Más de 42.500 alumnos de Cataluña se enfrentaron la semana pasada a las pruebas de acceso en la universidad (PAU), la última selectividad antes de la implementación del nuevo modelo, aprobado por el Consejo de Ministros del gobierno español este martes, que unifica criterios de corrección y de estructura con todas las comunidades autónomas. A la espera de las notas de las PAU, que publicará el Departamento de Universidades, en manos del consejero en funciones, Joaquim Nadal, el próximo 19 de junio, las buenas sensaciones generalizadas de la selectividad de este año, con algunos puntos más débiles, como la prueba de matemáticas, apuntan que el porcentaje de aprobados será bastante similar al del 2023, en que un 97% de los estudiantes matriculados superó la fase general de la selectividad.
Ahora bien, los expertos consultados por El Món avisan que esta cifra no es un “indicador” del “funcionamiento del sistema educativo”, que no pasa por un buen momento después de la estocada de las pruebas PISA que ha obligado a la consejería de Educación a tomar medidas de urgencia, como el Plan Florence de matemáticas, para revertir la situación: “La selectividad no se puede tomar como una medida para valorar la calidad del sistema educativo de Cataluña, sino como una herramienta que sirve para ordenar los alumnos de cara al acceso en la universidad”, asevera Jordi Barbé, profesor de microbiología de la Universidad Autónoma de Barcelona y comisionado del rector para las Relaciones con la Enseñanza Secundaria y el Acceso a la Universidad, que también se encarga de la organización y la coordinación de las PAU a la UAB desde el año 2017. Una idea que también resalta la psicopedagoga y profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Sylvie Pérez, argumenta que la selectividad sirve para hacer de “criba” en el paso en la universidad, que ordena los alumnos en función de las notas de corte para entrar en la universidad, que se establecen cada año en función de los resultados de la selectividad y el número de plazas del cual dispone cada grado universitario. Es decir, si el número de plazas ofrecidas es menor que el volumen de estudiantes que vuelen cursar estos estudios, la nota de corte es más elevada.

«Cambiar» los porcentajes de las notas de las PAU
La vicerrectora de Estudiantes y Vida Universitaria de la Universidad de Barcelona (UB), Marta Ferrer, cree que el modelo actual de las PAU es «bastante eficiente» porque permite garantizar que el alumnado tiene unas «competencias mínimas» y ordenarlo. En cambio, otros expertos consideran que el filtro que efectúa la selectividad con sus resultados es “sesgado”, poco preciso, y genera diferencias entre los alumnos.
Para paliar esta carencia, una de las ideas que apuntan los especialistas es “cambiar” el funcionamiento de los porcentajes de las PAU. Es decir, que si el grosor de la nota de la selectividad se obtiene a partir de las notas de la fase general, que las asignaturas específicas -que son las enfocadas a las ponderaciones para adquirir las notas de corte- tengan más peso: “Las universidades tendrían que acordar que las materias específicas [que son opcionales] tuvieran más peso en el resultado final de las PAU”, apunta Pérez. La experta considera, incluso, que una buena manera de enfocar la selectividad para el acceso en la universidad sería que cada universidad tengas “su propia criba”: “Se podrían hacer pruebas de acceso por familias [refiriéndose a la tipología de los grados] que permitieran en los centros universitarios afinar más los alumnos que cursan sus grados”, propone, a pesar de que apunta que es un funcionamiento “más complejo” del que parece de entrada.
Una idea con que también coincide Barbé, que considera que un funcionamiento «lógico» de las pruebas de acceso a la universidad sería que las universidades hicieran una prueba conjunta para «revalidar» los contenidos adquiridos durante el bachillerato, y que después cada centro pudiera hacer «una prueba específica» de las asignaturas que realmente tienen un peso en el grado que se quiere cursar: «Sería un funcionamiento más equitativo», apunta. En cambio, Marta Ferrer advierte que «la diversidad en los criterios y niveles de exigencia que se podría dar, entre otros, dificultaría que el alumnado pudiera trasladar el expediente de una universidad a otra». Una diferencia que «agudizaría» las diferencias entre centros universitarios privados y públicos.
