Òscar Andreu (Terrassa, 1975) se dedica desde hace años a hacer sátira política, pero más allá de la profesión es un activista en defensa de la lengua, ya que, a pesar de su optimismo natural, le preocupa la situación de emergencia en la que se encuentra el catalán. Esto lo llevó a idear el monólogo Crida als ocells de colors llampants, una autobiografía lingüística de una persona que cuando era adolescente se relacionaba habitualmente en castellano y que, desde pequeño, a raíz de una situación concreta, sintió «autoodio» hacia su propia lengua. El monólogo habla de todo esto, pero también habla de nuestra historia y la lengua, porque «es hablar de nosotros», y del memorial de agravios y del «supremacismo frágil» de los españoles. Tiene claro que el bilingüismo es una falacia, una idea creada por el nacionalismo banal español para transitar hacia el «monolingüismo» y «hacia la desaparición de la lengua». Deja claro que «la lengua que no te causará problemas en Cataluña es el castellano». Habla de esto y de muchas otras cosas en una conversación en el bar Camarasa, de la plaza Francesc Macià, que cambiará de nombre a Mary después de que los nuevos propietarios reconsideraran la idea inicial de llamarlo Sotelo, que fue ministro de Hacienda durante la dictadura de Primo de Rivera y fue asesinado en 1936. «Ha llegado el momento de enfrentar el conflicto con el catalán», concluye, y no entiende a aquellas personas que dicen que el catalán debe seducir, cuando lo importante es hablarlo. «La gente que dice que debemos seducir con el catalán cree que no lo hacemos lo suficiente», sentencia. Òscar Andreu es un rebelde en defensa del catalán, el segundo de la serie Rebels lingüístics.
¿Se puede hacer humor con la situación de emergencia lingüística que vive el catalán?
Se puede hacer humor y se puede no hacer humor. Te lo puedes tomar en serio, aunque tomárselo con humor no significa no tomárselo en serio.
¿Qué es lo que te animó a hacer el espectáculo Crida als ocells de colors llampants?
Yo tenía ganas de dirigirme a alguien, e intenté analizar quién era ese alguien a quien debía dirigirme. Ese alguien era mi comunidad y mi comunidad es mi país. Entonces, para hablar de mi país, para que la gente se sintiera interpelada, quise elegir en principio el tema Cataluña, el país en sí. Y, buscando, encontré que lo que había en el centro, el eje de todo, era la lengua, que era lo que nos hacía catalanes. Esto abría determinados melones, la mayoría de los cuales eran políticos. Y, como persona que hace sátira política desde hace prácticamente 25 años, me interesaba acercarme a este conjunto de temas y hablarlos con mi gente.
También tiene mucho contenido autobiográfico.
Sí, claro. El espectáculo tiene tres vías esenciales. La primera es la autobiográfica. Es mi autobiografía lingüística, como decía Carme Junyent. De hecho, es una idea suya. Ella, en sus clases, lo que hacía el primer día de lingüística era pedir a los alumnos que le escribieran una pequeña biografía lingüística. Y es lo que he hecho. Una autobiografía lingüística. Esta es la vía de cuando yo hablo de mí. Esto, por un lado.
¿Y las otras dos?
También hablo de nuestra historia, de nuestra relación con la lengua, que esta es hablar de nosotros. Y, por otro lado, también hablo del memorial de agravios, por decirlo de alguna manera, y aquí es donde hablo de ellos. Hablo del supremacismo frágil, sobre todo. Es un término que me he inventado, pero que creo que encaja con toda esta gente, que tiene una lengua magnífica, que son 500 millones de hablantes, que es mayoritaria en este país, en todas partes, en la calle, en los negocios, en los medios de comunicación, en las empresas, en las policías, en los jueces, etcétera. Y, a pesar de todo, son los que dicen ‘hemos ido a Barcelona, hemos entrado en una panadería y nos han hablado en catalán’. Una cosa que les parece… Yo a esto lo llamo supremacismo frágil.

En el espectáculo, donde tratas su biografía lingüística, explicas que el castellano era habitual en tu entorno.
