Eduard Berga desprende serenidad y un gran control de los hechos pasados. Es criminólogo y durante décadas ha trabajado en el departamento de Justicia. Quizás esta doble vertiente ha sido la que le ha impulsado a indagar en nuestra tradición espiritual. Siguiendo este hilo, Berga llegó a los cátaros, al gran momento estelar de la Occitania medieval. Los condados occitanos, proyectados desde una sociedad muy avanzada, iluminaron el resto de Europa. El sueño catalán de aquel momento era unirse a ellos, pero un papa, una cruzada, un rey y un gran estratega militar lo deshicieron. De los cátaros, ahora queda el recuerdo y la lección. Un recuerdo que la historiografía francesa pretende negar y una lección que aún se puede aprender.
Usted trabajó en el departamento de Justicia…
Sí. Treinta y siete o treinta y ocho años.
¿Y cómo es que trabajando en este ámbito le entra una pasión absoluta por el mundo cátaro?
Yo estudié criminología. Soy criminólogo, licenciado en criminología. De alguna manera, la historia siempre me había interesado. Siempre me había interesado mucho la persecución de todos los herejes. Y sobre todo, me ha interesado mucho seguir la tradición espiritual de Occidente. En el mundo moderno se ha puesto muy de moda el yoga, las religiones occidentales, como si todo esto fuera la gran panacea del descubrimiento, pero hemos olvidado nuestras raíces.
Hay una tradición espiritual, muy ligada al cristianismo, pero también al mundo judío y al mundo árabe, al sufismo, la cábala, que nace fundamentalmente en Egipto y después se desarrolla en el mundo griego, en el cristiano, en el musulmán. En la Edad Media este mundo vive un renacimiento. Un renacimiento carolingio, muy ligado también al descubrimiento de las obras clásicas, a partir de las escuelas de traductores, repartidas por toda la península. Este renacimiento, este redescubrimiento, de las fuentes clásicas, según Menéndez y Pelayo, hace que desde Hispania se esparzan por toda Europa muchas ideas y herejías, que fecundan por doquier.
La criminología y la tradición espiritual de Occidente lo llevan finalmente al mundo de los cátaros…
Fui a dar con ellos porque mi interés era llegar a descubrir las fuentes originales de esta espiritualidad. Para mí, que soy catalán, las fuentes originales están en la Edad Media, muy vinculadas a Occitania. El papel occitano en el nacimiento de los Países Catalanes es muy importante. Cuando los cristianos comienzan a recuperar las tierras que habían perdido con la invasión musulmana, muchos de ellos vienen de más allá de los Pirineos, de las tierras occitanas.
Jaume I conquista Mallorca y Valencia después de que su padre, Pedro el Católico, muera en la batalla de Muret y frustre el sueño occitano.
Efectivamente, la cruzada albigense y la muerte del rey Pedro suponen el fin del sueño occitanocatalán. Hasta ese momento el rey de Francia no había intervenido directamente en la cruzada contra los herejes cátaros, pero cuando ve que el caballero Simón de Monfort va conquistando territorios y, sobre todo a raíz de la victoria en la batalla de Bouvines, contra los ingleses, que lo refuerza, se da cuenta de la importancia del territorio occitano, un territorio virgen para él y muy codiciado. En ese momento decide intervenir.
Simón de Monfort decide combatir a los cátaros occitanos a raíz de la llamada a la cruzada que hace el papa Inocencio III?
Sí. Inocencio III llama a la cruzada contra los cátaros. El rey de Francia le contesta que no puede participar porque era familia del conde de Toulouse, el gran conde de los occitanos. Felipe II dice que no participará pero anima a sus nobles a que lo quieran hacer. Se apuntaron muchos, entre los cuales estaba Simón, barón de Montfort y conde de Leicester. Simón comienza mezclado entre muchos otros, pero es un gran guerrero, un hombre que ha participado también en las cruzadas de Constantinopla, y consigue hacerse un nombre en esa guerra.

