Escena de canibalisme al Brasil el 1644 Els indis devoraven els seus enemics i presoners. Pintura de Jan van Kessel (1626-1679) (ec.flam.) d'una il·lustració dels viatges de Theodore de Bry al Brasil. Museu de La Rochelle
Escena de canibalisme al Brasil el 1644 Els indis devoraven els seus enemics i presoners. Pintura de Jan van Kessel (1626-1679) (ec.flam.) d'una il·lustració dels viatges de Theodore de Bry al Brasil. Museu de La Rochelle
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Canibalismo, de la prehistoria a los Oscars
La película de Bayona nominada a los Goya y a los premios de Hollywood pone en el centro del debate la antropofagia, una práctica con una larga historia
La sociedad de la nieve, película del catalán Juan Antonio Bayona, ha estado nominada a los premios Oscar, que se entregan el 10 de marzo, y este sábado podría arrasar en los Goya, los premios en el cine español. La semana pasada ya se llevó el Gaudí al mejor film europeo. La historia que Bayona narra con una un profundo sentido cinematográfico explica el truculento caso del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que se estrelló en un glaciar en el coro de los Andes bautizada ahora como el Valle de las Lágrimas. Solo 29 de sus 45 pasajeros sobrevivieron al accidente y, para subsistir mientras no los encontraban y los rescataban, tuvieron que recurrir a la antropofagia.
La traza de Bayona ha expuesto una historia dura y extrema que ha tenido una gran repercusión en diferentes escenarios. Así, ha hecho reflexionar sobre un fenómeno como el canibalismo, con una historia que el cine ya puso de moda con el film Viven hace treinta años. La sociedad de la nieve ha estado tal éxito que incluso ha despertado el humor en las redes, con una serie de memes ocurrentes que han hecho furor en Twitter. Bromas ante una práctica que costa de aceptar en el mundo occidental del siglo XXI, pero que tiene una larga historia.
El canibalismo, comer carne humana, es un fenómeno que ha sido estudiado por la antropología y por la historia. Grandes escritores como por ejemplo EdgarAllan Poe o cineastas como por ejemplo Jonathan Demme han articulado grandes historias sobre este tema: Las aventuras de Arthur Gordon Pym o El silencio de los corderos, donde el canibalismo es una parte básica de la narración. La práctica de comerse individuos de la misma especies genera la atracción natural por el que es la parte más oscura de la naturaleza humana y la psicológica de la supervivencia. El canibalismo no es un fenómeno único ni unitario, tiene muchas explicaciones y hay de muchos tipos. Libros, estudios y exposiciones han hecho análisis de calidad, pero la fuerza del cine lo ha puesto, de nuevo, en medio del escenario.
Imagen del estreno de ‘La Soceiidad de la Nieve’ / José Oliva – Europa Press
Antropofagia: muchas variantes
Uno de los libros imprescindible sobre la antropofagia es La historia natural del canibalismo, (Nowtilus Saber, 2008) del médico Manuel Moros Peña, que desgrana una imprescindible historia del fenómeno desde la antigüedad hasta nuestros días. Moros es bastante hábil para establecer una guía general de los varios tipos de canibalismo que han puesto en práctica diversas comunidades humanas a lo largo de la historia. Moros distingue entre el canibalismo de supervivencia, el ritual, el prehistórico, el guerrero y el patológico.
Canibalismo de supervivencia
El de supervivencia es que esquivaría el que Moros califica de «el estricto tabú moral». Sería el caso del relatado a la película de Bayona. Se entiende que sería el canibalismo como «el último recurso para sobrevivir en condiciones extremas». Son hechos registrados en numerosos casos de naufragios, asedios de ciudades, periodos de hambre o incluso, en episodios de la conquista del Oeste norteamericano.
Canibalismo ritual
Lo canibalismo ritual, en cambio, no tiene entre sus objetivos conseguir nutrientes, sino ofrecer a los dioses las partes vitales de la víctima o bien adquirir dotes sobrenaturales. Un canibalismo que se divide entre el exocanibalismo –es decir, comer carne de los adversarios o enemigos– o el endocanibalismo, es decir, devorar carne de los familiares o de las personas que pertenecen al clan o a la familia. En este grupo se integran los caníbales que comen sus muertos como prueba de amor.
