Vicent Flor (Valencia, 1971), destituido hace poco como director de la Institució Alfons el Magnànim, sabe de lo que habla cuando se refiere a la derecha valenciana. La ha estudiado a fondo y, de joven, formó parte de ella. Fue uno de los impulsores de la Juventud Valencianista de Unió Valenciana, partido del que terminó siendo expulsado. Milita desde hace años en Compromís. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología y en Antropología Social y Cultural, doctor en Sociología por la Universidad de Valencia, su paso por Alfons el Magnànim ha sido considerado como una de las etapas más brillantes de la institución, si no la que más. Ha sido el centro de las iras de la extrema derecha autóctona. Es el autor del ensayo Noves glòries a Espanya, anticatalanisme i societat valenciana, un clásico para entender lo que hemos convenido denominar «blaverismo», y también, de Els valencians, els diners i la política, un análisis solvente de las carencias y las insolvencias que sufre la sociedad valenciana. Carencias e insolvencias que han llegado ahora al paroxismo con la catástrofe de la DANA y la evidencia palpable de la incompetencia del gobierno que ha tenido que afrontarla.
¿Cómo son los valencianos? ¿Hay alguna idea concreta que nos pueda definir como pueblo, que se pueda aprovechar y que no responda necesariamente al tópico?
Los valencianos somos cinco millones de personas. Y somos muy plurales. Es evidente que los valencianos, en términos de identidad, somos producto de un proceso de nacionalización española. Nos guste o no. En este sentido, mucha gente ha adoptado el modelo nacional español con un añadido de construcción regional, sobre todo en el hinterland de la ciudad de Valencia. Pero la identidad valenciana es muy plural. Hay una subcultura -o como queramos llamarla- nacionalista valenciana de origen fusteriano, valencianista. También hay identidades periféricas en el País Valencià. Yo no me atrevería a decir que hay una única manera de ser valenciano porque no responde a la realidad.
¿Y la idea que tienen de los valencianos desde fuera? Esta imagen de ser gente frívola, de traca, festiva…
Eso forma parte de la orientalización de los valencianos, que se ha hecho sobre todo desde Madrid, pero también a veces desde Barcelona. A los valencianos nos gusta la fiesta como les gusta a todos los pueblos mediterráneos. Los que han estudiado la fiesta en nuestro ámbito no destacan que la socialización festiva valenciana sea particularmente diferente de la de los griegos o de muchos pueblos italianos. Somos pueblos mediterráneos, festivos, donde la calle tiene mucha importancia. Pero convertir a los valencianos en una especie de gente que solo piensa en la fiesta sería erróneo. Somos gente emprendedora, con una gran capacidad de organización de la sociedad civil. Pensemos en las bandas de música o en un tejido industrial de mediana empresa sólido. O en la agricultura de exportación. La sociedad valenciana es una sociedad plural y compleja, y los estereotipos son estereotipos.

«La derecha valenciana más cultivada fue laminada durante la transición democrática» / Mathias Rodriguez / La Veu
¿El estereotipo que circula sobre la derecha valenciana responde a la realidad? ¿Es una derecha española y españolista, poco cultivada o analfabeta, insolvente y corrupta?
Eso en buena parte es cierto porque la parte de la derecha valenciana más cultivada fue laminada durante la transición democrática con la acusación de ser “catalanistas”. Vicent Ruiz Monrabal, Francesc de Paula Burguera u otros… eran gente ilustrada. Gente que sabía de lo que hablaba.
Esta derecha cultivada -en la que durante la Transición destacaba Manuel Broseta- en un momento concreto parecía que podía imponerse, que podía ser la derecha hegemónica en el País Valencià. ¿Qué pasó?
Pasó que hubo un miedo en las élites españolas, que temían que el País Valencià siguiera la vía de Cataluña o Euskadi. No olvidemos que el País Valencià es la cuarta comunidad autónoma más poblada, que tiene un porcentaje del PIB y de la población importante. Un País Valencià mayoritariamente decantado hacia una opción nacional diferente -fuera la que fuera- era un tema que podía afectar la estabilidad del Estado. De España o de Madrid.
Todo lo que se hizo para impedir aquella opción nacional diferente se hizo desde Madrid o desde la misma Valencia?
