Antoni Castellà i Clavé ha sido uno de los protagonistas del congreso que Junts per Catalunya celebra este fin de semana en Calella (El Maresme). De hecho, Castellà fue muy aplaudido en el plenario que inauguró el cónclave con las intervenciones de la ya expresidenta de la formación, Laura Borràs, y del secretario general entrante y saliente, Jordi Turull. Castellà se ganó los aplausos de sus nuevos socios de partido después de muchos años en la política, y tras su paso como diputado del grupo de ERC en las elecciones de diciembre de 2017.

Para muchos delegados de Junts, Castellà se ha convertido en un líder casi místico porque logró acabar políticamente con Josep Antoni Duran i Lleida, el archienemigo de los soberanistas que cohabitaban en la antigua Convergència i Unió. De todas formas, alguna enmienda viva, que no ha tenido éxito, reclamaba exigirle más tiempo de militancia para poder acceder a los cargos orgánicos del partido.

Castellà llega a la vicepresidencia de Junts tras un acuerdo de fusión fría con la formación de Puigdemont. En este sentido, cabe destacar que Castellà es, como portavoz, uno de los miembros más activos del Consell de la República. La casualidad ha querido que Castellà sea diputado en el Parlament de Catalunya como reemplazo de Laura Borràs debido a la retirada del escaño a la presidenta suspendida del Parlament. Un ejemplo más de que Castellà es uno de los pocos supervivientes de la gran trituradora política que ha supuesto el Proceso para todas las formaciones políticas.

Llega a la dirección de Junts como uno de los líderes de Demòcrates de Catalunya, una start-up del proceso político que vivió Catalunya tras el 9-N. Nacido en Barcelona en 1970, pero con raíces en el Penedès, Castellà es un veterano de la política con muchísimas horas de vuelo a todos los niveles, gracias al protagonismo y activismo que alcanzó en la extinta Unió Democràtica de Catalunya, dirigida casi eternamente por Duran i Lleida. Ahora confiesa a El Món que quiere llegar a ser un Xosé Manuel Beiras, un político que no se guarda de decir las cosas sin dejar de hacer política. De hecho, a menudo su atrevida oratoria lo ha metido en más de un lío.

Antoni Castellà, diputat al Parlament de Catalunya per Demòcrates i candidat de Junts pel Senat/Jordi Play
Antoni Castellà, diputat al Parlament de Catalunya per Demòcrates i candidat de Junts pel Senat/Jordi Play foto: Jordi Play

Un independentista clandestino

Castellà fue uno de los independentistas semiclandestinos que tenía Unió en sus filas. Aun así, siempre formó parte de los famosos comités de gobierno de los democristianos. Nunca se unió a las filas de la oposición independentista formal a Duran, representada por el exalcalde de Vic Josep Maria Vila d’Abadal, impulsor y fundador de la Associació de Municipis per la Independència (AMI). Ha sido colaborador de la histórica PUA (Plataforma d’Unitat d’Acció Independentista), diputado, miembro de la Mesa del Parlament, secretario de Universidades, díscolo de ERC e incluso de Junts per Catalunya. 

Castellà inició su andadura política en 1992, cuando se incorporó a Unió de Joves. Licenciado en administración y dirección de empresas por Esade, donde también ha sido profesor asociado, trabajó en varias empresas, como Polymedic, IKL, y como socio consultor en Clavera & Herrera Associats, y años después se integró en la consejería de Trabajo, que estaba en manos de Unió. Su etapa al frente de Unió de Joves sirvió para mantener la llama independentista en una formación que era la cenicienta de la coalición CiU.

El polémico Fax

Una de las historias más contadas por militantes más veteranos de Unió es una de Castellà cuando Unió de Joves tenía la sede en la calle Gran de Gràcia: acordó con la PUA, de tradición maulet, cederles espacios y el fax para sus actividades. “Todavía recuerdo a Duran gritando porque el entonces ministro del Interior, Ángel Acebes, le llamó poniendo el grito en el cielo porque en los comunicados independentistas vigilados por el ministerio aparecía el fax con el nombre de Unió de Joves!”, comentan varios testigos. También organizó en Burgos un homenaje a Manuel Carrasco y Formiguera con varias formaciones independentistas catalanas y vascas. Para el acto llenaron la ciudad castellana de esteladas.

