Albert Botran i Pahissa (Molins de Rei, 1984) es máster en Historia Comparada. Ha trabajado en una industria gráfica, de repartidor, en Òmnium Cultural y en las Ruinas de Empúries. Ahora es técnico en la Generalitat, pero ha sido un militante histórico de la CUP. Diputado en el Parlamento durante la convulsión del Procés (TM) y diputado en el Congreso en el postproceso. Sin embargo, una de sus pasiones es la divulgación ideológica e histórica. Lo hace con destreza y sin ocultar un humor seco. De hecho, cuando era político era de los pocos que sonreía. Botran está de celebración porque su libro Si Lenin aixequés el cap (Ara Llibres, 2025) llega a una segunda edición. El libro vale la pena. No es uno de la CUP que escribe sobre Lenin, al contrario, es alguien que acerca la figura mítica de la izquierda a los tiempos y los debates de hoy. Todo un manual de política, de historia y, no hace falta decirlo, de lucha. Con este libro, Lenin deja de ser una momia y toma suficiente cuerpo para asustar a Stalin. Y lanza una advertencia: según Botran, al Primero de Octubre le habría faltado un Lenin.
No debería decirlo, pero el libro, francamente, está muy bien.
¡Gracias, muchas gracias! ¡Me lo ha dicho gente muy diversa! Estoy muy contento por cómo ha funcionado y, sobre todo, por el buen recibimiento y la buena crítica de gente conocida. Intenta ser un libro sencillo y comprensible, aunque está explicando temas de mucha profundidad, porque las transformaciones de hace cien años son procesos muy complejos, históricamente.
Y una historia que, ciertamente, pacífica no es.
No, no fue pacífica. Era uno de los retos que tenía, de esta distancia entre lo que nosotros vivimos y lo que estamos explicando, y la cuestión de la violencia era uno de los temas más claves. Yo creo que, en particular, la Rusia de aquel momento era una sociedad muy violenta, pero creo que todas las sociedades de hace cien años eran más violentas. Quizás no tan violentas, pero sí que eran más violentas.
Solo que hablamos de Cataluña…
Sí, y con nuestros abuelos, ya no de violencias políticas, sino de violencias de todo tipo, de cómo se gestionaban los conflictos. En este marco, la cuestión principal es si el bolchevismo es un tipo de comunismo violento porque nace de una gran violencia, que es la Primera Guerra Mundial, que es una matanza de proporciones industriales. Solo una minoría de la minoría eran los que estaban en contra, porque era la última Gran Guerra. Es decir, la guerra que acabaría con las guerras. Es uno de los puntos fuertes de Lenin.
Punto de partida?
Es este punto de clara evidencia. Lenin advirtió a los partidos socialistas que mayoritariamente apoyaron la guerra que se estaban equivocando. Lenin se quedó con las minorías de oposición a la guerra. Los partidos socialistas se dejaron llevar por un clima de opinión según el cual aquella debía ser una guerra rápida. Fue una guerra donde cada país tenía unas razones para hacerla. Los franceses decían que los alemanes eran unos imperialistas, los alemanes decían que los rusos eran unos imperialistas y los rusos eran aliados de los franceses.
Todo el mundo tenía una razón.
Claro, todo el mundo tenía una razón, pero en realidad era una carnicería, como se vio. El primer año la gente aún lo soportó. El segundo año vaya, pero cuando empieza el tercer año de guerra ya hay gente harta de esta matanza y la Revolución Rusa es un producto de este cansancio de la guerra.

Antes de nada, ¿cuál es aquel momento vital en que usted decide escribir un libro sobre Lenin?