Eso se orquestó desde ambas ciudades. Desde Madrid, evidentemente también. Allí estaba el señor Fernando Abril Martorell, que era el segundo de Adolfo Suárez, que vino aquí a dirigir la operación para evitar que el País Valencià tuviera una línea autonomista. Ya no diremos más cosas, simplemente autonomista. Estaban preocupados con cierta razón. No olvidemos que las periferias en el Estado español son potentes demográficamente y económicamente. Desde Madrid había miedo, además, de que la situación de las élites dirigentes tradicionales, que desde el franquismo habían vivido muy bien, se pudiera dar la vuelta de alguna manera. Eso se pudo ver en la manifestación del 9 de Octubre de 1977. Había otras élites valencianohablantes, de comarcas, que hablaban valenciano y que podrían haber conseguido cierta hegemonía. No estuvimos muy lejos de conseguirlo. A partir del 78 hay un movimiento de masas que conocemos como blaverismo, promovido por los medios de comunicación y por las élites de siempre, que hace que este proceso autonomista se frene, se dé la vuelta y se conflictivice. Aquello fue un éxito de las élites franquistas, que aún controlaban, por ejemplo, las diputaciones o los ayuntamientos, porque las primeras elecciones municipales son en el 79.
Después de la primera etapa autonómica, el PSOE, que había cedido en casi todo para gobernar el país, perdió y ganó las elecciones Eduardo Zaplana. El PP parecía que se eternizaría en el poder, pero cayó, veinte años después, de manera fulminante. ¿Por la corrupción o porque su castillo de fantasías se derrumbó? ¿Qué les pasó?
El PP en 2015 cae -y no de mucho, quiero recordar porque el resultado es ajustado- a raíz de dos fenómenos: un descrédito total, producto de una sensación general de corrupción, y una crisis económica muy fuerte que hace que el discurso de “Somos los mejores de Europa” -la distancia cognitiva entre el discurso oficial y la realidad de muchos ciudadanos- sea tan alta, que lleva al cambio de gobierno. Pero el contexto era muy concreto. El PP no pierde la hegemonía. Es la prueba el hecho de que en 2015 el resultado electoral es justo, en 2019 se renueva el gobierno del Botànic con unos resultados electorales también justos y en 2023, también con resultados justos, la izquierda y el valencianismo pierden el gobierno.
El PP perdió por poco, entonces, y ahora ha ganado por poco también.
Sí. Pero eso significa que hay una base social muy importante que vota PP. Una masa social muy importante. El PP para determinados grupos sociales es el partido que representa los intereses valencianos, de manera análoga -si lo podemos comparar, a pesar de las distancias- a lo que una parte de Unión del Pueblo Navarro representa en Navarra. Una especie de regionalismo inofensivo y poco conflictivo para Madrid. Eso para muchos es la mejor manera de ser valencianos. Además, dentro de un modelo productivo que tiene muchas complicidades. No hay que olvidar que aquí en el País Valencià el peso que tiene la construcción y el turismo es muy importante y ha generado toda una base social que le da apoyo. Quiero recordar que el primer acto del gobierno actual -formado en un primer momento por PP y VOX- fue contra la tasa turística, que es una cuestión significativa. La tasa turística es un factor absolutamente asentado en Europa Occidental y que aquí se plantea como un ataque. Los hoteleros no la quieren pagar. Todo lo que genera el turismo de manera negativa lo tienen que pagar los ciudadanos con sus impuestos. Los turistas no tienen que pagar nada.
¿Por qué ha pasado lo que ha pasado ahora? ¿Qué explica que el gobierno valenciano sea tan torpe, tan insolvente, en la crisis de la DANA?
Hay muchos factores que lo explican. En primer lugar, el nivel político está bajando. No hay grandes liderazgos ni dirigentes que tengan una visión de lo que llamaríamos tradicionalmente, en un sentido amplio, de Estado. Carlos Mazón es un mediocre que antes había sido cantante en un grupo lamentable, que no ha trabajado nunca en la empresa privada, que ha ido enchufándose de un lugar a otro. Es un irresponsable que ha creado un gobierno de irresponsables. Las reacciones de las dos consejeras que debían haber reaccionado son infantiles, propias de un gobierno a la altura del que han construido. ¿Por qué? Porque este tipo de liderazgos mediocres busca gente sumisa y obediente. Poca cosa. Si no, la cosa no tiene explicación. En un caso de una gravedad así, cuando el presidente ha desaparecido, alguien debe tomar las riendas, asumiendo la responsabilidad, porque la prioridad es salvar a la gente. Nadie ha sido capaz de hacerlo. Eso es muy significativo.

