el que nos pasa: tranquilidad inútil
Coincide a señalar como problema la necesidad de etiquetar todo el que nos pasa la doctora en psicología y analista junguiana Anna Gassol. “Categorizamos mucho el que nos pasa, ponemos nombre y ya parece que la gente se queda descansada. Tenemos demasiada tendencia al poner las cosas en cajones. Queda ordenado, pero no ayuda en nada”, señala la experta. Sostiene que poner nombres a las cosas que nos pasan solo sirve para saber cómo se llama lo que tenemos, pero no como resolverlo o enfrentarnos. “Una persona despistada descubre que tiene hiperactividad y ya cree que no tiene que hacer nada para centrarse porque simplemente ha nacido así. Mucha gente no se esfuerza porque le deje de pasar el que le pasa una vez le ha puesto un nombre”, dice como ejemplo.
Gassol explica que una persona “razonablemente equilibrada o sana” se adaptará en su vida rutinaria en un plazo de unos días sin necesidad de poner nombre al malestar que tiene para dejar de estar de vacaciones. Asegura que en caso de sentir esta desazón hace falta ser sincero con un mismo y cuestionarse qué pasa “sin caer en categorizaciones”. “No te puedes limitar a decir que tienes
Un proceso de autosugestión?
Por su parte, Gordovil considera que en una sociedad tan hiperconectada como la nuestra es posible que haya un punto de autosugestión que despierte estos sentimientos. “Nos dicen que nos tenemos que sentir así y nos acabamos sintiendo así”, apunta. También lo cree el profesor de psicología social a la UB y psicoterapeuta de orientación junguiana José Vicente Pestana, que considera que “en el imaginario colectivo hay una serie de fenómenos que por un proceso de influencia social se acaban asumiendo como propios”. Asegura que puede ser el caso tanto de la mal llamada depresión posvacacional como del síndrome del Grinch durante la Navidad.
Pestana considera que tenemos que preguntarnos qué entendemos como
Reflexionar sobre lo que hacemos con los sentimientos: parálisis o resolución
“Volvemos de vacaciones y se nos han movido cosas», ya sea en clave del pasado –como por ejemplo pensar que las sensaciones de los veranos de la niñez no volverán–, como de presente –la situación con la pareja no es la que tendría que ser–, y de futuro –incertidumbre por el que nos espera ahora–, explica Pestana para ejemplificar que es importante pararse a analizar todo esto. “Tenemos que tener en cuenta jefe donde nos empujan los sentimientos, si nos sirven para poner en marcha nuevas iniciativas y cambiar cosas o si, por el contrario, hay parálisis”, explica. En este sentido, llamamiento a reflexionar sobre de donde venimos y hacia donde vamos y “poner sobre la mesa los sentimientos de una manera resolutiva, adulta y madura, y no invocando la parálisis”.
En caso de que el fenómeno no se produzca por influencia social, hay que tener en cuenta que el malestar puesto-verano puede ser solo “la punta del iceberg”. “A veces el que hunde el barco no se ve a primera vista”, advierte.
El peligro de hablar de ‘depresión’ sin tenerla
La doctora en psicología Anna Gassol considera que la sociedad ha normalizado una serie de términos médicos que muy a menudo no se utilizan de manera correcta y esto «tergiversa la rigurosidad”. “Cuando una persona tiene una depresión seria, la sociedad cree que el que tiene es el mismo que el que los pasa a ellos, pero no lo es”, explica en referencia a los peligros de normalizar términos médicos como





