El presidente de Francia, Emmanuel Macron, anunció el pasado domingo la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas. Lo decidió tan solo una hora después de que los sondeos de la jornada electoral del 9-J, antes de hacerse público el escrutinio, anticiparan una victoria contundente de la extrema derecha –el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen– en las elecciones europeas. Macron presenta la decisión como «una respuesta democrática» a la actual situación de «bloqueo» que vive el país. «Nuestros compatriotas expresaron sus inquietudes sobre seguridad, inmigración, poder adquisitivo», se justifica el presidente, que, en cambio, ve «absurdo» que él tenga que dimitir.

La formación de ultraderecha llegará a esta nueva cita electoral después de superar el 30% de los votos en las elecciones europeas, pero Macron, en respuesta a una pregunta sobre una posible ‘cohabitación’ con un gabinete liderado por la ultraderecha, se ha limitado a decir que ahora la decisión «depende» de los franceses. Los movimientos que ha provocado el resultado electoral de los lepenistas y la decisión de Macron ya ha provocado, en una semana, el cisma que se ha producido en el partido de la derecha, Los Republicanos –después de que el presidente de la formación, Eric Ciotti, abriera la puerta a presentarse conjuntamente con los de Le Pen a las elecciones legislativas– y la movilización de la izquierda para construir una candidatura conjunta.

Expertos consultados por El Món consideran que el movimiento de Macron es similar al que hizo el presidente español, Pedro Sánchez, después de las pasadas elecciones municipales, pero alertan de que el presidente francés no es el líder del PSOE y de que su decisión implica jugar a la ruleta rusa porque el resultado de las elecciones, con una primera vuelta el 30 de junio y la segunda vuelta el 7 de julio, a menos de tres semanas para el inicio de los Juegos Olímpicos de París, puede anticipar la llegada al poder de la extrema derecha de Marine Le Pen y su partido.

El presidente del Círculo de Alumnos del Instituto de Estudios Políticos de París (Science Po), Rodérick Egal, subraya que un sondeo realizado por Harris Interactive entre el 9 y el 10 de junio remarca que la decisión de Macron es compartida por el 66% de los franceses porque vuelve a dar «voz» a los ciudadanos y más de la mitad de los franceses, el 56%, perciben este movimiento como un intento del presidente de la República francesa para mantener el poder el máximo tiempo posible. Pero también alerta de que tres de cada cuatro franceses ven «muy probable» que la formación de Le Pen gane las elecciones legislativas y un 60% ve una «alta probabilidad» que Jordan Bardella, reciente cabeza de lista de la RN para las europeas, sea designado primer ministro.

Egal deja claro que «Macron no es Sánchez» y subraya que el presidente francés y su equipo están «jugando con fuego», porque hay posibilidades de que el RM gane. «Su equipo piensa que si gana el RM habrá un presidente que controlará y castigará al primer ministro y su gobierno y así rebajarán las expectativas de la extrema derecha», explica. Y advierte que «la historia dice que cuando la extrema derecha llega al poder difícilmente sale».

El escritor e historiador Xavier Diez, licenciado en filosofía y letras por la Universidad Autónoma de Barcelona, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Girona y colaborador d’El Món, señala que Macron ha hecho «un intento desesperado para que no se acabe de hundir todo, una especie de doble o nada». «Es un jugador, pero, como ha dicho muy acertadamente Valérie Pécresse, dirigente de los Republicanos, esto es jugar a la ruleta rusa», porque «el problema es que Macron no es Pedro Sánchez, no ha tenido tantos éxitos». Además, cree que en las elecciones legislativas «es más probable que haya una bala en la recámara». «Trata de ganar tiempo antes de que la ultraderecha, que ya ha ganado la batalla filosófica e ideológica en Francia, acabe haciendo Le Pen la próxima presidenta de la República francesa», después de «Bardella se haya llevado el desgaste de estos años». Diez pronostica que las elecciones presidenciales del 2027 «serán un paseo para ella».

El corresponsal francés en Barcelona de Le Parisien, entre otros medios, Henry de Laguérie, cree que se pueden hacer dos lecturas de la situación de su país: «O es una temeridad o es una apuesta». Y manifiesta que «es bastante posible» que Reagrupamiento Nacional llegue al poder porque «en 2022 ya obtuvo un resultado muy potente y el resultado de domingo no es flor de un día». «Una victoria en julio es bastante posible, porque hay una voluntad bastante mayoritaria y desaliento de los candidatos del partido de Manuel Macron, que no entienden qué está haciendo», argumenta. También es escéptico sobre las posibilidades de la izquierda reagrupada.