Una imagen del Banquete Caníbal en honor de Tláloc de la Biblioteca Nacional Italiana en Florencia
Canibalismo prehistórico
Lo canibalismo prehistórico, por su parte, se refiere en las primeras comunidades hominoides en que la carne humana formaba parte del menú. John Collinge, un neurólogo del University College de Londres y asesor del gobierno británico durante la crisis de las vacas locas, descubrió que esta práctica inmunizaba los miembros de las comunidades de enfermedades degenerativas porque facilitaba mutaciones defensivas. La jefa de Paleobiología del Museo Nacional de Ciencias Naturales de España, Yolanda Fernández Jalvo, publicó también un libro de referencia titulado Lo canibalismo, hambre, deleite o misticismo (Ayuntamiento de Burgos, 2019) en que desgrana la evolución histórica y moral del canibalismo. Fernández Jalvo plantea el dilema de cómo se mantuvo el canibalismo prehistórico en nuestra especie a pesar del desarrollo del razonamiento y su capacidad tecnológica. Según su tesis, el canibalismo permitía alejar a carroñeros y tener comer sin correr los riesgos de la caza.
Canibalismo guerrero
Lo canibalismo guerrero fue una manera de enaltecer las victorias ante los derrotados. Una manera de hacer valer las victorias y la preeminencia de una tribu sobre la otra. Además, algunas comunidades de los jíbaros guardaban los jefes de sus enemigos abatidos y los convertían en miniaturas como trofeos. Muchos de estos trofeos todavía se podían contemplar hace años al museo Etnográfico de Barcelona y, incluso, comprar en una tienda de curiosidades de la plaza Real.
El australiano Marvin Harris, quizás uno de los antropólogos de referencia en el mundo de la divulgación, hace un profuso estudio de este tipo de canibalismo a la obra Caníbales y Reyes (Alianza Editorial, 2011). Un volumen interesantísimo donde incluso relaciona el supremacismo con el canibalismo. Como ejemplo, explica el temor de los pigmeos a ser comidos por otras tribus que los consideran una comunidad inferior. De hecho, las palmas de las manos y las mejillas de la cara de los pigmeos son una come de los grandes rituales por otras tribus de África negra que con esta práctica marcan el dominio del territorio.
Canibalismo patológico
Lo canibalismo patológico, pero, ya es otro nivel. En este concepto se integran los asesinos que además de matar sus víctimas se las comen. La crónica negra está rellenada de estos personajes, que han tenido una sonora repercusión en el cine, como con la saga de El silencio de los corderos, con un Hannibal Lecter capaz de comida el hígado de un agente del censo con habas y una botella de vino italiano.
Hannibal Lecter, a «El Silencio de los Corderos»/Orion Pictures
Ed Gein, el carnicero de Plainfield; el hombre lobo Michel Verdun; Fritz Harmman, el carnicero de Hannover; Andrei Romanovich Chikatilo, el carnicero de Rostov; y Issei Sagawa, el caníbal japonés que hacía sushi con sus víctimas, son nombres que han quedado para la posteridad de los estudios forenses por su voracidad y saña.
Issei Sagawa, el caníbal japonés/YouTube
Humor para digerir la idea de la antropofagia en el mundo occidental contemporáneo
El humor y la ironía no se ha estado de utilizar el canibalismo. Por ejemplo, un recomendable programa de gastronomía de Catalunya Ràdio puerta por título Un restaurante caníbal en Berlín. Como anécdota, uno de los grandes gastrónomos y periodistas eclécticos que ha tenido la Cataluña contemporánea, Xavier Domingo (Barcelona, 1929-1996), siempre decía que el delito no es comer carne humana sino cocinarla mal. Tampoco se ha escapado el canibalismo de ser un referente habitual en las luchas internas de los partidos políticos o, incluso, de expresiones para mostrar atracción como ahora «te comería todo/toda».
Pero, posiblemente, el relato más estremecedor sobre la materia lo escribió Nando Parrado en 2006 en el libro Milagro en los Andes, al narrar la tragedia que había sufrido y que ahora enfatiza la cinta de Bayona. «No me sentí culpable ni avergonzado. Hacía aquello que consideraba correcto para sobrevivir. Entendía la magnitud del tabú que acabábamos de romper, pero si sentía un intenso resentimiento solo era porque el destino nos había obligado a elegir entre este horror o una muerte segura».