Este es el escenario. Un papa –Inocencio III– que llama a una cruzada contra una herejía –la cátara–, consolidada, sobre todo, en Occitania. Un rey de Francia –Felipe II– que acaba viendo en esta guerra una posibilidad de expansión territorial. Un guerrero francés –Simón de Montfort–, muy cruel, que se crece en la batalla. Y otro rey, el de Aragón –Pedro el Católico–, que responde a la llamada de los nobles occitanos que ya lo consideran su monarca… El resultado final de la guerra comporta el fin del sueño de expansión catalana en Occitania.
Más que expansión, yo diría unión. En aquel momento Occitania era el gran país en el que se reflejaba la cultura de toda Europa. La tradición de los trovadores, por ejemplo, venía de los árabes, que eran mucho más cultos en aquel tiempo que el mundo cristiano. El amor cortés y todas las ideas que se cultivaban en Occitania eran el espejo en el que el resto de Europa se contemplaba.
La poesía catalana era toda en occitano…
Dante quiso escribir La divina comedia en occitano, aunque finalmente se pasó al italiano. Su primera idea fue el occitano porque era el gran idioma. El sueño catalán en Occitania no es de expansión, sino de unión. Se sentían hermanos, Occitania y Cataluña.
¿Por qué Cataluña y Occitania no tienen rey?
¡Esa es la gran cuestión!
Bueno, Cataluña tiene rey con la unión con Aragón.
Pero ni siquiera es rey. Es rey de Aragón y conde de Barcelona. Además, los dos reinos están separados. Mi explicación es que tanto en Occitania como en Cataluña había una visión muy avanzada en la época. Ellos no pensaban en el rey, sino en instituciones ciudadanas, en las que la figura máxima –en este caso, el conde de Barcelona– no gobernaba de manera absoluta, sino que lo hacía siempre en concordia con los consejos ciudadanos que había. Esto pasaba un poco también en Toulouse, donde había los cónsules. Cuando cualquiera de estos condes quería ir a guerrear tenía que pedir a los consejeros o a los cónsules, no autorización, quizás, pero aquello eran como unas cortes…
Por lo tanto…
Eran estructuras políticas mucho más avanzadas en la época que las absolutistas de los reyes.
¿Y no era por la sumisión que habían tenido los condes catalanes al rey de Francia desde que frenó la expansión musulmana?
También. Evidentemente. Los condados catalanes nacen cuando Carlomagno comienza a conquistar, en primer lugar, la Septimania y luego, la Marca Hispánica. Entonces es él quien nombra a los condes de la Cataluña Vieja, de la Cerdaña, Ampurias, el Rosellón, Barcelona… Son condes que en aquel momento vienen de Septimania y ellos están sometidos al imperio del rey. Pero esto se acaba en los siglos siguientes cuando los condes catalanes tienen problemas con los árabes –por ejemplo, la razzia de Almanzor– y el rey de Francia no los ayuda. A partir de esos momentos deciden que el vasallaje se ha acabado.
Volvamos a la herejía. ¿Cuándo nace y dónde nace el catarismo?
Esa es una muy buena pregunta, porque no lo sabemos. En realidad, no conocemos ni el lugar donde nace, ni cuándo, ni la persona que la impulsó. Muchas herejías siempre son impulsadas por una persona carismática que forma un grupo al cual presta su nombre. Con los cátaros esto no pasa. Encontramos un montón de comunidades que, además, no tienen ni siquiera este nombre. Es la Iglesia quien se lo da posteriormente. Ellos no se llaman a sí mismos cátaros. Son comunidades cristianas que, ante la reforma gregoriana, que impone toda una serie de dogmas y de sacramentos, dicen: “No, esto no es el verdadero cristianismo. El cristianismo no quiere conseguir ni el poder ni la riqueza en este mundo”. La pretensión de la Iglesia era conseguir el poder material por encima de los reyes y los emperadores. Ellos venían de Dios y tenían que ser ellos los que decidieran qué se tenía que hacer. La Iglesia romana, pues, se constituye en otro poder feudal. Los cátaros dicen que no, que ese no es el mensaje cristiano, que el mensaje cristiano es un mensaje de amor, de renuncia a las cosas de este mundo, porque hay otro reino…
Que es del Cielo.