Es un personaje que siempre me había interesado. Con el centenario de la revolución, escribí un capítulo del libro colectivo Arrels d’Octubre, de Edicions 1979. Mi texto se titulaba Sympathy for the Lenin, y tomaba el título de la canción de los Rolling Stones Sympathy for Devil. Al cabo de un tiempo me di cuenta de que había escrito eso y juntando que sería el centenario pensé… quizás podría convertir esto en algo más grande, en un libro. Y con la circunstancia de que estaba en el paro porque no había salido elegido diputado en el Congreso… pues ya tenía el clima perfecto para ponerme a ello.
De todas maneras, a pesar de su historial político tampoco podemos definir este libro como «uno de la CUP explica Lenin»…
Por un lado, yo también soy historiador, y entonces aquí también hay un enfoque que he querido que fuera profesional. La historia no se puede explicar de manera neutral pero sí que puedes hacer el esfuerzo de objetividad, en el sentido de explicar una cosa y la contraria que estaban pasando en aquel momento, explicar diversas dimensiones.
Si me permite el adjetivo, es un libro honesto.
Es un libro honesto, sí, pues mira, me gusta mucho, en este sentido de decir que no ocultaremos una parte de la historia, no ocultaremos el papel de Lenin con la represión, por ejemplo. Ahora bien, también digo que es un libro comprometido. Un libro militante en el sentido de decir, yo defiendo que aquello, a pesar de toda la violencia que trajo asociada fue un grandísimo salto adelante para las mujeres, para los pueblos y para la clase trabajadora. Estoy en contra de quererlo enterrar como una experiencia fracasada como un error.
Por tanto, también un libro reivindicativo.
Sí, es un libro reivindicativo, esto sí que está hecho desde esta reivindicación, que la Revolución Rusa y Lenin forman parte de una tradición larga, tanto anterior como posterior, de gente que ha luchado por la libertad y por la igualdad, y que no estoy de acuerdo con esto de guardarlos en un baúl y olvidarlos.
Cita en el libro a Bertrand Russell, uno de los pensadores de referencia que elogiaba a Lenin.
Se cayeron muy mal. Es un nuevo socialdemócrata o social liberal, pero, en cambio, le reconoce que junto con Einstein son las dos personalidades del siglo XX. Puse esta frase de Russell precisamente porque tiene mérito cuando viene de alguien que no le tenía especial simpatía, sino al contrario. Russell, con el tiempo, explicó que el momento en que se conocieron no le había caído bien, que era un tipo dogmático, un tipo cruel. En cambio, cuando murió lo puso a la misma altura de Einstein. Ni la política ni la ciencia serán lo mismo a partir de la muerte de ambos. Ambos cambiaron un paradigma. En cuanto a Lenin, no solo ha sido un destructor del viejo mundo y de un orden, que esto es lo que todo el mundo piensa, sino que fue el constructor de un nuevo orden, y esto es lo que cambia el paradigma. Y este nuevo orden es el que tiene interés por explicar.

¿Todavía somos hijos de Lenin?
En muchas cosas se equivocó… Pero si hoy hay sanidad pública es porque, entre otras cosas, hubo la Revolución Rusa, esto lo tengo clarísimo. Y la educación pública, o la salud sexual y reproductiva.
Hay una cuestión que es el título del libro, que es muy sugerente, un punto provocador. ¿Qué cree que pasaría si ahora, a la vista del mundo global, de la ola de la extrema derecha, si Lenin levantara la cabeza?
Una primera cuestión que haría es revisar críticamente la historia del comunismo y de la Unión Soviética. Es decir, Lenin no era un tipo que dijera ‘como lo han hecho los nuestros, yo cierro filas’.
De hecho, el libro explica que incluso cuando gobernó hizo mucho ensayo-error, dio pasos atrás, por ejemplo, con los campesinos.
Sí, lo digo siempre, era un tipo ortodoxo.
¿En qué sentido?