«El resultado electoral de 2023 se explica por la abstención de una parte de los votantes de los partidos del Botànic» / Mathias Rodriguez / La Veu
Si la derecha valenciana es mediocre e irresponsable, analfabeta, ¿cómo es la izquierda? ¿Qué han hecho la izquierda y el valencianismo en estos siete años que han gobernado? ¿Por qué la mayoría -ajustada, pero mayoría- ha preferido volver al PP?
Creo que el resultado electoral de 2023 se explica sobre todo por la abstención de una parte de los votantes de los partidos del Botànic. Y también por la desaparición de Podemos, que no llega al 5 por ciento necesario para entrar en las Cortes. No es tanto un trasvase de votantes. En dos legislaturas no han sabido crear una base social más amplia. Y en un contexto determinado han perdido el gobierno, no tanto por grandes errores, que diría que no han tenido, sino por una desilusión que afecta a una parte de sus votantes. Esta parte tenía unas exigencias y unas expectativas que se han visto frustradas por la realidad. No podemos olvidar que el PSOE en el País Valencià es muy españolista. Ha puesto todos los obstáculos posibles, por ejemplo, para hacer efectivo el requisito lingüístico en la administración. Ha habido una cierta desafección por parte de los votantes valencianistas, que creo que ha sido determinante.
Cuando usted dice “valencianistas” -nacionalistas valencianos- ¿de qué porcentaje de la población habla?
Suficiente para que no hayan ganado. Si no recuerdo mal, en la ciudad de Valencia el bloque PP-VOX de los 33 concejales saca 17. Quedan 17 a 16. Y en las Cortes valencianas la diferencia es de 53 a 46, con Podemos que hace el 3,5 por ciento y no obtiene representación parlamentaria. Muy ajustado. Pero suficiente para que la derecha forme gobierno. También ha pasado algo que quiero remarcar. El PSOE, que tiene una gran tradición de mayorías absolutas, ha pensado que podría gobernar como él quisiera. Ximo Puig fue investido presidente en 2015 con el peor resultado del PSOE hasta ese momento. Y pensaba que, si desgastaba a Compromís y el liderazgo de Mónica Oltra, mejoraría ese resultado y podría gobernar más tranquilo. Y lo que ha pasado es que en estos momentos Ximo Puig no gobierna.
¿Qué porcentaje de votantes podrían definir como nacionalistas valencianos?
No tenemos herramientas estadísticas buenas, pero podemos hablar de un mínimo del 5 por ciento y de un máximo de un 15 o un 20 por ciento de la población valenciana. La cuestión no es tan cuantitativa como cualitativa. Es decir, el valencianismo político y el social tienen una influencia importante en la sociedad valenciana, más allá de sus números. Hoy ha conseguido que sin su presencia sea inimaginable un gobierno alternativo al PP. Eso es un éxito del valencianismo.
Para acabar. ¿Mazón dimitirá o lo harán dimitir?
Parece que lo harán dimitir. Tendrán que buscar una solución. Veremos qué pasa. Creo que está amortizado. Los titulares de ABC de estos días son significativos. De alguna manera, están preparando el terreno para su sustitución. Es imposible que continúe. La cuestión significativa no es esa. La cuestión significativa es si con eso es suficiente. Si la sociedad valenciana ve que lo que le vendieron como “el gobierno de los mejores” es un gobierno de incapaces y de irresponsables. Y si eso es un tema coyuntural de Carlos Mazón o más estructural del PP, cosa que yo creo que sucede. El PP no tiene suficientes cuadros para dirigir la sociedad valenciana. El director general de Emergencias con el Botànic, por ejemplo, José María Ángel, tuvo que pedir que lo cesaran porque no encontraban a una persona capacitada para sustituirlo. Vistos los resultados, no iban desencaminados.