Sí. Ellos dicen: “Nosotros tenemos un cuerpo material, pero este cuerpo material está creado por el Dios extraño”. El “Dios extraño” es el demonio.
Todo esto está muy elaborado teológicamente. ¿No conocemos el nombre de los primeros teólogos que construyeron sus bases?
No. Lo que conocemos es que los primeros cátaros –o los primeros herejes que tenían esta idea de practicar un cristianismo más original– todos procedían de la Iglesia. Eran canónigos, monjes, personas que leían los evangelios, veían lo que hacía la Iglesia y decían: “¡No es esto!”.
No me extraña que más tarde Roma prohibiera la traducción de los evangelios a las lenguas vulgares…
¡Y tanto! Ese es el tema. Estas comunidades surgieron en Renania, en Flandes, en el norte de Italia, evidentemente en Toulouse, la zona occitana, en el norte de Francia, también en Inglaterra… Había comunidades evangélicas, por decirles de alguna manera, que rechazaban la reforma gregoriana y la autoridad de la Iglesia. Ellos decían que cada persona debía ser autónoma para poder hacer este camino cristiano y que, por lo tanto, no necesitaba ni sacerdotes ni intérpretes. Leyendo la Biblia, cada uno podía encontrar su propio camino.
¿Estaban en contacto aquellas comunidades? ¿Intercambiaban ideas y valores?
Sus valores eran bastante compartidos, sí. Fundamentalmente, sabemos que el rasgo que caracterizaba más aquellas comunidades, porque había otras, de herejías, era el consolamentum. Ellos decían que el consolamentum era el único sacramento que Cristo había otorgado a los apóstoles. Todos los otros sacramentos, se los había inventado la Iglesia para conseguir un poder social, para poder controlar a la gente. Desde que naces hasta que mueres la Iglesia debe estar presente. Te apunta a un registro, te controla, te confiesa, te da la extremaunción… Hay un seguimiento constante por parte de la Iglesia romana de tu vida. Ellos replicaban que eso no podía ser, que la gente debe ser libre, que cada uno debe hacer el camino cristiano por sí mismo, no porque lo imponga nadie.
¿Qué era el consolamentum?
Pentecostés. Cuando Jesús dice a los apóstoles que les enviará el Espíritu Santo, el consolador, y que ellos podrán hacer cosas más grandes que las que él había hecho. Que aquello sería una fuerza espiritual que ellos recibirían y que podrían dar, además, a aquellos que consideraran dignos. Los cátaros decían que ellos habían recibido, de generación en generación, esta fuerza del Espíritu Santo.
¿Y se extienden? ¿Por qué acaban siendo solo fuertes en Occitania?
En el norte de Europa rápidamente el poder eclesiástico y el feudal los arrasan, los queman. Muy rápidamente. No se pueden implantar socialmente porque en el mismo momento que aparece uno de estos grupos –normalmente, muy vinculados a la Iglesia– los condenan inmediatamente y los queman, que es como la Iglesia trata a los herejes. Pero Occitania es un país que ha aprendido a convivir con otras creencias. No tiene un poder absoluto, por esta estructura política más avanzada. Y esto permite que esta gente sea tolerada. Es muy curioso porque en La canción de la Cruzada Pedro el Católico convoca un coloquio entre cátaros y seguidores del Papa para que discutan públicamente y determinen quién tiene razón. Termina el coloquio y el rey Pedro llega a la conclusión evidente de que los cátaros son herejes, pero ¡no pasa nada! Cada uno se va a su casa y continúa su vida. Esto en el norte de Francia no era posible. Inmediatamente los encierran en la cárcel y al cabo de una semana los queman en la hoguera. Aquí no pasa nada. ¿Por qué? Porque son diferentes.