Esto es una exageración, pero sí que es verdad que mi contexto social, en el barrio, en la escuela, y buena parte de la familia son castellanohablantes. Por lo tanto, esto significa que mis influencias y todo lo demás es en castellano, menos, porque hay como una pequeña grieta, que es la lengua que me llega a través de mi madre, que es catalanohablante. Entonces lo que yo explico es que hasta los 18 años, que no salgo del barrio, estaba convencido de que el catalán era una lengua que se había inventado mi madre para hablar conmigo. Un poco para convertirlo en un chiste. Pero sé que es también mucho la experiencia de muchos chicos que han vivido esto en el extrarradio, y que el catalán les llegaba de alguna manera.
Aun así, no era mayoritario.
No era mayoritario. Exacto. Y explico también en este monólogo que, cuando llega la inmersión lingüística en la escuela, eso crea un revuelo porque 12 de cada 10 alumnos eran castellanohablantes. Un 120%. Y cuando llega el catalán, primero provoca un sobresalto de los alumnos, que, incluso se quejaron, pero dos semanas después no pasó nada. Se había consolidado el catalán. Y, por primera vez, 500 chicos que habían nacido en Cataluña tenían contacto con la lengua propia de este país. Hasta entonces les había sido negado este derecho. Esto de la lengua, básicamente, es que es un derecho lingüístico y, como tal, es un derecho humano. Y además de todo esto, es un conflicto que han creado ellos. Nosotros podemos hacer dos cosas. Podemos esconder la cabeza bajo el ala o podemos afrontar este conflicto. Ha llegado el momento de enfrentar el conflicto porque lo han creado ellos.
¿Y cuándo haces el cambio de chip?
Esto es progresivo. Me gustaría que hubiera un momento de revelación, pero han sido muchos pequeños momentos estelares. Desde los seis años que descubrí que era el autoodio, que fui a comprar con mi abuela en una tienda de comestibles, en Terrassa, en un barrio de las afueras también, y mi abuela se expresaba en catalán y el tendero en castellano y mantenía una conversación normal. Y yo, con seis años, me sentí violentado. O sea, de alguna manera, interiormente, pedía que mi abuela, por favor, que cambiara al castellano. Hasta muchos años después no he descubierto que aquello era autoodio hacia mi propia lengua. Quiero decir, hay toda una serie de momentos, que empiezan con seis años y termina la semana pasada, por decirlo de alguna manera.
¿Pero hay algún momento más destacable?
Hay otro momento bastante definitivo que es cuando fui a dar un concierto en Tarragona. Yo tenía una banda de rock and roll, sacamos tres discos, discos en castellano, y cuando terminamos el concierto, que quedó estupendo, se me acercaron dos personas del público y me dicen: ‘el concierto de puta madre pero por qué hablas en catalán entre canción y canción?‘. Y entonces lo que hice fue pensar por qué estaba cantando en castellano?
Hiciste el ejercicio inverso.
Absolutamente. Han sido muchos momentos de ir descubriendo que estaba participando de un sistema cultural que se expresa en la lengua que me quieren imponer. Y esto sí que ha sido ya la última cosa, y me ha hecho decidir que no quiero hablar la lengua del sistema cultural que me quieren imponer.
¿Y si se te presenta un proyecto laboral en castellano?
Como si se me presenta en francés o en inglés. Yo me dirijo a una gente y mi gente es la de este país, y en este país la lengua propia de este país es el catalán. Es la lengua en la que me expreso. He perdido suficiente tiempo para volver a cambiar de lengua. O sea, no desharé este camino que he iniciado.
¿Es revolucionario hablar catalán en Cataluña?
Bueno, es revolucionario porque hablar de lengua es hablar de política, es hablar de cómo nos organizamos. Y es revolucionario porque es hablar a su vez de identidad. Y hablar de identidad en este país y, en todas partes, es hablar de soberanía. Si no tenemos identidad, no tenemos soberanía. Si no somos nadie, no podemos tener derechos. Como que somos, y lo que nos hace ser es el catalán, disparan contra el hecho de ser catalanes, contra el hecho de tener unas instituciones, contra el hecho de tener una historia, disparan contra todo aquello que nos hace ser.
Entonces, si se pierde el catalán, ¿perderemos la identidad?
Habría que ir caso por caso, pero sí que es verdad que en el caso de los catalanes forma parte del nervio de la nación, la lengua. Podríamos ir a los irlandeses, han perdido prácticamente el gaélico y Irlanda sigue siendo, e incluso en buena parte ha quedado liberada. Miraría de no llegar a este punto de perder la lengua para saber qué pasa. Esto no lo probaremos, ya probaremos otras cosas.