“Sesgo” en los resultados de la selectividad
Actualmente, la nota de acceso en la universidad se calcula sumando el 60% de la nota mediana normalizada de bachillerato y el 40% de la calificación de la selectividad. Es decir, que el bachillerato tiene más peso que los exámenes de las PAU: “Estos porcentajes generan una interpretación sesgada de los resultados”, apunta Jordi Barbé. De hecho, un estudio elaborado por Vera Sacristán al Observatorio del Sistema Universitario de Cataluña (OSU) revela que, en conjunto, “en los centros públicos se dan porcentajes mayores de notas aprobadas más bajas [un 59,7% de notas inferiores al 8], mientras que en los centros concertados el porcentaje es del 52,6% y a los privados del 49,5%”. Es decir, que las estudiantes que cursan el bachillerato en un centro privado tienen una nota mediana más elevada, cosa que supone una “ventaja” en comparación a los alumnos de la pública en la hora de obtener el resultado final de la selectividad. En este sentido, Barbé considera que “habría que eliminar el porcentaje del bachillerato de las PAU”.

El experto considera que, eliminando este porcentaje, se resolvería la «inequidad» de los centros. El estudio de Sacristán también apunta que se producen diferencias en los resultados de las PAU en función de las comunidades autónomas, es por eso que considera que «tendrían que aplicarse criterios de corrección de las PAU más homogéneos y coordinados» entre territorios. Es precisamente esta homogeneización de los criterios de corrección -especialmente en ortografía, donde hasta ahora cada comunidad aplicaba su propio baremo- una de las novedades que incorpora la nueva selectividad aprobada por el gobierno español. Ahora bien, el nuevo modelo de las PAU también despierta algunas dudas entre los expertos.
Dudas sobre las preguntas «discursivas» de la nueva selectividad
Después de años de tira y afloja, el gobierno español ha aprobado un nuevo modelo de selectividad que se implementará en todas las comunidades autónomas por igual. Una selectividad que busca igualar las oportunidades de acceso en la universidad de todos los estudiantes del Estado español unificando criterios de elaboración y evaluación. Ahora bien, Jordi Barbé considera que este nuevo planteamiento, el cual desde el ejecutivo de Pedro Sánchez denominan «más competencial», puede generar diferencias entre las asignaturas y, por consecuencia, entre los alumnos que las cursan. Uno de los factores que diferencian las nuevas pruebas de selectividad de las que se han implementado hasta ahora es que, además de preguntas de respuesta cerrada, los exámenes también incluirán preguntas «discursivas», es decir, donde el peso de la respuesta se base en la capacidad de argumentación del estudiante.
Para el experto, es precisamente esta novedad la que puede generar «diferencias» entre los alumnos, puesto que la respuesta a este tipo de preguntas es «totalmente subjetiva»: «La variación de 0,25 puntos en la nota de una asignatura de fase general tiene un impacto de una décima sobre la calificación final del alumnado. A las específicas, esta variación tiene un impacto de cinco centésimas. Un impacto muy significativo teniendo en cuenta que hay grados en que la diferencia entre la nota de la última persona que entra y la primera que queda fuera es una milésima», argumenta Barbé. Es decir, que el factor «subjetivo» de evaluar preguntas «discursivas» puede dejar fuera más de un alumno.
En cambio, la vicerrectora de Estudiantes y Vida Universitaria de la UB ve con buenos ojos el viraje cabe este nuevo modelo de selectividad, puesto que permitirá «dejar atrás la evaluación de contenidos, que favorece el aprendizaje memorístico» y apostar por «una evaluación de competencias»: «Este es un cambio positivo, que tiene como objetivo mejorar la formación del alumnado. Eso sí: hace necesario que se informe los institutos, cuanto antes mejor, de la estructura básica de las pruebas y de los criterios generales de evaluación», avisa Marta Ferrer. Dos puntos de vista contrapuestos, pues, que habrá que comprobar en las pruebas de acceso en la universidad del año que viene.