La Asamblea Nacional Catalana (ANC) bien podría estar siguiendo un guion de Quentin Tarantino. Así lo indica el acta del secretariado de la entidad independentista de la reunión que celebró en Sant Pere de Ribes, en el Garraf, el pasado 18 de enero, a la cual ha tenido acceso El Món. Un documento que vuelve a demostrar la guerra civil sin cuartel entre los miembros del Secretariado Nacional. Es decir, entre el frente oficialista y el frente rebelde, que los oficialistas bautizan ahora como el «sector de bloqueo».

La tensión se hace notar solo empezar la lectura del acta, ya solo con el hecho de que el sector rebelde pide variar el orden del día y el oficialista impone su fuerza, con un voto de diferencia y dos en blanco, para impedir los cambios. Unos cambios que, por otra parte, solo proponían poner, después del informe de presidencia, el debate sobre el punto Una nueva etapa en el Secretariado de la ANC. Así, solo empezar el cónclave se constata cómo todos toman posición en una nueva batalla de la dirección de la entidad independentista, convirtiendo Sant Pere de Ribes, el pueblo donde se hacía, en una réplica de la Batalla de Stalingrado, con fuego cruzado en cada punto del orden del día. Un escenario en el que el presidente de la ANC, Lluís Llach, admite la degradación de la entidad. La curiosidad del acta, sin embargo, es que no menciona por nombre a los secretarios que participan en la discusión. Así, cada vez que se hace referencia a una intervención, el acta la imputa a «un secretario o una secretaria».

Una imagen de los fieles de la ANC en el último 11-S en Barcelona/ANC
Una imagen de los fieles de la ANC en el último 11-S en Barcelona/ANC

Un calamitoso informe de presidencia

Llegados al tercer punto del orden del día, después de una primera disputa, Llach presenta durante 25 minutos su informe de presidencia. Una intervención donde recoge que ha estado «en Senegal con la Fundación, donde llevó a cabo diversas actividades, incluyendo actos y entrevistas en paralelo». Llach también explica la participación en la manifestación en el País Vasco, «organizada para reforzar los vínculos», así como su «agenda de representación política». Por otra parte, el acta también destaca que mantuvo una reunión con Josep Rull, durante la cual expresó su preocupación por la situación política actual, sobre todo en lo que respecta al fenómeno «de Aliança Catalana». Según el acta, Llach aseguró que «se le dejó claro que desde la ANC hay que liderar la lucha por la independencia».

El informe inicia una jugosa discusión entre miembros clandestinos del secretariado porque, a raíz de las «filtraciones» que creen que han detectado, no se hacen constar los nombres de los secretarios que opinan o argumentan en la reunión. De entrada una secretaria lamenta que Llach «pida» y «no exija» y más delante de un «presidente [del Parlamento] puesto por Salvador Illa». Llach replica que «no se pueden negar a hablar con el Gobierno», aunque la reunión que reportaba no era con el ejecutivo, sino con la máxima autoridad del Parlamento. A pesar de defender el diálogo, el presidente de la ANC insiste en que dejaron «muy clara la unilateralidad» porque es «la manera de hacer, no cerrar puertas a la soberanía del país». El debate continúa encendido entre los secretarios en torno a las filtraciones, del grito de aviso «nos estamos cargando la imagen de la ANC» y del «mal trago» o del «cáncer a extirpar» que significaría «la lista cívica». Además, cargan contra la baja participación en las votaciones internas, especialmente por el plan de ruta.

La disputa

El debate se calienta y Lluís Llach estalla y califica la lista cívica de ser un proyecto «antiestatutario, un despropósito político de gran dimensión, por eso debemos ser el gran paraguas que cobije todo el independentismo». También carga contra las filtraciones y señala que «se sabe de dónde vienen» porque siempre favorecen «el bando del bloqueo». Pero Llach es especialmente contundente con las votaciones del Plan de Ruta de la entidad. No se anda con rodeos ni con ningún subterfugio: «Las votaciones al Plan de Ruta son un desastre absoluto, la culpa del desastre somos todos nosotros, pasamos un mal momento, entre otras cosas las filtraciones, la imagen da vergüenza, mírenos al espejo».

En cuanto a las valoraciones políticas, Llach insiste en que se considera el «presidente de una asamblea». «Creo que la responsabilidad de la imagen recae en todos los miembros del secretariado», alerta. «Yo no debo marcar directrices, sino acompañar», subraya. «No quiero ejercer ningún autoritarismo, ya que me siento un secretario nacional más», concluye. La reunión continúa y también los reproches, que muestran el nivel de tensión interna en la ANC. Unas discusiones que bien merecen una explicación más particular. Continuará.

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