Y actualmente, en tu día a día, ¿hablas castellano?
Prácticamente no, lo había hablado tanto que ahora lo que tengo que hacer es perfeccionar mi catalán, mi sintaxis, mi fonética. A pesar de ser mi lengua materna, o la lengua que me transmitió mi madre, aún no la he acabado de pulir, de afilar, llámalo como quieras. Y esto es algo que me preocupa porque es mi herramienta de trabajo. Y todavía tengo demasiadas dudas con la lengua, que es algo que también me molesta, me irrita.
¿Pero tienes problemas para vivir en catalán?
De vez en cuando se produce alguna situación notable, especial, pero una de las cosas que he descubierto manteniendo el catalán es que no pasa nada. Entre otras cosas, las encuestas dicen que el 98% de la gente que vive en este país, sea catalán o no, entiende perfectamente la lengua. Quien no la quiere entender, muchas veces, es por una cuestión política, es porque participan de este querer borrar el catalán.
Lo hace de forma consciente. Es decir, quiere intentar forzar a la otra persona a que hable en castellano.
Hay mucha gente que acaba de llegar a este país y yo creo que le hacemos un mal servicio si le ocultamos la lengua como si fuera una droga a las 4 de la mañana. Entre otras cosas, esta gente que viene de fuera y detectan que tú le estás ocultando la lengua y ellos pueden llegar a pensar: si ni ellos mismos en una primera interacción mantienen la lengua, ¿por qué tengo que aprender yo esta lengua?
Si ellos no la hacen útil, ¿por qué la tengo que aprender yo?
Exacto, la gente no es tonta. La gente que se mueve, que tiene que emigrar, tiene todos los sentidos puestos en la supervivencia. Si en un momento dado se dan cuenta de que para su supervivencia, para la supervivencia de su familia, es importante que aprendan catalán, lo que harán es transmitir esto a sus hijos. De hecho, mi padre y mi familia castellanohablante, también me lo transmitieron. Si yo estaba en Cataluña, tenía que aprender bien esta lengua y tenía que respetar la lengua de mi madre y la del país.
En tu defensa de la lengua combinas militancia con el humor. ¿Cómo definirías este tipo de activismo?
Me dedico a hacer sátira política, tengo cierta militancia política desde joven y es una manera de juntarlo todo, que todo coincida en un mismo punto. Para mí la defensa de la lengua es una defensa política, la defensa de la política es la defensa de cómo nos organizamos. Quiero decir que no encuentro que sean cosas totalmente diferenciadas. Es lo que te decía, si quería dirigirme a mi gente, a mi país, a mí como humorista también me interesaba tocar determinadas cuestiones que pueden parecer tabú, sobre las que no se habla o no se acaba de hablar y creo que había llegado el momento de hablar de estas cuestiones.
Pero hacer sátira o hacer humor no significa relativizar una cuestión.
Se puede confundir con relativizar una cuestión, pero intento como humorista que mi sentido del humor no sea relativizar ni quitar importancia a las cuestiones sino abordarlas de otra manera.
Es decir, es darle cierta importancia desde la sátira.
Sí, exacto. No deja de ser ironía, de ser sarcasmo, de ser sátira… Es este punto de vista que como humorista a mí ya me interesa. Podría dedicarme a hacer humor blanco, humor que de alguna manera fuera más neutro. Pero es que no lo he sido casi nunca de neutro, en la vida. No lo soy en otros aspectos y de vez en cuando me mojo.
¿Y te sirve para romper tabús?
Algunos temas que hasta ahora eran tabú. Esta idea que nos ha vendido el nacionalismo banal español del bilingüismo como algo bueno porque sí. El bilingüismo social que es algo que no existe, y que simplemente es un proceso hacia el monolingüismo, hacia la desaparición de la lengua.

La lengua dominante acaba con la débil.
Exacto, porque hay una de las dos lenguas que tiene ejército, que tiene medios, que tiene dinero, que tiene jueces, etc., y la otra no. Y en este momento de sustitución lingüística, los que básicamente apuestan por el castellano venden la idea de que lo guapo es el bilingüismo. Pero simplemente es la antesala de la desaparición de la lengua propia del país.
¿Esto es lo que se llama la norma de convergencia?