En el sentido de que siempre buscaba la razón de las cosas en Marx y Engels, pero no era un tipo dogmático, en el sentido de que, si se tiene que cambiar, se cambiaba. Era un tipo con un gran sentido práctico. Lo basaba todo en los clásicos, pero era, sobre todo, un tipo con sentido práctico. Yo pienso que haría esta revisión de por qué fracasó y, por tanto, renovaría esta idea del comunismo. Después pienso que también pondría mucho el foco en un tema que, en aquel momento, no tocó en absoluto, que es la cuestión ecológica. Es decir, esta contradicción que tiene el capitalismo, que necesita crecer, crecer, crecer, pero materialmente es imposible continuar creciendo.
¿Marx lo toca, pero?
En Marx se encuentra un poco, pero en Lenin no se encuentra. Pero estoy convencido de que así como se puso a estudiar el imperialismo para entenderlo como fenómeno, ahora se pondría a estudiar cuestiones climáticas y en otras cuestiones. Yo pienso que el mundo tampoco es tan diferente de como era entonces. Sí que pienso que se ha acelerado muchísimo, especialmente a partir de la tecnología, pero las clases sociales continúan existiendo, el imperialismo ha aprendido nuevas formas, pero continúa existiendo y muchas de las cuestiones que él llevó a hacer la revolución al XX todavía están latentes.
Con la Revolución Rusa llega el divorcio, la vida de la mujer como un ciudadano de pleno derecho, y ahora parece que se quiere ir hacia atrás…
Sí, sí, es curioso eso.

En todo caso, pongamos el foco hacia aquí, ¿qué pasaría si Lenin levantara la cabeza y viera cómo está la izquierda en Cataluña?
Bueno, yo creo que haría un análisis de lo que fue la gran oportunidad de la izquierda que fue el proceso independentista y haría un análisis crítico.
¿En qué sentido?
En el sentido de que aquello era una revolución pero sin un núcleo revolucionario organizado, que es lo que él tenía claro que hacía falta en el 1917 ruso. En nuestro caso, hay un punto de espontaneidad popular, la gente está harta y salimos, pero si no hay alguien que organice este malestar y que dé unas consignas, aquello se desvanece. En 2017 lo que pasó fue esto. Hasta un cierto punto sé que había dirección y consignas, sobre todo hasta el 1 y el 3 de octubre. Después lo que hay es una deserción de los que deberían haber ejercido esta dirección hacia la ruptura y, por tanto, toda la fuerza que se había acumulado se fue desvaneciendo y se perdió una oportunidad y… ahora estamos pagando las consecuencias.
Lenin define la revolución de 1905 como un ensayo general del 1917, quizás esto es una expectativa
Porque Lenin era una persona ultra contundente en las críticas, muy mordaz, no dejaba ninguna discrepancia sin expresar, esto es así. Pero tampoco era una persona ni catastrofista, ni trágica, ni depresiva en el sentido de decir como nos derrotaron ya nunca más levantaremos la cabeza.
El 1905 es una derrota dura…
¡Sí! Lenin no ha podido entrar en Rusia durante un tiempo, tiene que volver a marcharse, mucha gente de sus compañeros son ejecutados, o si no enviados a Siberia. A pesar de eso, él no pierde la idea de que allí pueden volver a darse las condiciones. Entonces cuando viene el 1917 y pueden hacer una revolución, explican que en realidad sin aquella experiencia de 1905 en la que vieron cómo y dónde eran fuertes, pero también dónde era fuerte el régimen y que les faltaba para mejorar, no habría salido bien la revolución del 1917. Si lo traemos hacia aquí, yo pienso que todas nuestras experiencias, en lugar de mirarlas o lamernos la herida con amargura, deberíamos decir cómo lo haremos mejor la próxima vez. Fundamentalmente, este es el punto de vista que creo que es correcto. Es lo que haría Lenin.

