El independentismo vive horas bajas tras perder la mayoría en el Parlamento de Cataluña y, en consecuencia, el Gobierno de la Generalitat en las pasadas elecciones. Pero, aunque los socialistas sacan pecho porque consideran que han desactivado el movimiento en el ámbito institucional, con pactos con Junts per Catalunya y Esquerra Republicana en el Estado y con los republicanos en Cataluña, siguen surgiendo propuestas como Dempeus per la Independència –que se presenta oficialmente en un acto el próximo jueves– y el proyecto del exconsejero Joan Carretero para hacer un «Parlamento libre» –que prepara su presentación para la segunda semana de junio– y movimientos políticos como Alhora y Foc Nou, la corriente interna de ERC que ganó las elecciones internas en la Federación de Barcelona, que mantienen viva la llama soberanista al margen de las vías institucionalizadas, fuera de los parlamentos. Expertos consultados por El Món y personas vinculadas a estos movimientos coinciden en que estos brotes verdes en el mundo independentista evidencian que el movimiento está vivo y que busca alternativas para relanzar y sacudir el movimiento.
«El independentismo está en horas bajas, pero no ha desaparecido», subraya el profesor de ciencia política de la UB Jesús Palomar, y afirma que «estos movimientos ponen sobre la mesa que el independentismo no está muerto, y no ha desaparecido». El politólogo señala que «el independentismo no es una política pública, y desaparecerá el día que o bien se logre la independencia o bien sea un movimiento más marginal que después de la Transición, que era muy pequeño pero muy activo y, posteriormente, fue creciendo con los años». «El independentismo estará despierto o dormido, activo o inactivo, pero es un error pensar que ha desaparecido», insiste.
Josep Costa, jurista, secretario nacional de la ANC, exvicepresidente primero del Parlamento y colaborador de El Món, apunta que los movimientos que hay «son una expresión previsible, normal y positiva de que algo se mueve y hay gente que no se conforma con el statu quo«. «Institucionalmente, el independentismo está domesticado, porque de una manera u otra son rehenes del PSOE en Madrid y aquí están en la oposición», expone para argumentar que es normal que aparezcan estas propuestas. «Todo lo que sea demostrar que el movimiento está vivo y que tiene alternativas al callejón sin salida actual está bien», argumenta. Sin valorar las posibilidades de éxito de las iniciativas actuales, está convencido de que «en algún momento, algo tendrá éxito» y será un revulsivo. «Hay que reconocer el esfuerzo y el riesgo que la gente pone en hacer cosas, aunque lo más probable es que la mayoría de cosas que se intenten no funcionen, porque no todos pueden tener éxito», advierte. Y deja claro que el movimiento «tiene unas causas muy profundas y una crisis institucional no pone en duda su fuerza y potencial futuro».
El exconsejero Alfred Bosch, uno de los líderes de Foc Nou y también colaborador de El Món, deja claro que los hechos de octubre de 2017 representaron «una frenada muy fuerte después de una aceleración muy rápida», pero cree que ahora eso queda muy lejos y han comenzado a «despuntar, de manera muy discreta y sin hacer ruido, indicios de que esto se está moviendo, que no está muerto, y que la gente no deja de desear de un día para otro la libertad de su pueblo». «Van saliendo cosas, algunas más prometedoras que otras, y bajo la apariencia de una derrota sin paliativos está la semilla, las semillas, que germinarán de aquí a un tiempo» y, en este sentido, menciona propuestas en el ámbito de la lengua, la cultura, las redes sociales y también en los partidos políticos. «Me recuerda un poco a lo que pasó antes de la eclosión del movimiento con las grandes manifestaciones y las consultas populares que comenzaron en 2009», defiende, él que coordinó la organización de la consulta de Barcelona. «El independentismo vive un momento creativo», resume.
«Las fórmulas del antiguo ciclo político han quedado agotadas y al mismo tiempo sigue habiendo una necesidad de reorganizar los fundamentos ideológicos y participativos del independentismo y desincentivar la posibilidad de que se vayan hacia la alternativa xenófoba de Aliança», afirma Júlia Ojeda, doctora en literatura catalana y miembro del comité político de Alhora. Asimismo, deja claro que el «país está ahí» y el independentismo es el movimiento en el ámbito europeo que «más gente aglutina, aunque hayamos perdido un poco de fuerza». Ante esta situación, Ojeda opina que «hay que ir despejando el sotobosque para que pueda florecer, y estamos en una fase en la que el país no puede olvidar su memoria histórica por mucho que se quiera pasar página» y apuesta por «empezar de cero». «Se necesitan espacios que no estén viciados, donde haya habido un proceso de crítica y autocrítica con los partidos y los liderazgos» para dar el pistoletazo de salida a «una nueva etapa y un nuevo embate independentista». «Toda reorganización de cero, de base, es necesaria y es una buena señal que siguen pasando cosas», sentencia.

El descontento con los partidos con representación institucional
Por otro lado, todos coinciden en señalar que todos estos movimientos surgen a partir de la insatisfacción. Palomar señala que «hay un descontento con los partidos políticos tradicionales y no hay una proximidad entre la ciudadanía y los partidos en el ámbito nacional». «ERC, Junts y la CUP es como si se hubieran resignado a no cumplir el objetivo del Primero de Octubre o del movimiento independentista», dice, y señala que estas formaciones han sufrido cambios internos y están en un proceso de reconstrucción y, además, deben cambiar su estrategia en el Parlamento porque han perdido la mayoría. El politólogo señala que las propuestas que van surgiendo pueden ser la alternativa a estos partidos del independentismo, pero también apunta que tradicionalmente estas formaciones «solo debilitan» el movimiento porque hay una fuga de votos que no obtiene representatividad, y pone el ejemplo de Alhora en las pasadas elecciones. «La idea puede ser un elemento positivo porque el independentismo quiere buscar alternativas», pero advierte que se debe tener «cuidado» porque lo que cuenta es el número de escaños.
