Quim Vilarnau (Manresa, 1966) es periodista musical. Un gran periodista musical que evita pretensiones morales en sus reportajes sobre la creación musical en este país. Dotado con un onírico sentido del humor y aprovechando que sabe un montón sobre nuestra música, firma un nuevo libro. De hecho, Vilanarnau podría ser de los que defienden que la música de una manera u otra acaba siendo nuestra, como también ocurre con las canciones. Siguiendo este criterio publica L’Estaca. Crónica de una canción sin fronteras (Enderrock, 2025), con prólogo del músico que la compuso, Lluís Llach. Un libro que ha presentado este agosto en el marco de la Universitat Catalana d’Estiu (UCE), que ha celebrado su 57ª edición en Prada, el Conflent. Un libro lleno de confidencias, anécdotas y curiosidades que aún elevan más una canción reconvertida en himno.

L’estaca, francamente, pensaba que era un patrimonio muy propio de unas generaciones muy singulares, de un territorio muy concreto, y su libro apunta que casi es como un patrimonio universal.

Casi, sí, y además transgeneracional. La mayoría de Estaques, me parece que es el 70%, son de este siglo, y no son de los años 60 como debías pensar.

¡Es que aún me quedo más asombrado que en este primer cuarto de siglo se hayan hecho tantas versiones!

¡Muchísimas!

No sé si llamarlas versiones, préstamos, ¿cómo debemos llamarlas?

Yo creo que son versiones, adaptaciones, porque L’estaca cuenta una historia muy concreta, pero tiene un trasfondo y un escenario, y luego las versiones lo que hacen es tomar ese trasfondo y construir la historia a su manera.

¿Qué quiere decir?

Es decir, L’estaca en Polonia es un muro, en Grecia toma otra forma, los judíos dicen que es un yugo, los corsos dicen que es una cadena. Todos son símbolos de sumisión, pero diferentes, y luego Siset se transforma en diferentes nombres, también, dependiendo de la ubicación.

¿Pero por qué tiene este gancho? ¿Es por la estructura de su narrativa, por la historia, por la cadencia?

Yo creo que hay varios factores. El primero es la música, que es un vals hecho de una manera muy sencilla. Musicalmente, no es algo complejo, pero, en cambio, es muy efectiva, y la primera vez que la escuchas la puedes acabar cantando. Al final de todo, hay un trozo cantando que es la, la, la, la, la, la, y este trozo, la primera vez que lo escuchas eres capaz de cantarlo porque la música ya se te ha quedado. La segunda es lo que cuenta. Las canciones nos llegan por la música y se nos quedan por lo que cuentan, y lo que cuenta esta es la lucha por la libertad, que es una lucha universal y que, por tanto, vale para todo lugar y para todas las épocas. Porque, además, detrás de L’estaca, cuando la derribes, habrá otra estaca, y, por tanto, es una lucha sin fin.

¿Hay algún otro ejemplo en el mundo de una canción que haya servido a tantas fronteras, tantos servicios, tantas luchas?

Es muy complicado de decir, pero por ejemplo el Bella Ciao se ha hecho en todo el mundo también y se ha versionado en muchísimos idiomas, hay unas cuantas, pero siempre cuentan la misma historia. Ahora bien, la especificidad de L’estaca es que no solo se ha traducido a idiomas. A diferencia del Bella Ciao, L’estaca se va adaptando a cada realidad. Esa es su gracia.

Quim Vilarnau, en un momento de la presentación del Libro l'Estaca en la UCE de este año/Josep Maria Montaner
Quim Vilarnau, en un momento de la presentación del Libro l’Estaca en la UCE de este año/Josep Maria Montaner

¿Y el hecho de que sea una canción nacida en Cataluña y en catalán, hay algún momento en que hayan descubierto algún tipo de opinión, documento que destaque su origen?

Mira, hay gente que ha dicho «¡hostia, es catalana, hay una gente que son catalanes y hacen estas canciones!». Hay dos tipos de versiones o de gente que la canta, los que saben su origen y los que no. Durante mucho tiempo los vascos, o algunos vascos, pensaron que era una canción tradicional vasca. Algunos polacos pensaban que era una canción tradicional polaca. Lluís Llach vivió algunas situaciones en Polonia, curiosas, porque se enfadaban con él porque les decía, esta canción la he hecho yo, y aún se enfadaban más cuando les decía que la canción era de izquierdas.

¡Vaya!