El profesor Xavier Romeu, que usted cita en el libro, asegura que la izquierda tiene un problema y es que hay 200 Lenins. Pero en Cataluña, la sensación es que hay 400, de Lenins…
Es decir, tú no haces una revolución sin ningún Lenin, porque alguien tiene que dirigir y alguien tiene que decir hacia aquí, hacia allá, dar consignas… Alguien tiene que tener este carisma, esta capacidad extraordinaria de análisis y de propuesta. Ahora, claro, cuando hay tantos esto también es un problema. Yo estoy a favor de los líderes, pero de los líderes que se lo merecen. En este caso la historia acaba situando a Lenin como un líder que merecía ser líder porque acertó, ¿no? Contra los acontecimientos, porque cuando él vuelve del exilio en 1917 y dice que se tiene que hacer una segunda revolución prácticamente nadie le da la razón. Prácticamente nadie. Él insiste en que sí. Y clama por preparar y organizar una segunda revolución y lo hace en minoría.
Tengo la sensación, por lo que dice, se puede interpretar que en el 1 de octubre que faltó un líder…
Sí, totalmente. Faltó un Lenin, un Lenin individual o un Lenin colectivo, pero alguien que diera una consigna de cómo usar el poder que teníamos. Un poder que se acabó disgregando. Con el poder que nos dieron el 1 y el 3 de octubre, no se usó para avanzar lo suficiente. Yo no sé si hubiera salido la independencia en 2017, porque es un reto gigantesco conseguir la independencia. Ahora, se habría llegado más lejos.
¿Más lejos?
Creo que se habría creado una situación de ruptura más profunda. Y esto es lo que no se supo hacer. Lo que se hizo es una serie de huidas hacia adelante a partir del 3 de octubre, de proclamaciones que no se defienden, digamos, apelaciones al diálogo, sabiendo que la otra parte no tenía ningún incentivo para sentarse a la mesa, y todo esto eran errores estratégicos.
Decir Lenin es decir partido, porque una potencia sin control, como decía, no sirve de nada. Usted en el libro enfatiza que como militante de un partido, la CUP, sabe cuál es la importancia de la organización.
Totalmente. Es decir, yo creo que es una de las cosas que el pensamiento de Lenin también marca un antes y un después, es la postura organizativa. Los anteriores no habían hablado tanto, Marx y Engels no habían hablado tanto. Es un obseso de la organización. Entre otras cosas, por ejemplo, él piensa que el proletario es la clase llamada a hacer la revolución, además de por los motivos que habían dicho Marx y Engels, porque es una clase fabril y la fábrica te enseña a organizarte, a funcionar como un reloj… más que el campesinado. De hecho, al campesinado, lo veía más individualista, más disgregado. Lenin, al fondo, era como un admirador del sistema fabril, que, por otro lado, es bastante odioso, ¿no? Desde el punto de vista de los ritmos que te marca la máquina y todo, pero pensaba que este tipo de organización le da una superioridad al proletariado. Pienso que sí que la cuestión organizativa puede determinar que una situación se resuelva en un sentido o en otro. Nosotros, en 2017, estuvimos bastante bien organizados.

Organizados pero sin un Lenin?
Creo que falló más la dirección de decir cómo usamos esta fuerza que no que la fuerza estuviera desarticulada, porque se tenía mucha de fuerza. En las manifestaciones tocabas el silbato y salían cientos de miles de personas. La red clandestina para las urnas. Una serie de cosas que es un grado de organización alto. Ahora, bien, quizás en el ámbito sindical habría hecho falta más organización o en otros ámbitos, quizás el Tsunami que se hizo el 19 se debería haber hecho el 17. También es un buen ejemplo de organización el de las protestas del 19. Es clave la organización. La espontaneidad tiene fuerza hasta un punto. Esto es así.
Las estructuras de poder leninistas, digámoslo así, un partido leninista… La historia reciente nos ha enseñado que sin partidos fuertes tienes a Donald Trump.
