El polémico presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, tomará posesión del cargo este lunes, 20 de enero. El regreso de Trump a la Casa Blanca puede suponer un terremoto con efectos mundiales, por las medidas sobre la inmigración, los aranceles y la gestión de la geopolítica con dos guerras abiertas como las de Ucrania y Gaza. Unas expectativas que tienen a la comunidad internacional con el ai en el corazón. Uno de los aspectos que preocupan, y mucho, es la gestión de las políticas contra el cambio climático y la consolidación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la ya famosa Agenda 2030.
Durante la campaña electoral de las elecciones estadounidenses, Trump y su fiel escudero, el magnate Elon Musk, cargaron duramente contra las políticas climáticas internacionales y la agenda 2030. En una charla en la red social X -propiedad de Musk-, Trump quitó importancia al cambio climático como amenaza global y aseguró que «el calentamiento nuclear» –refiriéndose al armamento nuclear de sus competidores– es una amenaza peor. Musk, por su parte, siguió la corriente negacionista de Trump y aseguró que los riesgos asociados al cambio climático son una exageración y que la gente no debe preocuparse hasta que los niveles de CO₂ en la atmósfera sean tan altos que causen «dolor de cabeza y náuseas».
La llegada de un presidente que pone en duda la ciencia y el cambio climático antropogénico no es nueva, en el recuerdo internacional queda la carrera presidencial que protagonizaron el ecologista y político demócrata Al Gore contra el candidato republicano –y posteriormente presidente– George W. Bush. Ahora, en pleno 2025, uno de los aspectos claves a destacar de Donald Trump es su visión polémica sobre el cambio climático.
Dídac Amat, investigador en Derecho Internacional Climático de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), califica la postura de Trump sobre el cambio climático de «difícil de definir», pero alerta que el presidente electo de los Estados Unidos hace «declaraciones abiertamente negacionistas». Más contundente se muestra Xavier Farré, también investigador Derecho Internacional Climático de la UPF, que señala que Trump es «sin lugar a dudas» un negacionista climático.

¿Qué se puede esperar del nuevo mandato de Donald Trump en la Casa Blanca?
El presidente electo de los Estados Unidos hizo una campaña muy agresiva contra las políticas ambientales y, sobre todo, con una focalización contra la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Para Amat, este aspecto es una de las cosas fundamentales que se puede esperar de la administración Trump, una guerra por tierra, mar y aire contra la Agenda 2030 y los ODS; una guerra que es compartida, ya que «no es solo de Donald Trump, sino que toda la derecha y extrema derecha internacional han hecho campaña contra estos ODS, contra la agenda 2030». Este aspecto también lo destaca Farré, quien asegura que Trump irá en contra de los ODS y contra «la ley de reducción de la inflación que promovió la administración Biden y que buscaba fomentar la inversión en la energía limpia y la movilidad eléctrica a través de subvenciones y préstamos». «Trump intentará desmantelarla, o reducir sus efectos, porque está vinculado al lobby de la energía fósil», añade Farré.
Esta afirmación de Farré la comparte Amat, quien señala que «las regulaciones de Biden caerán y se favorecerán las industrias basadas en combustibles fósiles». «Trump se cargará estructuras de Biden y creará otras para favorecer los combustibles fósiles, lo que hará que durante mucho tiempo estemos pagando la deuda climática de su legislatura».
Este trato de favor hacia los combustibles fósiles, el abandono de la energía limpia y la guerra abierta contra la Agenda 2030 no será la única cosa que los expertos esperan de la nueva administración Trump. Una de las grandes fijaciones de la campaña electoral de Trump es que los Estados Unidos se retiren de los acuerdos de París, que establecen las medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho, sería otra vez: ya se habían retirado, pero la administración Biden volvió. Esta salida de los Estados Unidos del acuerdo internacional es una mala noticia, según aseguran los dos investigadores consultados, pero a la vez explican que hay un factor clave para poder atar de pies y manos a Trump en materia climática: la soberanía nacional.
Dídac Amat explica que hay elementos para poder «detener» a Donald Trump, pero que todo dependerá de instancias nacionales estadounidenses. Esta puerta abierta a la que se refiere Amat es la de la National Environmental Policy Act (NEPA) -catalogada como la carta magna de las políticas ambientales americanas. Xavier Farré explica que los acuerdos de París son unas «obligaciones de conducta, no de cumplimiento», y es que los estados se comprometen a seguir un camino contra el cambio climático, pero no hay ninguna cláusula que los obligue a cumplir estas promesas. Farré, sin embargo, señala que «los estados, en el ámbito doméstico, adoptan legislaciones que contienen algún resultado tangible, y esto pueden utilizarlo los movimientos ecosociales para llevarlo a las cortes nacionales y convertir la obligación de conducta internacional en obligación de cumplimiento nacional», y aquí es donde entraría en juego la NEPA.

Negacionistas y ‘retardistas’ climáticos, un frente común contra la ciencia
Los dos investigadores de la UPF coinciden en un aspecto fundamental de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca: el descrédito hacia la ciencia. Dídac Amat asegura que «la derecha y la extrema derecha negacionista y la retardista tiene un elevado componente anticientífico, hacen burla y descrédito del conocimiento científico». Este aspecto sobre la postura de Trump lo comparte su compañero, Xavier Farré, quien señala que en el discurso del presidente electo de los Estados Unidos «se niega la ciencia, se niegan los estudios científicos contrastados que demuestran que ha habido un cambio en el clima derivado de la actividad humana». Amat señala que se podría catalogar a Trump más como un retardista que no como un negacionista.
La diferencia entre los negacionistas y los retardistas climáticos es mínima, solo un pequeño matiz los separa. Un negacionista «niega la existencia del cambio climático antropogénico» y un retardista «no lo considera una cuestión urgente y lo suficientemente grave».