Hay otro episodio, en este caso del conde de Foix, que para mí representa muy bien este espíritu de libertad y tolerancia que había por parte de la nobleza occitanocatalana. El delegado papal recrimina al conde de Foix en un momento determinado que haya atacado a la gente de la cruzada. Y él le responde: “No. Yo no los he atacado. Me he defendido porque ellos han entrado en mi territorio y yo, como señor, tengo la obligación de defenderlo. Oh! –le replica el delegado–, pero usted ha defendido a los herejes!”. Y termina el conde: “Mire, mi padre me enseñó que todo el mundo es libre de pensar y de creer lo que quiera”. Había, pues, una libertad de pensamiento y de creencia.

Los cátaros defendían el sentido de la individualidad, la libertad de las personas, amar a los enemigos, la libertad de conciencia, el animalismo, porque no mataban animales y no consumían carne, y la igualdad entre hombres y mujeres. Esa gente era más moderna que ahora… [Sonríe].
Sí. Es que su filosofía es una filosofía que hoy se podría aplicar directamente. Cuando llegó la revolución francesa predicando la libertad, la igualdad y la fraternidad, ya habían tenido este precedente. Los cátaros ya tenían muy claro que debía ser así. Que no era posible construir la humanidad sin estos tres elementos. Hoy todavía eso es un ideal, no es una realidad. Vemos constantemente la polarización que hay entre el bien y el mal. Una polarización que siempre ha interesado a la Iglesia. Cuando la Iglesia ha tachado de maniqueos a los cátaros –que no lo eran–, era porque los maniqueos tenían esta idea, esta dualidad entre el bien y el mal. La idea entre el bien y el mal –yo soy bueno y tú, malvado– se ha proyectado mucho en la realidad de nuestro mundo.
El socialismo utópico, las ideas rompedoras del comienzo del siglo XX, el vegetarianismo, el naturismo, ¿podían venir de ellos o es una línea implícita en la sociedad que no se ha interrumpido del todo nunca?
En el fondo, la verdadera esencia del ser humano es muy espiritual. Cuando un movimiento de estos pone luz sobre esta esencia espiritual, como pasó con los cátaros en su época, algo en el hombre moderno, en las diferentes épocas, se despierta, porque tiene que ver con esta esencia que hoy también tenemos. Nosotros no somos discípulos del catarismo, pero lo que pasa es que los cátaros pusieron de relieve la esencia espiritual del ser humano, y eso toca a las personas mínimamente abiertas, aquellos que no han perdido lo que los cátaros dirían “la tendencia del bien”.
¿Y el anarquismo?
La espiritualidad occitana es anarquista, porque defiende la libertad individual del ser humano y rechaza cualquier forma de poder sobre el individuo. Lo que pasa es que el anarquismo se ha entendido mal, en el sentido de que se ha visto como un rechazo, que también se vio en los cátaros, a las instituciones. Como una lucha contra las instituciones. Y, por lo tanto, en este sentido, que ponía en peligro toda la estructura social.
La CNT y la FAI defendían la lucha violenta contra el poder. También incorporaban este elemento, pues. ¿Y los cátaros? ¿Los cátaros eran pacíficos?
Los cátaros eran pacíficos. Algunos los han definido como los budistas de Occidente. Ahora, también debemos distinguir los consolados, los que han recibido el consolamento en vida, de los simples creyentes. Los consolados practican la vida austera, de renuncia al mundo, a cualquier tipo de concupiscencia, de cumplimiento estricto del Sermón de la montaña. Todo aquello de “Amarás a tus enemigos. Si te roban la capa, les darás la túnica. No harás a nadie nada que no quieras que te hagan a ti”…
Todo esto, en la Edad Media, en la edad oscura de Europa…
¡Eran muy revolucionarios!
No entiendo cómo sobrevivieron todo el tiempo que sobrevivieron.
[Ríe] También se debe decir. Una de las cosas que permitió que se pudieran implantar socialmente es que los nobles occitanos veían a la Iglesia como un contrincante. La Iglesia tenía grandes propiedades, cobraba sus impuestos, y los nobles perdían beneficio. Los cátaros no querían saber nada de eso. Ellos trabajaban y tenían una casa común. Incluso llegaron a hacer préstamos. Había personas que, en un año de mala cosecha, por ejemplo, recibían préstamos de la comunidad cátara para poder sobrevivir y sacar adelante su negocio y su vida.
