Maltrato físico y psicológico, vejaciones, amenazas, humillaciones, incomunicación, violación de derechos y acoso sexual. Este es el trato que les esperaba a las detenidas que pasaban por el número 43 de la vía Laietana de Barcelona, donde se encuentra la Jefatura del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) en Cataluña. Llegaban ahí víctimas de detenciones arbitrarias y por motivos diversos, desde políticos hasta discriminación étnica y racial o motivos de orientación sexual o identidad de género. La escritora y periodista valenciana Gemma Pasqual ha querido dar «visibilidad a las mujeres» que sufrieron abusos policiales en este edificio, la casa de los horrores, entre el 1941 y el 2019: unas fechas que reflejan que estas prácticas no son solo cosa del pasado ni exclusiva de la dictadura.
El caso más antiguo: detención y tortura de la comunista Soledad Real, el 1941

Una de las últimas mujeres que aparecen en el relato, con un capítulo dedicado a su caso, es Mireia Comas. Actual fotoperiodista d’El Món, Comas ha sido detenida en más de una ocasión y trasladada a la Jefatura de vía Laietana. En una de estas veces, una joven Mireia de 21 años estaba haciendo un reportaje sobre okupación y movimientos sociales y, a través del objetivo de la cámara, vio como dos antidisturbios de la Policía Nacional corrían hacia donde estaba ella, pero lo último que podía esperar es que ella fuera el objetivo de aquellos dos agentes.
Gemma Pasqual ha escuchado este testimonio y el del resto de mujeres y recuerda como fue el primer encuentro de algunas de ellas: «Bonito y doloroso». Presenció como «las grandes explicaban a las más jóvenes» sus experiencias y viceversa. «Todas ellas son mujeres valientes», asegura.
La chica de los cabellos azules, detenida durante las protestas puesto-sentencia
El libro arranca con uno de los casos más recientes, el de Xènia Garcia, una chica de 22 años que fue detenida el 18 de octubre de 2019, durante las protestas contra la sentencia del 1-O. Pasó 12 días en la prisión de Wad-Ras y fue víctima de la violencia policial. La detención de la joven tuvo mucho eco, puesto que el momento de su arresto quedó grabado por la cámara de un vecino y el video se viralizó en las redes sociales. Se la bautizó como ‘la chica del cabello azul’. «Todos vimos la brutalidad con la que la detuvieron», asevera Pasqual, «no lo pueden negar». Xènia se encontraba en la calle Juncals cuando, de golpe, llegaron cinco furgones antidisturbios y bajaron varios agentes de la Policía Nacional. La chica cayó mientras corría para refugiarse en un portal y, en las imágenes, se ve como los policías la arrastraron por tierra y la metieron en el vehículo. Antes, no obstante, la golpearon con la porra en las piernas y en la espalda.
Xènia continúa pendiente de juicio, que está previsto para diciembre de 2025. Pasqual insiste en que «hasta que no declaren su inocencia, ella no es libre y esto es muy injusto» porque «no solo te torturan, sino que te secuestran durante años». Los casos del 2019, como el de la Xènia, son los que más le han «impactado». No porque sean las historias «más fuertes», no se explica que las hayan «pegado con barras de hierro como en otras épocas», pero son torturas o al menos maltratos que han pasado hace «cuatro días». «La historia se repite y es doloroso», lamenta Pasqual.
Mireia Comas: «Vi que venían a través del visor de la cámara»
Mireia Comas reconoce que todavía no ha sido capaz de leer el libro en que protagoniza un capítulo. Explicar su vivencia en vía Laietana le «removió» muchas cosas y, de hecho, no es una cosa que le guste recordar. La detuvieron en dos ocasiones a finales de los años 90 y se le aplicó la ley antiterrorista (implica incomunicación total con el exterior y no se tiene derecho a un abogado de confianza). La primera vez, en diciembre del 1997, la trasladaron a vía Laietana y la liberaron en al cabo de 24 horas alegando que se habían equivocado. El segundo arresto fue en Sabadell, el 20 de noviembre del 1998, mientras estaba haciendo fotos para un reportaje sobre okupación y movimientos sociales en una manifestación. A través del visor de la cámara vio como dos antidisturbios de la Policía Nacional española corrían hacia donde estaba ella. Mireia no se movió, pensando que perseguirían a los manifestantes que acababan de echar a correr. Pero la detuvieron a ella.

Aquella vez la llevaron a la comisaría de la Policía Nacional de Sabadell. Cuando se negó a entregar su cámara y el carrete, los policías se la acabaron arrancando mientras ella estaba esposada y le pegaban puñetazos. Pasó la noche a la celda, después de haber sido víctima de las humillaciones de la policía. Salió en libertad el día siguiente por la mañana y decidió denunciar los hechos. Cuando tuvo fecha de juicio, empezaron a asediarla y a intimidarla y, finalmente, Mireia decidió retirar la denuncia. «Emocionalmente, yo ya no podía más», explica la fotoperiodista. «Lo dejé todo», recuerdo, «dejé de hacer fotos a los movimientos sociales y volví a casa mis padres». De hecho, evitó tener que encontrarse con policías durante más de 15 años, hasta el 2017. «Ahora me siento diferente porque siento que no estoy tan sola cuando estoy ante la policía».
El relato de Mireia Comas se enmarca en el apartado sobre la vulneración del derecho a la libertad de información. La fotoperiodista explica que, a los policías, «les molesta mucho cuando ven fotógrafos, se ponen nerviosos e intentan impedirte hacer el trabajo». A determinados fotógrafos, los ponen «hashtag de activista», explica.
Entre Gemma Pasqual y la fotoperiodista «se ha creado un vínculo muy especial», como explica la escritora. No se conocían con anterioridad, pero este proyecto las ha unido. La autora de

Reconvertir la casa de los horrores
Una de las reclamaciones que hace tiempo que está sobre la mesa, a la cual se resiste el gobierno español y que también defiende este libro, es la de convertir la Jefatura de vía Laietana en un espacio de memoria y de archivos documentales que sirva para no olvidar los horrores y las torturas que han vivido centenares de personas a lo largo de las últimas décadas y para reparar y dignificar la memoria de las víctimas de la represión.
Mayoritariamente, las historias que se detallan en
El 22 de abril, a las 18 horas, Pasqual y las mujeres de
