Caras de calma tensa en la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la Universidad de Barcelona (UB). Cerca de las nueve y media de la mañana, cuando se acercaba el plazo final para hacer el examen de ‘Lengua castellana y literatura’, centenares de alumnos equipados con su mochila, los apuntes bajo el brazo y la hoja de etiquetas de color amarillo características de las pruebas de acceso a la universidad (PAZ) han empezado a salir del aula. A pesar de que es una de las pruebas que, normalmente, los preocupan más, los estudiantes con quienes ha podido hablar El Mundo confirman que este examen los ha ido «mejor del que esperaban». Durante los últimos días, los alumnos, que ahora empiezan a respirar un poco aliviados a pesar de que saben que todavía los queda mucho maratón para recorrer, se han estado preparando con exámenes de los años anteriores: «He estado haciendo ejercicios otros años mentalmente para encontrar las respuestas deprisa», expresa Oriol Siberta, un joven de 18 años que hoy empieza su periplo de acceso a la universidad.

Una vez ya sentados en sus pupitres, diferente al que están acostumbrados, según explican, los estudiantes han recibido el primer examen. Al empezar a hojear las preguntas, los alumnos se han decantado hacia la opción A de la prueba. El motivo: el miedo a los parejos mínimos, es decir, a la pregunta sobre las diferencias de aquellas palabras que, a pesar de tener un sonido muy similar o idéntico, su significado es muy diferente. «He preferido hacer la opción A porque no había estudiado mucha sobre este tema y esta opción era más sencilla», argumenta Daniela Rubini, que conversa con su compañero de instituto mientras empiezan a comer su bocata durante el primer tiempo de descanso.

Estos pares mínimos se encuentran a la parte común del examen, es decir, la que tienen que responder todos los alumnos, independientemente de la opción escogida. Concretamente, la pregunta los pedía si una de las dos secuencias, «Tuvimos que comprar los muebles caros» o «Tuvimos que comprar caros los muebles», es una sentencia agramatical o existe un contraste semántico. Teniendo en cuenta que se trataba de una pregunta que tenía un valor de 1 punto -que a la selectividad puede suponer todo un mundo para lograr la nota de corte deseada-, los estudiantes han escogido la opción A porque consideran que era más sencilla de responder. Es decir, que podían obtener mejores resultados en esta primera parte y permitirse algún error en la parte común.

Apuntes durante el primer día de pruebas de acceso en la universidad en una imagen de archivo / EP

Nervios y dudas a la cafetería de la facultad

Ya a la cafetería de la Facultad, donde los estudiantes se reúnen para tomar un café y coger fuerzas por la siguiente prueba, la de ‘Lengua extranjera’, las dudas sobre las respuestas empiezan a invadir la sala. Mercè Martí, una estudiante de 17 años que quiere estudiar enfermería, comenta con sus amigas como le ha ido el examen mientras toma un zumo de naranja acompañado de un cruasán de chocolate. Y la sensación ya no es tan buena como la de sus compañeros de promoción. Algunas dudas sobre las respuestas que han dado a las preguntas sobre el texto literario, que en la opción A ha sido La sobra del viento de Carlos Ruiz Zafón, centran la conversación: «Creo que en esta pregunta lo he respondido todo mal», lamenta Mercè Martí, que, con resignación, hace un trago del zumo de naranja y saca los apuntes para repasar la prueba de inglés de las doce y media del mediodía. Sus amigas también aseguran que han escogido la opción A.

Una de las novedades de las pruebas de selectividad de este año es que los alumnos podían elegir si responder las preguntas sobre las lecturas obligatorias de bachillerato o no. En este primer examen podían elegir entre responder preguntas sobre Nada de Carmen Laforet, o La Fundación de Buero Vallejo. «A pesar de que me preocupaba un poco, las he podido responder bien, me han preparado muy bien a clase», apunta Carme Feliu, que ya tiene los ojos puestos en los siguientes exámenes. Los estudiantes consultados por este diario también coinciden que prefieren no «dejarse llevar» por las correcciones y centrarse en las siguientes pruebas.

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