Bosch lamenta que los partidos con representación institucional están instalados en «el llamado diálogo», pero, según él, es un «auténtico colaboracionismo con el gobierno español». Esto, admite, «no es muy emocionante», pero, por otro lado, resalta que «esto no significa que no haya un gran número de gente mayoritaria, incluso en las bases de los partidos políticos, que tiene ganas de cambio». Y, en el caso concreto de la formación republicana, afirma que hay «voluntad de cambio, y la revitalización existe». «En ERC creo que hay una mayoría de militantes que tienen claro que nuestra misión no es salvar el poder de los socialistas en Cataluña, en Barcelona o donde sea. Nuestra misión no es ser el apoyo de los socialistas, y eso está muy presente», sentencia.
Costa, por su parte, señala que «cuando hay un fracaso tan sonado como la pérdida del gobierno por parte del independentismo, y se constituye una mayoría españolista por primera vez en la historia, es una sacudida que, de momento, tiene menos efectos de los esperados pero desde el punto de vista social es un terremoto». «Es lógico que en la medida que los partidos institucionales no cambian y no hacen propósito de enmienda, aparezcan nuevas propuestas para intentar cubrir el espacio que queda, porque el desencanto y la desafección que se ha creado hace que sea un incentivo para que surjan cosas nuevas», añade. En este sentido, Júlia Ojeda pide tener en cuenta que la Generalitat estará «unos cuantos años ocupada por los socialistas» y que los «partidos procesistas han claudicado, entendiendo que la única forma de estar un poco presentes es ser el apoyo de los socialistas». Aun así, confía en que los independentistas sabrán «encontrarse en los espacios comunes cuando sea el momento, y la verdadera libertad política pasa por que cada uno haga su trabajo donde crea que es más útil y no pelearse con el de al lado». «Debemos superar esa especie de nostalgia procesista, un poco capturada por el imaginario de los partidos, porque ya vimos que no es lo que necesitaba el país», manifiesta.
Alfred Bosch, además, carga contra el socialismo español y catalán, pero especialmente contra el PSC, y lo califica de «partido conservador de Cataluña». En este sentido, destaca que la formación de Salvador Illa quiere que «no haya ninguna revolución, que las cosas no cambien en exceso, que el modelo económico y social continúen siendo el mismo y que ya les va bien ser españoles». «A ellos les interesa que no pase nada, y que esas semillas no germinen, pero eso no es lo que está pasando. Entiendo que ellos apuesten por eso, pero no es la apuesta de muchísima gente y me atrevería a decir que es la apuesta de la mayoría porque no está satisfecha con este país».

La carrera de fondo del independentismo
Los analistas y activistas consultados creen que el independentismo enfrenta una carrera de fondo para alcanzar su objetivo, y que debe estar preparado para cuando llegue el momento o se aceleren los eventos. Costa destaca que el movimiento debe trabajar con el escenario de que «esto será un resurgimiento a largo plazo, pero también debe prever que cualquier día puede pasar algo que acelere el resurgimiento». «Debes estar preparado para ambos escenarios y trabajar en ese sentido», advierte. Júlia Ojeda, por su parte, cree que será «una carrera de fondo que en cualquier momento puede volver a brotar con fuerza», pero destaca que la memoria acumulada en el ciclo anterior «nos permite recortar años para el próximo resurgimiento». Pero deja claro que «ahora mismo estamos en un momento en que ese horizonte se ve lejos porque hay una serie de retos que tienen que ver con cambios socioculturales y demográficos del país».
Para Bosch, el independentismo debe ir a buscar «otro clic de psicología colectiva», como en el pasado pudieron ser las consultas, que, según él, «rompieron un imposible». Considera muy probable que «la semilla que, al final, haga florecer de nuevo el independentismo no parta de un partido político» y señala que en el pasado tampoco fue así. Aún así, señala que «es muy importante que dentro de los partidos, que son herramientas indispensables, haya la capacidad de apuntarse a un desencadenante psicológico de estos y asumir su parte de responsabilidad, que es importantísima». «Si no hay partidos políticos que trabajen en ello, estás vendido», concluye.
Palomar señala que «es una carrera de fondo porque ni siquiera ha alcanzado el objetivo en los momentos que ha tenido más apoyo, y más posibilidades de lograrlo», y expone que hay que tener en cuenta que el independentismo «tiene en contra un estado con todas sus magnitudes y que demostró que es capaz de encarcelar a líderes políticos y activistas y hacer represión policial, política y social». Con todo, opina que con las nuevas propuestas «ni empieza ni termina nada», y añade que es «una evolución y el independentismo y el movimiento deben renacer desde la sociedad civil, desde el activismo individual». «Lo que hace que el movimiento esté dormido o despierto es que la gente salga a la calle y vuelva a colgar la estelada en el balcón». «Los votos son una cuestión estructural, pero el reflejo se ve en las calles y en los balcones, cuando se cuelgan esteladas o no y cuando la gente sale o no sale», sentencia. «Tengo la intuición de que esto llegará de forma inesperada y acelerada. Es lo que suele pasar. A veces, hay días o horas en que pasan años y hay años en que no pasan ni las horas. Hay momentos en que la historia corre más que nosotros y debemos alcanzarla, y eso es muy emocionante, pero después están los largos momentos en que todo eso se cuece, que parece que no pasa nada», resume Bosch.