¿Por qué interviene el rey de Francia? ¿Por qué decide combatir al conde de Toulouse y al rey catalán?
Por una cuestión de poder, para ampliar territorio. Cuando buscas la causa de muchas cosas, siempre detrás está el poder. El poder terrenal.
¿Pedro el Católico podía haber frenado aquella invasión? ¿Tenía suficiente fuerza militar y económica para ganar aquella guerra?
Era muy difícil. Si hubiera ganado la batalla de Muret, habría pasado otra cosa, pero, claro, eso es ciencia-ficción…
Una ucronía, sí. Pero realmente una batalla solo puede inclinar la evolución histórica?
¿Sabes qué pasa? Hasta ese momento Pedro el Católico no había conseguido aún ser el rey de Occitania. Todos los condes occitanos no lo habían reconocido como rey. No se habían hecho vasallos. Fue con la cruzada y al ver que el conde de Monfort iba conquistando territorio –por las disputas que tenían los mismos condados entre ellos– que todos ellos, el de Cominges, el de Foix, el de Toulouse, le rinden vasallaje. Y el rey Pedro, que lo acepta, tiene la obligación de defender a sus vasallos. Por eso participa. Porque él es el Católico! El año anterior había ganado la batalla de Las Navas de Tolosa, había sido el gran paladín de Las Navas. Y el papa lo había nombrado el Católico.
No podía haber negociado la cuestión con el papa Inocencio?
Lo hizo. Y mucho. Negoció mucho con el papa. También negoció con Simón de Montfort, le entregó a su hijo, y le prometió que su hijo se casaría con su hija. Pero en 1213, a lo largo de los primeros meses del año, los condes le rinden vasallaje. Entonces se encuentra entre dos fuegos y con este compromiso con los occitanos, y llega Muret.
Una catástrofe. Pedro el Católico se pasó la noche anterior de juerga y no llegó en condiciones a la batalla…
Eso es una leyenda.
No es una leyenda. Lo explica su hijo, Jaume I, en su crónica.
Sí, muy bien… Jaume I explica lo que le habían contado. Él no estaba en la batalla de Muret.

¿Y usted qué cree?
[Ríe]. Yo creo que Pedro el Católico se sentía un gran guerrero. Una persona que podía ir al frente de sus tropas. Se confió, porque creía que Simón de Montfort estaba en mucha inferioridad numérica. Él fue al frente. Cuando, de alguna manera, la tropa de Montfort lo supo fueron a por él y lo mataron. Simón de Montfort dijo a sus guerreros que, si lo mataban a él, la estructura que se había montado en torno al rey se disolvería muy rápidamente.
Y tenía toda la razón…
Toda. Simón de Monfort fue un gran estratega.
Pero lo mataron en el sitio de Toulouse.
Exactamente. Una piedra de catapulta lanzada –dicen– por las mujeres de la ciudad.
Eso sí que podría ser una leyenda.
Bueno, eso dice La canción de la cruzada. Eso es literatura, que siempre adorna la historia.
Volvamos a los cátaros. Había los consolados y había…
Los creyentes. Aquellos que, de alguna manera, o bien porque estaban casados o bien porque eran nobles o soldados y tenían que luchar, y, por tanto, no podían cumplir con la vida estricta de los consolados, aceptaban las enseñanzas cátaras.
¿Las mujeres también podían recibir el consolamentum?
Lo podían recibir y podían también consolar, aunque no lo hacían normalmente, porque el papel de la mujer era el que era en aquella época. Tampoco lo podemos mitificar. El papel de la mujer en el mundo cátaro se situaba al mismo nivel que el del hombre espiritualmente, pero después había la vida material, donde ellas socialmente tenían un papel muy establecido. Las mujeres cátaras se instalaban juntas en las casas cátaras –en las hostales– de los pueblos. Aquellas casas eran como monasterios o conventos, pero muy abiertos. Acogían a los niños para educarlos, les enseñaban a leer, a escribir, recibían a los peregrinos, cuidaban de los enfermos… Pero después había la estructura social.