Marine Le Pen, con Jordan Bardella, en un acto electoral de las elecciones europeas /  Europa Press / Contacto / Vincent Isore

Una amenaza para los valores republicanos

Rodérick Egal afirma que el auge de la extrema derecha «no encaja» con los valores republicanos franceses, pero subraya que el expresidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Escuela Nacional de Administración, Daniel Keller, ha afirmado que «si el pueblo quiere al RN al poder, el deber de las élites francesas será el de ayudar a la extrema derecha a gobernar». «Si las élites empiezan a acomodarse al fascismo, estamos perdidos», alerta, porque para él «esto es equivalente a cuando la burguesía alemana apoyó a Hitler». Por otro lado, De Laguérie opina que «a pesar de que han suavizado su discurso, que no son los mismos y que su fundador [Jean Marie Le Pen] está muy viejo, la extrema derecha es una amenaza para los valores republicanos».

Xavier Diez aporta otra lectura y considera que Marine Le Pen ha abrazado «muy sabiamente» los valores republicanos de libertad, igualdad, fraternidad para construir su discurso, y pone un ejemplo muy claro con la inmigración. En este sentido, señala que la líder de Reagrupamiento Nacional se aprovecha del «comunitarismo» que defiende la izquierda con la inmigración, que quiere decir renunciar al principio de igualdad que consagra la mística de la Revolución Francesa, para construir un discurso contra los recién llegados. «La igualdad implica cierta homogeneidad en cuanto a los valores» y Le Pen y los suyos señalan, por ejemplo, las inmigrantes musulmanas que van con velo islámico porque las considera «un peligro» para la República. «Explora las contradicciones de la izquierda y gira estos valores en contra de la izquierda», sentencia.

Franceses que pasan de un extremo a otro

Henry de Laguérie subraya que está estudiado que Reagrupamiento Nacional obtiene sus mejor resultados en el norte de Francia, «zonas que históricamente eran muy comunistas». Esta casuística la atribuye al trabajo que ha hecho el partido para «estar presente en el día a día de la gente, que le ha permitido conectar con el malestar de la población y el miedo de perder su calidad de vida». «No hay un 40% de personas en Francia que sean racistas y de extrema derecha, y entre los electores de Le Pen hay poca gente que la considera un peligro y hay una voluntad de probar su partido en el sentido de que no creen que presente una amenaza para estos principios de la República».

Marine Le Pen vota eb la segunda vuelta de las elecciones legislativas de 2022 / Denis Charlet / AFP / dpa

Diez, por su parte, recuerda que este traspaso de votos ya se produjo en los años 70, porque «los primeros votantes de Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine Le Pen, venían del Partido Comunista«. «Se consideran completamente abandonados por su partido, que de repente, sobre todo a partir de Mayo del 68, deja de hablar en términos de clase trabajadora» y esta tendencia continúa en la actualidad porque «la mayoría de las izquierdas proviene del entorno universitario y académico y se dedican a aleccionar a la gente que trabaja en los supermercados o en las fábricas diciendo que son reaccionarios». «La ultraderecha sabe explotar perfectamente este resentimiento y esta falta de representatividad y utilizan su propio lenguaje, utilizan sus propios estilos de comunicación».

¿Un ejemplo de lo que puede pasar en el resto de Europa?

«En Europa, cada país es un caso, pero son movimientos que están afectando prácticamente a todo Occidente», señala Diez, que enumera algunos problemas que conforman una «tormenta perfecta»: la inferioridad ideológica de la izquierda, el rearme ideológico de la ultraderecha, el problema de la inmigración, donde no hay un debate riguroso, el deterioro de los servicios públicos y la no resolución de los efectos de la crisis de 2008 y la agenda 2030, que provoca un decrecimiento de las clases trabajadoras. «La ultraderecha es capaz de captar el voto del resentimiento», subraya el historiador. De Laguérie remarca que «Francia no es el único ejemplo donde la extrema derecha sube en Europa», pero subraya que una de las lecturas de este auge es la «crisis de varias dimensiones» que vive el país y el «odio por parte de los franceses contra la figura de Macron».

Rodérick Egal, por su parte, considera que el caso francés es «probablemente el más grave» junto con el de Alemania, pero también subraya que en casos como el de Polonia o Suecia «la extrema derecha ha reculado de forma bastante significativa» y que en España «está estabilizada» porque no «hay un tsunami». Aun así, señala que Europa vive un panorama «muy parecido al de los años 30». En este sentido, considera que las elecciones presidenciales que se celebrarán en los Estados Unidos en noviembre de este año serán «clave», porque si gana Trump se puede producir una pinza entre él y Vladímir Putin, un presidente ruso que, según Egal, «juega a desintegrar Europa y todos los movimientos de ultraderecha le interesan en este sentido». «Si tenemos unos Estados Unidos gobernados por Trump, Europa tiene todos los números para pasarlo muy mal», concluye.

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