«Bastaba que unos alemanes cantaran Stille Nacht! Heilige Nacht!, desde su trinchera, para que unos británicos, belgas o franceses, a unos metros más allá, reconocieran la armonía con Silent night! Holy night!, unos; Douce nuit, Sainte nuit, otros y cantaran al unísono con ellos». Posiblemente, este es uno de los episodios más enigmáticos de la historia contemporánea. Es una de las muchísimas referencias de la prensa de la época relatando la primera Navidad en las trincheras europeas de la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial.
Un hecho prácticamente inédito en la historia, donde soldados que se cosían a tiros detuvieron los disparos y las bombas para celebrar Navidad. Es lo que se conoce como la tregua de Navidad y que Álvaro Núñez Iglesias detalla en un profundo estudio titulado como La tregua de Navidad de 1914 (Ediciones Reencuentro). Esta tregua supuso la detención de la guerra y la confraternización de las tropas, que jugaban partidos de fútbol entre trincheras, enterraban a los muertos o compartían comidas. Este fenómeno seguramente se convierte en el paradigma de lo que se conoce como «espíritu de Navidad».
Es decir, la sensación de felicidad, empatía, alegría, generosidad y una conexión con conocidos, amigos y saludados que no se produce en ninguna otra época del año. ¿Es una sensación? ¿Es una especie de conspiración ciudadana a través de los medios de comunicación? ¿Es una ocurrencia de los guionistas de películas como It’s a wonderful life o Love Actually? ¿O bien, tiene alguna explicación racional o razonable? Todo indica que el espíritu de Navidad existe y tiene una explicación científica. Así lo defienden científicos como el doctor en biología y un plástico divulgador científico de la Universidad de Barcelona, el neurocientífico David Bueno, y Sylvie Pérez, una precisa profesora y colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Ambos razonan la existencia de este «espíritu de Navidad».

«Es evidente»
“Cuando el lenguaje popular pone nombre a algo es porque es una evidencia, es porque existe y tiene un significado compartido”, reflexiona con contundencia Pérez. “Para las fiestas de Navidad, todos tenemos un significado compartido”, añade. Una opinión que también apoya Bueno, con el entendido de que, a diferencia de otras festividades del año, como el verano, en Navidad los “rituales son compartidos”. Es decir, que hay una comunión social de costumbres como el árbol, el tió, Papá Noel, la magia de los Reyes Magos, las luces en las calles, los villancicos, las comidas familiares y los reencuentros.
De hecho, tanto Bueno como Pérez enfatizan este concepto de “ritual” en relación con las comodidades de nuestro cerebro. “El espíritu de Navidad no deja de ser una construcción psicológica que nos hacemos y que nos transforma en un momento determinado”, aporta Bueno. “A nuestro cerebro le gustan los rituales, nos da la sensación de seguridad”, asegura el neurocientífico.
“Situamos muchos recuerdos en los rituales, los encuentros, las comidas, los colores, los olores y todo eso, Navidad lo tiene mucho”, indica Pérez. Incluso, Pérez insinúa que, por ejemplo y como muestra mucha publicidad, hemos llegado a “fabricar el recuerdo” como un “esfuerzo de vivir positivamente las fiestas”. Es una conclusión a la que también llegó un estudio de la Universidad de Copenhague de octubre de 2015, que establecía la existencia de una «red de espíritu de Navidad en el cerebro humano que comprende varias áreas corticales». Una red que, aseguraba, se activa más «significativamente en personas que celebraban las fiestas de Navidad».

El “secreto del espíritu de Navidad”
Aquí radica uno de los secretos del origen del espíritu de Navidad. Esto es que “anticipamos, nos preparamos, esperamos que llegue Navidad y sabemos que veremos a la familia y que tendremos regalos”, argumenta Bueno. “Al fin y al cabo, no hacemos más que activar el núcleo estriado, la zona del cerebro que refleja lo que nos da sensación de recompensa, de bienestar… vamos pensando y vamos preparando la felicidad de Navidad en los días previos que tenemos a la vista”, sentencia. “Es eso que interpretamos como espíritu de Navidad, nos sentimos a gusto y nos anticipamos”, concluye Bueno.
“Nuestro cerebro, nuestra conciencia es sensible al contexto, tanto el contexto físico, como las luces, los colores y el tió, como el simbólico que contiene carga emocional, Navidad son unos días que conjuntan estos dos contextos”, explica Pérez. “Este contexto activa nuestro cerebro en positivo o negativo, es una reacción emocional, una respuesta socioafectiva y psicosocial real en tanto que es una respuesta positiva en un ambiente simbólico”, resalta Pérez.
Tanto es así que Bueno incluso destaca un fenómeno que se nota por Navidad y es la “ilusión por regalar”. “Compramos regalos para otros con la ilusión de que les gustará el presente, anticipamos la alegría que tendrá quien recibe el regalo”, explica Bueno. Una previsión del sentimiento que incentiva la creación de la dopamina y la oxitocina, dos hormonas que nos generan bienestar y fomentan la conexión social.

El síndrome del Grinch
Ambos alertan, sin embargo, que las respuestas emocionales a símbolos externos o internos o a los recuerdos también pasan por el filtro de la “situación personal de cada uno o por las expectativas que se generen”. Pérez insiste en que, si has tenido una mala experiencia, en Navidad se nota más, y puede convertirse en el síndrome del Grinch. “Hay que pensar que es una época de nostalgia, de recogimiento, de referentes de infancia y esto puede tener un doble significado, depende de la situación que estés pasando”, subraya.
Una opinión que comparte Bueno, que recuerda la importancia de la activación de la amígdala centro que genera las emociones, «el hipocampo de la memoria, que hace que pensemos en el amigo que ya no está… la nostalgia está bien si no tienes ninguna situación trágica, pero si estás pasando una mala época, y recuerdas cómo eras antes de feliz y qué mal lo estás pasando ahora, generas un síndrome de Grinch”. En este sentido, resalta que por Navidad el nivel de suicidios aumenta.
Tanto Bueno como Pérez piensan que un espíritu como el de Navidad solo se produce en estas fechas. Sí que hay sentimientos de buena onda o buena expectativa por San Juan o por las vacaciones, pero la diferencia es que solo Navidad tiene rituales totalmente compartidos. “En vacaciones no todos las hacen igual o no todos las tienen”, argumentan. Y San Juan es un día concreto y no tiene tanta simbología externa, tantos incentivos o estímulos. También lo diferencian de sentimientos aproximados, como la solidaridad que generó la pandemia del Covid, que era más una “reacción, una respuesta psicosocial, de supervivencia, y mucho más irracional”, comenta Pérez. Así pues, los soldados que, embarrados en las trincheras de Verdun, depusieron las armas para cantar Noche de Paz con sus enemigos, actuaron empapados de un sentimiento, de un espíritu que, científicamente, se puede concluir que existe.

