El autismo afecta a 1 de cada 160 personas, según datos de la OMS, una cifra que evidencia la necesidad de dotar los centros escolares de los recursos suficientes para atender las necesidades de esta parte de la población. De hecho, en el Día Mundial de la Sensibilización sobre el Autismo, que se celebra este domingo, la entidad Autismo Europa subraya la importancia de garantizar una escuela inclusiva. Este trastorno tiene efectos sobre el comportamiento y la manera de comunicarse y relacionarse de los afectados. En el caso de los menores, puede dificultar su día a día en una escuela, donde además hay muchos sonidos y estímulos que pueden distraer a los niños autistas. 

La concienciación sobre el autismo y las políticas inclusivas es capital. La experta en autismo Rosó García, maestra y orientadora educativa de la Generalitat, asegura que es “muy complicado” tener alumnado con autismo en las aulas porque muchas escuelas no están preparadas para estos estudiantes y los profesores en muchos casos no tienen suficiente formación. “Mis alumnos tienen dificultades en la escuela, no porque el centro no lo esté haciendo bien, sino por la manera de trabajar y lo desconocimiento de los profesionales, que no saben cómo atender estos niños”, explica. 

Las verdaderas dificultades de los niños autistas en la escuela

Estos alumnos tienen necesidades especiales para contrarrestar sus dificultades, que muchas veces no les impiden ir a una escuela ordinaria, pero que sí que hacen su día a día algo más duro. Una de estas dificultades, señala la experta, es tener que hacer frente a los cambios constantes en la escuela. “Los festivos, el hecho de que un profesor se ponga enfermo, cualquier tipo de variación les genera mucha angustia y malestar”, explica. También tienen problemas con los ruidos, la luz y el calor o el frío. “Son muy sensibles a los aspectos sensoriales”, señala. Todo este malestar, además, se une a las dificultades para expresar el que los pasa.  

Una aula vacía / Pixabay
Una aula de una escuela / Pixabay

Falta de recursos y un perfil muy variado de los niños con autismo

El profesor de psicología y educación de la UOC Ferran Marsà critica que los recursos en la escuela pública son “muy limitados” y no solo para los niños con autismo, sino a escala general. “Los profesores de primaria y secundaria, a pesar de toda su buena voluntad y las formaciones extraordinarias para atenderlos, están sobresaturados por las necesidades de todos los alumnos”, explica. En este sentido, subraya que en Europa se ha comprobado que tener asistentes en clase para hacerse cargo de estos alumnos favorece el funcionamiento global de las clases y el aprendizaje de los estudiantes. “Aunque hay evidencias, esto no se hace porque no hay bastante financiación”, lamenta. 

Otro problema para tratar a estos alumnos es que el perfil de trastorno del espectro autista es muy heterogéneo. “Hay niños con dificultades sensoriales y otras que, al contrario, solo tienen problemas en la relación con los compañeros”, explica el experto, que apunta que esto dificulta todavía más poder hacer frente a sus necesidades. 

El autismo en las chicas, todavía más complicado

Tradicionalmente, se ha asociado el autismo a los hombres, como si fuera un trastorno que solo ellos pueden tener. Lo cierto es que la prevalencia es más o menos la misma. “No hay perspectiva de género, como en otros muchos campos”, avisa Marsà. En este sentido, alerta que las chicas con autismo se esfuerzan por “enmascarar” sus síntomas e intentan copiar el comportamiento el resto de compañeros, pero en realidad están sufriendo. Esto se relaciona directamente con el estereotipo que hay a la sociedad sobre cómo tiene que ser y comportarse una mujer. 

“Las chicas autistas, por presión social, aprenden a edades más tempranas a copiar lo que hacen las que no están dentro del espectro autista, y no hay ningún programa inclusivo para detectar esto”, avisa el experto. Esto las sitúa en una situación de peligro por la manera que tienen de entender el mundo. “Una chica autista a quien un chico ha invitado a tomar algo a casa no ve si hay una propuesta más allá y esto puede hacerlas vulnerables”, dice como ejemplo. 

Las desigualdades sociales acentúan el problema

Para la profesora del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la UB Glòria Díaz, el problema no está tanto en los recursos sino en la distribución y gestión que se hace. “La cuestión radica en si están bien coordinados y tienen en cuenta las desigualdades sociales. No es lo mismo tener un niño con autismo en un barrio que en otro”, explica. 

En este sentido, la atención de estos niños tiene que ver con la escuela que tienen cerca, con la manera como este centro cumple con sus necesidades y con la reacción de la familia una vez reciben el diagnóstico. “Hay mucha polaridad en las maneras de entender la educación que tienen que recibir estos niños, pero a menudo se cae en el error de pensar que solo con el diagnóstico ya sabremos cómo actuar con ellos”, explica la experta. Insiste en que cada niño es un mundo y la manera de responder a sus necesidades depende de su personalidad, su situación y el acceso que pueda tener a los recursos. “A veces solo acceden determinados grupos socioeconómicos”, advierte. 

“La atención a estos niños ha ido cambiando como lo han hecho los paradigmas de enseñanza, pero, aun así, se tiene que tener especialmente en cuenta la singularidad de cada niño para llegar hasta él”, insiste. La experta cree que las acciones son “demasiado homogéneas” y destaca que hay que “repensar la escuela como espacio de acogida, de protección y de vida”. 

Más diagnósticos y más medicalización

Marsà asegura que actualmente se diagnostican más trastornos relacionados con la salud mental por dos razones. La primera es que el concepto del espectro autista se ha ampliado y la sociedad ha roto el estereotipo clásico -según el cual el autismo se manifiesta con la repetición de movimientos mecánicos y balanceos- y ahora tiene una mirada más consciente. El segundo motivo es que las familias están más atentas al comportamiento de sus hijos. Esto no es necesariamente positivo. En algunos casos es más bien en el contrario, puesto que se traduce en más medicalización y el etiquetado de los niños “por el que se supone que tienen”. 

“Por el desconocimiento mucha gente piensa que su hijo tiene algo y al final se ve que solo es una cuestión adaptativa en la escuela, como por ejemplo nervios o presión para hacer bien los exámenes. “No todo tiene que tener un hashtag clínico”, insiste. Por último, destaca que se tiene que dejar de ver estos trastornos como una enfermedad y observarlos como una condición, una manera diferente de entender el mundo. 

Los síntomas del exilio se suelen apreciar en los primeros meses de vida / Pixabay
Los síntomas del autismo se suelen apreciar en los primeros meses de vida / Pixabay
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