El fenómeno que se conoce socialmente como depresión posvacacional –sensación de desazón, malestar y estrés al volver al trabajo– está cada vez más extendido, cuando menos en el imaginario social. Los expertos, pero, consideran que el hecho que se hable tanto responde a la necesidad de etiquetarlo todo y de “patologizar” cosas que son “normales y transitorias”. Es el caso de la psicóloga Amalia Gordovil, que considera que se utiliza “demasiado a la ligera” el término depresión. “Esto viene de la tendencia que tenemos como sociedad de etiquetarlo todo. Se patologiza un fenómeno que es completamente normal, coherente y transitorio”, explica. 

“Si hemos podido disfrutar de unas vacaciones donde hemos desconectado del trabajo y nos hemos relajado, es coherente que la vuelta cueste, porque implica hacer un cambio de rutina”, insiste antes de asegurar que cualquier cambio requiere un proceso de adaptación. Se puede experimentar desazón, estrés y otras emociones, pero hay que tener claro que son sentimientos transitorios por el cambio de rutina de las vacaciones de verano a la cotidianidad de todo el año. “Desaparece en el ninguno de unos días, cuando el individuo ya ha superado este periodo de adaptación y, por lo tanto, no tiene ningún sentido fiero patológico un fenómeno tan normal”, explica la experta. 

Gordovil considera que el término depresión posvacacional nace de la insistencia social de compartimentarlo y etiquetarlo todo. “También tiene que ver con nuestra necesidad de vender soluciones a cualquier problema que pueda surgir. Hoy en día todo el mundo busca soluciones externas cuando se le plantea un problema, y nos estamos olvidando de apelar a la capacidad reflexiva de cada cual”, apunta. En este sentido, cree que pretender dar soluciones para un proceso transitorio y tan normal como este no conviene. “Lo que hace falta es comprender el que estamos pasando y aceptar que es normal que nos sintamos así y que no podemos estar siempre felices”, concluye. 

Un psicólogo atendiendo un paciente / Pixabay
Un psicólogo atendiendo un paciente / Pixabay

Categorizar todo el que nos pasa: tranquilidad inútil

Coincide a señalar como problema la necesidad de etiquetar todo el que nos pasa la doctora en psicología y analista junguiana Anna Gassol. “Categorizamos mucho el que nos pasa, ponemos nombre y ya parece que la gente se queda descansada. Tenemos demasiada tendencia al poner las cosas en cajones. Queda ordenado, pero no ayuda en nada”, señala la experta. Sostiene que poner nombres a las cosas que nos pasan solo sirve para saber cómo se llama lo que tenemos, pero no como resolverlo o enfrentarnos. “Una persona despistada descubre que tiene hiperactividad y ya cree que no tiene que hacer nada para centrarse porque simplemente ha nacido así. Mucha gente no se esfuerza porque le deje de pasar el que le pasa una vez le ha puesto un nombre”, dice como ejemplo. 

Gassol explica que una persona “razonablemente equilibrada o sana” se adaptará en su vida rutinaria en un plazo de unos días sin necesidad de poner nombre al malestar que tiene para dejar de estar de vacaciones. Asegura que en caso de sentir esta desazón hace falta ser sincero con un mismo y cuestionarse qué pasa “sin caer en categorizaciones”. “No te puedes limitar a decir que tienes depresión posvacacional. Tienes que reflexionar sobre por qué te sientes así”, insiste. Añade que a la mayoría de gente no le gusta su trabajo y esto u otros condicionantes externos provocan estos sentimientos negativos a la vuelta de las vacaciones. 

Un proceso de autosugestión?

Por su parte, Gordovil considera que en una sociedad tan hiperconectada como la nuestra es posible que haya un punto de autosugestión que despierte estos sentimientos. “Nos dicen que nos tenemos que sentir así y nos acabamos sintiendo así”, apunta. También lo cree el profesor de psicología social a la UB y psicoterapeuta de orientación junguiana José Vicente Pestana, que considera que “en el imaginario colectivo hay una serie de fenómenos que por un proceso de influencia social se acaban asumiendo como propios”. Asegura que puede ser el caso tanto de la mal llamada depresión posvacacional como del síndrome del Grinch durante la Navidad. 

Pestana considera que tenemos que preguntarnos qué entendemos como depresión antes de saber cómo actuar ante este malestar. “Sin desmerecer o negar el cimiento neurobiológico de la depresión, esta es una enfermedad que comporta una imagen psíquica muy clara a la cual hay que prestar la suficiente atención: nos tenemos que parar”, asegura. Se refiere al hecho de pararnos a reflexionar sobre el que nos pasa y hacer algo al respeto, no solo observar nuestro malestar. 

Reflexionar sobre lo que hacemos con los sentimientos: parálisis o resolución

“Volvemos de vacaciones y se nos han movido cosas», ya sea en clave del pasado –como por ejemplo pensar que las sensaciones de los veranos de la niñez no volverán–, como de presente –la situación con la pareja no es la que tendría que ser–, y de futuro –incertidumbre por el que nos espera ahora–, explica Pestana para ejemplificar que es importante pararse a analizar todo esto. “Tenemos que tener en cuenta jefe donde nos empujan los sentimientos, si nos sirven para poner en marcha nuevas iniciativas y cambiar cosas o si, por el contrario, hay parálisis”, explica. En este sentido, llamamiento a reflexionar sobre de donde venimos y hacia donde vamos y “poner sobre la mesa los sentimientos de una manera resolutiva, adulta y madura, y no invocando la parálisis”.

En caso de que el fenómeno no se produzca por influencia social, hay que tener en cuenta que el malestar puesto-verano puede ser solo “la punta del iceberg”. “A veces el que hunde el barco no se ve a primera vista”, advierte. 

El peligro de hablar de ‘depresión’ sin tenerla

La doctora en psicología Anna Gassol considera que la sociedad ha normalizado una serie de términos médicos que muy a menudo no se utilizan de manera correcta y esto «tergiversa la rigurosidad”. “Cuando una persona tiene una depresión seria, la sociedad cree que el que tiene es el mismo que el que los pasa a ellos, pero no lo es”, explica en referencia a los peligros de normalizar términos médicos como depresión para referirse simplemente en un estado bajo de ánimo puntual. “La psicología se está popularizando, pero hay muy poca gente que sepa de verdad. Tenemos que recordar que los libros de autoayuda no son tratados de psicología”, concluye irónicamente.

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