¿Qué porosidad social tenía el catarismo? ¿Qué porcentaje de la población occitana seguía esta creencia?
Yo diría que un 80 por ciento eran creyentes o consolados. Hay un concilio cátaro en Miralpeix que reúne a 600 perfectos. La Iglesia los llamaba “perfectos”, a los consolados. Es un nombre que usaba siempre la inquisición, porque decía que los consolados eran “herejes perfectos”. Simón de Monfort en su manual de inquisición estableció diferentes gradaciones. El grado superlativo de la herejía era el consuelo, “el hereje perfecto”. En Miralpeix se reunieron 600.
Recibían este “consolamentum” solo unos cuantos, pues.
En vida, sí, pero cuando un creyente estaba a punto de morir ellos consideraban que, si lo recibía, evitaba la reencarnación. Los cátaros creían en la reencarnación. Creían que el alma espiritual del ser humano es prisionera en un cuerpo material creado por el Dios Extraño, que es el demonio. Esta alma cuando se acaba el cuerpo material, que es corruptible, tiene que buscarse inmediatamente otro, porque sufre mucho. Es como si sufriera el síndrome de abstinencia. Cuando su cuerpo muere se busca otro. La única manera de liberar esta alma prisionera del cuerpo es cuando se une de nuevo con su espíritu a través del consolamentum. Los creyentes, pues, se convertían en consolados en el último momento, cuando el alma tenía la posibilidad de liberarse del cuerpo. Esto evitaba la reencarnación.
Ramon de Penyafort, considerado por tantos un personaje venerable, fue quien introdujo la Inquisición en Cataluña. ¿Lo hizo con esta intención? ¿La de combatir la herejía cátara?
La Inquisición se crea de manera específica para combatir el catarismo. Fue creada en un concilio en Toulouse. Justamente el mismo año que el conde de Toulouse es perdonado por el papa y el rey de Francia en Notre-Dame. Lo azotaron delante de la multitud y él renunció a todo. Aquel mismo año, que el conde es reintegrado al seno de la Iglesia y le retiran la excomunión, se celebra un concilio en Toulouse y allí se crea la Inquisición. Un tribunal –un grupo de personas– que puede inquirir, interrogar a las personas, entrar en las casas, para descubrir si allí hay herejes. Todo le estaba permitido. Cuatro años después la Inquisición se introduce en Cataluña.
¿La represión fue muy fuerte?
La que conocemos en Occitania fue muy fuerte, sí. Hay un documento de interrogatorios –un manuscrito que se conserva en Toulouse– donde consta que en dos o tres años interrogan a más de 5.000 personas. Este se ha conservado, pero muchos documentos inquisitoriales se han quemado porque la gente quería borrar su nombre. Hubo muchas revueltas en las que se intentaron quemar estos archivos, porque, claro, allí había todo el mundo. Aquí en Cataluña no hemos conservado ningún registro inquisitorial de la época. Tenemos noticia de un autor del siglo XVII, un dominico, que escribió la historia de su orden, que dice que en el archivo de la catedral de Tarragona había muchos libros de sentencias de nueve inquisidores. Si cada inquisidor redactaba cien o doscientas sentencias, imagínate de cuántas hablamos.
La herejía cátara… Bueno, no sé por qué la llamamos “herejía”, como los inquisidores…
¿Sabes de dónde viene la palabra? Proviene del griego y significa “escoger”. El hereje es aquel que, ante un tronco común dogmático, elige seguir otro camino. Precisamente, pues, refleja el concepto de libertad. El hereje decide, con libertad y plena conciencia, no seguir el camino que sigue todo el mundo.
Ya me está bien, pues. Si hereje es una persona con criterio propio…
¡Exacto! La Iglesia romana usó la palabra con un sentido muy peyorativo y la palabra nos ha llegado con esta intención.