Sí, también es verdad. Al final, sin embargo, te salen individualidades, te salen caudillos, y en cierta manera la degeneración del partido leninista también lleva hacia aquí. Lo que era el centralismo democrático se acabó convirtiendo en muchos partidos comunistas en los cuales lo que dijera el secretario general iba a misa y todos a callar. Y esta es la historia un poco de los partidos comunistas a partir de Stalin. Esto tampoco es deseable. El partido en tiempos de Lenin, a pesar de la fama que tiene él, tenía muchos debates internos, muchísimos, e incluso el diario los recogía. Y este ejemplo que decía antes de cuando Lenin vuelve y dice que se tiene que hacer una revolución y nadie le apoya dentro del partido queda reflejado en la prensa. Por tanto, era un partido vivo, era un partido con democracia interna, pero después fue degenerando y evidentemente entonces surgen caudillos de este tipo, caudillos o mesías o llámalo como quieras. También ha sido un poco un problema esto, ¿no? Otro problema, claro, porque las personas no son perfectas… es que no hay nadie perfecto.
Bueno, lo hemos visto también en nuestro proceso, ¿no?
Sí, también.
Oiga, hablando de partidos, ¿la CUP ya lee a Lenin?
Yo pienso que podría leerlo más. Debería leerlo más, porque pienso que es una de las grandes experiencias de transformación política. Y muchos debates que nosotros tenemos ya se tenían en aquel momento. Esto es así. Lo que pasa es que, claro, el mundo va muy rápido y en cien años, aunque no son nada en historia, en realidad cambian mucho las formas de expresar las situaciones concretas. El libro también buscaba esta traducción de explicar qué quería decir Lenin cuando estaba atacando las otras tendencias, cuáles eran los problemas a los que se estaba refiriendo con lo que él quería defender y lo que él quería atacar.
Deténgase, y vayamos por partes.
Si tú tomas lo que escribe en frío es probable que te caiga de las manos. Tú no tienes la culpa, porque es verdad porque aquellas personas a quienes él se refiere tú no sabes quiénes son porque no han pasado a la historia y la vida que tenían aquellas personas es ligeramente diferente. Seguramente tú no estás trabajando en una fábrica, que era el centro de la política de los socialistas. Pero si tú haces la traducción, en realidad, el tipo de problemas que tienen sí que se asemejan al tipo de problemas políticos que hoy la izquierda tiene planteados.
Permítame que le diga que el libro es atrevido porque siguiendo este hilo vuelve a abrir las puertas y airea conceptos que parecían desterrados como proletarios, obreros, campesinos, burgueses, imperialismo, acostumbrados al hecho de que la izquierda utiliza un discurso de «movimientos» muy etéreos…
Supongo porque también venimos de muchas derrotas, venimos de una izquierda que hablábamos en estos términos y que es la perdedora de la guerra fría.
Pero a partir del 1945 no es una izquierda perdedora. ¡Se tienen que inventar el estado del bienestar!
Nosotros no somos hijos del 45, somos más hijos del 1989, de la caída del Muro de Berlín, y perdieron aquellos que hablaban de proletariado, de imperialismo y de revolución, que se convierten en unos fracasados. Aquí se encuentra la madre del cordero, ahora estamos viendo que todo lo que comenzó o se aceleró el 89 tiene unos agujeros inmensos; la globalización tiene unos agujeros inmensos; el capitalismo no ha traído la paz al mundo sino al contrario; la cuestión ecológica es una contradicción brutal del sistema… entonces supongo que por la ley del péndulo de los debates públicos ahora comenzaremos a mirar de decir… quizá sí que los que señalaban estas contradicciones del capitalismo no estaban tan equivocados como parecía.
Sería hora de matar a Fukuyama.
Sí, de hecho, él mismo se mató al cabo de un tiempo porque dijo, bueno, yo tampoco decía exactamente que se hubiera acabado todo porque es evidente que no se había acabado la historia el 1989.

Marx siempre decía ‘yo no soy marxista’. Pero no sé si usted puede decir que es leninista?