Sí, la norma de convergencia aparece en un primer estadio de la sustitución lingüística, o cuando tiene que desaparecer una de las dos lenguas. Los lingüistas explican que la norma de convergencia es que aparece cuando tú, como hablante, intuyes que la otra persona que tienes enfrente quizás no pertenece a tu grupo lingüístico. Entonces lo que haces es elegir la lengua no marcada, la lengua que no te causará problemas. Y paradójicamente, en este país, la lengua no marcada, la lengua que no te causará problemas, con la que no acabarás en comisaría, haciendo una pequeña exageración, aunque en Terrassa ha pasado una vez con una señora que acabó en comisaría, es el castellano. Por lo tanto, eliges económicamente aquello que tu cerebro dice, va, tira por el camino fácil. Porque, además, te lo han insistido en la escuela, donde el catalán ha estado prohibido durante muchos años, los medios te han dicho que es la lengua guay, etc., etc. Y luego, hay un segundo paso, que es cuando decides no transmitir el catalán, la lengua propia, tu lengua de familia y de país, porque consideras que es una mochila muy pesada y no le quieres cargar este peso a tu hijo y, por lo tanto, rompes la transmisión.
Esto es peligrosísimo.
Sí, si llegamos aquí, ya está. El paso siguiente es la muerte de la lengua, que es una señora de 120 años que se muere. Y aquí ya se ha acabado la lengua.
Hacías mención del hecho de que la lengua que no te creará problemas en Cataluña es el castellano. Esto se ve con las denuncias por vulneración de derechos lingüísticos, que no son porque una persona no ha podido ser atendida en lengua castellana.
No, no. Nunca, claro. En absoluto.
Estamos hablando de casi 3.000 quejas que ha recibido Plataforma per la Llengua en el año 2024 y Consumo recibió más de 1.500 por vulnerar derechos de los catalanohablantes…
Y va subiendo, y esto, desde mi punto de vista, es positivo. No sé si hay más o menos situaciones de agresiones lingüísticas, pero sí que hay una actitud nueva de la gente que ha dicho basta. De la gente que no quiere renunciar a su lengua en su país. Y esto cada vez nos lo encontramos más, que la gente ha dicho basta y que, si se tiene que denunciar, se denuncia. Porque, vuelvo a decir, y esto sí que debe quedar claro, es un derecho lingüístico y es un derecho humano. Y así como hay mucha gente que con otros tipos de derechos no pasaría ni una, parece que con los derechos lingüísticos de los catalanes están como… ‘No, es que tenéis que ser seductores, tenéis que seducir’. No estamos hablando de seducir, estamos hablando de derechos lingüísticos. Para esta gente no es un problema de hegemonía lingüística, de sustitución lingüística, de represión durante 300 años, es un problema, eso, que no lo hacemos suficiente y que tenemos que ser más seductores.
Bueno, el catalán se tiene que hablar. Es una lengua.
Exacto, y es una manera de salvarlo y que te salve a ti mismo. Es hablarlo en cualquier situación. Si algo tiene la lengua es que si la hablas se mantiene, si no la hablas… Es tan fácil como eso. Y luego están todos estos que son monolingües en castellano, o incluso algunos que de vez en cuando hablan en catalán, que te dicen que seduzcas y no se dan cuenta de que su lengua se ha impuesto a 500 millones de personas, quizás no a todos, pero a millones de personas, se les ha impuesto no a través de la seducción, se les ha impuesto a través de la espada y de la coerción. Si alguien ha utilizado la violencia para imponer su lengua no son los catalanes. Entonces el problema lo tienen ellos, porque está registrado cómo lo han hecho históricamente. O sea, mi madre no puede escribir un post en catalán, no se atreve, a pesar de ser catalanohablante, porque le prohibieron aprender su propia lengua. Ya está, y es una persona viva, que tiene ahora 70 años, ¿eh?
Antes hacías referencia a las leyes. Y los derechos lingüísticos están reconocidos por ley en Cataluña.
Están reconocidos por ley, y tenemos suficientes leyes para dar un paso adelante importante. O sea, la ley de consumo, la ley del cine, podríamos implementar una cierta inmersión lingüística… Tenemos un conjunto de leyes que nuestros propios representantes no se atreven a hacer cumplir porque tienen integrado de alguna manera que esto es violento. Ahora, a la hora de imponer el castellano, para ellos esto no es violento. Esto es terrible, porque han comprado toda la mercancía averiada del españolismo, del nacionalismo a la española.