La vida política de Castellà fue relativamente tranquila hasta el año 2014. Fue elegido diputado en el Parlament por la circunscripción de Barcelona en 1999 y ya no dejó el escaño hasta 2011, cuando fue nombrado secretario de Universidades e Investigación. En el año 2012 volvió a ser elegido diputado y dejó el acta para incorporarse al mismo cargo. Entre tanto, volvió a formar parte del Comité de Gobierno de Unió tras el congreso de Sitges, que Duran ganó contra Vila d’Abadal. Pero el Proceso comenzó su embestida a raíz de la consulta del 9-N, donde ya se notaron las tensiones en Unió entre los independentistas y los oficialistas de Duran, a quienes no les hacía ninguna gracia la consulta impulsada por el presidente Artur Mas.

Laura Borràs, Antoni Castellà i Jordi Turull, al congrés nacional de Junts a Calella / Nico Tomás / ACN

Operación 2015 por Junts pel Sí

Después del éxito del 9-N, la política catalana entró en una fase de reproches entre las formaciones independentistas hasta que en enero de 2015, en una cumbre en Palau, el presidente de ERC, Oriol Junqueras, y el presidente Mas acordaron celebrar unas elecciones plebiscitarias en septiembre del mismo año, ahora bien, sin unidad de candidaturas. A medida que se acercó la fecha de la convocatoria, Castellà lideró el proyecto Hereus de 1931, donde un buen número de la militancia de Unió consiguió forzar una consulta interna sobre si la histórica formación optaba por reclamar la independencia. Aunque la perdieron, los críticos de Unió lograron una victoria moral, porque Duran consiguió una pírrica victoria por solo cuatro puntos de diferencia. La dureza del aparato propició una profunda división que terminó en un consejo nacional extraordinario en l’Hospitalet del Llobregat, donde se produjo la escisión con la marcha de históricos como .

El siguiente paso fue presentar ante la ciudadanía la formación Demòcrates en la sala Barts de Barcelona, ante unas 900 personas. Era julio de 2015. Una formación netamente independentista, liberal y que algunos han bautizado como la “CUP de derechas”. Una fecha interesante porque, solo unos días después, Castellà sería una pieza clave en una nueva cumbre en Palau donde Mas consiguió formalizar la coalición Junts pel Sí, que defendía una consulta oficial en Catalunya por la independencia. Castellà participó en las elecciones como candidato y consiguió el acta de diputado. En ese período fue el primero en pronunciar un acrónimo que haría fortuna: RUI, las siglas de Referéndum Unilateral de Independencia, que acabaría convirtiéndose en la punta de lanza de la legislatura del Primer de Octubre.

Puigdemont, con Castellà durante la reunión del Consell de la República / ACN

1-O, de guardia

El día del referéndum, Castellà hizo la correspondiente guardia en el colegio electoral situado en el instituto Carles III del barrio de Sants de Barcelona. La aplicación del 155 y el contexto político de entonces hizo que Demòcrates optara por ir en la candidatura de ERC en las elecciones de diciembre de 2017. Castellà complicó la campaña defendiendo la vía unilateral en un mitin en Reus, lo que rompía el relato de ERC del momento. Fue elegido diputado y tuvo el escaño hasta que el presidente Quim Torra convocó elecciones.

En estos comicios, Demòcrates fue en coalición con Junts, pero esta vez Castellà no iba en lugares de salida y sí otra de las fundadoras de Demòcrates, Titón Laïlla. Mientras tanto, Castellà construía posiciones en el Consell de la República y ha hecho de engranaje entre los republicanos más duros y los sectores más molestos con ERC del gobierno en el exilio. De hecho, Castellà guarda en el cajón un pacto estratégico de varios puntos, que las formaciones tienen como último cartucho de la unidad independentista. Es el proyecto G-6.

Comparte

Icona de pantalla completa