Sí, yo soy leninista en el sentido de admirar las propuestas que hizo en relación a la necesidad de organización, en relación al hecho de que la revolución es posible y toda una serie de cuestiones donde él hace una aportación que marca un antes y un después. Lo que siguió después del leninismo, hay cosas que no las recuperaría, como ahora la degeneración del partido en una especie de secta donde lo que dice la dirección no se puede ni cuestionar, es una degeneración mala del leninismo. De la misma manera que ciertas formas de represión que Lenin aplicó teniendo el poder pienso que ahogaron el futuro de la revolución. De hecho, Lenin pensaba que si no tomaba el poder con mano de hierro, la Revolución Rusa no duraría los 72 días que había durado la comuna de París y que después los cogerían a todos y los ametrallarían, como hicieron con los comuneros. Lenin no lo quería, y por eso afirmaba que lo más importante es tomar el poder y sobrevivir para no durar solo 72 días. Por eso bailó cuando superó el plazo.
La sociedad de Lenin no es la misma de ahora…
Nosotros, en el fondo, estamos mejor que no estaba él porque él no tenía muchos referentes para hacer la revolución. Ellos inventan, nosotros no tenemos que inventar tanto porque ya hemos vivido muchas experiencias exitosas o que primero han triunfado y después han fracasado, pero podemos analizar por qué han fracasado. Nosotros tenemos un catálogo de experiencias mucho más grande del 1917 hacia aquí y es un pecado que no lo estemos aprovechando y que parezca que la revolución sea imposible cuando, en realidad, del 1917 hacia aquí ha habido un montón de revoluciones. Muchas aplastadas, pero otras que han conseguido conquistar ciertas cosas que ya se han quedado somos una izquierda con más bagaje que no la del 1917.
La derecha también ha aprendido, pero.
La derecha también tiene mucho bagaje, no lo debemos perder nunca de vista. La derecha también tiene sus Lenins, en el sentido de que también analizan mucho los datos y que tienen el poder… y el poder da muchas herramientas, muchísima información. De hecho, van dos pasos por delante nuestro interpretando hacia dónde van las formas de pensar y también las dirigen.
¿Lenin sería leninista?
Lenin sería leninista, aunque él era muy contrario al culto de la personalidad. Tomaría su legado, y sobre todo lo que no había funcionado, para cambiar las cosas y explicar el porqué de los cambios. Esto también lo convierte en un líder muy interesante. Antes pensaba que se tenía que hacer esta política económica y ahora no ha funcionado, y proponía hacer otra. ¡Y lo hacía en 300 páginas!
No le gustaría estar momificado?
No le haría ninguna gracia estar momificado, ni que le hubiéramos hecho cientos de monumentos, esto es así.
Y la liberación nacional, le hacía gracia, ¿no?
Al final, el siglo XX es una historia de revoluciones nacionales, mayoritariamente. A pesar de que Lenin tenía en mente un tipo de revolución sobre todo proletaria, todo lo que vivirá el siglo XX son revoluciones de liberación nacional principalmente. Lo que verá Lenin es que en todos los pueblos colonizados hay un potencial revolucionario, y esto es la historia del siglo XX. Es verdad que la cuestión nacional tuvo una gran importancia en la Revolución Rusa. Lenin, primero, piensa que se debe tender hacia una cultura homogénea, pero después, cuando está en el poder, hace lo contrario. Y es la Revolución Soviética la que promoverá las lenguas propias de los territorios. Esta cuestión de las naciones del Tercer Mundo, que se dirá después, de China, de Cuba, de Vietnam, de Argelia, son las que llevarán, en un momento determinado, a la vanguardia de la Revolución Mundial.
Andreu Nin toma esta idea…
Defiende que se debe dar apoyo a la autodeterminación. No va tan lejos como después irán estos movimientos de liberación nacional, pero claro, tampoco sabemos qué habría acabado pensando porque se lo cargaron los estalinistas.
Bien encontrado.