La sociedad occitana, con la victoria del papa y del rey de Francia y la derrota del catarismo, cambia también…
La sociedad occitana pierde todo lo que había conseguido. Simone Veil tiene un escrito formidable que habla de este hecho. Nos alerta: “Tengan en cuenta que, por mucho que una sociedad haya conseguido evolucionar, lo puede perder todo”. Esto pasó en aquel momento a la sociedad occitana. Era el espejo en el que se miraba toda Europa. Hemos tardado siglos en tener algo semejante.
El papel de las mujeres trovadoras en aquella sociedad…
Sí. Las trobairitz…
Es otra faceta de la misma historia, del mismo progreso social y cultural…
Nos muestra cómo era de evolucionada la sociedad occitana. Las mujeres también tenían su papel. Sabían leer, sabían escribir…
Escribían unos poemas extraordinarios y extravagantes en otras literaturas.
Esta libertad que tenía la mujer no tiene ningún equivalente en Europa fuera de Occitania. Allí había, no solo una libertad, sino una conciencia social muy grande. En Occitania había la idea de paratge, que aparece en La canción de la cruzada, donde se puede leer: “Estos franceses no conocen el paratge. El cristianismo debe avergonzarse de todo lo que ha perdido con esta idea”. Paratge significa paridad. Es decir, todos somos iguales. No depende del sexo, ni del estatus con el que hemos nacido. La igualdad depende de la nobleza de corazón.
¿Qué saben los occitanos, si es que quedan, hoy en día, de todo aquello?
Muy poquita cosa. Desgraciadamente, la nueva política historiográfica francesa dice que el catarismo no existió. Dicen que todo fue una invención de la Iglesia para crear un clima de terror y que la gente no tuviera malas ideas. De alguna manera, borran todos los documentos que hablan de ello. Sin tener en cuenta que hay más de sesenta tratados teológicos católicos de la época contra esta herejía. Entre 1180 y 1300 se escribieron más de sesenta. “Contra los albigenses”, decían, que era otro de los nombres que recibían los cátaros. Y ahora resulta que todo eso no existió. Que todo aquello fue una estructura que montó la Iglesia en aquel momento para crear un marco en el que, si alguien se movía, recibía.
En Francia todo aquello que no es francés no existe. Es aquello de “Nos ancêtres les gaulois”.
Exacto.
¿Cómo es que los catalanes tienen esta curiosidad tan acentuada por los cátaros?
No creo que seamos muchos los que la tenemos…
Comparados con el resto del mundo…
[Ríe]. No creas, no creas. Ahora el catarismo se está poniendo de moda en los países anglófonos. En Norteamérica ahora se estudia mucho la historia de Cataluña, la de Occitania, porque somos los referentes para entender la historia medieval. Si tú no estudias la historia medieval occitana y catalana, conocerás muy poco la realidad medieval que se cocía en el mundo cristiano de la época. Mucha gente estudia nuestros registros y nos aportan documentación nueva. De eso se trata. No se trata de repetir lo que dicen los otros libros, sino de investigar y de encontrar un hilo que te dé una panorámica lo más amplia posible del tema. Desde muchas visiones diferentes. Porque la historia no es unívoca. Se debe mirar de manera caleidoscópica. Se debe ver qué dicen unos y qué dicen otros, y sacar conclusiones.
Yo ahora colaboro con un itinerario cultural europeo de los caminos de los cátaros, que ha sido aprobado por el consejo de Europa. Del mismo estilo del Camino de Santiago y otras rutas que han ido aprobándose. Queremos levantar la historia de este tiempo. No solo en Cataluña o en Occitania. En Italia estamos en contacto con los occitanos del Piamonte. Con Fredo Valla, que ha hecho un documental extraordinario, Bogre, que recomiendo. Dura tres horas que se hacen muy cortas, porque está muy bien documentado y muy bien explicado cinematográficamente.
Nuestra idea es ir de abajo hacia arriba, desde los pueblos, difundir todo esto. El sábado voy a Ulldecona; el 30 de octubre vamos a Tortosa; en noviembre, a Santa Maria i els Monjos; luego en diciembre doy una conferencia en el museo de Girona…
Su propósito es no olvidar a los cátaros.