¿Y el bilingüismo forma parte de este proceso de sustitución lingüística?
Sí. El bilingüismo social este que te venden como si fuera la panacea, como si fuera una situación ideal, es una situación transitoria. Es una situación transitoria donde la lengua impuesta acaba imponiéndose a la otra. Y, claro, ellos te venden la cosa esta de decir, ‘no, cuantas más lenguas mejor…’ Todos esos partidos que habían dicho no, es que debemos ser trilingües… Hagamos una cosa. Primero, consolidemos la lengua propia de este país, que no está consolidada ni protegida por los que la deberían proteger, que son nuestros propios políticos, algunos de los cuales son independentistas, y después ya veremos. Lo digo porque la desaparición del catalán, y esto lo sabemos bien, va unida a la desaparición de una manera de ser, de una identidad, y, por lo tanto, de la soberanía de este pueblo. Es lo que nos hace diferentes y a la vez nos hace también iguales a los otros pueblos.
Si desaparece esto que nos hace diferentes, ¿hay una asimilación?
Exacto. Es un proceso de asimilación. Y, si te das cuenta, disparan contra todo aquello que de alguna manera nos hace ser. Y esto que nosotros hemos detectado, lo decía Fontana, el historiador. A lo largo de la historia, si hay algo, un denominador común con todas las generaciones, es que hemos tenido la necesidad de ser, y la hemos expresado. Y no ser con alguien, sino ser nosotros mismos. Tenemos una historia propia, tenemos una lengua propia, tenemos unas instituciones propias y fíjate que disparan contra estas tres cosas porque son propias nuestras y es lo que nos hace ser diferentes. Somos diferentes y no pasa nada. Pero, claro, ellos se encuentran que si eliminan estas tres vías, es mucho más fácil la asimilación porque una vez ha eliminado esto, tú no puedes decir, ‘no soy ellos’.
¿Eres pesimista sobre la situación de la lengua?
No soy pesimista. Pere Calders, en una entrevista que le hicieron en 1986 en Catalunya Ràdio, decía: ‘Yo he sufrido la guerra, la posguerra, la dictadura, el exilio, tener que volver en condiciones difíciles y os contaré una cosa, el pesimismo nunca he visto que arreglara ninguna de estas cosas’. Y esto me lo he hecho mío. En cambio, el optimismo me ha ayudado a arreglar algunas cosas, no todas. No nos flipemos, esto no lo dice Pere Calders, pero el pesimismo creo que muchas veces es una herramienta de los otros para que nosotros no hagamos, para que no actuemos. Inoculan pesimismo. Nos dicen ‘sois menos de lo que pensáis’, ‘la vuestra es la lengua de campesinos’, ‘la vuestra es la lengua de los esclavistas’, ‘la vuestra es la lengua de los burgueses’…, como si la suya fuera la lengua de los ángeles. Entonces compramos todo esto. Compramos este pesimismo. Compramos esta oscuridad y claro, esto no nos permite actuar. A mí no me encontrarás al lado del pesimismo. No soy pesimista. Creo que nos encontramos en un momento en que la gente empieza a tomar conciencia. Y en este despertar nos encontraremos. Es muy bonito también.
Pero es una realidad que para muchos catalanohablantes cuesta mantener el catalán y cuando van a comprar, por ejemplo, a un supermercado y les hablan en castellano, cambian al castellano.
Sí. Nos hemos acostumbrado mucho a hacer esto y cuesta cambiar.
Pero aquí está el argumento de que se debe cambiar de lengua por educación.
Es claro, te dicen que para ser educado debes renunciar a tu lengua y es algo que ellos nunca hacen. Si vas a Madrid y empiezas a hablar en catalán, en suajili, en gallego o en vasco… ni por educación ni leches. Yo lo encuentro bien, la lengua de los castellanos es el castellano, y no la cambiarán. No entran en este tipo de debates y disquisiciones absurdísimas. Por educación se debe hablar catalán en Cataluña y en todos los territorios de habla catalana.
Hablabas del catalán como el nervio de la nación. ¿La independencia es la única herramienta para la cual se puede proteger la lengua?
