La quinta jornada del juicio por la Operación Mito celebrada este lunes comenzó truncada. De nuevo, la funcional sala de vistas de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares se llenó a reventar de procesados, letrados y policías en un macrojuicio que incorpora de facto, cinco juicios, con todo el problema de logística, eficacia y, no hace falta decirlo, de justicia que conlleva. Una de estas piezas que integran el juicio a la supuesta estructura de narcotráfico y narcotransporte que dirigía José Ramón Prado Bugallo, alias Sito Miñanco, es la que casualmente implica a Gonzalo Boye por blanqueo, el abogado del presidente en el exilio, Carles Puigdemont.

Según el programa, era el turno de un agente del Cuerpo Nacional de Policía que participó en seguimientos de la casi cincuentena de investigados y un testigo colombiano que desde el país sudamericano podía haber sido interesante para la defensa de Boye. De hecho, podía haber reforzado la tesis de sus abogados que día tras día desvirtúan una instrucción hacia su cliente, bastante prospectiva, con testigos de cargo que curiosamente hablan a cambios de beneficios procesales pactados con la fiscalía.

Pero, un cambio de última hora, reconvirtió la sesión en una única testifical de un inspector del Cuerpo Nacional de Policía, el tip 111.116 del Grupo 2 Grupo de Respuesta Especial para el Crimen Organizado, los GRECO, destinado a Galicia. Un cambio que aún entorpece más un juicio sin agenda, es decir, que se saben los días de vistas, pero no quién intervendrá, porque el ritmo de los interrogatorios generado por la multitud de procesados y unas sesiones que solo se alargan hasta las dos de la tarde hacen imposible seguir una agenda más o menos previsible.

Guevara vuelve a marcar el terreno de juego

La sesión, sin embargo, valió la pena. De hecho, uno de los protagonistas principales, que incluso levanta sonrisas de hipotéticos narcos que están allí acusados de transportar toneladas y toneladas de cocaína, es el presidente del Tribunal, Félix Guevara. El togado participa con oficio en los interrogatorios, consciente de que buena parte de la lentitud es suya, porque obliga a asistir a los acusados a la vista cada día. Si no hubiera público, los letrados seguramente irían más al grano.

Este lunes Guevara volvió a marcar la tiza del terreno de juego, centrando los interrogatorios en los hechos y el contenido de los atestados, que su prodigiosa memoria se encarga de recordar. Por otro lado, paró los pies a la fiscal que presionaba al policía para saber cómo se instalaban las “sonorizaciones” en las casas y vehículos objeto de investigación. Lo que en el argot policial se conoce como “chicharra”, y en el argot popular, los micros. “Señora fiscal, no lo puede explicar…”, le recordó el magistrado señalando con la vista a la parroquia que tenía sentada enfrente. El momento más onírico fue cuando un abogado hacía malabares para evitar el control del juez y Guevara le tiró de las orejas con ternura: “¡No me sea gallego!”. La sala estalló en risas, entre otras cosas, porque la mayoría de los ocupantes del banquillo podrían protagonizar un anuncio de “Rianxeira”.

Sito Miñanco amb bufanda, a l'entrada de l'Audiència Nacional/ Gustavo Valiente / Europa Press
Sito Miñanco con bufanda, en la entrada de la Audiencia Nacional/ Gustavo Valiente / Europa Press

Lanchas supersónicas

La parte interesante de la vista llegó con el interrogatorio de Jacobo Teijelo, el abogado del principal acusado, Sito Miñanco. Teijelo sabía muy bien las cartas que tenía y como buen músico que no pierde el compás, trazó con gracia las preguntas y el juez aplicó la ley de la ventaja. El letrado se aferró al hipotético sistema de recogida de la droga del barco en el mar con las lanchas que supuestamente, Miñanco fabricaba en unos astilleros camuflados en Cambados (Pontevedra). La tesis del policía es que había un punto de recogida, el “cabo de San Vicente” donde el barco con la cocaína procedente de Sudamérica descargaba los fardos de droga y los llevaba hacia el centro logístico de Galicia.

El abogado, sin embargo, parecía el timonel de La Caza del Octubre Rojo. Es decir, se había preparado el guion con un compás, un escalímetro y una matemática básica sobre una carta de navegación. El policía cayó en la trampa. Las distancias en millas entre los puntos de recogida, la ubicación del barco en alta mar, el viaje de ida y vuelta, y el peso de la droga y de la tripulación hacían imposible, matemáticamente hablando, el sistema que planteaba la policía. O las lanchas eran de la NASA o todo junto, eran ocho y nueve y cartas que no cuadran. Hasta que Guevara al ver cómo sufría el testigo cortó el interrogatorio y prohibió volver a hablar de millas en la sala. Teijelo se había salido con la suya, los números de navegación de la policía no cuadraban.

Servilletas de papel, como Messi

Otro de los puntos destacables de la vista fue cuando el testigo explicó cómo una servilleta les había dado la clave de la investigación. Según el inspector utilizaban como centro de operaciones un chalet de Villagarcía de Arosa (Pontevedra). Durante las vigilancias recuperaron una servilleta que Juan Antonio Fernández, uno de los otros principales imputados, tiró en una papelera con anotaciones sobre motores, lanchas y planeadoras por lo que les hizo reforzar las sospechas de que preparaban una operación de narcotráfico por vía marítima. Al escuchar la declaración, un murmullo general se levantó en la bancada.

“Ya ha salido la servilleta”, comentaba uno de los acusados con gafas de pasta, rebeca de lana gruesa y peinado hacia atrás. En el descanso, las explicaciones de los procesados y los abogados en este tipo de juicios, aclararon el concepto de la “maniobra Messi”, es decir, las misteriosas servilletas de papel que llevan escrita la clave de bóveda. El nombre se origina por el famoso contrato del Barça a uno de los más grandes genios del fútbol en una servilleta. “En estas investigaciones siempre, siempre, aparece una servilleta que la policía encuentra en una papelera!”, comenta un letrado mientras recoge el cambio de la máquina de café.

Así, varios togados repasaban el caso del “Mexicano de Vigo”, que la policía detuvo por haberse dejado una servilletita escrita en la mesa de la cafetería Jamaica de Vigo, también en un caso de tráfico de 3.600 kilos de cocaína. Otro recordó otra servilleta, una operación en la Costa del Sol, donde también los supuestos narcos habían dejado la servilletita con las pistas en otra papelera. “Demasiadas servilletas, para tan poca tapa”, reflexionaba uno de los acusados con una ironía un punto gallega. Una metáfora de la sesión de este lunes que espera el testimonio de Colombia y los policías que quieren implicar a Boye.

Comparte

Icona de pantalla completa