Esparcir este conocimiento, no desde un punto de vista institucional, sino de abajo hacia arriba. Con este proyecto quiero dar a conocer la historia del catarismo, todo lo que había detrás. No solo a nivel espiritual o teológico, sino a nivel social. Cuando hay una idea espiritual muy potente, que arraiga en la sociedad, la sociedad cambia también.
Me gustaría hacer un apunte sobre el Cercle d’Agermanament Occitano-Català. A muy pequeña escala, el Cercle hace un esfuerzo importante para poder recuperar esta memoria de hermanamiento entre occitanos y catalanes. Por algún lugar debemos comenzar. Y no se trata de hacer grandes cosas, sino pequeñas cosas para poder encontrar el hilo de nuestra historia. El Cercle hace una buena tarea en este sentido y enseña occitano aquí. El occitano, que se está perdiendo en Occitania…
Más bien que ya se ha perdido.
Todavía lo hablan, pero cada vez menos.
¿Por qué las ideas religiosas que han penetrado en la sociedad en nuestra época son tan reaccionarias?
Porque están perdiendo el poder. Yo distingo entre religión y espiritualidad. La espiritualidad busca una parte que puede desarrollar cada persona. La religión busca crear una estructura para poder aportar un camino espiritual, pero siempre dirigido, conducido.
No ha dicho quién está perdiendo el poder.
La Iglesia. Católica u ortodoxa. Ya no llegan donde quieren llegar. ¿Por qué se crean las estructuras religiosas? Porque la gente siente la necesidad espiritual de desarrollar algo más que una vida solo material. Estas estructuras se crean para dar una respuesta, pero con el tiempo se anquilosan. Aquellos que han creado la estructura dicen: “Hombre, aquí se vive muy bien. Podemos aprovecharnos de toda esta gente que nos mantiene”. Entonces dejan de ver que lo que importa no es la estructura, sino desarrollar la espiritualidad.
¿Quiénes son los cátaros del siglo XXI?
[Ríe]. Los cátaros murieron a manos de la Inquisición en el siglo XIV.
¿Quién representa mejor ahora aquel espíritu?
Aquellos que hacen una búsqueda espiritual en sí mismos. A partir de las propias raíces, no buscando afuera. Todos nosotros, que hemos nacido en Occidente, llevamos un bagaje. No somos iguales que los indios o que los africanos. Tenemos un bagaje cultural que es nuestro y que ha condicionado nuestra manera de ser, nuestro carácter. En este bagaje hay muchos elementos que dan voz a esta búsqueda espiritual del ser humano.
¿Alguna ideología política es más fiel a todo esto?
[Suspira]. Deberíamos definir qué entendemos por política…
Una ideología que busque el progreso social, por ejemplo…
La que representa mejor el catarismo es la visión anarquista, la visión que no busca el poder por encima de los demás, sino que busca el desarrollo individual de las personas para poder desplegar proyectos sociales. Esto es muy difícil, eh? Es muy utópico. Pero, si no existiera la utopía, como decía Oscar Wilde, no avanzaríamos. Para mí, el anarquismo utópico es aquel en el que todos, por conocimiento interior, son capaces de convivir con los demás en perfecta armonía. Sin luchas, sin enfrentamientos, sino comprendiendo que cada uno tiene su camino, su tiempo y su desarrollo propio. Respetando todo eso. Hay una novela muy buena que se llama Las voces del desierto, de Marlo Morgan, que habla de una tribu australiana, los Auténticos, que practican un poco este anarquismo utópico. No tienen jefe, sino que cada día uno diferente es quien los dirige. Todos lo siguen. La primera cosa que deben encontrar en medio del desierto es agua, para poder subsistir, resistir un día más. Pero después cada uno puede desarrollar sus propias habilidades como él quiera. Es una sociedad muy utópica, pero…
¿Usted ha conocido esta tribu?
No.
No se crea nada.
[Ríe mucho].