Es importantísima, pero antes de llegar a la independencia se pueden hacer muchísimas cosas. En los últimos 10 años, 15 años, coincidiendo con el Proceso, es probable que no hayamos hecho muchas cosas porque veíamos que la independencia era posible a medio plazo, y, por lo tanto, hemos abandonado el hecho de tener un canal para los niños, o dos o tres; los deportes, el ocio en catalán, la inmersión lingüística. Todo esto, por una mezcla de colaboración, mediocridad, miedo, abandono… Esto ha hecho que hayamos perdido tiempo y que nos hayamos encontrado en esta situación de cierta alarma porque sí que es verdad, y esto lo explican también los lingüistas, que a partir del 30% la situación puede ser irreversible. Y esto los vascos lo están contradiciendo. La política que están haciendo en los últimos años los vascos con el euskera es de quitarse el sombrero. Están consiguiendo subir este 30%, que es algo muy poco visto en el mundo de la lingüística.
Pues el catalán está en la primera línea roja.
Estamos en el momento de decir basta y tenemos que comenzar a remontar como el Barça de Lamine Yamal.

¿Y crees que el postproceso también ha dado prioridad al catalán?
Sí. Creo que los políticos independentistas nos han dejado a la intemperie, y nos hemos encontrado que estamos en la última frontera, que es la primera, y es la del catalán. Estamos yendo a la esencia de la cosa. Una cuestión política, que es el catalán, y por eso mucha gente se ha apuntado a defender la lengua porque es la trinchera que nos ha tocado.
Recientemente, entrevisté a Jordi Robirosa y dijo que los que dicen que el catalán se ha hecho antipático son aquellas personas que han intentado eliminarlo.
Totalmente de acuerdo. Forma parte de la estigmatización. Son los mismos que en otra época decían que el catalán era cosa de esclavistas, de burgueses, de campesinos, etc. Decirte antipático también es una manera de estigmatizarte, de hacerte acoso social. Piden que seas seductor porque tu actitud firme con el catalán a ellos los deja fuera del juego. Y los deja como lo que son, gente que impone su lengua. Hay maneras y maneras de imponer, pero esta es particularmente asquerosa porque es la que te pide a ti que seas buenas personas. Es decir, ellos han impuesto la suya, no porque sean buenas personas, sino porque han actuado con su poder y ya está.
Pero este argumento de seducción también lo utilizan administraciones catalanas.
Porque han comprado todos estos marcos mentales del españolismo y lo visten de alguna manera. Muchas veces dicen que no se debe ser coercitivo, pero no lo hemos sido nunca. Los que han sido coercitivos han sido los otros. Hay maneras y maneras de hacer las cosas y tenemos muchas herramientas que aún no se utilizan. Tenemos leyes hechas que aún no se activan, que no se ponen en marcha, porque no consideran que haya llegado el momento de hacerlo. O bien, no sé por qué.
Pero si la administración no actúa, el ciudadano queda desamparado.
Esto quizás sí. Nos han dejado a la intemperie en muchos aspectos. Esta administración, que es una administración de una comunidad autónoma, que forma parte de un estado, nos han dejado un poco de la mano de Dios en muchos aspectos. No quieren el conflicto. Todo aquello que implique conflicto va en contra de sus intereses. Hablo ahora de este tipo de administración, de este tipo de políticos, no necesariamente unionistas, y entonces su trabajo en los últimos años, a partir de 2017, es que este país quede absolutamente…
¿Anestesiar?
Anestesiado es la palabra. Exacto. Anestesiado, porque cualquier cosa que lleva al conflicto no saben cómo gestionarla. Están atrapados por el miedo y por la mediocridad. No tienen herramientas para ir más allá.
Pero hay momentos en que el conflicto lo tienes que aceptar.
Absolutamente, pero no están preparados para enfrentar el conflicto. Son gente que ha crecido en una especie de pacifismo banal. Tú no estás defendiendo el pacifismo, tú estás defendiendo que tu gente se la coman por los pies.
Pero si te están atacando la lengua, lo que se espera es una defensa, ¿no?
Es que tienes que plantar cara, porque si no, no te respetarán. A ti te respetan cuando plantas cara, sea con lo que sea. El rival, el enemigo, quien sea, tiene que notar que al otro lado hay alguien que planta cara. Si no plantas cara, es que no solo acabarán contigo, sino que, además, les darás asco.
¿Y el enemigo cómo está?
Un poco con las manos en los bolsillos. Pero nosotros no, y esta es la ventaja. Nosotros no estamos con las manos en los bolsillos. No toca ahora estar con las manos en los bolsillos.

