El mundo de la literatura trasciende las páginas de los libros y las estanterías de las bibliotecas y librerías y comienza a ganar espacio en las redes sociales. Cada vez hay más personas que comparten sus hábitos de lectura en internet. Conocidos como booktubers -aunque también tienen otros nombres como booktokers o bookstagramers, entre otros- todos comparten el objetivo de captar nuevos lectores y hacer recomendaciones, también para aquellas personas ya habituadas a la lectura. Así lo detalla Ania Posada en conversación con la Agencia Catalana de Noticias (ACN), quien comenzó a hablar de libros en las redes después de la pandemia. En un primer momento hacía todo tipo de contenido, pero se terminó definiendo cuando comenzó a colaborar con una editorial: «No pensaba que fuera un tema que funcionara, pero las redes son una buena manera de captar lectores», relata.

Otro caso de éxito en las redes es el de Marta Sangrà, quien comenzó a divulgar sobre literatura en YouTube: «Empecé una carrera de estudios literarios y solo leía en castellano, hasta que un amigo me preguntó por qué no lo hacía en catalán y, un poco como reto personal, empecé a compartirlo por ahí», detalla la influencer de libros. Ninguna de las dos booktubers, sin embargo, ha podido dedicarse exclusivamente a esta tarea, ya que aseguran que es bastante «complicado». No obstante, ambas coinciden en que hacerlo les ha abierto otras puertas con otros trabajos que también han podido ir combinando. Un tercer caso de éxito es el de la periodista cultural Andrea Gumes, quien compagina su trabajo al frente del programa ‘Nervi’ de 3Cat con la divulgación literaria a través de las redes sociales: «Actualmente, me llegan entre diez y quince libros cada semana», explica. Las tres solo hacen contenido en catalán, ya que aseguran que hacerlo en castellano «nunca fue una opción».

Varias personas frente a un puesto de libros durante la diada de Sant Jordi / Europa Press

El papel de las editoriales

Las editoriales también juegan un papel muy importante en la divulgación literaria en las redes, ya que a menudo se encargan de hacer llegar libros a los booktubers: «En un principio te sientes un poco en deuda por aquello de decir: si me envían un libro a casa significa que tengo que hacer algo a cambio, pero, una vez asimilado, entiendes que son herramientas a partir de las cuales puedes hacer tu trabajo», relata la periodista cultural. En esta línea, Ania Posada insiste en que no se trata de un «contrato» estipulado con las editoriales, ni tampoco de ningún vínculo que al final las obligue a decir algo en concreto, sino un acuerdo de promoción con el que las compañías hacen llegar obras para que hablen de ellas en sus redes: «Tú eres libre de opinar negativamente, o decir que no te ha gustado, que no es tu tipo de literatura… o lo que sea«, señala Posada.

Estas figuras cada vez se consideran dentro del sector más como «prescriptoras literarias», pero las mismas booktubers consideran que son las mismas editoriales las principales «prescriptoras»: «Yo me baso mucho en su criterio y me ayudan muchísimo a la hora de elegir», sostiene Gumes, quien defiende que la prescripción de libros en internet no deja de ser una «ampliación» o un «camino natural» de los clubes de lectura y las presentaciones. «Es una parte natural y orgánica, ahora mismo todo se está ampliando y democratizando. Aun así, yo creo que falta crítica literaria como tal, echo de menos leer una buena reseña, una buena crítica [positiva o negativa] de un libro, más allá de lo que se pueda encontrar en pódcast y revistas especializadas», argumenta la periodista cultural.

Varias personas en uno de los puestos de libros del centro de Barcelona durante la diada de Sant Jordi 2023 / Europa Press

El sector también se adapta a las redes

Teniendo en cuenta el auge de estas figuras, que cada vez tienen más peso, el mismo sector también se ha reformulado para adaptarse, de alguna manera, a las redes sociales. En detalle, una de las características en las que la literatura se ha ido modificando es la estética, ya que es una cuestión muy ligada a la imagen y, por consecuencia, a las redes: «Muchos libros entran por los ojos y las editoriales han sabido entender perfectamente el nuevo lenguaje de las redes», sostiene Gumes, quien considera que la estética «es una herramienta más para conseguir lectores, y creo que es totalmente legítima». Una idea que también comparte Posada, quien defiende que hay portadas «muy bonitas» que confirman esta atención y cuidado por la estética. Sin embargo, la especialista advierte que también puede ser cuestionable si se transforma solo «en una especie de ‘performance'»: «Hay mucha gente que no lee algo porque quiere, sino porque quiere ser la chica que lee a Mercè Rodoreda en el metro, y con eso se pierde un poco el sentido de leer», añade.

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