Pero, en cambio, después te encuentras con gente que están con naciones y con lenguas un poco más fastidiadas que la nuestra que lo tienen clarísimo. Y hubo uno que no me lo dijo con estas palabras, pero la idea que me dio es: se canta L’estaca porque es La internacional de las lenguas minorizadas.

¿Hay algún fenómeno que se pueda vislumbrar, hoy en día, que haya alguna canción que internacionalice tanto desde Cataluña al mundo?

Eso es imposible de vislumbrar porque en su momento tampoco se vislumbraba con L’Estaca.

¿No se sospechaba nada de su éxito?

L’estaca fue la cuarta canción de un pequeño LP. La cuarta canción era la que no creía nada la discográfica, la canción que queríamos potenciar era Cop de Destral! Tanto es así que en la primera versión no está la canción entera, falta la última estrofa! De hecho, en todas las versiones que ha cantado Llach en estudio, falta la última estrofa porque solo la ha grabado una vez en estudio. Es en las versiones en directo que la canta entera. En las primeras versiones, porque la primera es occitana, está la canción entera, antes de que Llach la grabara por segunda vez.

¿Cuál es la versión que más le ha sorprendido?

¡Ostras, eso es muy difícil de decir! A mí las que me gustan y las que me motivan son las que tienen una historia detrás.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo, la alemana, por ejemplo, la polaca, evidentemente, la bielorrusa. La alemana porque es una canción bastante conocida, en determinados ambientes. Estamos hablando de un éxito relativo, no estamos hablando de los 40 Principales, y es una versión bastante bien hecha, por lo que me dicen, desde los años 80. La habían hecho dos hermanos gemelos, que son considerados los padres del folk alemán – incluso hay un documental de su vida-, y la llamaron Der Fall. Es decir, El palo. Estos señores murieron a principios de este siglo con más de 90 años. Eran muy bien considerados. Entonces un periodista que vino en 2017 a Barcelona y escuchó L’Estaca frente al Parlamento y cuando volvió a su casa, buscó toda la información y encontró la versión que habían hecho esos dos hermanos. Adaptó la canción y la cantó en el centro de Alemania, en un bosque ocupado en protesta por la instalación de unas minas. Y, fíjate, cuando cantó L’Estaca, ¡todo el mundo se la sabía! Se quedó asombrado porque la había cantado muy pocas veces y todo el mundo se la sabía. Entonces descubrió que era una canción que era muy popular entre los scouts del país.

¿Los scouts?

Sí, y eso nos indicó que hay otra vía de transmisión de L’Estaca que no hemos estudiado, que es la de los cancioneros. Hay cancioneros que encuentran canciones y esas canciones, en el siguiente idioma, tal vez no han sido grabadas.

Lluís Llach, presidente de la ANC, Barcelona 06-09-2024 / Mireia Comas
Lluís Llach, autor de l’Estaca / Mireia Comas

Por lo tanto, podríamos decir que L’estaca es un símbolo de la globalización, también.

Al menos de la globalización, de la internacional, digámoslo así, antirrepresiva. Sí, pero el hecho de que se haya adaptado a más de 40 idiomas, yo creo que la palabra globalización no sería la adecuada. Porque si en todos lados hubiera sido con el mismo idioma y todo era igual, quizás sí y no, pero se ha sabido adaptar cada realidad y hacerla suya cada realidad.

¿Ha escuchado muchas de estas versiones?

Sí, la mayoría.

¿Con cuál se queda, que no sea la original, evidentemente?

Es que yo me quedo con la original. Pero me quedo con la original de enero del 76, que tampoco es la original, ¡es la primera! Pero es aquella que tiene esa fuerza tan bestia del momento en que se acaba el franquismo, que parece que todo es posible, pero a la vez también hay mucho miedo porque los grupos fascistas están actuando violentamente. De las versiones internacionales, cuando hay una historia detrás me hace fijarme más. Para traducirla, bien, está muy bien, pero hay una historia, por ejemplo, en el Chile de Pinochet, que tiene mucha gracia, o la polaca, que es el caso más bestia, la bielorrusa actualmente es una canción de Anti Lukaixenko y prohibidísima porque es la canción de la oposición. En Grecia, hace unos años hubo unas escuelas que acogieron a unos inmigrantes y los recibieron cantando L’estaca, la versión griega. Como hay hilos que puedes estirar un poco más de la historia, tienen más gracia para mí.

¿Usted la canta?

Sí. Bueno, la sé cantar.

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