Friedrich Nietzsche aseguraba, como principio general, que era más importante quién decía las cosas que lo que decía. La historia está llena de estos ejemplos, y la historia de Cataluña, especialmente. La historia está llena de personajes que ayudan a entender cómo se han forjado otros personajes que han protagonizado grandes episodios y actúan como hilo conductor de etapas y movimientos. Posiblemente, uno de los grandes ejemplos es Enric Pérez Farràs, el hombre que fue jefe de los Mossos d’Esquadra durante los Hechos de Octubre de 1934 y que sin su figura no se puede entender buena parte del potente catalanismo de los años treinta del siglo pasado, de la Guerra de los Tres Años o Guerra Civil y el durísimo exilio posterior.

Noventa y un años después, un periodista y, sobre todo, gran divulgador de nuestra historia contemporánea, Pere Bosch, le ha hecho justicia. De hecho, lo ha sacado del estante y lo ha vuelto a poner en el santoral de la historia, en un país que tiene la mala costumbre de creer que, para mantener el santoral, cada vez que pones una figura tienes que sacar otra. Bosch ha publicado El soldat lleial (Editorial Pagès, 2025) y ya tiene en el zurrón el 41º Premio de Ensayo Josep Vallverdú. Un libro artesanal, es decir, un relato escrito después de un ingente trabajo de investigación y que muestra cómo el comandante de artillería Pérez Farràs conecta la Cataluña y el catalanismo vigoroso de los años 30 del siglo pasado.

De hecho, el subtítulo del libro es clave para entender la dimensión del personaje y el escenario en el que vivió: «De jefe de las Escuadras de Francesc Macià a asesor militar de Bonaventura Durruti». El libro propone su trayectoria vital, su papel durante el estallido que llevó a la Guerra de los Tres Años y, sobre todo, se detiene en su participación en los Hechos de Octubre de 1934 donde se explica la importancia del personaje, su convicción, su popularidad y su visión poliédrica, como hombre de acción pero con un carisma extraordinario. El libro no oculta su desdicha en el exilio, donde yace enterrado, a pesar de la intención de algunos activistas de recuperar sus restos para ser enterrados cerca de la tumba del presidente Macià, a quien acompañó toda su vida política.

Enric Pérez Farràs amb Macià l'any 1933
Enric Pérez Farràs con Macià en el año 1933

Una revuelta, un juicio y un indulto

Precisamente, los Hechos de Octubre entronizaron a Pérez Farràs, despertando una corriente popular inmensa para pedir su indulto. Como jefe de los Mossos fue condenado a muerte en un consejo de guerra sumario por un delito de rebelión militar. A partir del juicio y la sentencia se convirtió en un símbolo, que detenía las funciones de teatro para recoger firmas a favor de su indulto. De hecho, su condena abrió una crisis política de primerísimo nivel en la república española, que se trasladó a la opinión publicada en la época en Madrid. Incluso, el libro destaca cómo las esposas de los políticos que avalaban la sentencia y la represión contra el Gobierno de Lluís Companys impulsaron la campaña por el indulto de Pérez Farràs en Cataluña.

El libro de Bosch profundiza en el juicio y en la posterior batalla pública para conseguir el indulto que, finalmente, obtuvo a raíz del clamor popular. Pero, ni el juicio, ni el clamor por el indulto se entenderían sin su rol en el Palau de la Generalitat durante el 6 y 7 de octubre, que Bosch detalla casi al minuto como una intensa y apasionante crónica periodística de primer nivel. En este sentido, no oculta el caos, los errores, el embrollo político y las debilidades del catalanismo que ocupaba el Palau.

En este marco, y sin ánimo de hacer ningún spoiler, el libro subraya el papel de un periodista francés, Joseph Kessel, que acompañó a Pérez Farràs durante aquella noche y durante el posterior juicio. De hecho, Pérez Farràs hablaba muy bien el francés -su esposa era belga- y aunque la prensa estaba vetada en el Palau aquella noche lo dejó estar allí. Las conversaciones entre el jefe de los Mossos y el periodista son miel histórica: Pérez Farràs le reconoce cómo lo ignoraron o cómo respondió ante las tropas españolas. Son los detalles que aclaran lo que ocurrió aquel 6 de octubre en Cataluña, o más concretamente, en el Gobierno.

El president Macià amb Pérez Farràs, en una visita a Valls/Fons Macià/Arxiu Nacional de Catalunya
El presidente Macià con Pérez Farràs, en una visita a Valls/Fons Macià/Archivo Nacional de Cataluña

Avisó de la declaración de independencia

Los diálogos con Kessel muestran cómo Pérez Farràs no fue aprovechado en el Palau. «Aunque era el jefe militar profesional con el que cuenta la Generalitat, y que se trataba de un apoyo armado, no fui consultado para nada», se lamentaba el jefe de los Mossos, que ya tenía problemas con los subordinados que querían rendirse ante el movimiento de Companys. A pesar de esto, Pérez Farràs advirtió a Kessel de lo que sucedería con un anuncio sorprendente que dejó al periodista perplejo: «Es probable que asistáis a la proclamación de la independencia de Cataluña». Un aviso que hizo estremecer al periodista, que le recordó que España disponía de un ejército. Un detalle que Pérez Farràs asumía con el pensamiento de que si triunfaba «la revuelta catalana», las tropas pasarían a ser catalanas.

La historia recuerda que no fue así, ni mucho menos, pero sí que pone negro sobre blanco cómo Pérez Farràs vivió el final del 6 de octubre. Ofreció a Companys huir por la puerta trasera mientras él, como jefe de los Mossos, se quedaría con un pequeño destacamento resistiendo en el Palau hasta morir si era necesario. Sabía que, como jefe militar, el futuro que le esperaba -con el código penal militar en la mano- era una muerte segura ante un pelotón de fusilamiento. «¡Quiero morir aquí, presidente!», insistió a Companys. El presidente le hizo desistir en los dos intentos, incluso cuando el chófer de Farràs izó la bandera blanca en el balcón del Palau y fue herido de un disparo y el jefe de los Mossos quería continuar la lucha. Companys no huiría, sería detenido y Pérez Farràs incluido en la columna de detenidos. En ese momento, la leyenda se terminó de forjar.

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