Estamos en la recta final de la entrevista. ¿Puedes explicar la última aventura que has tenido como catalanohablante en Barcelona?
Fuimos a hacer el vermut con mi hijo. El camarero me puso a mí una cerveza, unas patatas, y tal, y le pedí un zumo de melocotón para el niño. Y el camarero me dice, ‘no tenemos, pero tenemos de piña y de melocotón‘. Son cosas absurdas, como de humor… Me preocupa más cuando hemos ido al médico y he tenido que hacer de traductor de mi hijo en la lengua propia de este país. Y esto también ha pasado. O cuando nos hemos encontrado en una reunión en la seguridad social, de los cursos preparto, y lo primero que ha hecho la matrona es pedir si hay alguien que no entienda el catalán, que lo haremos en castellano. Y que una catalanohablante levante la mano y pida hacerlo en castellano porque su marido es de Nepal. O sea, unos tíos de Nepal que están acostumbrados a subir montañas, fumando, que son fuertes, y que probablemente… Hostia, ¡es la lengua que hablará tu hijo!
Y se cambia la lengua.
Que tú cambias y ya está. Es eso. O llegar a tener mi segundo hijo en un hospital catalán, de la capital de Cataluña, y que nadie le diga bien el nombre. Las cinco primeras personas que le dicen el nombre le dicen en castellano. Mi hijo se llama Mateu, y le decían Mateo. Esto es muy pequeño, pero es una manera de decirte que no existes. Es un rasgo finísimo, pero es descatalanizarlo. Y que te digan en casa que el nombre de tu hijo no existe…
Ser catalanohablante en Cataluña es…
Una aventura. Una droga. Una manera de muscular el cerebro y los bíceps.
Y la última. Estamos haciendo una serie de entrevistas a rebeldes lingüísticos. ¿Qué pregunta le dejarías al próximo invitado?
¿Se sabe quién es?
No.
No sabría qué pregunta hacerle que no me hayas hecho tú, que has hecho unas cuantas, y me parecen todas interesantes, y que me ha dado la oportunidad de explicarme. Le pediría qué cree que debería pasar para enderezar esta situación de amenaza a la que estamos sometidos. Lo digo porque de vez en cuando hacíamos cafés con Carme Junyent. A mí me interesaba mucho la sociolingüística, y a ella le interesaba mucho el humor. Y de vez en cuando, quedábamos y hacíamos charlas. Y en una de las últimas veces que nos encontramos, creo que fue la última vez antes de que muriera, le dije: ‘Me has hablado varias veces de las autobiografías lingüísticas, y a mí me gustaría convertir mi propia autobiografía lingüística en un monólogo de humor. Y me gustaría también, en la medida de lo posible, transmitir a la gente qué es lo que podemos hacer para que la lengua deje de estar amenazada. Si te diera ahora un megáfono, Carme, ¿cuál es el primer paso que le dirías a la gente que tenemos que hacer para que la lengua deje de estar amenazada?’. Yo pensaba que me soltaría una retahíla sobre sociolingüística, pero cogió este megáfono imaginado, y dijo ‘habladlo’. Y no dijo nada más.
Es la clave de todo, ¿no?
Las lenguas viven si se hablan. Si no se hablan, las lenguas mueren. Aquí nos encontramos en una situación en que hay gente interesada en que no se hable la lengua y gente que ha comprado estos marcos. Pues se ha acabado esto. Ya basta, lo hablaremos. Es un superpoder, es una droga, es nuestro derecho y no dejaremos de hablarlo.
Como decías antes, forma parte de nuestro ser.
Y no solo de la nuestra, sino de los que han venido antes y de nuestra historia y de los que vendrán. Carme explicaba que cuanto menos lenguas se hablan, más fácilmente nos manipulan. Nos pueden escuchar mejor, nos pueden redirigir y, sobre todo, pierdes variedad. Cuando se pierde una lengua, no solo se pierde una lengua, se pierde una manera de ver el mundo y se pierde sabiduría, se pierde inteligencia y se pierde variedad. Y esto es importante. En una época en que todo tiende a la uniformidad, a una cierta globalización, nosotros tenemos algo que nos hace especiales. Es como una especie de superpoder, es algo milenario y esta cosa que nos hace especiales, en el buen sentido de la palabra, es el catalán.


